J. Nubiola: "Recensión de M. Casado: Lenguaje y cultura".
Anuario Filosófico XXIV/1, (1991), pp. 175-177.



CASADO VELARDE, Manuel: Lenguaje y Cultura. La Etnolingüística, Editorial Síntesis, Madrid, 1988, 159 págs.



"Deberíamos someter el lenguaje a un régimen de pan y agua, si queremos que no se corrompa y nos corrompa", recuerda el Prof. Casado citando al reciente Nobel Octavio Paz (p. 120), pero, afortunadamente para el lector, en su libro no somete al lenguaje a tan severa dieta unilateral que lo convertiría, a buen seguro, en el objeto de estudio ideal para el lingüista científico. Por el contrario, el libro —que se presenta a sí mismo como una introducción a la ciencia etnolingüística (p. 133), pero que es mucho más— aspira tanto a un efectivo estudio multidisciplinar de la abigarrada realidad del lenguaje y de las lenguas históricas, como —frente a los enfoques metodológicos que han predominado en este siglo y quizá siguen predominando— a "una consideración del lenguaje que tenga en cuenta al hombre" (p. 12).

De acuerdo con el carácter de la colección en que esta obra se incluye ("Textos de Apoyo. Lingüística"), Manuel Casado atribuye a su libro un "tono didáctico" (p. 122) que parece casi una disculpa por poner su mejor empeño en ofrecer una visión integrada y breve de siglos de reflexión sobre el lenguaje desde muy variadas perspectivas. Impresionan al lector la destreza y seguridad con las que el Prof. Casado describe en rápidos trazos —remitiendo siempre a sus fuentes— las grandes corrientes y los presupuestos de los diversos enfoques. Ambas cualidades denotan maestría en el autor —como es el caso— y fidelidad a un maestro, en este caso, Coseriu: "He articulado las cuestiones aquí tratadas siguiendo los planteamientos metodológicos del profesor Eugenio Coseriu (...). Como aglutinador de las corrientes idealistas y estructuralistas de la moderna ciencia del lenguaje, el marco teórico del citado lingüista rumano se presenta especialmente apto para comprender e integrar —sin reducir ni violentar— ‘el más familiar y, al mismo tiempo, el más problemático de los atributos humanos’ (Pagliaro)" (p. 12). Puede deberse seguramente a esas cualidades el que el autor rehúya cualquier artificioso concordismo y adopte posición sin titubeos en las cuestiones más polémicas para lingüistas, filósofos o antropólogos.

Tanto en el primer capítulo "Lenguaje y cultura en la lingüística moderna" como en el duodécimo "Metodología de las ciencias culturales", reivindica Manuel Casado un sentido finalista para el estudio del lenguaje: en lugar del estudio "causal" propio de las ciencias de la naturaleza, la ciencia del lenguaje se enfrenta con un objeto cultural que "pertenece al mundo específicamente humano de la libertad, de las actividades y creaciones libres del hombre, donde los ‘objetos’ creados no se encuentran determinados por causas, sino que se producen con vistas a una finalidad" (p. 134). Así, el autor, toma posición frente a la glosemática de Hjelmslev o al positivismo de Bloomfield y su escuela: "en la lingüística se comprueba a menudo la tendencia a buscar los ‘principios’ como en las ciencias naturales y matemáticas, mientras se descuida la analogía íntima que existen entre los problemas de la ciencia del lenguaje y los de las otras ciencias humanas. Más aún, muchos lingüistas ven con desconfianza a la filosofía" (p. 141). De la mano de Coseriu y de Gadamer, el Prof. Casado concluye su libro identificando la "dependencia inoportuna" de las ciencias de la naturaleza y el "lamentable aislamiento" respecto de las restantes ciencias humanas como los fenómenos "que explican que en la lingüística se sigan planteando como ‘actuales’ viejos problemas ya resueltos hace mucho tiempo, o eliminados como inconsistentes, por la filosofía o por las demás ciencias del hombre" (p. 141).

Bajo el título "Delimitaciones conceptuales y metodológicas" en el segundo capítulo el autor introduce el lenguaje como hecho cultural, expone sus rasgos universales (semanticidad, creatividad, alteridad, materialidad e historicidad) y sus niveles o planos (universal, histórico, individual). Al dar cuenta del lenguaje como logos semántico, expone su tesis medular: "el lenguaje es la fijación y objetivación del conocimiento que el hombre tiene del mundo y de sí mismo" (p. 32). Más adelante explicará que se trata de un conocimiento intuitivo (p. 35), que se fija y objetiva en los significados lingüísticos, manifestación de la "inmediatez de nuestra contemplación del mundo y de nosotros mismos" (Gadamer): "el lenguaje —afirma con Coseriu— no es lógico ni ilógico: es simplemente anterior a lo lógico" (p. 59). El filósofo echa de menos un estudio más detenido de qué sean los "hechos lingüísticos", así como un contraste de la distinción coseriana entre vocabulario común y terminologías —a mi juicio, verdadera piedra angular de su concepción— con la famosa división lingüística del trabajo de Hilary Putnam.

Después de estos dos primeros capítulos que constituyen el marco teórico introductorio, el núcleo de Lenguaje y cultura es el estudio de la Etnolingüística, en sus diversos enfoques, desde el capítulo tercero al octavo ("Etnolingüística del hablar"), "Etnografía del lenguaje", "Etnolingüística de las lenguas", "Etnografía lingüística" y "Etnolingüística del discurso"), en los que se van desgranando temáticamente los diferentes niveles de interrelación entre lenguaje y cultura, con abundantes ejemplos tomados del léxico de diferentes lenguas. Valga de muestra curiosa la explicación —debida a Ullmann— del origen alemán del préstamo del francés croissant: arranca de una victoria decisiva sobre los turcos celebrada por los reposteros vieneses, a finales del siglo XVII, con un bollo en forma de media luna al que denominaron Hörnchen ("cuernecillo") (p. 81). La discusión del relativismo lingüístico, identificado comúnmente como la "hipótesis de Sapir-Whorf", vertebra estos capítulos centrales. La valoración de Manuel Casado es —siguiendo también a Ullmann— esencialmente negativa (pp. 55-7).

Los capítulos noveno —dedicado al "lenguaje contracultural— y undécimo —"El español como una lengua de cultura"— tienen un interés menor para el filósofo, pero el décimo "Valoración del lenguaje en la historia de la cultura" es una descalificación en toda regla —siguiendo a Benveniste y a Weisgerber— de una concepción del lenguaje meramente instrumentalista, que confunde la esencia del lenguaje —su finalidad significativa— con su empleo ocasional, con los fines de los efectivos actos de hablar (p. 115).

El libro se cierra con una selección de textos de Pagliaro, Coseriu, Lapesa, A. Alonso y Weisgerber, seguido del índice bibliográfico y del siempre utilísimo "índice de autores, temas y lenguas" (pp. 155-9).



Última actualización: 22 de octubre 2007


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