Sabemos discernir qué es un libro, pero hay numerosos impresos — entre los que se encuentran las relaciones — que no son libros propiamente dichos, más si nos atenemos a que presentan menos de 49 páginas. Tradicionalmente se los ha englobado bajo el marbete de «impresos menores», una consideración discutida y que debe ser superada. Ahora bien, las relaciones de sucesos solían mostrar unos rasgos distintivos que nos permite hablar de un producto editorial específico por sus peculiaridades tipográficas y materiales. Entre ellas sobresalen:
- Una estructura y distribución textual típica, aunque nos encontremos con impresos que presentan variantes, como las que tienen portada frente a la portadilla o los textos en verso, si bien la prosa fue la opción predilecta para componerlas.
- Su extensión oscilaba entre las 4 y 48 páginas (de 2 a 24 hojas), dependiendo del formato, es decir, las conocidas como relaciones breves, pero no debemos olvidar que las hubo extensas.
- Los formatos más usuales fueron el folio y el 4º en las prensas hispanas, aunque también aparecen algunas en 8º.
- El empleo de títulos llamativos —aderezados con epítetos como «singular», «verdadera», «nueva», «verísima», «auténtica», etc.—, generalmente compuestos con letras mayúsculas para captar la atención del lector y estimular su interés informativo.
- El recurso a grabados (con motivos heráldicos, alegóricos, historiados, paisajísticos, arquitectónicos, etc.), muchas veces realizados a propósito, pero no siempre, y, por lo general, vinculados con el suceso narrado.
- La información sobre el lugar de impresión, nombre del impresor y el año se muestra habitualmente en el pie de imprenta, aunque fue recurrente recogerla en el colofón, pese a que hay numerosas sin alguno de estos datos identificativos, cuando no son sine notis.
- La ausencia de paratextos legales —licencia, privilegio, censura o tasa—, si bien algunos se solían mencionar en portadas o portadillas, incluso al fin de la relación, pero no fue usual que contasen materialmente con los preliminares.
Como se ha mencionado, muchos de estos textos se publicaron sin indicaciones de lugar, impresor o año de impresión, un fenómeno que fue habitual en las prensas áureas a pesar de la publicación de la Pragmática de 1627, la cual trató de evitar los fraudes y la publicación sin control de relaciones, cartas o alegaciones en derecho, entre otros impresos. En conjunto, se aprecia que las relaciones de sucesos constituyeron un género editorial diverso, pero dicha categoría vino determinada por su condición impresa.