Anuario Filosófico
XVIII/2 (1985)), 234-238

Recensión de
El compromiso esencialista de la lógica modal. Estudios sobre Quine y Kripke

Carlos Ortiz de Landazuri



Nubiola, J., El compromiso esencialista de la lógica modal. Estudio de Quine y Kripke. Eunsa, Pamplona, 1984, 350 págs.

La presente monografía pretende aportar una valoración y un marco de referencia en el que situar las intrincadas relaciones que hoy día presenta el análisis filosófico con respecto a la metafísica. Con este fin el A. analiza un amplio movimiento de filosofía actual integrado por Hintikka, Plantinga, Prior, Searle, Putnam, Rescher, Dummett, Strawson o Angelelli, que han vuelto sobre la filosofía de las matemáticas y del lenguaje de Frege, Bertrand Russell o Stuart Mill. Para así mostrar el lugar tan central que para la solución de este problema ocupa la lógica modal de la necesidad y la posiblidad, por cuanto pone de manifiesto los compromisos ontológicos que todavía siguen pesando sobre el análisis del lenguaje, cuando se adopta una postura nominalista, platónica o simplemente realista moderada.

A este respecto el A. opina que fue definitivo para el desarrollo del análisis del lenguaje la investigación llevada a cabo por Clerence I. Lewis en los años veinte, cuando localizó las divergencias que existían entre el lenguaje formal y el habla cotidiana, por el distinto uso que en ellas se hace de la implicación, o buena consecuencia lógica. Pues de igual modo que la lógica clásica tuvo que distinguir entre la consequentia materialis y formalis, también ahora se tuvo que reconocer como en la lógica matemática solo se utiliza una implicación material o filnica, mientras que en el lenguaje cotidiano se le da un sentido firmal, en el fondo mucho más estricto.

El análisis del habla cotidiana, siempre fue acompañado de un desarrollo en paralelo de la lógica modal y de sus respectivos operadores lógicos, que se fueron imponiendo a pesar de las fuertes críticas de que fueron objeto por parte de los seguidores de la lógica matemática, especialmente Bertrand Russell y Quine. Por ello el A. en un primer momento, en la pars destruens, expone con detenimiento las objeciones que Quine formuló a la lógica modal, y como esta crítica le llevó a rechazar cualquier compromiso esencialista con la metafísica clásica. Por el contrario, en un segundo momento, en la pars aedificans, se muestra cómo Kripke utilizó esta misma crítica para poner de manifiesto los presupuestos metafísicos que siempre estarán sobreentendidos en cualquier semántica modal, y justificar así como el propio análisis lingüístico de los nombres propios y comunes, solo se puede explicar si se admite una teoría causal acerca de su origen, similar a la propuesta por Stuart Mill, aunque con una intencionalidad muy distinta (cf. p. 15 y ss.).

De este modo el desarrollo de la lógica modal en un primer momento de su historia supuso un enfrentamiento entre dos posturas claramente diferenciadas:

De todos modos los descripcionistas y en concreto Quine, siempre se opusieron al logicismo y a la lógica modal de los seguidores de Frege, aunque a su vez se pueden distinguir tres épocas netamente diferenciadas. En una primera época alrededor de 1943, en sus "Notas sobre la existencia y la necesidad" y en "El sentido de la nueva lógica", Quine adoptó una postura de relativa tolerancia con la lógica modal, siempre que la existencia se interprete como mera existencia lógica y la necesidad se reduzca a una simple necesidad analítica. Pues tomada en segunda intención y con una modalidad "de dicto" este tipo de necesidad se suele atribuir a las relaciones meramente lógicas que los entes de razón mantienen consigo mismos, y que de algún modo se extienden a los nombres propios en cuanto son descripciones abreviadas cuya formulación requiere la mediación de esas relaciones meramente analíticas (cf. 36-63 pp.).

Pero en una época posterior, alrededor de 1953, en "Los dos dogmas del empirismo" y en "Los tres niveles de tratamiento de la modalidad" , Quine además de enfrentarse a Church y Barcan, también tuvo que rebatir la postura fregeana de Carnap en su segunda época, cuando inició una semántica constructiva, que dio entrada al principio de tolerancia en la verificación, y que se fundamentó a su vez en una lógica modal comprometida con una ontología intencional platónica. Ahora Quine reformuló sus argumentos en contra de la modalidad, insistiendo en los contextos opacos en los que se usan los nombres propios y comunes, y en la conexión inevitable que siempre se establece entre la lógica modal y la necesidad metafísica de re que es caracteristica del esencialismo aristotélico. Finalmente en su última época, alrededor de 1960 hasta hoy, principalmente en su obra Palabra y objeto, rechaza incluso la lógica modal precuantificada que había tolerado en épocas anteriores, pues piensa que incluso este tipo de lógica modal se acaba comprometiendo con el esencialismo aristotélico y no tiene más remedio que admitir la paradójica distinción entre propiedades esenciales y accidentales (cf. 63-151 pp.).

De este modo, sin argumentos de auténtico peso y por la simple posibilidad de recaer en un esencialismo no deseado, Quine rechaza la lógica modal cuantificada y no cuantificda, y se reafirmará en su inicial posición que reduce las leyes científicas a simples regularidades humanas. La lógica modal queda así escindida por una rígida navaja de Ockham, en la que solo caben dos posibilidades; las verdades necesarias por sí mismas, si son demostrables de un modo analítico "a priori", y las contingentes o posibles, si la lógica extensional las demuestra como sintéticas "a posteriori".

Pero en un segundo momento de su investigación, en "La interpretación semántica de la lógica modal", Nubiola analiza el proceso imparable de recuperación y desarrollo llevado a cabo por la lógica modal, y cómo trajo consigo una recuperación de la metafísica y una vuelta del rechazado esencialismo aristotélico. Nubiola comprueba así como tanto Kripke como Putnam aplicaron a la lógica modal una noción de modelo, que permitió recuperar la lógica modal y la implicación formal de Lewis, para analizar así la estructura interna esencial de los mundos posibles. A este respecto en sus tres obras más importantes, "Consideraciones semánticas sobre la lógica modal" de 1971, y en "Designación y necesidad" e "Identidad y necesidad" de 1970 respectivamente, Kripke inició una semántica formal pura, o una ingeniería metafísica, como la denominó Plantinga, en la que se trató de matematizar la metateoría que siempre está sobreentendida tras la utilización por parte de la lógica modal de los mundos posibles de Leibniz (cf. p. 158).

En la función específica que cumplen los nombres propios respecto a la fijación de la referencia en los distintos mundos posibles da lugar a las distintas interpretaciones semánticas que pueden darse de la lógica modal, y que se añaden a la dos dichas anteriormente:

c) La teoría causal de los nombres propios de Stuart Mill, generalizada posteriormente por Kripke y Putnam a los nombres comunes.

d) La teoría ultrarrealista, o realista extrema de los mundos posibles formulada por David Lewis en 1968 en su obra Counterfactual, en la que se critican los intentos de Kripke por localizar una identidad trans-mundial de los referentes individuales a través de los distintos mundos posibles y de sus respectivas situaciones contrafácticas.

Precisamente en este punto de contraste con otras teorías acerca de la modalidad y los mundos posibles, permite alcanzar una valoración muy positiva de las aportaciones alcanzadas por la lógica de la modalidad de Kripke y Putnam.

En este sentido el uso de los nombres propios como designadores rígidos constituye para Nubiola un caso paradigmático que permite recuperar la distinción básica que siempre se debe establecer entre la necesidad metafísica y la simplemente epistemológica. Por por una parte, la necesidad metafísica de re permite fijar la referencia de los nombres propios y comunes, hasta el punto que se puede hablar de un nuevo camino para alcanzar un descubrimiento empírico de la esencia. Pero, por otra parte, la necesidad epistemológica de dicto permite dar a los nombres un significado añadido, que nunca se puede justificar mediante una deducción trascendental tipo kantiano, sería un pseudoproblema, y solo se puede justificar mediante una teoría del origen causal de los nombres, es decir, mediante el uso repetitivo de una convención a partir de una determinada tradición (cf. 178 y 298 pp.).

Precisamente esta última reflexión epistemológica acerca de las limitaciones inherentes a toda posible deducción "a priori" de las condiciones subjetivas de objetivación del conocimiento, muestra el transfondo gnoseológico y los compromisos ontológicos desde los que Kripke propone su nueva semántica formal pura acerca de la lógica modal y de sus respectivos mundos potenciales posibles. Como reiteradamente advierte Nubiola, la teoría del origen causal de los nombres no conduce en este caso a una interpretación behaviorista del lenguaje como ocurrió en Stuart Mill, ni tampoco introduce un concepto lockiano de sustancia como perchero de propiedades, como ya fue criticado a esta teoría por B. Russell (cf. p. 296). De igual modo que su teoría de los designadores rígidos tampoco conduce a un olvido del carácter contingente de los enunciados de identidad, que dieron a su vez origen a aquellos nombres o etiquetas, como le reprochan los descripcionistas seguidores de Frege y especialmente Dummett (cf. 235 pp.). Ni tampoco utiliza su semántica formal pura, para iniciar una semántica transcendental del lenguaje, que tome como punto de partida una ontología de los mundos posibles, como propone D. Lewis, o una simple reflexión acerca de los distintos sentidos que los analíticos atribuyen al ser, como propone Tugendhat, pues como acabamos de ver Kripke rechaza cualquier intento de iniciar una nueva deducción transcendental "a priori", que tome como punto de partida su propia semántica formal de la lógica modal y de los mundos posibles (cf. 39 y 169 pp.). Por el contrario, él mismo reconoce cómo su noción de necesidad metafísica, exige una prueba intuicionista, que se fundamenta en un realismo prefilosófico, que toma como punto de partida el carácter irreductible que tiene lo necesario, respecto a lo analítico y lo apriórico, y que le lleva a afirmar un descruburiento empírico de la esencia, en base a la distinción inmediata que siempre habrá que establecer entres las propiedades esenciales y accidentales (cf. 313-315 pp.). Por ello, como acertadamente ha expresado Wiggins desde un realismo conceptualista muy cercano a Kripke y Putnam, este realismo intuicionista prefilosófico solo puede ser correctamente interpretado, si previamente se dilucidan con la mayor nitidez posible las nociones lógicas básicas de identidad, necesidad y existencia (cf. 183 y 295 pp.).

En conclusión, se puede decir que Nubiola ha llevado a cabo una empresa que todavía faltaba por realizar en la ya mencionada tesis de la transformación semiótica de la filosofía. Proponer un modelo concreto mediante el cual se puedan recuperar los conceptos básicos de la filosofía a través de un análisis riguroso y metódico del propio lenguaje cotidiano. Evidentemente el proyecto es ambicioso y el propio A. reconoce como el punte que lleva las cosas mismas ha sido localizado, pero que todavía no ha sido recorrido (cf. 316 pp.). En cualquier caso lo cierto es que ya no nos encontramos ante una repetición del mal planteado problema cartesiano del puente entre las distintas sustancias pensante y extensa, pues en virtud de este análisis de los mundos posibles que se ha propuesto desde la lógica modal, no sólo se ha alcanzado un nuevo descubrimiento empírico de la esencia, como ahora propone Kripke, sino que también ha conseguido una nueva vía de acceso a los conceptos básicos de la metafísica, entendida como una nueva filosofía primera, es decir, como una ciencia del ente en cuanto ente, y de todas las propiedades de que un modo necesario le acompañan. Aunque es posible que este último punto de vista exija un desarrollo más pormenorizado de la lógica de la reduplicación de las propiedades entitativas de los seres a través de los distintos mundos posibles, al modo como fue sugerido por Angenelli en esta misma revista en el I Simposium de Historia de la lógica de 1983.

 


Fecha del documento: 8 de agosto 2007
Última actualización: 8 de agosto 2007
[Página Principal] [Sugerencias]

Universidad de Navarra