La Gaceta de los Negocios
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Madrid, 2 de mayo del 2008, p. 39

La última patraña

Jaime Nubiola
jnubiola@unav.es


En mi juventud, cuando estudiaba en la Universidad de Barcelona a principios de los setenta, me resultó extraordinariamente atractivo el movimiento estudiantil contra el régimen de Franco, controlado entonces por la Liga Comunista Revolucionaria de cuño trotskista. En cambio, el marxismo del que hacían gala tantos profesores y algunos de los alumnos, me resultó siempre soporífero. Cuando me asomé a Marx me pareció todo ello una patraña, incapaz de dotar de sentido a mi experiencia vital, y nunca llegué a entender cómo había podido cautivar a tantas personas con grandes ideales.

Viene este recuerdo a mi memoria por la reciente lectura en Claves de Razón Práctica del "Alegato contra la religión" del antiguo trotskista británico Christopher Hitchens en el que intenta persuadir a sus lectores de que han de abandonar sus creencias religiosas porque "las ciencias de la crítica textual, la arqueología, la física y la biología molecular han demostrado que los mitos religiosos son explicaciones falsas y artificiales". Realmente llama la atención cuánto han proliferado en estos últimos años tantos libros de proselitismo pseudo-científico antirreligioso por parte de quienes han ido dando tumbos ideológicos de acá para allá.

A quienes nunca hemos sido marxistas ni hemos apoyado ningún tipo de totalitarismo, esas defensas del ateísmo, supuestamente bien intencionadas, no pueden menos que revolvernos las tripas y el corazón. ¿Por qué pretenden imbuirnos de su paganismo? ¿No será quizá la única manera que les queda de poder decir que no estaban equivocados del todo? Si piensan que el cristianismo no es más fiable que el tarot o los horóscopos, ¿por qué invertir tanta atención y esfuerzo en atacarlo? En última instancia, ¿qué más les da? Lo que les pasa es, quizás, que lo único que les queda del marxismo es precisamente su burdo ateísmo, su hostilidad contra la religión. "La crítica de la religión —escribió Marx en su introducción a En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel— es la premisa de toda crítica".

A finales de los ochenta fui a la ciudad ucraniana de Lviv, que tiene cerca de un millón de habitantes. Pude visitar su catedral católica transformada entonces en Museo del Ateísmo. Entre las piezas que se exhibían había una bella estatua de la Virgen en la que habían instalado por detrás un ingenioso mecanismo para verter agua de modo que simulara unas lágrimas: se enseñaba aquel artilugio a los alumnos de los colegios explicándoles que así fabricaban sus "milagros" los católicos.

La pasada semana viajé a México y aproveché la ocasión para visitar la casa de Leon Trotsky, en la que en agosto de 1940 fue asesinado con un piolet por el catalán Ramón Mercader. Aquella sangrienta ejecución de un líder revolucionario por orden de Stalin reforzaba mi amarga impresión de que el comunismo es una ideología que llena a los seres humanos de odio y de una profunda tristeza. En contraste, el cristianismo —como mostraban bien las recientes palabras de Benedicto XVI en los Estados Unidos— es una religión alegre que pretende ensanchar el horizonte de nuestras vidas, llenándolas de sentido, de amor y de servicio a los demás.

Quienes han sido marxistas deberían quizá dedicar su esfuerzo a intentar comprender cómo fueron captados por esa siniestra ideología —que es ahora una pieza de museo— en vez de empeñarse en persuadirnos de que tenían razón al menos en su hostilidad a la religión: a mí y a otros de mi generación, ese ateísmo militante nos parece la última patraña del marxismo.

 


Fecha del documento: 15 de julio 2008
Última actualización: 15 de julio 2008
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