DOS MELIORISTAS:
¿DECISIONISMO METODOLÓGICO O ÉTICA DE LAS CREENCIAS?
(A través de Karl Otto Apel)


Carlos Ortiz de Landázuri


The fallibilism of Peirce and Popper admits a process of improvement, without skepticism or relativism, as the radical postmodernism of some of their followers suggests. However Karl-Otto Apel across his intellectual life have shown that meliorism is very different in both authors: Popper justifies his position by a methodological decisionism, whereas Peirce justifies his approach by a trascendental pragmatic foundation, which is the only valid according to Apel.




Presentación

Este trabajo analiza como Peirce y Popper defendieron una forma peculiar de apriorismo, falibilista y meliorista a un tiempo, aunque lo propusieran desde principios programáticos muy distintos1. Se justifica así la progresiva contraposición que Karl-Otto Apel ha establecido a lo largo de su trayectoria intelectual entre Peirce y Popper, contraponiendo sus propuestas al falibilismo aún mas radicalizado del postmodernismo filosófico donde ya no es posible un meliorismo2. Especialmente se analiza el debate planteado en su última obra de 1998, Discrepancias a favor de unas prolongaciones pragmático-transcendentales -AETPA-3, donde Apel tampoco admite otros complementos decisionistas en sí mismos falibilistas, al modo de Popper, aunque anteriormente el mismo había aceptado una posible complementariedad entre todos ellos.


I.- EL DEBATE POSTMODERNO SOBRE EL FALIBILISMO PRAGMATISTA

Karl-Otto Apel ha reconstruido el diferente papel desempeñado por Charles S. Peirce y Karl Popper en los debates acerca del falibilismo metodológico, en contraposición a las propuestas del posmodernismo filosófico. Según Apel, Peirce siguió justificando un posibilismo meliorista en virtud de algún tipo de creencia ética, sin aceptar un radicalismo decisionista al modo de Popper, donde al final se hace inviable cualquier forma de meliorismo, como también acabó sucediendo en el posmodernismo filosófico4. Apel ha contrapuesto así estas dos formas de meliorismo a lo largo de estos debates, aunque la aparición de un posmodernismo aún más radicalizado le hizo ser más precabido ante las propuestas de Popper, sin admitir una posible complementariedad entre sus respectivas propuestas. Reconoció así los méritos de Peirce, aunque sin desdecirse de las debilidades de Popper respecto a una posible fundamentación última de la teoría de la ciencia, al modo como fue habitual por parte de la teoría crítica5.


1.- Apel, 1959: El debate posbélico sobre el doble aprioriorismo del conocimiento.

En su artículo de 1959, "Lenguaje y verdad en la situación actual de la filosofía"6, Apel ya criticó el modo decisionista como el falibilismo de Popper pretendió garantizar la validez del meliorismo pragmatista, aunque entonces tampoco hizo una propuesta al respecto. En su opinión, Charles Morris, Carnap, o el segundo Wittgenstein, ya habían puesto de manifiesto la mediación irrebasable que el habla cotidiana ejerce en cualquier posible articulación entre lenguaje y verdad, sin que haya una sola forma posible de articular ambos extremos de la relación. Por ejemplo, en Signos, Lenguaje, Conducta7, Morris puso de manifiesto cómo en estos casos "la significación científica-informativa de un estado de cosas es sólo un uso posible entre otros"8, sin tener que admitir la validez de un lenguaje ideal como un postulado necesario de la ciencia unificada de los positivistas lógicos. Por eso a partir de entonces se admitió la validez de una pluralidad de usos del lenguaje, con posibilidad de decidir según nuestra propia conveniencia, al modo del segundo Wittgenstein. Se generó así en la metodología científica una crisis de fundamentación última, similar a la descrita por Popper en 1935, en La lógica de la investigación científica9, o por Habermas en 1963, en Conocimiento e interés10, siguiendo a su vez una argumentación bastante similar a la utilizada antes por el neokantiano Fries, o por el fichteano Nelson, o Hugo Dingler, iniciador de la así llamada Escuela de Erlangen11.

En estos casos la teoría de la ciencia localizó el llamado trilema del Barón de Münchhausen. En efecto, cuando alguien se lanza a un lago sin saber nadar sólo caben tres posibles situaciones igualmente paradójicas12; o bien se tira de los pelos hacía arriba sin conseguir flotar, o bien trata de hacer pie sin llegar al fondo, o bien se decide a intentar nadar para así flotar, que es el único procedimiento válido. De igual modo ahora cualquier intento de fundamentación última de una teoría científica genera una de estas tres situaciones igualmente aporéticas: o bien se da lugar a un círculo vicioso en sí mismo dogmático, o bien se genera un proceso al infinito en sí mismo aporético, o bien se interrumpe el proceso de fundamentación de un modo decisionista, como propusieron Popper, Albert, siguiendo a su vez el racionalismo crítico de Weber13. A partir de aquí la antropología del conocimiento de la posguerra concibió los procesos de aprendizaje según un doble 'a priori' de tipo somático y a la vez reflexivo, donde se admite el posible control racional de un proceso de somatización de origen decisionista, a condición de tomar todo este proceso como en sí mismo falible y en estado de permanente revisión, como propuso Popper. Posteriormente en 1962 y 1968 W.W. Bartley14 y Albert15 utilizaron esta crítica para cuestionar cualquier estrategia de fundamentación última utilizada en el racionalismo clásico cartesiano o en el propio transcendentalismo kantiano. A partir de entonces se aplicó esta crítica al modo de justificar los presupuestos críticos del análisis, la fenomenología, la hermenética o el estructuralismo, o los primeros principios de la lógica, defendiendo un falibilismo aún más radicalizado, sin admitir ninguna excepción al respecto16.

Apel por el contrario opina que la constatación de este doble 'a priori' nos debería llevar a la conclusión contraria. En su opinión, si el Trilema de Fries se resuelve de un modo decisionista, entonces se genera una crisis metodológica aún mayor, que a su vez puede hacer inviable la propia lucha por la supervivencia, como terminó reconociendo Popper17. Al menos así le ocurrió a Popper en 1945 en 'La miseria del historicismo' o en 'La sociedad abierta y sus enemigos'18. Aplicó este mismo trilema a las ciencias en general, incluidas las ciencias sociales, sin establecer ningún tipo de límite a este nuevo tipo de falibilismo científico, cuando la constatación de una pluralidad de usos de lenguaje en sí mismos falibles le debería haber llevado a la conclusión opuesta. En efecto, según Apel, el falibilismo de Popper siempre presupone en su punto de partida la aceptación de un meliorismo programático, que a su vez se remite a un tipo de valores epistémicos previos, como son la pretensión de sentido, de verdad o de veracidad, como antes ya había hecho notar el joven Peirce, aunque Popper nunca lo reconoce de forma explícita19. Según Apel, nunca se puede refutar una proposición si simultáneamente no se admite la posible validez de un ideal meliorista, que ahora se afirma como una condición de posibilidad y sentido de este mismo proceso de autorregulación racional en sí mismo falibilista. Apel puso de manifiesto a este respecto el déficit de fundamentación del decisionismo metodológico popperiano, aunque tampoco propuso un procedimiento adecuado para garantizar la validez de este ideal meliorista20.


2.- Apel, 1973: El debate sobre la lógica modal mínima del 'Nuevo dualismo' analítico.

En 1973, en La transformación de la filosofía -TF-21, Karl-Otto Apel dio un paso más. En su opinión, Peirce aceptó la validez del falibilismo metodológico en nombre de determinados presupuestos implícitos que, como ocurre con la ética de las creencias, son en sí mismos irrenunciables y ya no son falibles. Para justificar este paso se sirvió de las críticas que el 'Nuevo dualismo' analítico formuló al decisionismo metodológico de Popper, a partir de los planteamientos del último Wittgenstein, siguiendo a su vez un método abductivo o retroductivo como el de Peirce, llegando a conclusiones bastante sorprendentes22. De este modo Hempel, Dray, Anscombe y Winch cuestionaron la ilimitada capacidad de decisión que Carnap, Popper o después Quine, asignaron a la metodología científica a la hora de fijar los presupuestos, o puntos de partida de sus respectivas teorías, con tal de aceptar un posibilismo meliorista en virtud del valor meramente hipotético de sus conclusiones, cuando de un modo explícito fomentan un falibilismo cada vez más radicalizado. El 'Nuevo dualismo' siguió así una estrategia de argumentación muy directa y efectiva en respuesta al debate sobre la 'positivismusstreit', que a partir de 1961 tuvo lugar en la sociología alemana; puso de manifiesto como la propuesta de Popper era en sí misma paradójica23. En este sentido el 'Nuevo dualismo' no se conformó con dar un sentido ideológico diferente a las propuestas de Popper, como de hecho ocurrió en Habermas y otros teóricos sociales24. Más bien, se sirvió de un método abductivo o retroductivo similar al de Peirce, para llevar a cabo una reflexión más profunda sobre los presupuestos implícitos en los métodos de prueba analíticos, o experimentales, a la vez que cuestionaba el carácter decisionista y arbitrario de las propuestas metodológicas de Popper. El 'Nuevo dualismo' rechazó así el recurso hipotético a unos estados mentales, a los que se les atribuye un valor meramente provisional y psicológico, cuando simultáneamente se está reconociendo que desempeñan un papel esencial en el reconocimiento de la falibilidad de sus propias hipótesis. Según el 'Nuevo dualismo' este tipo de supuestos también se deben justificar por métodos analíticos, en nombre de una lógica de relaciones como propuso Peirce, o de una lógica modal mínima como propuso Wittgenstein en el Tractatus, si se pretende que formen parte del método científico25.

Peirce a este respecto siguió una estrategia diferente. Advirtió desde un primer momento cómo cualquier toma de decisión por parte de una teoría de la ciencia conlleva la aceptación de una lógica de relaciones, que a su vez se justifica en virtud de unos ideales programáticos previos. Estos ideales se legitiman a su vez en virtud de una ética de las creencias, que está implícita en la aceptación de cualquier lógica de relaciones, o en el seguimiento de cualquier método, ya sea experimental o analítico26. Al menos así sucede con el ideal de una comunidad de investigadores, que en ningún caso se afirma como un presupuesto neutral o libre de valores, como pretendió Max Weber en su teoría de la acción racional27, o Popper con el ideal de una sociedad abierta. Sin embargo Peirce tampoco anticipó la validez de estos presupuestos en nombre de una decisión, cuya justificación requiere la anticipación de una hipotética comprobación de resultados en sí misma falible, como en buena lógica deberían haber propuesto Max Weber y Popper28. Más bien Peirce admitió la validez de estos presupuestos implícitos en nombre de una ética de las creencias, que a su vez se admite por ser una condición de validez y de sentido de la aceptación compartida de cualquier programa falibilista o falsacionista, mediante el seguimiento de un método abductivo o retroductivo aún más estricto. Por ello estos principios ahora se afirman como principios irrefutables o simplemente irrenunciables, o infalibles, a fin de que el propio falibilismo sea posible. En efecto, sólo se puede aceptar la posibilidad de refutar el valor de una proposición cuando simultáneamente se tiene una creencia firme de haber alcanzado otra mejor, como de hecho se postula en el meliorismo. En este sentido el falibilismo pragmatista siempre presupone una pretensión de verdad, de sentido, un ideal de consenso, o una referencia a una comunidad de investigación, como ya en 1868 afirmó el joven Peirce, aunque ahora Apel otorgue a estos presupuestos una mayor amplitud29. En este sentido Apel se remite a una Comunidad de Comunicación, ideal y a la vez real, que va más allá de la Comunidad de investigadores de Peirce, al modo como también exige el modelo nomológico deductivo analítico. Sin embargo Apel fomenta una actitud meramente abstracta, que exige aceptar una ética de la autorrenuncia en sí misma indiscriminada respecto de todo criterio de verdad que pretenda ser válido en la practica, sin poder justificar en ningún caso como podría ser viable. Esta nueva forma de meliorismo respecto al modo de alcanzar acuerdos cada vez más amplios y más compartidos, sin por ello renunciar a su posible falibilismo30.


3.- Apel, 1976: El debate acerca de la complementariedad entre explicación y comprensión en el pragmatismo.

En 1971, en "Explicación y comprensión"31, Georg Henrik von Wright rechazó el uso ideológico que Apel hizo del 'Nuevo dualismo'. En su opinión, Apel utilizó el falibilismo de Peirce para defender un tipo dogmático de ciencia y sociedad, como la defendida por la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, sin advertir la procedencia tan distinta de ambas tradiciones32. Según Wright, el ideal del progreso crítico del 'Nuevo dualismo' requiere la aceptación falibilista de un método estrictamente racional, sometiendo sus conclusiones a una permanente revisión crítica de tipo experimental y deductivo como, según Davidson, propuso el análisis filosófico o la propia fenomenología, sin admitir excepciones33. Por ello el 'Nuevo dualismo' también rechazó la posibilidad de una pragmática transcendental de principios en sí mismos indemostrables, o infalibles, donde se acepta la referencia a un ideal del 'consensus omnium', o a una comunidad de comunicación en sí misma ilimitada, ampliando aún más la ética de las creencias de Peirce con pretensiones que le son totalmente ajenas. En su lugar el 'Nuevo dualismo' admitirá con Peirce dos modos igualmente falibilistas de argumentar acerca de la acción humana, siguiendo a su vez el silogismo práctico neoaristotélico, como en su opinión exigen los ideales programáticos del análisis o de la fenomenología34.

En este sentido Wright estableció una neta sepación entre dos tipos de argumentación. Por un lado el proceso aristotélico de explicación o comprensión teleológica, que se genera en virtud del carácter ético de determinadas decisiones subjetivas acerca de los fines, incluidos los fines inmanentes de la historia, dando lugar a un tipo de responsabilidad individual, sin que la ciencia pueda decir nada al respecto35. Por otro lado, el proceso humeano de explicación causal, que permite establecer una conexión necesaria entre los comportamientos sociales y ciertos fines inherentes a la sociedad civil, en virtud de un modelo nomológico-deductivo similar al de las ciencias naturales; se genera así un tipo peculiar de responsabilidades colectivas, cuyo reconocimiento es competencia del científico profesional, como de hecho ocurrió en el caso de Max Weber, Popper, sin que la ética pueda decir nada al respecto, salvo desde un punto de vista meramente individual36. De todos modos Wright también reconoció un posible proceso de inversión falibilista entre estas dos formas posibles de argumentación cuando se interaccionan entre sí, pudiéndose rebatir recíprocamente, al modo como también propuso Peirce respecto del método de la inducción y la deducción. Según Wright, cualquier proceso teleológico puede acabar siendo refutado si se acaba reduciendo a un simple proceso causal de signo contrario, o viceversa, teniendo que admitir la posibilidad de una revisión falibilista de ambos tipos de procesos. Pero en ambos casos se debe seguir admitiendo la necesidad de una lógica modal mínima de la necesidad 'de re' y 'de dicto', que a su vez permite atribuir una autonomía recíproca a este tipo de explicaciones causales y teleológicas, sin perjuicio de su respectivo falibilismo37. Por ello, según Wright, el 'Nuevo dualismo' analítico debe seguir defendiendo una estricta separación entre fines éticos y explicaciones causales o científicas, si quiere ser consecuente con este doble tipo de falibilismo metodológico de tipo analítico, sin poder postular un proceso efectivo de culminación o de plenitud donde se produciría una efectiva reducción de ambos procesos, como ahora erróneamente se atribuye a Peirce38.

En 1976, en 'El debate explicación/comprensión desde un punto de vista pragmático-transcendental'39, Apel dio respuesta a estas críticas. En su opinión, se debe aceptar la necesidad de separar el uso científico y ético de ambas argumentaciones, como postula el 'Nuevo dualismo'. Pero a la vez se debe concebir esta relación desde un posibilismo meliorista aún más ilimitado. Es decir, se debe empezar reconociendo la existencia de una recíproca complementariedad falibilista entre los procesos causales y teleológicos, admitiendo una posible interacción recíproca, aunque sea sólo por motivos antropológicos. A este respecto Wright concibe la comprensión retroductiva de fines teleológicos como un simple método auxiliar falibilista de valor meramente psicológico, basado a su vez en el silogismo práctico aristotélico, que sólo puede justificar las así llamadas modalidades 'de dicto', sin lograr justificar en ningún caso un meliorismo de alcance pragmático-transcendental, como según Peirce exige la ciencia40. A su vez Wright concibe la explicación causal de tipo humeano siguiendo un modelo nomológico deductivo, como si fuera el único válido desde en punto de vista científico para justificar la así llamadas modalidades 'de re', cuando simultáneamente se reconoce que se puede reducir a un tipo de explicación o comprensión teleológica igualmente falibilista, estableciendo una relación de complementariedad interna entre ellas41.

Apel, en cambio, abordó la polémica explicación/comprensión desde un punto de vista pragmático transcendental, que en cierto modo invierte los términos de esta relación. Es decir, concibe la abducción o retroducción de Peirce como un método reflexivo-crítico inherente al silogismo práctico aristotélico, que a su vez permite localizar las condiciones de posibilidad y de sentido del falibilismo inherente a la explicación causal de tipo humeano o a la comprensión teleológica de tipo aristotélico42. Sin embargo discrepa cuando Wright atribuye a las modalidades 'de re' y 'de dicto' un carácter abductivo o retroductivo último, sin proseguir este tipo de análisis y sin darles un alcance verdaderamente pragmático transcendental. En su opinión, Peirce puso de manifiesto que cualquier explicación causal exige un proceso previo de comprensión retroductiva de determinadas creencias melioristas, que a su vez permiten emitir una valoración ética de aquellas decisiones que dan sentido al propio falibilismo. A su vez este proceso falibilista tampoco excluye una ulterior comprobación de otras posibles secuelas indirectas que a su vez pudiera perseguir el seguimiento de una acción, poniendo a prueba el tipo de finalidad meliorista que a su vez da sentido a aquel proceso de explicación o comprensión teleológica. Por ejemplo, se puede modificar la intencionalidad inicial o declarada de una acción teleológica, reconociendo que de hecho se justifica en nombre de una explicación causal oculta, o viceversa, como de hecho pone de manifiesto la crítica de las ideologías en numerosos casos43. Pero, según Apel, todo ello exige la defensa de un posibilismo meliorista, que tenga en cuenta la totalidad de los intereses humanos, incluyendo las distintas instituciones que a su vez configuran la sociedad civil, sin reducirse a los intereses meramente científicos o tecnocráticos, como en su opinión ocurrió en Popper, pero también siguió ocurriendo en Peirce o en el 'Nuevo dualismo'44. Apel justificó así la necesidad de remitirse a una ética de las creencias aún más amplia que la postulada por el joven Peirce, sin considerar suficiente la aceptación de una lógica modal mínima como la propuesta por el 'Nuevo dualismo'. En su lugar Apel exigió la aceptación de otros complementos epistémicos subsidiarios, que garanticen la viabilidad práctica del 'Nuevo dualismo', aunque en su opinión sólo se deben justificar de un modo pragmático transcendental en nombre de una ética de las creencias como la antes señalada, sin remitirse a ningún tipo de decisionismo falibilista45.


4.- Apel, 1988: El debate del centenario sobre el doble apriorismo de las 'Illustrations' de 1878.

A partir de 1976 la pragmática transcendental propuesta por Apel fue objeto de numerosas críticas46. Se rechazó su pretensión de contraponer este doble apriorismo de Peirce y Popper, adoptando para ello un punto de vista pragmático transcendental, incluida una posible deducción transcendental de estos criterios epistémicos complementarios, melioristas y a su vez falibilistas, cuando los planteamientos de Peirce no tuvieron tantas pretensiones. De todos modos Apel comprobó cómo la polémica sobre este doble apriorismo se centró en aquellas obras donde, en su opinión, Peirce también había defendido con más claridad este tipo de planteamientos falibilistas y a la vez melioristas. Por ejemplo, Christopher Hookway en 1985, en Peirce47, analizó el desarrollo de esta polémica sobre el doble apriorismo de las "Illustrations of the Logic of Science" de 1878. Discrepó abiertamente respecto a la pretendida coherencia del joven Peirce, cuando justifica la compatibilidad del falibilismo y el meliorismo en nombre de un transcendentalismo aún más sofisticado. En su opinión, el joven Peirce aceptó un método abductivo de fijación de creencias efectivas, que le hizo estar a favor de un realismo teleológico de raíces transcendentalistas, a partir de una ética de las creencias con pretensiones explícitamente melioristas48. Sin embargo pronto abandonó esta postura juvenil, o al menos la hizo compatible con un idealismo objetivo de pretensiones semióticas mucho más limitadas y de talante menos apriorista. A partir de entonces Peirce defendió una dualidad de perspectivas, ultrarrealistas y a la vez cientifistas, melioristas y a la vez falibilistas, sin lograr integrarlas, como ya antes habían hecho notar Kempski y Murphey en los años 50. Por eso en su última época Peirce fue, en su opinión, un antitranscendentalista convencido, defendiendo un falibilismo cada vez más radicalizado, al modo de Popper, Davidson o Rorty49.

Por su parte Klaus Oehler en 1993, en Charles Sander Peirce50, ha defendido la coherencia interna de la evolución de Peirce. Por ello rechaza la existencia de estas fisuras entre diversos periodos de su pensamiento, o de una contraposición interna entre su doble apriorismo, falibilista y meliorista a un tiempo, como parecen sugerir Apel y Hookway. En su opinión, Peirce habría defendido en un primer momento un falibilismo radical, que a su vez sería compatible con un esencialismo teleológico y un meliorismo igualmente optimista, aunque se posponga al final del proceso, sin admitir en ningún caso la referencia al noumeno kantiano51. Posteriormente en las Illustrations de 1878 interpretó la máxima pragmática a partir de un método abductivo, que le permitió justificar la formación de hábitos o creencias efectivas, como exige un meliorismo verdaderamente convencido, remitiéndose más bien a un realismo teleológico desde un planteamiento clásico, sin recurrir en ningún caso a ocultos presupuestos transcendentalistas, como sugiere Apel52. Finalmente en 1885 fundamentó la máxima pragmática en una lógica de las relaciones y en una teoría de los grafos existenciales, que se afirma por ser una condición de posibilidad y de sentido de este doble apriorismo, falibilista y a la vez meliorista53. Así justificó una teoría de las categorías, o de los modos de ser, y de los transcendentales o géneros supremos, como son el ser, la verdad final y el sumo bien, sin cuya mediación no hay meliorismo ni tampoco falibilismo. En todos estos casos el realismo crítico categorial es el hilo conductor de las distintas versiones del pragmatismo, sin volver a un planteamiento meramente conservador, como pretende Hookway. Pero sin tampoco supeditarlo a criterios meramente normativos, o a un oculto transcendentalismo, ya sea de tipo práctico, o estrictamente teórico, como ahora sugieren Habermas y Apel respectivamente54.

En 1996 Friederich Kuhn, en Otra imagen del pragmatismo55, también ha defendido la coherencia de este doble apriorismo de Peirce antes y después de las Illustrations de 1878, sin que sus vacilaciones juveniles afecten al núcleo de su pensamiento. Peirce siempre interpretó la máxima pragmática como un principio arquitectónico, o metarregla del uso de reglas, cuyo seguimiento exige la aceptación de un doble apriorismo, falibilista y a la vez meliorista. Por eso el pragmatismo de Peirce va más allá de una simple teoría del significado, como sugiere Hookway, o de la acción, como proponen Apel y Habermas, o incluso de las categorías, como en Oehler. Más bien la esencia del pragmatismo reside en el paso de la duda y el falibilismo a la fijación de creencias efectivas o convicciones fuertes de tipo meliorista. Para justificar este paso en las Illustrations se recurre a un método abductivo específico, fundamento del resto de los métodos de prueba, sin necesidad de recurrir a un oculto transcendentalismo. Peirce logró así una fundamentación no reduccionista de este doble apriorismo metodológico propio de las ciencias normativas, incluidas la lógica y la propia metafísica, en nombre de una ética de las creencias de tipo falibilista y a la vez meliorista, sin admitir a este respecto superposiciones sobrevenidas de modo injustificado. Por ello, según Kuhn, Peirce tampoco recurrió a un idealismo objetivo que impone círculos viciosos psicologistas entre estas tres formas de saber, dando lugar a una interrupción decisionista en la articulación ética entre el falibilismo y el meliorismo56. Joachin Lege, en 1999, en Jurisprudencia y pragmatismo57, también ha rechazado la fisura entre dos épocas que genera la interpretación pragmático-transcendental de Apel. En su opinión, Peirce siempre defendió una posible compatibilidad entre este doble apriorismo, falibilista y a la vez meliorista, en la forma propuesta en las 'Illustrations' de 1878, sin recurrir en ningún caso a un transcendentalismo aún más sofisticado58. Por eso el último Peirce, a partir de 1898, localizó un método abductivo aún más autocrítico, que garantiza la validez de sus propios presupuestos falibilistas, sirviéndose de diversos métodos de prueba de tipo meliorista, ya sea experimentales o lógicos, sin fomentar tampoco un falibismo aún más radicalizado, como ha pretendido el posmodernismo filosófico. Justificó así un método abductivo y una lógica de las relaciones, que es el fundamento de determinados criterios éticos, fenomenológicos, estéticos, o simplemente jurídicos, como ya antes ocurrió con la 'recta ratio' de la jurisprudencia, sin necesidad de remitirse a un fundamento último válido por sí mismo59. Al menos este fue el procedimiento seguido por Peirce para dar razón de las complejas relaciones que el pragmatismo estableció entre el modo de trabajar de la lógica, los valores vitales y la propia creatividad científica. En su opinión, la filosofía contemporánea ha resaltado este segundo aspecto aún más edificante de su pensamiento, tomando a Peirce como una posible respuesta a las crisis que el falibilismo radicalizado provocó a lo largo de la así llamada posmodernidad60.

Finalmente, en 2000, Steffen Schlüter en Individuo y sociedad61, ha destacado el papel que la Ilustration de 1878 desempeñó en el sistema de la filosofía social de Peirce, sin por ello establecer una ruptura radical en la evolución de su pensamiento. En su opinión, entre 1861 y 1878 Peirce concibió la filosofía social a partir de una semiótica, que le llevó a rechazar el falibilismo radicalizado del nominalismo moderno y del solipsismo idealista. En su lugar defendió un realismo posmoderno, o simplemente meliorista, donde se vuelve a un realismo crítico o simplemente teleológico, como el defendido por Herbart62. De todos modos a partir de 1878 Peirce reflexionó sobre el papel desempeñado por la lógica y las matemáticas en la fundamentación de la filosofía social, concibiendo las relaciones entre el individuo y la sociedad desde un punto de vista sistemático de alcance verdaderamente metafísico63. Justificó así el papel arquitectónico apriorista que la ética de las creencias desempeña en la clasificación de las ciencias, atribuyéndoles un doble papel falibilista y a su vez meliorista en la articulación entre teoría y práctica, según se dejen guiar por la fenomenología o por la semiótica, por la primeridad o la terceridad, sin desdecirse de ninguna de ambas. En efecto, ahora las matemáticas y la lógica de relaciones mantienen de este modo una permanente confrontación revisionista con la experiencia, como ya antes había sucedido en Herbart, sin por ello recurrir a un apriorismo transcendental de tipo kantiano. Según Schlüter, Peirce defendió así una progresiva naturalización del transcendentalismo en la forma como en 1950 ya había señalado Thomas A. Goudges, sin volver a defender un apriorismo dogmático64.

Al llegar al final de estos debates Apel comprueba cómo en general se rechaza una posible fundamentación pragmático-transcendental del meliorismo, al modo como en su opinión propuso el joven Peirce. Habitualmente se propone un meliorismo sin fundamentación, o al menos sin una fundamentación última de alcance transcendental, volviendo en su lugar a un meliorismo de tipo decisionista, al modo de Popper, o meramente logicista, al modo de numerosos analíticos, incluido el primer Wittgenstein. De todos modos en 1988, en Discurso y Responsabilidad65, él mismo reconoció la presencia de lagunas en sus propuestas iniciales. Es más, la 'arquitectónica global (de esta pragmática transcendental) respondió inicialmente a planteamientos utópicos que, por estar alejados de la realidad, adolecieron de un desconocimiento básico de principios teóricos elementales'66. A partir de entonces Apel prestó más atención a otras posibles formas de hacer compatible el falibilismo con un posibilismo meliorista siguiendo a Peirce y Popper, aunque inicialmente no les hubiera prestado excesiva atención. Por ejemplo, ahora reconoce la ausencia en sus propuestas de una antropología cognitiva, de una lógica de las relaciones, de una teoría de la sociedad, o de la democracia, como reiteradamente se le ha criticado. Apel terminó reconociendo la necesidad de estos complementos subsidiarios, sin por ello renunciar a este doble apriorismo, falibilista y a la vez meliorista, en la forma pragmático-transcendental como el joven Peirce defendió. Sin embargo Apel otorgó a este principio de complementariedad un valor muy secundario, en la medida que se demostraba necesario para el logro de un futuro consenso. Además, la aparición del postmodernismo filosófico67 radicalizó aún más los planteamientos falibilistas de Peirce y Poppper, cuestionando también la racionalidad de estos mismos complementos epistémicos, sin admitir excepciones. Para rebatir estas propuestas Apel volvió a los planteamientos de Peirce, sin admitir el decisionismo radicalizado de estos seguidores de Popper, pero rechazando también estos complementos epistémicos cuya necesidad en parte el mismo había admitido. Veámoslo.


II.- EL ÚLTIMO DEBATE DE 1998 SOBRE LA RADICALIZACIÓN DEL FALIBILISMO EN EL POSMODERNISMO FILOSÓFICO.

En 1998 Apel ha revisado retrospectivamente la polémica sobre el doble apriorismo pragmatista en su última obra ya mencionada, AETPA. En su opinión, el posmodernismo filosófico utilizó las interpretaciones radicalizadas del falibilismo para justificar una crítica generalizada a la racionalidad occidental, al menos en la forma como había sido entendida por Peirce y Popper. Para ello el posmodernismo fomentó una aplicación generalizada del principio de falsación, extendiendo su aplicación a todos los ámbitos del saber, incluida la lógica o los primeros principios de la razón, incluido el principio de no contradicción. Al menos así lo propuso en 1962 W.W. Bartley y a partir de 1968 Albert, Radnitzky y otros pospopperianos, adoptando una actitud racionalista crítica, aunque el propio Popper nunca llegó tan lejos. Por ello en 1998 Apel justifica la nueva estrategia de fundamentación última seguida por Peirce o por él mismo, al remitirse a unas creencias éticas en sí mismas incuestionables, sin admitir los presupuestos decisionistas del racionalismo crítico popperiano, ni aunque se les otorgue un valor meliorista meramente complementario68.

1.- El falibilismo radicalizado del pancriticismo pospopperiano.

El primer capítulo reproduce un artículo de 1976, donde se da la clave de todas sus posteriores intervenciones en el debate sobre el doble apriorismo a lo largo de estos últimos 40 años. Se titula: 'El problema de la fundamentación última filosófica a la luz de una pragmática transcendental. Hacia una metacrítica del racionalismo crítico'69. En su opinión, este debate se originó a raíz de la formulación del trilema del Barón de Münchhausen por parte de Popper, aunque después Bartley y Albert aplicaran este doble apriorismo de un forma unilateral, dando lugar a un falibilismo aún más radicalizado. En su opinión, el posmodernismo filosófico ha radicalizado aún más un mal planteamiento de este trilema, cuando se debería haber llegado a la conclusión contraria. Se pretendió legitimar de este modo una fundamentación decisionista de los distintos usos sintácticos y semánticos del lenguaje, como si todos estos usos fueran igualmente falibles, sin admitir la posibilidad de una interpretación pragmático transcendental, que permitiera retorcer el trilema para postular en su lugar un doble apriorismo, donde tuviera cabida un posibilismo meliorista cada vez más ilimitado70.

Según Apel, la interpretación falibilista del trilema se vuelve contradictoria desde un punto de vista pragmático, cuando se pretende usar para negar algunas evidencias indubitables, que por eso mismo salen aún más reforzadas de este tipo de sinsentidos lógicos, como ya hizo notar Peirce en las 'Illustrations'71. En este sentido sigue siendo posible localizar un fundamento filosófico último, que permita llevar a cabo una reflexión pragmático-transcendental acerca de las condiciones de posibilidad y validez de cualquier argumentación intersubjetiva. En virtud de esta reflexión es posible afirmar con certeza indubitable la validez de al menos tres presupuestos implícitos en toda argumentación, como son la existencia del propio yo, del mundo exterior y de los demás interloculores del discurso, sin cuya mediación cualquier argumentación se convierte en un sinsentido72. Se localizan así un modo de argumentación transcendental más correcta y concluyente que la utilizada por Descartes en su 'cogito', sin que se le puedan aplicar tampoco las criticas que Hintikka formuló al respecto. Evidentemente con la localización de este modo de argumentar no se han resuelto todos los problemas de la filosofía. Sin embargo es posible justificar un 'interés por la realización de la razón' en las más diversas 'situaciones límites de la existencia', al modo como postula el posibilismo meliorista de Peirce, sin tener que recurrir a una 'justificación meramente decisionista' al modo de Nietzsche73.


2.- Los presupuestos pragmático-transcendentales del falibilismo.

El segundo capítulo reproduce un artículo de 1988 donde se establecen las diferencias entre el posibilismo meliorista de Peirce y Popper. Se titula: 'Falibilismo, teoría consensual de la verdad y fundamento último'74. En su opinión, ambos autores rechazan el escepticismo en nombre de un posibilismo meliorista, aunque Peirce exige algo más: el falibilismo pragmatista se debe remitir a un fundamento último, mediante una aceptación de una teoría consensual de la verdad. En este sentido el posibilismo meliorista de Peirce y Popper toma como punto de partida una lógica de la investigación donde las teorías o hipótesis son falsables en principio, aplicando un principio neodarwinista de selección natural, a fin de quedarse sólo con las mejores, al modo de Kuhn, Lakatos, Sneed o Stegmüller75. Sin embargo para Peirce el principio de falsación desempeña un papel muy preciso en el proceso de síntesis o de configuración de las hipótesis, dentro del así llamado 'contexto del descubrimiento'. Peirce aplica el falibilismo al método abductivo, inductivo y deductivo a la vez, concebidos como un único proceso, desde unos postulados melioristas muy precisos. Por ello el falibilismo exige la aceptación 'a priori' de un principio de convergencia progresiva a largo plazo hacía un realismo cada vez mejor justificado en nombre de una teoría consensual de la verdad. En cambio Popper contrapone la falsación y la inducción como si estuvieran a un mismo nivel y fueran incompatibles entre sí, cosa que sucede en Nietzsche, pero no en Peirce76. No advierte que la refutación de una teoría también conlleva la refutación de la observación correspondiente; es decir, conlleva la refutación de todo el proceso de abducción, dedución e inducción, teniendo que reconocer el posible falibilismo de todos estos métodos por igual. Pero al reducir el falibilismo a la experimentación, tampoco da el paso hacia un auténtico meliorismo, donde se debería garantizar una correcta orientación de todo este proceso, como ahora exige el postulado de convergencia, sin poder garantizar en ningún caso un proceso hacia mejor conocimiento de lo real en cuanto tal77.

Según Apel, Peirce y Popper justificaron un posibilismo meliorista desde unos principios programáticos totalmente distintos. Peirce defendió una teoría consensual de la verdad basada a su vez en unos presupuestos pragmático-transcendentales muy precisos. Popper en cambio siguió defendiendo una teoría realista de la verdad como correspondencia, en el sentido de la metafísica de Aristóteles y Tomás de Aquino, a pesar de tener dificultades metodológicas y epistemológicas muy precisas, al menos desde el punto de vista fenomenológico y semántico, como ya señalaron Husserl y Tarski78. Por eso Apel defiende un posibilismo meliorista al modo propuesto por el denominado 'pragmaticismo' de Peirce, en nombre de un falibilismo científico y epistemológico, que se legitima a su vez en nombre del doble apriorismo y de una teoría consensual de la verdad. En cambio Habermas siguió más bien la semiótica de Strawson y el punto de vista constructivista de Lorenzen y Lorenz. Pero en ningún caso el único fundamento de sus propuestas fue una teoría consensual de la verdad, como hubiera exigido una postura verdaderamente consecuente79. Por su parte las ciencias sociales y de la cultura postularon una progresiva aproximación entre el modelo nomológico-deductivo de las explicaciones causales y, por otro lado, los presupuestos normativos propios de las acciones teleológicas, que a su vez se legitiman en nombre de una ética de las creencias muy precisa. Al menos así ocurre con el principio 'pacta sunt servanda', cuando se justifica en nombre de un fundamento filosófico último verdaderamente compartido por todos80. A partir de aquí Apel postula la necesidad de un doble apriorismo, falibilista y a la vez meliorista, que a su vez se remite a un fundamento último en sí mismo incuestionable, o infalible, como en su opinión aporta la teoría consensual de la verdad. En caso contrario se admitiría un falibilismo radicalizado donde se rechaza toda posible forma de meliorismo, como de hecho pretende el racionalismo pancrítico de Bartley y Albert81. De este modo Apel justifica lo que en su opinión es el único fundamento posible del meliorismo: la teoría consensual de la verdad, sin remitirse a ningún otro complemento subsidiario que no se justifique a partir de aquí.


III.- CONCLUSIÓN: ¿ES VIABLE UN MELIORISMO COMO EL DE PEIRCE?

A lo largo de estos debates Apel ha contrapuesto el posibilismo meliorista de Peirce y Popper de un modo totalmente excluyente, como si sus respectivas teorías de la verdad fueran realmente incompatibles. Sin embargo Peirce concibe distintos grados y niveles de verdad a fin de que sea viable en la práctica un proceso de convergencia hacía un consenso aún más amplio y mejor compartido. Además, el desarrollo de sus diversas propuestas sistemáticas demuestra que él era muy consciente de la necesidad de otros criterios veritativos complementarios, ya se los conciba como esenciales o meramente subsidiarios. Por ello la teoría consensual de la verdad de Peirce recurrió a diversos complementos de tipo lógico, semiótico, fenomelógico o simplemente ético, que garanticen la viabilidad teleológica de este posibilismo meliorista en la teoría y en la práctica82. Apel habitualmente silencia o simplemente minusvalora estos otros principios del sistema filosófico pragmatista en Peirce. Al menos así lo han reconocido sus interpretes más destacados, como antes hemos hecho notar. Apel ha rechazado sistemáticamente este tipo de propuestas por ser absolutamente incompatibles con el realismo teleológico y el meliorismo evolutivo, que ellas mismas propugnan. En su opinión, una verdad adecuación no se puede justificar en nombre de una teoría consensual, cuyo logro sólo se alcanza al final del proceso, previa renuncia a estos otros criterios de verdad meramente subsidiarios83. De todos modos el propio Apel ha aportado un argumento decisivo a favor de encontrar un progresiva complementariedad entre todos estos criterios de verdad, aunque al final parece que tampoco lo prosigue de un modo conclusivo. En efecto, si se rechazan estos complementos también se daría lugar a una contradicción pragmática al cuestionar los únicos criterios de verdad que a su vez permiten la progresiva implantación de una teoría consensual, sin dar lugar a un posibilismo meliorista meramente abstracto. De todos modos proponer un modelo de complementariedad entre teorías de la verdad defendidas por el posibilismo meliorista de Peirce y Popper, haciéndolas compatibles ahora también con el sentido lógico y ontológico de la verdad adecuación, es algo que desborda los planteamientos de este artículo y exige un desarrollo aparte84.









Notas

1. Cf. Boghossian, P.; Peacocke, C. (eds); New Essays on the A Priori, Clarendon, Oxford University, 2000.

2. Cf. Mounce, H. O.; The two Pragmatisms. From Peirce to Rorty, Routledge, London, 1997.

3. Cf. Apel, K-O; Auseinandersetzungen in Erprobung des transzendentalpragmatischen Ansatzes, Suhrkamp, Frankfurt, 1998.

4. Cf. Brent, J.; Charles Sanders Peirce. A Life, Indiana University, Bloomington, 1998.

5. Cf. Demirovic, A.; Der nonkonformistischen Intellektuelle. Die Entwicklung der kritischen Theorie zur Frankfurter Schule, Suhrkamp, Frankfurt, 1999.

6. Cf. TF, 138-167. Stroud, B.; Meaning, Understanding, and Practice. Philosophical Essays, Oxford University, Oxford, 2000.

7. Cf. Morris, C.; Sings, Language and Behaviour, 1950. Potter, M.; Reason's Nearest Kin. Philosophies of Arithmetic from Kant to Carnap, Oxford University, Oxford, 2000.

8. Cf. Apel, K. O.; TF, I, p. 145. Lepore, E.; Meaning and Argument. An Introduction to Logic through Language, Blackwell, Oxford, 2000.

9. Cf. Popper, Karl; Keuth, H. (Hrsg); Logik der Forschung, Akademie, Berlin, 1998.

10. Cf. Müller-Doohm, S.; Das Interesse der Vernunft. Ruckblicke auf das Werk von Jürgen Habermas seit ‘Erkenntnis und Interesse’, Suhrkamp, Frankfurt, 2000.

11. Cf. Popper, K. R.; Los dos problemas fundamentales de la Epistemología. Basado en Manuscritos de los años 1930-1933, Tecnos, Madrid, 1998.

12. Cf. Stern, R.; Transcendental Arguments and Scepticism. Answering Question of Justification, Oxford University, Oxford, 2000.

13. Cf. Tenbruck, Friedrich; Homann, H. (Hrsg.); , Mohr Siebeck, Tübingen, 1999.

14. Cf. Bartley, W. W.; The Retreat to Committment, New York, 1962.

15. Cf. Albert, H.; Traktät über kritische Vernunft, Tübingen, 1968.

16. Cf. Howells, C.; Derrida. Deconstruction from Phenomenology to Ethics, Polity, Cambridge, 1999.

17. Apel, K. O.; TF, I, p. 209. Maienschein, J.; Ruse, M. (eds); Biology and the Foundation of Ethics, Cambridge University, Cambridge, 1999.

18. Cf. Misak, C.; Truth, Politics, Morality. Pragmatism and Deliberation, Routledge, London, 2000.

19. Cf. Taylor, C.; Argumentos filosóficos. Ensayos sobre el conocimiento, el lenguaje y la modernidad, Paidós, Barcelona, 1997.

20. Cf. Lupia, A.; McCubbins, M. D.; Popkin, S. L. (ed.); Elements of Reason. Cognition, Choice, and the Bounds of Rationality, Cambridge University, Cambridge, 2000.

21. Cf. Apel, K. O.; Transformation der Philosophie, Suhrkamp, Frankfurt, 1973.

22. Cf. Wittgenstein, L.; Nedo, M. (Hrsg); Wiener Ausgabe. Studien Texte. B. 1-5, Springer, Wien, 1999.

23. Cf. Dahms, H-J.; Positivismusstreit, Suhrkamp, Frankfurt, 1994.

24. Cf. Habermas, J.; On the Pragmatics of Communication, Polity, Cambridge, 1998.

25. Cf. Watzka, H.; Sagen und Zeigen. Die Verschränkung von Metaphysik und Spachkritik beim frühen und beim späten Wittgenstein, Kohlhammer, Stuttgart, 2000.

26. Cf. Wirth, U.; Die Welt als Zeichen und Hypothese. Perspektiven des semiotischen Pragmatismus von Charles S. Peirce, Suhrkamp, Frankfurt, 2000.

27. Cf. Weber, Max; Winckelmann, J. (Hrsg.); Wirtschaft und Gesellschaft..Grudriss der verstehende Soziologie, Mohr Siebeck, Tübingen, 1999.

28. Cf. Norkus, Z.; Max Weber und Rational Choice, Metropolis, Marburg, 2000.

29. Cf. Velleman, J. D.; The Possibility of Practical Reason, Oxford University, Oxford, 2000.

30. Cf. Stern, R. (ed); Transcendental Argument. Problems and Prospects, Clarendon, Oxford University, 2000.

31. Cf. Wright, G. H. von; Explanation and Understanding, Cornell University Press, Ithaca, 1971.

32. Cf. Goeres, R.; Die Entwiklung der Philosophie Ludwig Wittgensteins unter besonderer Berücksichtigung seiner Logikkonzeptionen, Königshausen und Neumann, Würzburg, 2000.

33. Cf. Hahn, L. E. (ed); The Philosophy of Donald Davidson, Open Court, Chicago, 1999.

34. Cf. Rescher, N.Natura and Understanding. The Metaphysics and Methode of Science, Oxford University, Oxford, 2000.

35. Cf. Maienschein, J.; Ruse, M. (eds); Biology and the Foundation of Ethics, Cambridge University, Cambridge, 1999.

36. Cf. Turner, S. (ed); The Cambridge Companion to Weber, Cambridge University, Cambridge, 2000. Pietroski, P. M.; Causing Actions, Oxford University, Oxford, 2000.

37. Cf. Smile, T. (ed); Mathematics and Necessity. Essays in the History of Philosophy, The British Academy, Oxford University, 2000.

38. Cf. Wright, G. H. von; Ibidem, p. 8-33, 165-169. Dowe, P.; Phisical Causation, Cambridge University, Cambridge, 2000.

39. Cf. Apel, K. O.; Die Erklären-Verstehen Kontroverse im transzendental-pragmatischer Sicht, Suhrkamp, Frankfurt, 1976.

40. Cf. Harris, G. W.; Agent-Centered Morality. An Aristotelian Alternative to Kantian Internalism, California University, Berkeley, 1999.

41. Cf. Wright, G. H. Von; Un ensayo de lógica deóntica y la teoría general de la acción, UNAM, Instituto Investigaciones Filosóficas, México, 1999.

42. Cf. Cabrera, I. (ed); Argumentos transcendentales, UNAM, Instituto Investigaciones Filosóficas, Mexico, 2000.

43. Cf. Hill, M.: Understanding Social Policy, Basil Blackwell, Oxford, 1997.

44. Cf. Levinas, E.: Les imprévus de l'histoire, Fata Morgana, Paris, 1994.

45. Cf. Lyotard, J-F.; Postmoderne Moralitäten, Passagen, Wien, 1998.

46. Cf. Dorschel, A. (Hg.); Transzendentalpragmatik. Ein Symposion für Karl-Otto Apel, Suhrkamp, Frankfurt, 1993.

47. Cf. Hookway, Peirce, Routledge and Kegan Paul, London, 1985.

48. Cf. Hookway, C.; Truth, Rationality and Pragmatism. Themes from Peirce, Clarendon, Oxford University, 2000.

49. Cf. Brandom, R. B. (ed); Rorty and his Critics, Blackwell, Oxford, 2000. Letson, B. H.; Davidson’s Theory of Truth and Its Implications for Rorty’s Pragmatism, P. Lang, New York, 1997.

50. K. Oehler, Charles Sanders Peirce, C.H. Beck, München, 1993. Ver los artículos de Habermas, Apel y respuestas de Oehler y Hookway en, K.L. Ketner, Peirce and Contemporary Thought. Philosophical Inquiries, Fordham University Press, New York, 1995, 366-417.

51. Cf. Charles, D.; Aristotle on Meaning and Essence, Clarendon, Oxford University, 2000.

52. Cf. Koons, R. C.; Realism Regained. An Exact Theory of Causation, Teleology, and the Mind, Oxford University, Oxford, 2000.

53. Cf. Wallis, W. D.; A Beginner’s Guide to Graph Theory, Birkhauser, Boston, 2000.

54. Cf. Houser, N.; et alia (eds); Studies in the Logic of Charles Sanders Peirce, Indiana University, 1997.

55. F. Kuhn, Ein anderes Bild des Pragmatismus, Vittorio Klostermann, Frankfurt, 1996.

56. Cf. Hösle, V.; Objective Idealism, Ethics, and Politics, University of Notre Dame, Indiana, 1998.

57. Cf. Lege, J.; Pragmatismus und Jurisprudenz. über die Philosophie des Charles Sanders Peirce und über des Verhältnis von Logik, Wertung und Kreativität im Recht, Mohr Siebeck, Tübingen, 1999.

58. Cf. Luhmann, N.; Gesellschaftsstruktur und Semantik, Suhrkamp, Frankfurt, 1999. Joas, H.; Pragmatismus und Geselschaftstheory, Suhrkamp, Frankfurt, 1995.

59. Cf. Luhmann, N.; Ausdifferenzierung des Rechts. Beiträge zur Rechtssoziologie und Rechtstheorie, Suhrkamp, Frankfurt, 1999.

60. Cf. Willians, J.; Lyotard. Towards a Postmodern Philosophy, Polity, Cambridge, 1998.

61. Cf. Schlüter, S.; Individuum und Gemeinschaft. Sozialphilosophie im Denkweg und im System von Charles Sander Peirce, Königshausen und Neumann, Würzburg, 2000.

62. Cf. Wolterstorff, N.; Thomas Reid and the Story of Epistemology, Cambridge University, Cambridge, 2001.

63. Cf. Bloch, E. D.; Proofs and Fundamentals. A First Course in Abstract Mathematics, Birkhauser, Boston, 2000.

64. Goudge, T. A.; "The Conflict of Naturalism and Transcendentalism in Peirce", In: The Journal of Philosophy, 44 (1947). S. 365-375.

65. Apel, K. O.; Diskurs und Verantwortung, Suhrkamp, Frankfurt, 1988.

66. Cf. Schuster, M.; Die Begegnung mit dem Fremden. Wertungen und Wirkungen in Hochkulturen vom Altertum bis zur Gegenwart, B. G. Teubner, Stuttgart, 1996. Hersch, J.: Menschsein, Wirklichkeit, Sein, Akademie, Berlin, 1995.

67. Cf. Welsch, W; Vernunft. Die zeitgenössische Vernunftkritik und das Konzept der transversalen Vernunft, Suhrkamp, Frankfurt, 1996. Barker, S. (Ed.): Signs of change. Premodern, Modern, Postmodern, State University of New York Press, Albany, 1996.

68. Cf. Sklar, L.; Theory and Truth. Philosophical Critique within Foundantional Science, Oxford University, Oxford, 2000.

69. Cf. AETPA, p. 33-79. Artigas, M.; The ethic nature of Karl Popper’s theory of knowledge; including Popper’s unpublished comments on Bartley and critical rationalism, Peter Lang, Bern, 1999.

70. Cf. Rescher, N.; Process Philosophy. A Survey of Basic Issues, Pittsburgh University Press, Pennsylvania, 2000.

71. Cf. AETPA, p. 53. Prendergast, C.; The triangle of Representation, Columbia University, New York, 2000.

72. Cf. Hahn, A.; Konstruktionen des Selbst, der Welt und der Geschichte. Aufsätze zur Kultursoziologie, Suhrkamp, Frankfurt, 2000.

73. Cf. AETPA, p. 76-77. Abbey, R.; Nietzsche’s Middle Period, Oxford University, Oxford, 2001.

74. Cf. AETPA, p. 81-195. Lehrer, K.; Theory of Knowledge. Westview, Boulder (CO), 2000.

75. Cf. Newton-Smith, W. H. (ed); A Companion to the Philosophy of Science, Blackwell, Oxford, 2000.

76. Cf. Schacht, R. (ed); Nietzsche’s Postmoralism. Essays on Nietzsche’s Prelude to Philosophy’s Future, Cambridge University, Cambridge, 2001.

77. Cf. AETPA, p. 85-89. Sidgwick, Henry; Singer, M. G. (ed); Essays on Ethics and Method, Clarendon, Oxford University, 2000.

78. Cf. AETPA, p. 90-91. Hanna, R.; Kant and the Foundation of Analytic Philosophy, Oxford University, Oxford, 2001.

79. Cf. AETPA, p. 120-135. Habermas, J.: Wahrheit und Rechtfertigung. Philosophische Asfsatze, Suhrkamp, Frankfurt, 1999.

80. Cf. AETPA, p. 135 y s. Tallis, R.; On the Edge of Certainty. Philosophical Explorations, MacMillan, Hampshire, 2000.

81. Cf. AETPA, p. 163 y ss. Sorensen, R. A.; Thought Experiments, Oxford University, Oxford, 2000.

82. Cf. Bratman, M. E.; Intentions, Plans, and Practical Reason, CSLI, Stanford University, California, 1999.

83. Cf. Hingst, K-M.; Perspektivismus und Pragmatismus. Eine Vergleich auf der Grundlage der Wahrheitsbegriffe und Religionsphilosophien von Nietzsche und James, Königshausen und Neumann, Würzburg, 1998.

84. Cf. Blackburn, S.; Simmons, K. (eds); Truth, Oxford University, Oxford, 2000.