J. Nubiola: "Recensión de H. Putnam: Representation and Reality".
Anuario Filosófico XXII/2, (1989), pp. 202-204.

PUTNAM, H.: Representation and Reality, The MIT Press, Cambridge, Mass., 1988, 136 págs.

En el abigarrado mundo de la filosofía angloamericana, el Prof. Hilary Putnam ocupa en la actualidad un lugar muy destacado. "Putnam es quizá el mayor filósofo en activo; su Representation and Reality es —como cabía esperar— un gran libro", afirma Ned Block, coeditor con el propio Putnam de la colección "Representation and Mind", iniciada recientemente con este libro de Putnam y con el de Dretske Explaining Behavior. Reasons in a World of Causes.

"Este libro —ha escrito hace unos meses Marianne Talbot (Mind, XCVIII (1989), p. 453)— es un ejercicio de honestidad intelectual. Hilary Putnam, el hombre que con más derecho que nadie podría llamarse padre del funcionalismo, sostiene en él que el funcionalismo es falso, puesto que no resuelve las cuestiones que los filósofos quieren resolver acerca de la naturaleza de la intencionalidad". Probablemente fue Putnam el primer filósofo que propuso la tesis —que se ha convertido en la dominante en la filosofía contemporánea de la mente— de que el computer es el modelo correcto para el estudio de la mente y fue él quien dio el nombre de "funcionalismo" a esta doctrina.

En la introducción se defiende Putnam de quienes le han acusado de ligereza por su evolución, evocando el ejemplo de Rudolf Carnap: "No he olvidado nunca las conversaciones que tuve con Rudolf Carnap en los años 1953-55; y, en particular, no he olvidado nunca cómo Carnap —un gran filósofo que tenía un aura de integridad y de serenidad que resultaba casi abrumadora— recalcaba que había cambiado su manera de pensar en cuestiones filosóficas e incluso más de una vez. ‘Solía pensar... ahora pienso’ era una construcción que estaba siempre en labios de Carnap. Y, por supuesto, Russell, que influyó en Carnap como Carnap influyó en mí, fue también criticado por cambiar su manera de pensar. Aunque no estoy de acuerdo con las doctrinas de Carnap de ninguna etapa determinada, todavía Carnap es para mí el ejemplo más sobresaliente de persona que pone la búsqueda de la verdad por encima de la vanidad personal" (p. xii).

El funcionalismo diseñado por Putnam frente al burdo materialismo monista en boga insistía en que un robot, un ser humano o un espíritu desencarnado podrían operar de forma similar si eran descritos desde un nivel relevante de abstracción y por tanto era erróneo pensar que la esencia de nuestra mente fuera nuestro hardware. Ahora Putnam no discute aquella tesis —que sigue pareciéndole verdadera e importante—, sino que intenta mostrar que los argumentos que había utilizado para demostrar que no podía ser correcta la identificación entre los estados mentales y los físico-químicos, podrían ser generalizados hasta mostrar que tampoco podía ser correcta la identificación de los estados mentales como estados funcionales (caracterizados computacionalmente).

Por esta razón, el libro tiene un carácter marcadamente técnico, con una abundante —y a veces farragosa— impedimenta de argumentos críticos contra las posiciones mentalistas de Fodor y Chomsky ("los significados no están en la mente") o funcionalistas de Block, David Lewis y el propio Putnam. Describir —siquiera someramente— la línea argumental excede con mucho el alcance de esta recensión. Deseo sólo anotar que, de intento, Putnam limita su reflexión de carácter más metafísico al capítulo séptimo. "En el futuro —anuncia en la 'Introducción'— espero volver a cuestiones metafísicas mayores; aquí voy a dar una explicación completa de una línea particular de pensamiento sobre un tema filosófico particular, con digresiones en la filosofía del lenguaje, teoría de la causación, naturaleza de la verdad y demás, sólo en la medida en que esos temas tienen que ver con el tópico abordado".

En el capítulo primero, frente a la posición mentalista que interpreta los conceptos como entidades mentales o cerebrales (científicamente describibles), Putnam sostiene que el significado es una noción holística con un carácter en parte normativo y que los conceptos dependen del entorno físico y sociocultural no previsto por la evolución biológica: no hay en nuestro cerebro un stock innato de representaciones semánticas. En el segundo capítulo expone algunos puntos fundamentales de la Teoría Social de la Referencia: crítica de la teoría representacionista clásica que va de Aristóteles a Russell y Frege; la división lingüística del trabajo; la contribución del entorno; el componente indexical para los nombres de clases naturales; etc. El capítulo tercero se centra en la discusión con Fodor y Block, mientras que el cuarto "¿Hay cosas tales como referencia y verdad?" aborda magistralmente las interpretaciones "cientificistas" de la verdad desarrolladas por Tarski y Carnap, así como las teorías eliminacionistas de Quine, Rorty y Churchland: "Me parece que lo que tenemos que abandonar es la exigencia de que todas las nociones que consideremos seriamente sean reductibles al vocabulario y al aparato de las ciencias exactas. Creo que lo que está en dificultades es el reduccionismo, no la intencionalidad misma" (p. 71). Este cuarto capítulo es —a juicio de Talbot y del presente recensionador— la cumbre del libro, desde la que se puede ganar mucha claridad para entender el resto.

En los capítulos quinto y sexto se centra la demostración de que el funcionalismo, entendido como la tesis de que las actitudes proposicionales son sólo estados computacionales del cerebro, no puede ser correcto, ni tampoco son correctas las variedades del funcionalismo desarrolladas previamente por Putnam y David Lewis. En última instancia, "los seres humanos difieren enormemente unos de otros y de cultura a cultura. Aunque todos los seres humanos sean computadoras de la misma clase en el momento del nacimiento, no es el caso que todos los seres humanos adultos deban seguir la misma secuencia de estados al fijar una creencia que en nuestro lenguaje traduciríamos por la oración "Hay muchos gatos en la vecindad" (p. 104).

En el capítulo final, bajo el título de "Esbozo de una imagen alternativa" el Prof. Putnam da cuenta del engarce de la presente investigación con sus exposiciones precedentes sobre el "realismo interno" como tercera vía entre realismo y antirrealismo. "Lo que me parecía seductor del realismo metafísico es la idea de que el modo de resolver problemas filosóficos es construir una mejor imagen científica del mundo. Esta idea retiene el antiguo principio de que el Ser es anterior al Conocimiento, pero dándole un giro distintivamente moderno: todo lo que el filósofo ha de hacer es, en esencia, ser un buen ‘futurista’ —anticiparnos cómo la ciencia resolverá nuestros problemas filosóficos" (p. 107). En este contexto la imagen alternativa que ofrece el "realismo interno" —y que tiene sus antecedentes en Carnap y en Wittgenstein— es la interpenetración de lenguaje y mundo de modo tal que la verdad no trasciende el uso lingüístico: el realista científico no puede dar cuenta del lenguaje intencional porque este fenómeno no es reducible al modelo funcionalista. "Por supuesto —concluye el libro (p. 120)— desde mi punto de vista 'lo epistemológico' y 'lo ontológico' están íntimamente relacionados. La verdad y la referencia están íntimamente conectadas con las nociones epistémicas: el carácter abierto de la noción de referencia, el carácter abierto de la noción de significado y el carácter abierto de la razón misma están todos interconectados. El trabajo filosófico serio sobre estas nociones debe proseguir a partir de estas interconexiones".




Última actualización: 30 de octubre 2007

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