Arete
I (1989), 167-172

Recensión de
El compromiso esencialista de la lógica modal. Estudios sobre Quine y Kripke

Pablo Quintanilla



Jaime Nubiola. El compromiso esencialista de la lógica modal (Estudios de Quine y Kripke). Pamplona, Eunsa, 1984. 349 p.

Aunque la historia de la lógica modal es tan larga que se remonta hasta Aristóteles, recién en este siglo se ha intentado axiomatizarla en una lógica formal modal de enunciados, con Lewis en 1918, y una lógica formal modal de predicados, con Marcus en 1946. Todo esto quedó, sin embargo, en el plano sintáctico. Algunos intentaron construir modelos semánticos para la lógica modal pero fue Kripke el que tuvo más éxito en la empresa, al interpretar las nociones de posibilidad y necesidad como la ocurrencia en alguno o en todos los mundos posibles —respectivamente— de un enunciado o un objeto. Mientras que la semántica de la lógica modal proposicional no presenta mayores inconvenientes (pues 'necesario p' —Lp— se interpreta como 'p es verdadero en todos los mundos posibles', i.e., es un enunciado analítico, y 'posible p' —Mp— como 'p es verdadero en algún mundo posible', i.e., es contingente), la semántica de la lógica modal cuantificacional sí despierta sospechas. Para Quine, uno de sus críticos más duros, toda lógica modal cuantificacional presupone inevitablemente un esencialismo: el postulado de que los objetos tienen propiedades esenciales y accidentales. Este compromiso ontológico de la lógica modal con el esencialismo se desprende de la interpretación misma de fórmulas como:

(1) (Ex) L(Fx)

(2) (Ex) M(Fx)

Que se interpretan como:

(1) Hay algún x tal que es necesario que tenga la propiedad F. Hay un x que en todos los mundos posibles tiene la propiedad F.

(2) Hay algún x tal que es posible que tenga la propiedad F. Hay un x que en algún mundo posible tiene la propiedad F.

En estos casos, necesidad y posibilidad se aplican a objetos (de re) y no de enunciados (de dicto). Efectivamente, Kripke no sólo acepta que los objetos tienen propiedades esenciales y accidentales, sino además afirma que un enunciado en el cual se predica de un objeto una propiedad que le es esencial es un enunciado necesario (aunque no analítico), y un enunciado en el cual se predica de un objeto una propiedad que le es accidental es un enunciado contingente (aunque no sintético). Necesidad y contingencia son pues nociones metafísicas que van a la "cosa misma", mientras que "analítico/sintético" son nociones lógicas que se quedan en el plano del lenguaje. Para Quine, por el contrario, la creencia en propiedades esenciales y accidentales no sólo es fundamentalmente errada sino, sobre todo, ininteligible.

Desde la aparición de los primeros artículos de ambos filósofos, el debate no ha disminuido en interés e intesidad. Es con la intención de presentar la discusión y participar en ella que Jaime Nubiola ofrece esta buena exposición en castellano de los fundamentos y presupuestos ontológicos de la lógica modal. Diríamos que Nubiola ha tenido dos propósitos, uno explícito y el otro implícito. El propósito explícito es presentar las raíces y el desarrollo del debate. Para ello el libro de Nubiola hace uso de una bibliografía bastante completa en inglés y castellano, además de un buen conocimiento de la filosofía anglosajona contemporánea. En lo que a ello respecta, es un punto a favor de Nubiola su permanente interés por vincular la discusión actual con aquella contenida en los autores clásicos. Sus referencias a Aristóteles, por ejemplo, o a santo Tomás son siempre importantes y muestran, por contraste, el principal defecto de algunos textos anglosajones de filosofía de la lógica y el lenguaje: la desinformación histórica o, por lo menos, su prescindencia. Un punto en contra de Nubiola es probablemente su insuficiente uso del aparato técnico de la lógica modal. Aunque es cierto que los temas abordados exceden lo puramente lógico y discuten problemas de filosofía de la lógica, flosofía del lenguaje y ontología, también es cierto que en un texto de esta naturaleza toda definición y explicación intuitiva y en lenguaje natural de nociones lógicas debe ir acompañada de una definición y formulación en lenguaje técnico.

El propósito implícito del libro de Nubiola es tomar una posición en el debate, y se deriva de las siguientes consideraciones: contra la tesis quineana de que "ser es ser el valor de una variable ligada" y que los objetos no tienen propiedades esenciales o accidentales, sino que la esencialidad o accidentalidad de las propiedades de un objeto depende de nuestro predicar de él (es decir, de qué tan interesantes nos resulten tales propiedades),1 se opone la tesis de Kripke de que esencialidad y accidentalidad son independientes de nuestro predicar de los objetos. La discusión se torna interesante en el siguiente punto: para Quine el esencialismo es indeseable per se, porque supone una tesis ontológica innecesariamente fuerte y porque requiere una lógica intensional. Como la lógica modal cuantificada se resiste a ser interpretada extensionalmente, concluye Quine que ha sido "concebida en pecado" y está condenada al peor de los infiernos: la ininteligibilidad. De otro lado, cree Kripke que como las nociones intuitivas de necesidad y posibilidad se sustentan en nuestro sentido común, entonces hay algo básicamente correcto en ello. Nubiola cita y traduce a Kripke:

"Algunos filósofos piensan que tener una noción intuitiva de algo es una evidencia muy poco conclusiva a su favor. Yo pienso que es una evidencia muy sólida a su favor. Realmente hablando con radicalidad no sé de qué manera puede tenerse una evidencia más conclusiva de algo" (Nubiola, p. 224; Kripke, Naming and Necessity, pp. 265-6)2.

La toma de posición de Nubiola tiene que ver con algo que también es, desde su punto de vista, de sentido común: que los objetos existen y tienen características independientes de nuestro hablar de ellos. El punto de vista de Nubiola se puede ilustrar con la siguiente cita de Aristóteles, que además es el epígrafe del libro: "Conviene tener también en cuenta el modo en que debemos hablar de cada cosa, pero no más que su modo de ser" (Metafísica, 103a 27-28). El propósito de Nubiola es mostrar que hay en la filosofía analítica un desplazamiento —que él aplaude— desde un hablar sobre cómo hablamos a un hablar sobre el mundo.

"... considero legítimo afirmar que Kripke, superando la orientación originalmente positivista de la filosofía analítica contemporánea, va más allá de la mera consideración de la existencia determinada por el sentido del cuantificador existencial y se adentra en el ser real de cada cosa. En última instancia, podemos entender su elucidación de las propiedades esenciales de cada objeto y su búsqueda empírica de la esencia como un primer intento de plantearse a fondo la pregunta metafísica decisiva: ¿qué significa ser para una cosa real? (pp. 297-8).

Nubiola parece creer que este desplazamiento es un sobrio y atinado "volver al mundo" después de un interesante aunque improductivo "desliz" por los prados del lenguaje.

"A mi juicio nos hallamos ante un redescubrimiento de estas nociones metafísicas clásicas a causa del extraordinario valor que Kripke concede a la intuición prefilosófica" (p. 313).

Desde de esta cana al aire con el lenguaje

"Kripke recupera el sentido metafísico del ser, trascendiendo los reduccionismos logicistas y enfrentándose directamente con las cosas mismas y con nuestro lenguaje acerca de ellas, en las que la necesidad y la posibilidad se conjugan como dimensiones del ente real" (pp. 315-6).

Dudo profundamente que Kripke llegue a sentirse reflejado en estas afirmaciones que sobre él se hacen, pero eso es otra cosa. Lo interesante es ver cómo la posición de Nubiola se emparenta con una línea recientemente surgida en la filosofía analítica destinada a enjuiciar el 'linguistic turn' por ser un hablar de discursos y no de objetos. En la línea, por ejemplo, de Panayot Butchavarov (Being Qua Being, Bloomington, Indiana University Press, 1979) quien afirma que el 'linguistic turn' "was the wrong turn for the philosophers to take" (p. 34). "To understand what I mean, I suggest, we must look at what we talk about and not just at how we talk about it" (p. 3). Un crítico ha dicho de Butchavarov: "It is Butchavarov's appeal 'to the things themselves in fact, which ultimately precludes any linguistic solution to his problem —or, non broadly, any representational solution, in that sense of 'representation' which spans both speech and thought" (Jay Rosenberg, "Butchavarov's Being Qua Being", publicado en Nous, vol. XVI, nº 1, marzo de 1982). Mencionando a Butchavarov, Nubiola considera que:

"el hecho más sorprendente acaecido en la filosofía reciente del mundo anglosajón ha sido su retorno a la metafísica. Efectivamente, constituye ya un lugar común señalar que la filosofía analítica ha recuperado plenamente los problemas clásicos de la metafísica, superando su originario reduccionismo positivista" (p. 13).

Mi impresión es que hay en esto una gran confusión. Si bien es totalmente cierto lo que respecta al retorno de la filosofía analítica a la metafísica, Nubiola parece creer que ese retorno implica también un abandono de la tesis de que los problemas metafísicos son problemas en y del lenguaje. Como si los problemas filosóficos no tuvieran su habitat en el lenguaje sino en el mundo y el lenguaje tuviera la única misión de ayudarnos en acceder a él. Dice Nubiola:

"Para Kripke también la cuestión del esencialismo está estrechamente vinculada con el problema del puente entre lenguaje y realidad: el puente que Kripke establece es el de los mecanismos referenciales de los nombres que señalan rígidamente a las cosas mismas" (p. 316).

Después dice rotundamente: "El puente para pasar del análisis del lenguaje a las cosas ha sido encontrado: ahora es preciso recorrerlo" (p. 316). Nubiola quiere pasar del lenguaje a las cosas. Pero problablemente lo deseable sea lo contrario, aplicar el análisis conceptual y lógico a los problemas metafísicos, que tienen su residencia en el lenguaje, no en las cosas. La empresa sugerida por Nubiola es la de acceder al mundo de objetos que constituye nuestro sentido común. Las preguntas que habría que hacerse es ¿de qué objetos se quiere hablar?, ¿qué puente se quiere atravesar? Mi sospecha es que la confusión en que cae gente como Nubiola o Butchavarov (no necesariamente Kripke) surge de darle demasiada importancia a la simplificadora distinción entre lenguaje y mundo, distinción que en realidad es meramente metalingüística. Es decir, lo que con un exceso de generosidad llamamos 'mundo' no es otra cosa que el lenguaje objeto de un metalenguaje constituido por lo que podemos llamar, parafraseando a Wittgenstein, nuestros 'juegos filosóficos'3. ¿Existe este mundo independientemente (y previamente) de nuestro hablar de él? Obviamente sí, pero sólo tiene sentido en tanto que objeto (y universo) de nuestro discurso. ¿Contradice esto al sentido común? La primera pregunta que tenemos que hacernos es ¿al sentido común de quién? Al de Nubiola evidentemente sí, al de Quine, por ejemplo, evidentemente no. En principio cualquiera puede autoerigirse representante del sentido común, ya que es aquel sentido del cual nadie se siente privado, tan bien repartido está.

Mientras para Nubiola (y en este caso también Kripke) el esencialismo es una idea coherente con el sentido común, para Quine es ininteligible. Lo que Nubiola tendría que demostrar es que el esencialismo y la idea de una distinción radical —no metalingüística— entre lenguaje y mundo explica ciertos problemas relacionados con la referencia y el significado mejor que una posición no esencialista como la de Quine. Sobre todo, tendría que explicar qué significa que hayan características esenciales: ¿que hayan en dónde?, ¿en nuestro lenguaje?, ¿en el mundo? Pues si es cierto que los objetos son ellos mismos modos de hablar —como de alguna manera dice Quine— es decir, variables de las cuales hacemos predicaciones, ¿qué significaría preguntarse si tienen o no características esenciales? ¿Cómo puede tener características esenciales algo que es sólo una manera de hablar? Las respuestas a estas preguntas son probablemente las centrales en la discusión filosófica de estos años, y el libro de Nubiola es una buena manera de ingresar en ella.

 


Notas

1. "Being necessarily or possibly thus so is in general not a trait of the objects concernied, but depends of the manner of referring to the object" (From a Logical Point of View, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1980, p. 140).

2. Es interesante constatar el vínculo aristotélico del esencialismo kripkeano y compararlo con esa fidelidad de ambos filósofos al sentido común. También para Aristóteles es un argumento de peso decir que algo concuerda con nuestro sentido común. Por ejemplo, cuando muestra la contingencia de los futuros en base a nuestra idea intuitiva de que así es (Peri Hermeneias, 19a 5-10).

3. La pregunta ingenua es: ¿y cuál es el mundo del cual el lenguaje objeto habla? La respuesta es: de sí mismo. El lenguaje nunca habla más que de sí mismo.


Fecha del documento: 5 de octubre 2007
Última actualización: 5 de octubre 2007
[Página Principal] [Sugerencias]

Universidad de Navarra