LA ANALOGÍA Y LA FÁBULA EN LITERATURA

Jörgen Dines Johansen

Universidad de Odense, Dinamarca



La analogía puede significar diferentes cosas y funcionar de diferentes maneras en relación con la literatura. Esta diversidad de significados y funciones es interesante e importante, porque la(s) estructura(s) formal(es) de la analogía, como relación y/o como forma de inferencia, aúna diferentes dimensiones del texto literario.

Veamos primero el siguiente ejemplo protoestético de analogía: cómo suena un reloj, o más bien, cómo se transcribe su sonido. Bueno, al menos en búlgaro, checo, danés, holandés, finlandés, francés, alemán, italiano, noruego y español se transcribe tic-tac (con diferente ortografía, claro), mientras que las naciones angloparlantes son más liberales, ya que admiten tanto tic-tac como tic-toc. Me gustaría sostener, sin embargo, que un reloj en modo alguno hace semejante sonido, aunque nos parezca que lo oímos de esa manera. Por el contrario, sostendré que un reloj en realidad suena: tic, tic, tic, tic,...

Sin embargo, cuando imitamos el sonido de un reloj, lo estamos deformando mediante una doble dicotomización: primero distribuimos la serie de sonidos continuos pero discretos en pares: tic-tic, tic-tic, tic-tic,... y luego adscribimos vocales contrastantes (débil y fuerte) a cada uno de los miembros del par: tic-tac, tic-tac, tic-tac,... De hecho, aquí tenemos la estructura formal de una analogía, es decir: tic: tac :: tic : tac, o de forma generalizada: a : b :: a: b.

Roman Jakobson, siguiendo entre otros a Gerald Manley Hopkins, expresó su firme convicción de que el paralelismo es el recurso poético más básico en el célebre pasaje siguiente de Lingüística y Poética:

La función poética proyecta el principio de equivalencia desde el eje de selección al eje de combinación. La equivalencia se eleva al recurso constitutivo de la oración. En poesía una sílaba se iguala con cualquier otra sílaba de la misma secuencia; el acento en la palabra se asume para igualar el acento, como átono se iguala con átono; largo prosódico se empareja con largo, y corto con corto; límite de palabra se empareja con límite de palabra, no límite con no límite; pausa sintáctica es igual a pausa sintáctica, la ausencia de pausa es igual a ausencia. Las sílabas se convierten en unidades de medida, y también los acentos (Jakobson en Sebeok 1960: 358).

Lo que Jakobson describe aquí es, de hecho, una aplicación de la estructura formal de la analogía al lenguaje en diferentes niveles, por ejemplo:

acentuado
::
acentuado
átono átono

Así pues, en la repetición de pares se usa la estructura formal de la analogía para estructurar aspectos materiales y formales de la reflexividad del lenguaje. Esto es precisamente a lo que se refiere Jakobson cuando afirma que el principio poético es una proyección del principio de equivalencia desde el eje de selección al eje de combinación. Por tanto, el mismo principio formal es operativo en los niveles fonológico, sintáctico y semántico.

Antes de entrar más en la estructuración de textos literarios a través de la analogía, querría señalar otras vías mediante las que la analogía opera en el pensamiento y en la producción de textos.

Primero, la analogía es un instrumento del razonamiento práctico y del teórico, como señaló Aristóteles:

El examen de la semejanza es útil tanto para los argumentos inductivos como para los razonamientos hipotéticos, [...] Es útil para los razonamientos hipotéticos porque es opinión general que entre cosas semejantes lo que es verdadero de una es verdadero también de las demás. Si entonces, en cuanto a cualquiera de ellas, tenemos materia de discusión, garantizaremos la aceptación preliminar de que como quiera que sea en esos casos, lo es también en el caso que tenemos delante: entonces cuando hayamos demostrado lo anterior, habremos demostrado también, por virtud de la hipótesis, el asunto que teníamos delante (Top. I, xviii, 108b).

Aquí Aristóteles vincula hipótesis y analogía, ya que el conocimiento de otros casos da fuerza a la hipótesis de que el caso en discusión es como los otros en el aspecto relevante porque es similar a ellos en otros aspectos. En este análisis fue seguido por C. S. Peirce quien, de acuerdo con la tradición, distinguió entre tres tipos de inferencia: deducción, inducción y abducción o hipótesis. Él menciona también una cuarta forma, la analogía. Y, aunque la analogía se construye usando las otras tres formas inferenciales, merece una mención especial por el papel eminente que juega en nuestra vida diaria. Peirce caracteriza la analogía informalmente como sigue:

Analogía es la inferencia de que una colección no muy grande de objetos que coinciden en varios respectos pueden muy probablemente coincidir en algún otro. Por ejemplo, la Tierra y Marte coinciden en tantos respectos que no parece improbable que puedan coincidir en estar habitados (CP 1.69, 1896)

Peirce vincula la analogía con el signo icónico que "muestra una similaridad o analogía con el tema del discurso" (CP 1.369, 1885). Más aún, considera la analogía como una combinación de una inferencia inductiva y una inferencia hipotética; su estructura formal es ésta:

1.
S´, S´´, S´´´ se toman como siendo P´, P´´, P´´´,
S´, S´´, S´´´ son q;
(Por inducción) P´, P´´, P´´´ es q,
t es P´, P´´, P´´´;
(Deductivamente) t es q.

2.
S´, S´´, S´´´ son, por ejemplo, P´, P´´, P´´´,
t es P´, P´´, P´´´;
(Por hipótesis) t tiene los caracteres comunes de S´, S´´, S´´´,
S´, S´´, S´´´ son q;
(Deductivamente) t es q.

(CP 2.513, 1893)

Además de la analogía como una forma de inferencia lógica, han de considerarse también otros tres usos distintos, pero relacionados, de la analogía.

Segundo, en matemáticas el concepto de analogía se usó muy tempranamente. En la antigua Grecia se distinguía entre tres, o más bien cuatro, formas de analogía matemática: 1º) La analogía aritmética que concierne a similaridades y diferencias y se funda en la sustracción: a-b = b -c (p. e. 8-6 = 6-4 -> 2=2). 2º) La analogía geométrica que concierne a la proporción de la división. Tiene dos formas, la analogía continua que comprende tres elementos a : b = b : c (p. e. 8 : 4 = 4 : 2 -> 2 = 2) y la así llamada discontinua que comprende cuatro elementos: a : b = c: d (p. e. 8 : 4 = 6 : 3 -> 2 = 2). 3º) La analogía armónica que combina la aritmética (sustracción) y la geométrica (división): a - b : b - c = a : c (p. e., 6-4 : 4-3 = 6 : 3 -> 2 = 2). En nuestro contexto la sustracción y la división no son importantes, sólo interesan los términos y la relación entre ellos.

Tercero, la analogía, cuyas propiedades formales son estudiadas por la lógica y las matemáticas, se usa tanto en el razonamiento teórico como en el cotidiano. Este uso se basa en la semejanza y la repetición:

La semejanza debería estudiarse, primero en el caso de las cosas que pertenecen a diferentes géneros, siendo la fórmula: 'A : B = C : D' (p. e., el conocimiento es al objeto del conocimiento como la sensación es al objeto de la sensación), y 'Como A está en B, así está C en D' (como la vista está en el ojo, así la razón está en el alma, y como es la calma en el mar, así es la quietud en el aire), [...] Deberíamos también observar las cosas que pertenecen al mismo género, para ver si algún atributo idéntico les pertenece a todas, p. e., a un hombre y un caballo y un perro; ya que en cuanto tienen algún atributo idéntico en esa medida son semejantes. (Top. I, 17, 108a).

En este pasaje Aristóteles, de una sola vez, nos da su comprensión de la semejanza y del compartir atributos comunes (véase también Metafísica, V, 9, 1018a) y la fórmula de la analogía. Como una forma de razonar, la analogía es de la mayor importancia, por su uso universal en la vida diaria y en el razonamiento académico y científico. Aristóteles, por ejemplo, hace uso del razonamiento analógico en sus estudios zoológicos. Escribe:

... hay muchos atributos que son comunes a muchos animales, ya sean idénticamente los mismos (p. e. órganos como pies, plumas, escamas, y de modo similar las afecciones), o comunes sólo por analogía (esto es, algunos animales tienen un pulmón, otros no tienen pulmón sino alguna otra cosa en su lugar; algunos animales tienen sangre, mientras que otros tienen su réplica, que tiene en ellos el mismo valor que la sangre en los anteriores) (Partes de los Animales I, 5, 646b).

La selección por analogía puede sacar a relucir lo que es cualitativa y/o estructural y/o funcionalmente similar entre diferentes especies: "... no podemos encontrar un nombre común para dar al esqueleto de un calamar, la espina de un pez, y el hueso de un animal, aunque posean propiedades comunes como si fueran una única estructura ósea" (An. Post. II, 14, 97b).

Cuarto, en la retórica la analogía juega también un papel eminente. En efecto, la analogía y la metáfora están estrechamente relacionadas. Según Aristóteles, la metáfora por analogía es uno de los cuatro tipos diferentes (Poet. XXI, 7-14, 1457b), y el mejor y más popular. Puede discutirse, sin embargo, que la metáfora en un sentido moderno sea un subconjunto de la analogía. Esa comprensión de la metáfora está de acuerdo también con el punto de vista de Aristóteles de que el símil y la metáfora están muy próximos:

El símil es también una metáfora; ya que hay muy poca diferencia. Cuando el poeta dice de Aquiles que "se lanzó como un león" es un símil; cuando dice "se lanzó el león" es una metáfora; ya que al ser ambos valientes, transfiere el sentido y llama león a Aquiles. (Rhet. I II, 4, 1406b)

De aquí se ha deducido la llamada teoría comparativa de la metáfora, doctrina que, a pesar de que ha estado sometida a fuertes ataques durante este siglo, es todavía la más comúnmente aceptada. Según esta concepción tendríamos una pequeña serie de figuras retóricas basadas en la comparación que se puede resumir en el siguiente cuadro:

REDUCCIÓN Version cortaVersión larga
eres como un animal
ESÍMIL por comparación:
similitud
PARÁBOLA = símil
continuo (p. e. Mat 25, 1-18 sobre las diez vírgenes)
eres un animal
METÁFORA por representación: identidad
ALEGORÍA = metáfora continua
¡animal!
HIPOCATÁSTASIS por implicación
HIPOCATÁSTASIS
(p. e. Mat 3, 12 sobre el trigo y la paja)

En los cuatro casos que hemos descrito la analogía se basa en una comparación de identidad o similitud de elementos o relaciones, esto es, en propiedades compartidas o en relaciones idénticas. La estructura de la analogía como forma de relación puede incluir tres elementos a: b :: b : c, queriendo decir que b tiene el mismo valor en relación con a que con c; o una relación de cuatro términos a : b :: c : d, queriendo decir que la relación entre a y b es la misma, o es homóloga, a la que hay entre c y d.

En el primer caso, las propiedades idénticas o similares b se relacionan, se atribuyen, a a y c; en el segundo, son las relaciones las que son homólogas. Estas estructuras generales pueden ser ejemplificadas por las dos metáforas "Aquiles es un león" y "El Señor es mi pastor". Siguiendo a Aristóteles, la primera puede construirse como una analogía así: Aquiles : valor :: valor : león, o si queremos que el valor aplicado a Aquiles y a un león difieran de alguna manera no especificada (cf. "las conexiones que requieren prueba y son idénticas por analogía tienen medios también análogos", An. Post. II, 17, 99a) podríamos escribir: Aquiles : valor :: VALOR : león, para marcar la diferencia, esto es, a : b :: B : c. La segunda puede construirse como una analogía de esta manera: "El Señor : mí :: pastor : (rebaño)", esto es, a : b :: c : (d).

Esto significa que aunque deberíamos mantener la distinción entre analogías de tres y de cuatro términos, se aproximan las unas a las otras, pues el término medio de una analogía de tres términos no es semánticamente idéntico cuando se relaciona con el primer término y cuando se relaciona con el cuarto término (el valor de un hombre y de un león difieren, ver sobre ello a Lakoff y Turner 1989: 195-98).

La no-identidad del término medio en una metáfora, cuando se interpreta como una analogía de tres términos es una de las fuentes de indeterminación de las metáforas. Otra fuente es la indeterminación de los atributos, en este caso, el contenido semántico del término medio, que vincula el dominio fuente con el dominio objeto. Por lo que respecta a Aquiles como un león, Aristóteles nos dice que Homero lo compara con un león porque ambos son valientes. Sin embargo, podría ser por otras razones, por ejemplo, porque compartieran el atributo de la fuerza, ferocidad, letalidad, etc. La cuestión estriba en que fuente y objeto siempre comparten un número infinito de atributos. Consiguientemente, la fórmula para la interpretación de la metáfora como una analogía debería tener en cuenta este hecho. Así, sería más correcto representarla como a : b1 ...bn :: B1 ...Bn : c, porque esta representación hace visible su doble indefinición.

Es obvio que las metáforas y los símiles, que en la concepción aquí expuesta pueden ser ambos interpretados como analogías, son importantísimos en la literatura. Ambos son ejemplos además de analogía semántica, o paralelismo, que es precisamente una de las formas de la analogía; las otras dos grandes formas son la analogía de sonido o paralelismo sonoro como la aliteración 'O wild West Wind, thou breath of Autumns's being', y la analogía sintáctica:

What is it men in women do require?
the lineaments of gratified desire.
What is it women do in men require?
the lineaments of gratified desire

(Blake 1971: 167)

Este maravilloso poemita de Blake exhibe los tres tipos de analogía, fonológica, sintáctica y semántica, y su interrelación o acoplamiento. Y por tanto, es un buen ejemplo de la fuerza de la analogía: no sólo afirma la reciprocidad del deseo (varones: mujeres :: mujeres : varones), sino que representa, incluso imita, esa reciprocidad mediante una variada repetición modelada por una consideración del ritmo y la eufonía (p. e. la posición de do en la primera y tercera líneas). Además, el uso de la repetición es verdaderamente significativo temáticamente porque acentúa la universalidad y reciprocidad de su contenido proposicional. La proposición puede parafrasearse prosaicamente como: tanto varones como mujeres requieren tener pruebas de su respectiva capacidad para gratificar el deseo del otro, pero esta aserción general, que puede resultar difícil de sustanciar, carece obviamente de la fuerza retórica conseguida a través de las repeticiones en los niveles fonológico, sintáctico y semántico mediante la doble articulación paralela de pregunta y respuesta. De hecho, podría afirmarse que la poesía en general, y cada poema en particular, es un sistema complejo que engendra cualidades emergentes, porque las cualidades y estructuras materiales y formales fomentan la plausibilidad y la fuerza del mensaje. Esta es, por cierto, la razón de la tesis del New Criticism de que la paráfrasis es una especie de herejía, pues tanto la paráfrasis como la traducción romperían las más de las veces las interrelaciones entre los diferentes niveles del texto. (Una buena traducción, sin embargo, reemplazaría la interrelación original con una analógica en el nuevo idioma).

Además, el poema de Blake parece ser una imitación de un género preliterario que hace uso específico de la estructura pregunta/respuesta, es decir, del acertijo. Resolver un acertijo es descubrir un secreto, y según el pensamiento mágico, significa la adquisición de un gran poder grande, a veces sobre humano. Y resolver un acertijo es precisamente lo que este poema pretende hacer. Así lo que de acuerdo con su contenido proposicional parece ser la afirmación de un estado general de las cosas, es, de acuerdo con su actitud proposicional, un acto mágico, un conjuro con la finalidad de que varones y mujeres deseen el deseo del otro, como si afirmar fácticamente la respuesta la tornara un hecho.

Las especies de la analogía tales como los paralelismos, símiles y metáforas son todos recursos retóricos o poéticos que producen o descubren similitudes. Son formas específicamente elaboradas de modos generales en que los fenómenos se relacionan unos con otros en la mente (ya Aristóteles distinguió entre la asociación por similitud, por contraste y por continuidad en el tiempo o el espacio en De memoria et reminiscentia, 451b). Sirven a un doble propósito: para hacernos percibir la unidad del texto como textura material y como argumento, y para hacer la materia inteligible y probable mostrando cómo se relaciona con lo que es ya conocido o considerado probable.

El poder de la analogía, sea metafórica o no, se funda en su capacidad para llevar a cabo simultáneamente dos operaciones. Primero, conecta diferentes reinos semánticos o cognitivos, y al hacer esto pone en relación entre sí las diferentes esferas de experiencia. Segundo, usa esa relación para la producción de conocimiento, sea éste trivial o innovador. Max Black señaló que las metáforas pueden considerarse como una especie de modelos. En efecto, afirma que "la metáfora es la punta de un modelo sumergido" (Ortony 1993: 30), porque el tema secundario de la metáfora ofrece una perspectiva a través de la que es visto el tema primario (Aquiles es visto en una perspectiva de león).

La analogía en forma de símiles y de metáforas es la vía para descubrir o inventar lo mismo en lo otro, un paralelismo o paralelismos entre la materia primaria y otra cosa (ésta es, por cierto, la definición de metáfora de C. S. Peirce, CP 2.277, 1903). Como se indicó más arriba, este descubrimiento/invención significa una unificación de los diferentes reinos del universo experiencial. Aún cuando semejante unidad sea a menudo ilusoria, en el sentido de que es mental e implica una personificación de la naturaleza, parece estar profundamente enraizada en la mente humana. En efecto, parece que un cierto grado de antropocentrismo es inevitable e incluso deseable. La función de los tropos en general, y en particular los de la poesía y literatura, es hacernos sentir más en casa en el universo haciéndolo más comprensible.

Siguiendo a Jakobson, insistiré en que la analogía es un principio poético absolutamente básico. La literatura, sin embargo, no puede ser reducida a la poesía, porque la narración juega un papel eminente no solo en la narrativa, sino también en el drama. Por esto me parece sugestivo que la retórica clásica haya señalado también el papel de la analogía en estos géneros. En la cita al principio de este artículo Aristóteles mostraba la utilidad del estudio de las semejanzas para la argumentación y la deliberación jurídicas. En El arte de la retórica señala además que:

Las fábulas son adecuadas para hablar en público, y tienen la ventaja de que mientras es difícil encontrar cosas similares que hayan ocurrido realmente en el pasado, es más fácil inventar fábulas; pues deben ser inventadas, como las comparaciones ... (Rhet. II.xx. 7-8, 1394a).

Aquí la fábula y la comparación están vinculadas, porque en la división de Aristóteles de los recursos retóricos, tanto la fábula como la comparación son especies del ejemplo. Su clasificación puede esquematizarse en este diagrama:

Aristóteles explícitamente menciona la comparación y la fábula como las dos especies de ejemplo inventado (o inducción retórica). La razón es que son en ciertos aspectos equivalentes, pues ambas son usadas como argumentos para hacer probable que algo fue o será el caso. La cuestión estriba en "encontrar cosas similares", es decir, similares al caso en discusión. Respecto a la comparación y la fábula no hay referencia a un pasado histórico, sino la invención de un caso paralelo. Las comparaciones son ejemplos construidos al cambiar las variables pero preservando la relación, como cuando Sócrates dice que los magistrados no deberían ser escogidos a suertes, porque esto "sería lo mismo que escoger como atletas representantes no a aquellos aptos para competir, sino a aquellos a quienes toque la suerte" (ibíd.). Este paralelismo puede construirse como una analogía de cuatro términos: magistrados : gobierno :: atletas : deportes. Las comparaciones indican un paralelismo entre dos reinos de experiencia, pero sin crear un universo de ficción independiente.

La otra posibilidad es la fábula. Aquí se crea una alternativa completa, esto es, un universo ficticio (en el caso de Aristóteles la referencia es a fábulas animales). La retórica, sin embargo, se ocupa primariamente de la argumentación jurídica y política, por lo que las ficciones no tienen un estatus independiente, sino que son instrumentos persuasivos cuyo valor es instrumental. Incluso el tercer tipo de discurso, el epidíctico, el de alabanza o de condena, tiene también principalmente un propósito práctico.

Ya que en retórica la ficción se subordina al propósito no-literario al que sirve el discurso, ¿cómo puede este humilde rol servir como indicador del oficio de la literatura, si ésta manifiestamente no sirve a ningún otro propósito más que al suyo propio? Es posible, no obstante, que la literatura nunca sea el arte por el arte, ni siquiera dentro de un movimiento llamado así; puede ser que la literatura esté siempre relacionada mediatamente con el mundo experiencial de sus escritores y lectores. Si éste fuera el caso, lo que no creo que pueda ser seriamente discutido, entonces la comparación con el uso en oratoria de la fábula podría ser después de todo fructífera. Tradicionalmente, se considera que la oratoria, en un nivel general, sirve para uno o más de tres propósitos: 1) establecer lo que sucedió y por qué (oratoria forense); 2) argumentar sobre lo digno de alabanza y lo digno de condena (oratoria epidíctica); y 3) deliberar acerca de qué hacer para asegurar la felicidad o evitar la infelicidad y el desastre (oratoria política).

Enunciados en este nivel general, no es difícil ver profundos parecidos con aquello de lo que trata la literatura. En primer lugar, la literatura no-lírica se presenta como una narrativa sobre lo que se supone sucedió, o como una representación en un escenario de lo que está sucediendo. Segundo, la literatura es a menudo una conmemoración de aquello digno de alabanza o una celebración de lo placentero y lo deleitoso. Otras veces puede ser despectiva, puede atacar a aquellos que ofenden las leyes o los principios morales de la sociedad, o aun más a menudo, puede lamentar la condición asignada al hombre, la brevedad de su felicidad y la certeza fatal de su fin. Por último, precisamente porque pretende representar lo que ha sucedido o está sucediendo, la literatura puede contener una discusión a fondo de las pautas y razones para actuar. De hecho esto es así desde la tragedia antigua al drama serio y también en el desarrollo de los géneros cómicos; el teatro ha sido un foro para la representación de los principales conflictos y preocupaciones de las clases poderosas en una determinada sociedad. Y la narrativa y la poesía han desempeñado siempre oficios similares.

La diferencia entre el uso de la comparación y la fábula en oratoria y en literatura está más bien en la naturaleza del caso. Es fácil apuntar a los rasgos comunes de la literatura, en especial del drama, y el razonamiento legal y los juicios, porque muy a menudo en literatura el protagonista es enjuiciado, literal o figurativamente, por lo que él o ella ha hecho (desde Orestes y Antígona hasta Rubek en la última obra de Ibsen, y más aún en nuestro siglo). Sin embargo, por muchas razones resultaría ridículo reducir la literatura a jurisprudencia. Por ejemplo, por la muy básica razón de que en un infinito número de textos literarios no habrá ningún caso desde el punto de vista legal. En la jurisprudencia y las otras formas de oratoria, la comparación y la fábula sirven como analogías que supuestamente fortalecen el argumento del orador. En la literatura, al menos, la comparación es el argumento y la fábula es el caso. Las analogías son lo importante.

Aunque lo análogo no esté presente en la literatura, se le da, sin embargo, por supuesto. La cuestión estriba, no obstante, que en la literatura aquello de lo que el texto literario es análogo no es una acción específica y/o un estado mental. Si ése fuera el caso se reduciría drásticamente su alcance e interés. La literatura es análoga a todo aquello a lo que se parece, es decir, es en ese respecto un signo icónico. Este era también el punto de vista de Aristóteles al definir la diferencia entre el historiador y el poeta, a lo que añade una importante cualificación:

... el objetivo de un poeta no es decir lo que de hecho sucedió sino lo que podría suceder y sucedería ya sea probable o inevitablemente. [...] La diferencia real es ésta, que uno dice lo que sucedió y otro lo que podría suceder. Por esta razón la poesía es algo más científico y serio que la historia, porque la poesía tiende a dar verdades generales mientras que la historia da hechos particulares (Poet. IX, 1-3, 1451b).

Aristóteles explica más adelante que por verdad general quiere decir "el tipo de cosa que un cierto tipo de hombre hará o dirá ya sea probable o necesariamente" (ibíd.). En esta concepción, la literatura intenta ser representativa de la acción y del comportamiento humano en general. Y así la literatura aspira a ser análoga al universo social y experiencial y a la vida mental, de la imaginación y los deseos de su audiencia. Nosotros entendemos y conectamos con el texto literario al referirlo a nuestra propia experiencia y visión del mundo. Practicamos lo que Marie-Laure Ryan llama "el principio del mínimo alejamiento" de nuestros hábitos interpretativos (Ryan 1991: 48-60). Obviamente, como académicos, debemos controlar esta tendencia, porque el universo representado por el texto y las convenciones y modelos usados para entenderlo pueden ser muy diferentes de nuestro universo y nuestras maneras de conferirle sentido. Pero aun cuando seamos conscientes de las decisivas diferencias entre el universo del texto y el nuestro, sin embargo, sólo se torna significativo al relacionarse con nosotros por similaridad y por contraste, esto es, por analogía. A esta analogía quisiera llamarle analogía existencial. Es analógica porque lo que se representa es diferente pero al mismo tiempo similar a lo que hemos experimentado en la acción o en el pensamiento consciente o inconsciente. Así, el texto es un análogo de partes de nuestra vida. Es existencial, porque al dar sentido al texto literario necesariamente traemos a él todas las dimensiones de nuestro ser, comprensión, emociones, deseos, e incluso sensaciones y respuestas corporales.

Al principio de este artículo, se mencionó que Peirce define la analogía como una forma de inferencia que usa las otras tres, hipótesis, deducción, e inducción. Consecuentemente, aquí al final debería señalarse que la literatura es tanto analógica como hipotética.

La hipótesis o abducción es el intento de establecer un caso al formar una regla provisional de la que se seguiría como resultado:

REGLA: si q entonces p,

RESULTADO: p;

CASO: entonces q.

Hay dos maneras en que un texto literario puede ser llamado hipotético. Primero, es hipotético en el sentido fundamental de que no dice "lo que de hecho sucedió sino lo que podría suceder y sucedería ya sea probable o inevitablemente". Es hipotético por naturaleza por el simple hecho de que propone un universo alternativo, esto es, presenta algo imaginado como si fuera realmente el caso. El 'como si' fundamental de la literatura está bellamente ejemplificado en narrativa explícitamente contrafáctica (por ejemplo, el thriller de Robert Harris Fatherland , en el que la trama se desarrolla en Berlín durante el setenta y cinco cumpleaños de Hitler en 1964 después de que la Alemania nazi ganara la guerra).

Hay sin embargo, un segundo sentido en que el texto literario es hipotético: no sólo propone un universo hipotético, sino que muy a menudo el texto es autoexegético, esto es, indica él mismo cómo ha de ser interpretado mediante el comentario de narradores explícitos o mediante una lógica de procesos y sucesos. Muy a menudo la literatura lleva este empeño autoexegético todavía más lejos. Afirma que es ejemplar, esto es, que del caso representado puede inferirse una máxima o un conjunto de máximas, y que estas máximas han de suponerse válidas en general.

Por tanto, la literatura es también hipotética en el sentido de que presenta hipótesis acerca de la naturaleza humana y acerca de las causas y razones de la interacción social. Este rasgo puede ejemplificarse con una de las fábulas de John Gay, "El pavo y la hormiga" (número XVIII). Comienza así:

Sabemos descubrir defectos en otros hombres,
y echar la culpa a la mota que ciega sus ojos,
encontrar cada una de sus manchitas e impefecciones,
para no ver nuestros propios y más graves errores.

La historia en sí comienza con un pavo en busca de hormigas, y al mismo tiempo, quejándose con sus hijos del destino de los pavos, ser comido por el hombre en Navidad. Concluye su queja como sigue:

Desde el campesino llano hasta el señor,
el pavo humea en todas las mesas;
es claro que los hombres se condenan por gula,
el peor de los siete pecados capitales.

Al mismo tiempo el pavo ha estado ocupado devorando hormigas. Una hormiga que ha escapado a su destino, comenta así el discurso el pavo:

Antes de advertir el pecado de otro,
invita a tu propia conciencia a mirar dentro de ti.
Controla tu pico más voraz,
pues ni las naciones matan por un desayuno.

Esta fábula, como cualquier fábula, es claramente argumentativa. Enuncia como premisa mayor una observación general, o regla, diciendo casi lo mismo que Mateo 7, 3: "¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo?". El propio relato y los dos discursos que contiene constituyen un caso que puede subsumirse bajo una regla, y que supuestamente la ilustra y hace válida. La estructura argumentativa no es exterior a la fábula como género, sino que es su mismísimo esqueleto. A causa de este rasgo, podría objetarse que la fábula es un caso muy especial y que su estructura se debe a su función extraliteraria como instrumento didáctico que utiliza recursos lógico-retóricos. Mi punto de vista es el opuesto, esto es, que la fábula es la forma más típica de literatura, porque deja al descubierto la relación intrínseca entre representación y discurso que se encuentra o está presupuesta en la mayor parte de la literatura.

Además, desde el punto de vista de este artículo, la fábula de Gay es interesante, porque usa la analogía tanto interna como externamente. Internamente, porque está construida sobre la analogía: hombre : pavo :: pavo : hormiga. Externamente, porque la máxima de que aunque vemos con facilidad las faltas de los demás somos ciegos para las propias, se indica como la regla que cubre ambos casos. Y esta máxima puede transferirse del universo ficticio a nuestro mundo cotidiano. Más aún el hecho de que sea una fábula animal la que ejemplifica esta transposición de la ficción al mundo cotidiano, asegura que tal transferencia es independiente de que las características superficiales del universo ficticio sean realistas o no.

Por tanto, para encontrar sentido al texto literario tenemos que hacer, por una parte, inferencias analógicas de nuestro mundo experiencial al universo ficticio (por analogía pues son ontológicamente diferentes), pero, por otra, la literatura misma afirma que hacemos inferencias relativas a nuestro mundo por analogía con los estados de cosas y estados mentales del universo del texto. Por consiguiente, la analogía es la forma de razonamiento por excelencia que asegura un ajuste bidireccional, un tráfico en los dos sentidos, entre la literatura y el mundo vital.

La analogía parece ser, por tanto, un rasgo omniabarcante de la literatura: opera en el sonido, en la sintaxis y en el significado y entre ellos; en el significado y el uso y entre ellos; y en ficción y en no-ficción y entre ellos también.

(Traducción de Marcela García)

Jörgen Dines Johansen
Center for Literature and Semiotics
Odense University, 55 Campusvej
DK-5230 Odense M, Dinamarca
e-mail: jdj@litcul.ou.dk

Referencias bibliográficas

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Black, Max (1993). More About Metaphor. En Metaphor and Thought. Second Edition, editado por A. Ortony, 19-41. Cambridge: Cambridge University Press.

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Jakobson, Roman (1960). Linguistics and Poetics. En Style in Language, editado por T. A. Sebeok, 350-77. Cambridge, MA: MIT Press.

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Ryan, Marie-Laure (1991). Possible Worlds, Artificial Intelligence, and Narrative Theory. Bloomington, IN: Indiana University Press.