LA RECEPCIÓN DE PEIRCE EN LA LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA

Carmen Llamas

The aim of this paper is to explain the main features of the reception of Peirce’s theories in Spanish linguistics and to explore the keys of application of those theories to the future development of Linguistics.

1. Introducción.

El desarrollo más reciente de la semántica y de la pragmática ha propiciado el acercamiento entre la lingüística y la filosofía. En este sentido, el pragmatismo y la semiótica de Peirce proporcionan un marco amplio de estudio en el que es posible resolver algunos de los problemas que el lenguaje plantea tanto a la lingüística como a la filosofía. Sin embargo, es escaso en lingüística el número de investigadores que ha intentado asimilar las teorías del pensador norteamericano.

Como es bien conocido, Peirce es el fundador del pragmatismo y de la semiótica contemporáneas, y algunos consideramos que en su pensamiento pueden encontrarse algunas de las claves de la filosofía analítica. En las últimas décadas asistimos a un proceso de aproximación temática de la lingüística y la filosofía, en particular porque la filosofía del lenguaje ha centrado su atención más en los aspectos comunicativos del lenguaje que en los aspectos lógicos de las décadas anteriores. En mi contribución estudio las aportaciones del pensador norteamericano Charles S. Peirce a la lingüística española del siglo XX1, pues su recepción apenas está comenzando a producirse.

El estudio del lenguaje no debe abordarse desde una sola perspectiva, ya que esto daría lugar a teorías lingüísticas unilaterales. Un enfoque multidisciplinar, en cambio, permite conocer con mayor profundidad el lenguaje. Si en los últimos años la lingüística se ha aproximado a la antropología, la sociología o la psicología, entre otras ciencias, no debe olvidarse que la filosofía se ha preocupado siempre por el lenguaje, y muy especialmente lo ha hecho en nuestro siglo, en el que se ha producido un "giro lingüístico" de la filosofía, como lo denominó Gustav Bergmann. Es preciso hacer hincapié en aquellos elementos que unen a ambas disciplinas, y no en los que las separan. Lingüística y filosofía del lenguaje poseen perspectivas o enfoques distintos, pero eso no significa que su objeto de estudio no sea el mismo, el lenguaje2.

La lingüística puede acoger las teorías de Peirce si abandona la pretensión de concebir el lenguaje exclusivamente como un sistema formal abstracto: en el fondo, ni el análisis de la langue de Saussure ni la exposición detallada del funcionamiento de la estructura profunda del lenguaje elaborada por Chomsky habían conseguido desentrañar la naturaleza del lenguaje humano. Los lingüistas reconocen hoy que explicar la naturaleza del lenguaje exige analizar su uso, puesto que una de sus principales funciones es la comunicación. Es decir, ya que la concepción del lenguaje como un sistema formal se declaraba de hecho insuficiente en el análisis profundo de éste, ha cobrado nuevo vigor la consideración del lenguaje como un sistema de comunicación. Y es en esta línea de estudio donde tienen cabida la semiótica y, especialmente, la pragmática.

El presente trabajo se divide en tres partes: 1) en primer lugar se señalan las principales aportaciones de la semiótica y el pragmatismo a la lingüística general; 2) se describe el lento descubrimiento de Peirce en España a través de un recorrido por algunos manuales de lingüística española; y finalmente, 3) se avanzan algunas claves de aplicación de las teorías de Peirce al futuro desarrollo de la lingüística.

2. Aportaciones de la semiótica y el pragmatismo a la lingüística general.

Dentro de la semiótica general de Peirce tiene cabida el signo lingüístico, con sus características propias. No me parece exagerado afirmar que la semiótica peirceana enriquece el enfoque de la lingüística cuando ésta considera el lenguaje como un fenómeno comunicativo, porque en la comunicación tanto el hablante como el oyente interpretan constantemente signos. Este rasgo no debe pasar inadvertido, pues resalta que la atención se centra en la interpretación de signos y no en su mera descodificación. Si nos comunicamos y conocemos el mundo a través de signos, quiere decir que los seres humanos están constantemente interpretando signos. La interpretación de un signo desvela su significado y forma parte de un proceso que Peirce denominó semiosis y que se explica a partir de la concepción triádica del signo. La semiótica, pues, no estudia solamente la naturaleza de los signos sino también los procesos significativos. Como consecuencia de esto, la semántica o ciencia del significado podría construirse desde unas bases diferentes si se tiene en cuenta el papel del interpretante que aparece en la semiótica de Peirce.

A pesar de que la semiótica del pensador norteamericano podría renovar la perspectiva de algunos campos de la lingüística, en esta disciplina Peirce fue reconocido solamente por algunas divisiones que realizó del signo y de la propia lingüística. Peirce distinguía tres tipos de signos: 1) iconos, en los que el signo y su objeto se relacionan por su semejanza: 2) índices, signos que representan al objeto porque están conectados de algún modo físico con él; 3) símbolos, cuya relación con el objeto se debe a una convención. Sin embargo, el estudioso de la obra de Peirce no puede limitarse a exponer y aplicar este tipo de divisiones a la lingüística, ya que el pensador norteamericano pretendía ir mucho más allá. El lenguaje no es algo separado del resto de actividades humanas, sino una realidad que permite al hombre conocer y progresar en el conocimiento adquirido. La semiótica es una disciplina en la que trabajan tanto lingüistas como filósofos. Por una parte, los investigadores del lenguaje enriquecen su estudio gracias a las aportaciones de la semiótica en el plano de la comunicación; por otra parte, los filósofos analizan el modo en que conocemos a través del estudio de los procesos de interpretación de signos, dentro de los cuales los signos lingüísticos forman el sistema simbólico de mayor perfección.

Una de las aportaciones más originales de Peirce a la semiótica en general y a la lingüística en particular es la concepción triádica del signo. Frente a Saussure, quien consideraba el signo lingüístico como una entidad compuesta de dos caras: significante y significado, Peirce basa la noción de signo en la interpretación de éste. En este sentido la semiótica de Peirce se relaciona con las actuales teorías de lingüística pragmática que conceden un papel fundamental a la interpretación de los enunciados al distinguir significado e interpretación 3.

El número de lingüistas que han intentado asimilar la teoría semiótica de Peirce al estudio del signo lingüístico ha sido hasta el momento muy reducido. Todavía no se ha producido lo que David A. Pharies denominaba "revolución semiótica" en la teoría lingüística4. En primer lugar porque los escritos de Peirce resultan "demasiado oscuros, tanto por su estilo, como por su contenido" para aquellos lingüistas poco acostumbrados a la terminología filosófica. En segundo lugar, porque la semiótica de Peirce puede aplicarse a la lingüística, pero dentro de un marco más amplio como es la teoría del conocimiento, que la explica y enriquece. Por último, a causa de que ha habido grandes confusiones entre la semiología de Saussure y la semiótica del pensador norteamericano 5. Ambas, sin embargo, poco o nada tienen que ver. Saussure estudia los signos en el seno de la vida social, mientras que Peirce se ocupa de los signos porque son la materia del pensamiento y del conocimiento. Para Saussure el lenguaje es un sistema de elementos y la lingüística es la ciencia que se ocupa de estudiar las reglas que hacen posible el funcionamiento del sistema. los elementos que componen ese sistema son los signos lingüísticos. Con el nombre de semiología, Saussure creó una disciplina que se ocupaba de la vida de los signos en una sociedad. Sin embargo, el lingüista ginebrino no elaboró una completa teoría de los signos y de su funcionamiento como lo había hecho Peirce.

Por otra parte, aunque la semiótica sea quizá una de las ramas de estudio de Peirce que más aplicaciones tiene para la lingüística, también su pragmatismo puede relacionarse con el actual desarrollo de la pragmática. Peirce, fundador del pragmatismo, concibe éste como un método para clarificar y determinar el significado de los signos, cuyo objetivo es facilitar la comunicación, gracias a la cual el conocimiento humano progresa. La pragmática no recibió aportaciones directas del pragmatismo en aspectos particulares de su método científico o de su objeto de estudio. Sin embargo, pueden descubrirse puntos de contacto entre el pragmatismo y la pragmática.

La insistencia de Peirce, y más adelante de James o Dewey en la importancia de la acción en la formación y desarrollo de la mente, se encuentra en el origen del nacimiento de la filosofía de la acción o pragmatismo. De este modo, surgió también una filosofía del lenguaje que centró su atención en el uso que el ser humano hace del lenguaje. J. L. Austin, con su libro How to Do Things with Words, inauguró en Europa una variante del pragmatismo llamada filosofía del lenguaje ordinario. La descripción de cómo usamos los seres humanos nuestro lenguaje puede descubrirnos qué clase de relación existe entre nuestro pensamiento y nuestras acciones. El trabajo de Austin y el de su discípulo Searle en filosofía del lenguaje fue de enorme importancia para lo que hoy se conoce como teoría de los actos de habla, que es uno de los principales objetos de estudio de la pragmática. La pragmática no estudia el lenguaje en sí mismo sino la relación que existe entre el lenguaje y el empleo que de él hacemos. Es evidente que usar el lenguaje conlleva un proceso cognitivo que tiene lugar en una sociedad concreta con sus propias características culturales. La pragmática, pues, tiene un enfoque multidisciplinar.

Como algunos autores señalan, no debe existir un conflicto entre el estudio de carácter abstracto del lenguaje, que es propio de la lingüística estructural, y el estudio de tipo práctico, que se enmarca dentro de la moderna pragmática. Las tendencias de tipo realista o práctico no se oponen a la lingüística pura, cuyo objeto de estudio es el lenguaje en sí mismo. La lingüística, incluyendo la pragmática, es una ciencia que no admite divisiones sino enfoques distintos en el estudio del lenguaje. La pragmática constituye hoy una de las ramas más florecientes de la lingüística, quizá porque "la pragmática considera el lenguaje de una forma dinámica, no como un conjunto de oraciones, sino como un conjunto de situaciones comunicativas en las que lo que se dice, lo que significa lo que se dice y lo que presupone lo que se dice son una función de hablantes-oyentes, con intenciones o creencias"6. La lingüística estudia la información codificada, sin embargo, la pragmática pretende explicar no sólo los aspectos codificados, sino también los que se transmiten por vía ostensivo-inferencial. Porque en muchas ocasiones usamos el lenguaje indirecto, las ironías y las metáforas (aspectos que no codifica la expresión lingüística) para enriquecer la información en nuestras comunicaciones.

Muchos investigadores del lenguaje no reconocen una deuda directa de la lingüística actual con las enseñanzas de Peirce. Sin embargo, dos de sus teorías más célebres: la semiótica y el pragmatismo, han marcado el nuevo rumbo de la filosofía del lenguaje y, en parte, de la lingüística. La teoría general de los signos o semiótica puede sustituir la concepción diádica del signo por una concepción triádica que enriquece su interpretación semántica. Al hablar de interpretación semántica los límites entre filosofía del lenguaje y lingüística no se aprecian de manera clara, de ahí que se trate de una área de confluencia entre ambas ciencias.

La semiótica de Peirce pretende explicar la manera en que los seres humanos conocemos el mundo. Pero esta teoría del conocimiento no se puede desligar de su pragmatismo, ya que solamente a través de situaciones reales conocemos el mundo. El conocimiento de un objeto es, según Peirce, el conocimiento de sus repercusiones prácticas. La interpretación de signos, que nos permite desarrollar nuestro conocimiento, se relaciona así con su pragmatismo. Este pragmatismo tiene puntos de contacto con la pragmática. Esta última ciencia aplica en cierta manera algunos principios del pragmatismo a la lingüística. El lenguaje no sólo se estudia en sí mismo sino que se presta más atención a sus consecuencias prácticas. Para el lingüista son relevantes las situaciones comunicativas reales en las que el hablante-oyente produce o recibe mensajes sirviéndose del lenguaje.

3. El lento descubrimiento de C. S. Peirce en la lingüística española.

Los manuales y estudios de lingüística general más empleados en España apenas tienen en cuenta las teorías de Peirce. Sin embargo, a partir de las referencias ocasionales al filósofo norteamericano que realizan algunos investigadores, he podido vislumbrar alguna conclusión reveladora acerca del nuevo rumbo que ha tomado la lingüística en las últimas décadas, y de la relevancia de Peirce en esta renovación. En particular, quiero fijar mi atención en tres publicaciones que me parecen significativas: la colección de ensayos de Roman Jakobson titulada Fundamentos del lenguaje, el libro de Malmberg sobre los nuevos caminos de la lingüística, y el manual de pragmática de Schlieben-Lange Sin embargo, las conclusiones a las que he llegado pueden dar algunas pistas reveladoras y dejan abierto el camino para posteriores investigaciones.

Roman Jakobson, al estudiar la lengua como un sistema semiótico, cree que el lingüista debe recordar la figura de F. de Saussure, pero "primero, y sobre todo, el trabajo de toda la vida de su contemporáneo, no menos eminente (...), Charles Sanders Peirce. Peirce no solamente indicó la necesidad de la semiótica, sino que, además, esbozó sus líneas esenciales. Sus ideas básicas y sus procedimientos relativos a la teoría de lo símbolos lingüísticos (...) nos proporcionarán unas bases fundamentales para la investigación del lenguaje con relación a los demás sistemas de signos"7. Es más, la semiótica de Peirce no estudia sólo la naturaleza de los signos sino también su función en los procesos significativos.

Se debe hacer hincapié en el carácter intrínsecamente lingüístico de la semántica. El significado no debe ser apartado cuando se estudia el lenguaje. Jakobson reconoce con Peirce la existencia del interpretante. "Según Peirce, la función de tal interpretante la realiza otro signo o conjunto de signos que se da conjuntamente con un signo dado, o que podría darse en su lugar. Esta es la base de nuestras reflexiones ulteriores sobre las operaciones lingüísticas con los significados, y no dudo de que constituirán nuestra preocupación en el futuro próximo"8. La semiótica peirceana, pues, sirve de base tanto a los estudios semánticos, que gracias al filósofo norteamericano conceden un nuevo estatus al significado, como a la moderna pragmática lingüística.

Por otra parte, Jakobson, adelantándose a la moderna lingüística (el ensayo del que tomo las citas es un discurso pronunciado en la Universidad de Indiana en 1952), destaca la importancia de la teoría de la comunicación para la lingüística. "Creo —afirma Jakobson— que la realidad fundamental con la que el lingüista se enfrenta es la interlocución (....). Es más, el diálogo se halla en la base incluso del discurso interior, como se ha demostrado, de Peirce a Vygotski"9. Y es aquí donde tiene cabida el pragmatismo peirceano, que puede relacionarse con el posterior desarrollo de la pragmática lingüística. Esta disciplina estudia el lenguaje en el marco de la comunicación, es decir, de las acciones o hechos lingüísticos.

En general, los primeros estudios del significado se limitaron casi exclusivamente a "una clasificación de múltiples cambios de significado, pero apenas tocaban el problema de explicar qué es el significado, o sea la relación entre el significante y el significado" 10. Los primeros lingüistas que se ocuparon de esto fueron C. K. Ogden y I. A. Richards en su libro The Meaning of Meaning, publicado en 1923. Estos autores creen que el problema del significado no solamente atañe al lingüista. Malmberg señala cómo para estos autores, la semántica debe intentar resolver el problema de "qué ocurre en el individuo cuando se comunica con el mundo que lo rodea, de por qué lo hace y de cuáles son los mecanismos psíquicos envueltos". Es más, en semántica hay —según Ogden y Richards— "un aspecto lógico-filosófico, que incluye los problemas de las relaciones entre signo lingüístico y la ‘realidad’, de la función simbólica, del modo como el lenguaje se usa para adquirir y transferir conocimiento, y de la dependencia del pensamiento con respecto al sistema de expresión lingüística"11.

Ogden y Richards definen el significado basándose en estudios lógicos, entre ellos se encuentran los realizados por C. S. Peirce. Es importante destacar cómo estos autores se sirven de la definición peirceana del significado en términos de una relación triádica. Ogden y Richards trabajan con una relación triple entre símbolo, pensamiento o referencia y referente. La semántica se define como el estudio de las condiciones que debe satisfacer un signo para ser portador de significado. Como afirma Malmberg, "es esto lo que constituye el objeto de la moderna semántica, la cual, sin embargo, ha sido y sigue siendo llevada por dos caminos distintos: el lógico filosófico y el lingüístico. (...) La semántica es una típica ciencia fronteriza" 12.

En los manuales de pragmática no siempre se hace referencia a Peirce. Algunos autores, como Schlieben-Lange, sí analizan la relevancia de C. S. Peirce para la lingüística. En su obra La pragmática lingüística Schlieben-Lange demuestra que cuando la pragmática investiga acerca de sus orígenes y de sus métodos, se encuentra con las teorías del pragmatismo americano, cuyo máximo exponente fue Peirce. La autora de este manual explica brevemente el pragmatismo y la semiótica del filósofo norteamericano, centrándose no en la división icono, índice, símbolo sino en las tres categorías peirceanas (primeridad, segundidad y terceridad) y en la concepción triádica del signo. Al final se concluye que "toda reducción de la relación triádica del signo a una relación diádica, o, dicho de otro modo, todo olvido de la categoría de triplicidad como ‘intermedio’ significaría (...) una concepción inadecuada de la significación y, con ello, de toda la esfera del pensamiento"13. Aunque se considera a Peirce como el fundador del pragmatismo americano, sin embargo —afirma la autora—, "en la base de la tradición pragmática lingüística residen no sus escritos pragmáticos, sino la doctrina triádica de los signos, en un principio casi inadvertida, si bien en una forma modificada por Carnap y Morris, en la cual la relación pragmática de los signos está coordinada en vez de subordinada a las relaciones semántica y sintáctica" 14 La consideración de la figura de Peirce en el desarrollo presente y futuro de la pragmática es, como vemos, de capital importancia.

En resumen, se podría afirmar que un estudio del lenguaje a la luz de las teorías de Peirce, permite revisar la consideración de los sistemas comunicativos como meros códigos. Además, Castañares sugiere que "la concepción peirceana del interpretante como efecto producido por un signo y al mismo tiempo como regla de interpretación, permite explicar cómo es posible conciliar lo general (regla) con lo particular (uso)" 15. Es decir, gramática y pragmática son formas distintas de analizar una misma realidad, el lenguaje.

4. Claves de aplicación de las teorías de C.S.Peirce al futuro desarrollo de la lingüística.

La filosofía de Charles Sanders Peirce no ha sido suficientemente estudiada en España, sin embargo, su pragmatismo y, especialmente, su semiótica están ejerciendo un lento pero progresivo influjo en la lingüística española. Durante la primera mitad de este siglo, en España incluso hasta los años ochenta, el estructuralismo y, posteriormente, el generativismo —corriente que también puede considerarse formalista— dominaron los métodos de análisis lingüísticos. La insuficiencia de estas teorías que, a pesar de considerarse muy científicas, no explicaban la complejidad que encierra el lenguaje, hizo que nuevas corrientes lingüísticas llenaran el vacío teórico que iban dejando algunas concepciones del lenguaje ya superadas. Estas nuevas corrientes se caracterizan por prestar una atención especial al sujeto que emplea el lenguaje. La lengua es, ante todo, comunicación y, por ello, el hablante-oyente cobra un primer plano que antes se le había negado. Si la comunicación es importante, lo es porque hay dos o más sujetos que se comunican, pero también porque estos sujetos tienen algo que contarse. De este modo la lingüística recupera el estudio del significado comunicativo, aspecto que tan olvidado había tenido la lingüística de corte estructuralista.

El futuro desarrollo de la lingüística se centra, pues, en el estudio de la comunicación humana —entendiendo ésta en un sentido amplio, es decir, aquí tienen cabida ciencias como la psicolingüística, la sociolingüística o la lingüística aplicada— y en el análisis del plano significativo del lenguaje. El estudio de los diversos aspectos del lenguaje, no sólo de su expresión formal, ha favorecido la apertura de la lingüística hacia otras disciplinas que le son afines y que también comparten con ella la preocupación por el lenguaje. Así, la antropología, la sociología o la filosofía, especialmente esta última, intentan también desentrañar la naturaleza del lenguaje y la manera en que éste es usado por los seres humanos.

El influjo de Peirce en algunos campos de la lingüística ha sido posible gracias a la importancia que durante este siglo ha tenido la filosofía del lenguaje. Ambas disciplinas no siempre han trabajado al unísono, sin embargo, cuando lo han hecho, la figura de Peirce hacía posible la relación estrecha de lingüística y filosofía del lenguaje en el estudio de algunos temas como el análisis del significado y del uso del lenguaje.

Los seguidores de Saussure aplicaron los métodos estructuralistas al estudio del significado. De este modo el significado queda desconectado de la realidad y lo que se estudia son una serie de sistemas, la "forma del contenido". En el fondo esta concepción del significado proviene de la consideración del signo lingüístico como una entidad diádica en la que se separa la expresión lingüística de la realidad sin que se establezca un nexo de unión entre ambas. Este dualismo cartesiano no hace sino empobrecer nuestra caracterización del lenguaje. Ni Saussure ni sus seguidores se enfrentan directamente a la genuina cuestión de una ciencia que estudia el lenguaje: ¿qué relación existe entre la realidad y nuestro lenguaje?

La semiótica de Peirce ofrece una teoría de los signos y de su funcionamiento que permite explicar algunos puntos que el estructuralismo consideró poco importantes para la lingüística pero que de hecho son fundamentales para comprender el lenguaje humano. La concepción triádica del signo por parte de Peirce permite comprender mejor la estructura del significar, es decir, que el significado no es algo que se añade a un signo sino algo inherente a él. Y lo que hace a un signo ser signo no es que esté compuesto de significante y significado sino que sea interpretado como tal signo. La mente une la expresión lingüística con la realidad. El hombre puede conocer el mundo a través del lenguaje, que es un sistema de símbolos. Mediante continuas interpretaciones de esos signos el hombre desarrolla su conocimiento: por ello, el significado es algo dinámico y no un sistema estático de relaciones.

En el marco de la semiótica peirceana el significado cobra de nuevo importancia porque es parte constituyente de nuestro lenguaje. Esta nueva concepción del significado se encuentra en un terreno fronterizo: algunos investigadores la consideran una teoría lingüística y otros una teoría del conocimiento. Creo, sin embargo, que lo verdaderamente importante es que esta semiótica enriquece la comprensión de nuestro lenguaje al ofrecer una perspectiva nueva de estudio. Peirce tuvo importancia en el desarrollo de la pragmática lingüística a través de su pragmatismo, aunque no sea directa la relación entre pragmatismo y pragmática.

Es evidente que los actuales problemas de la ciencia del lenguaje no sólo atañen al lingüista y que una comprensión total del lenguaje pasa por el esfuerzo común de los investigadores de diversas ramas del saber hacia la conexión de sus teorías. En esta encrucijada en la que la lingüística se debate entre mantener su autonomía o acoger dentro de sus teorías las aportaciones de otros saberes acerca del lenguaje, una figura como la de Peirce ofrece un marco amplio de desarrollo en el que ambos aspectos pueden conjugarse. En este sentido, la semiótica peirceana puede arrojar mucha luz sobre algunos aspectos de las actuales teorías lingüísticas hasta ahora poco desarrollados. Sin embargo, queda todavía un largo camino por recorrer en lo que respecta al estudio y comprensión profunda de la obra de Peirce para una aplicación sistemática de sus teorías a la lingüística.



Carmen Llamas
Universidad de Navarra
31011 Pamplona España
e-mail: cmllamas@unav.es

Notas

1. Este trabajo tuvo su origen en el estudio que realicé, bajo el mismo título, en el último añ de mi Licenciatura gracias a una Beca-colaboración del Ministerio de Educación y Ciencia.

2. J. Nubiola, La renovación pragmatista de la filosofía analítica, Eunsa, pamplona, 1994, 82.

3. M. V. Escandell, Introducción a la pragmática, Ariel, Madrid, 1996, 37.

4. D. Pharies, Charles S. peirce and the Linguistic Sign, Benjamins, Amsterdam, 1985, 5.

5. D. Pheries, 6.

6. J. J. Acero, E. Bustos y D. Quesada, Introducción a la filosofía del lenguaje, Cátedra, Madrid, 1989, 28.

7. R. Jakobson, Fundamentos del lenguaje, Ayuso, Madrid, 1984, 15-16.

8. R. Jakobson, 20-21.

9. R. Jakobson, 30.

10. B. Malmberg, Los nuevos caminos de la lingüística, Siglo Veintiuno, México, 1971, 139.

11. B. Malmberg, 139.

12. B. Malmberg, 140.

13. B. Schlieben-Lange, La pragm´tica lingüística, Gredos, Madrid, 1987, 32.

14. B. Schlieben-Lange, 37.

15. W. Castañares, "Algunas consecuencias de dos principios peirceanos", Signa, 1992 (1), 135-142.