C. S. PEIRCE Y ARGENTINA:
LA RECEPCIÓN DEL PRAGMATISMO EN LA FILOSOFÍA HISPÁNICA


Jaime NUBIOLA*
Universidad de Navarra
jnubiola@unav.es





"En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa,
habitadas por Animales y por Mendigos".
J. L. Borges, "Del rigor de la Ciencia", Obras completas, II, 225.



Argentina ocupa un lugar privilegiado en la recepción del pensamiento del fundador del pragmatismo, Charles S. Peirce (1839-1914), en el mundo hispánico. La causa principal de esta preeminencia se encuentra en que es en Argentina donde en los años setenta se publicaron las primeras traducciones de Peirce al castellano. Sin embargo, a nadie se oculta la casi total opacidad de la bibliografía filosófica hispánica —incluida la de Argentina— hacia la tradición filosófica que tiene su origen en este pensador norteamericano. Esa profunda incomprensión se advierte bien en el trabajo El pragmatismo de 1910 del entonces joven Coriolano Alberini (1886-1960), pero resulta más llamativa todavía cuando se comprueba la peculiar sintonía entre los temas y problemas de los más relevantes pensadores hispánicos (Unamuno, Ortega, d'Ors, Vaz Ferreira, etc.) y las cuestiones centrales del pragmatismo norteamericano.

En este amplio marco de referencia, el objetivo de mi comunicación es describir en líneas generales esa situación para alentar a otros el estudio más en detalle de la conexión efectiva de Peirce con la filosofía desarrollada en y desde Argentina a lo largo del siglo XX. Para ello, en primer lugar justificaré el empleo de la terminología "filosofía hispánica", acuñada por Eduardo Nicol y Jorge J. Gracia, destacando su valor heurístico y práctico. En segundo lugar, presentaré de forma concisa los hitos principales de la recepción textual de Peirce en el mundo hispánico, prestando especial atención a las traducciones argentinas. En tercer lugar introduciré brevemente la figura de Peirce e identificaré algunas de las conexiones que subyacen al mutuo desconocimiento de las tradiciones filosóficas hispánica y pragmatista.


1. La noción de filosofía hispánica

La acuñación del término "filosofía hispánica" para referirse a la filosofía desarrollada en España e Hispanoamérica se debe originalmente al filósofo catalán en el exilio Eduardo Nicol1. Sin embargo, corresponde al filósofo de origen cubano Jorge J. Gracia el mérito de haber presentado hace poco tiempo una propuesta completa en favor de esta noción para tratar de comprender mejor el conjunto del pensamiento filosófico desarrollado en los últimos siglos en la península, en las colonias españolas en el Nuevo Mundo y en los países que aquellas colonias llegaron finalmente a constituir2. La noción de filosofía hispánica resulta particularmente acertada porque resalta la estrecha relación entre los filósofos de esas áreas geográficas y porque las otras denominaciones geográficas que se han propuesto (filosofía española, filosofía portuguesa, filosofía catalana, filosofía latinoamericana, filosofía hispanoamericana y filosofía iberoamericana) no hacen justicia o llevan a ignorar la realidad histórica de sus interrelaciones. Sin embargo, el uso de una categoría como ésta no implica —como pensó Nicol y muchísimos otros autores de nuestro siglo, entre ellos recientemente Ignacio Sotelo3— que haya un rasgo idiosincrático peculiar que caracterice a todos los que se han dedicado a la filosofía en el ámbito hispánico. Esta denominación lleva más bien a destacar el fenómeno de la efectiva interrelación histórica entre la filosofía desarrollada en la Península Ibérica y la desarrollada en América Latina que las otras denominaciones tienden a pasar por alto. Sus autores no comparten ni una lengua, ni una raza, ni una nacionalidad, sino una historia: son los sucesos de la historia, la realidad histórica que comparten, la que proporciona la clave que los aúna y les confiere un cierto aire de familia4.

Como es bien conocido, uno de los rasgos de la filosofía hispánica moderna es su aislamiento de la corriente central del pensamiento europeo. En este proceso por el que la Escolástica hispana tardía —Domingo de Soto, Francisco Suárez, Francisco Araújo, Juan de Santo Tomás— se desgaja de Europa intervienen muchos factores. Una de sus consecuencias más lamentables es el consiguiente desconocimiento en Europa del "rico fermento creativo y la profundidad especulativa" de esta tradición en lo que se refiere a los problemas centrales de la naturaleza y acción de los signos. John Deely ha destacado con énfasis que frente a la tradición cartesiana moderna es en estos filósofos hispánicos donde se encuentra "la primera genuina agitación de una conciencia semiótica, es decir, la primera comprensión temática de la diferencia entre utilizar signos y comprender su fundamento, y de la ubicuidad y naturaleza de un fenómeno tal como la semiosis"5. En este horizonte resulta de singular interés el esfuerzo desarrollado en los últimos años por Deely, Beuchot y otros para identificar los vínculos entre aquella filosofía escolástica tardía y el pensamiento vigorosamente anticartesiano del fundador del pragmatismo Charles S. Peirce y sus seguidores.


2. La recepción de Peirce en el mundo hispánico

Como ha señalado Vericat la recepción de Peirce en el mundo hispánico ha sido hasta ahora un tanto fantasmagórica en el sentido de reconocerse abiertamente su importancia, pero sin que apenas se conozcan sus contenidos6. Que esto comienza a cambiar lo sugieren tanto las recientes traducciones, que hacen más accesible una parte relevante de la vasta producción peirceana, como la creciente aparición de libros y trabajos de investigación en torno al pragmatismo y sus figuras principales.

La primera traducción de Peirce al castellano es un artículo breve "Irregularidades en las oscilaciones del péndulo", que publica la revista de Barcelona Crónica Científica el 25 de octubre de 1883, traduciendo las observaciones de Peirce del año precedente en The American Journal of Science. La segunda referencia en la bibliografía española es un artículo sobre Peirce del matemático Ventura Reyes Prósper, quien había tenido correspondencia con él, publicado en El Progreso Matemático de Zaragoza en 1892. Resulta bien significativo que las primeras noticias de Peirce en el mundo hispánico correspondan a su trabajo como científico. En el ámbito de la filosofía las primeras referencias a Peirce aparecen en 1907-08 en el glosario de Eugenio d'Ors, quien había conocido el pragmatismo americano de James y Peirce en su estancia en París. En Hispanoamérica es también a través de William James —por ejemplo, en el filósofo argentino Coriolano Alberini o en el uruguayo Vaz Ferreira— como se reciben las primeras noticias de Peirce. Pero, es preciso esperar hasta 1933 para encontrar una primera exposición sistemática de su pensamiento: se trata de la breve presentación de la lógica de Peirce que ofrece Juan David García Bacca en la voz "Simbólica (Lógica)" del Apéndice a la Enciclopedia Espasa, en la que resumía la información proporcionada por el libro de C. I. Lewis A Survey of Symbolic Logic de 19187.

Buenos Aires es la ciudad donde se publican en castellano algunos de los libros decisivos para el conocimiento del pragmatismo en el mundo hispánico. De entre ellos merecen destacarse las traducciones de El pragmatismo en la filosofía contemporánea de Ugo Spirito (Losada, 1945), Pragmatismo y educación de John L. Childs (Nova, 1956) y Sociología y pragmatismo de Charles Wright Mills (Siglo XX, 1968). La primera edición castellana de Peirce está constituida por las dos breves traducciones de Juan Martín Ruiz-Werner publicadas en Buenos Aires por Aguilar Argentina Deducción, inducción e hipótesis, (1970, 90 págs.) y Mi alegato en favor del pragmatismo, (1971, 91 págs.), a las que seguiría la de Beatriz Bugni La ciencia de la semiótica, (Nueva Visión, Buenos Aires, 1974, 116 págs.) que incluye una presentación de Peirce a cargo de Armando Sercovich. "La presente —se decía en la advertencia inicial de esta publicación— constituye la primera de una serie de publicaciones de textos seleccionados especialmente con el objeto de verter en nuestra lengua la obra del pensador más original, versátil y fecundo de la filosofía pragmática estadounidense".

En ese mismo sentido, la traducción de Dalmacio Negro de las Lectures on Pragmatism de Peirce de 1903 bajo el título Lecciones sobre el pragmatismo (Aguilar Argentina, Buenos Aires, 1978, 275 págs.) se encuadraba también en un proyecto de traducción de los ocho volúmenes de los Collected Papers de Peirce, que finalmente no prosperaría. En 1986 se reimprimiría en Nueva Visión La ciencia de la semiótica, en la colección de Semiología y Epistemología dirigida por Armando Sercovich y al año siguiente aparecería la edición de Sercovich Obra lógico-semiótica (Taurus, Madrid, 1987, 431 págs.), que compila las traducciones de Ramón Alcalde y Mauricio Prelooker de algunos escritos de Peirce sobre semiótica, diez cartas de entre las más relevantes a Lady Welby en las que Peirce explicaba la teoría del signo, y diez secciones de los Collected Papers sobre estas materias.

En España aparecerán en 1988 la traducción de Pilar Castrillo bajo el título Escritos lógicos (Alianza, Madrid, 1988, 264 págs.), que reúne once trabajos de Peirce representativos de sus aportaciones en lógica; y la edición de José Vericat titulada El hombre, un signo (El pragmatismo de Peirce), (Crítica, Barcelona, 1988, 428 págs.), que cuenta con una relativamente amplia introducción y abundantes notas e información bibliográfica. Finalmente, en el pasado año se han publicado la traducción de Sara Barrena de Un argumento olvidado en favor de la realidad de Dios (Cuadernos de Anuario Filosófico, Pamplona, 1996, 102 págs.) y bajo el título Leer a Peirce hoy (Gedisa, Barcelona, 1996, 239 págs.) una selección de textos peirceanos preparada hace años por Gerard Deledalle. Tengo noticia de que el mexicano Fernando Vevia acaba de publicar en el Colegio de Michoacán una nueva edición en castellano de textos de Peirce, pero todavía no he tenido ocasión de verla8.

Estas traducciones testimonian el interés en el mundo hispanohablante por la obra de Peirce, pero la causa del reciente crecimiento de ese interés se encuentra probablemente, más que en esas traducciones, en el influjo de Umberto Eco, Jürgen Habermas y Karl-Otto Apel y en la paulatina aproximación en los últimos años de la filosofía hispánica a la filosofía académica norteamericana. El reciente resurgimiento del pragmatismo, aliado con esos otros dos factores, puede ser decisivo para mostrar al mundo hispánico que Peirce era, o mejor es, importante para una cabal comprensión de nuestra cultura contemporánea. Más aún, desde un punto de vista histórico, el estudio de las raíces de la semiótica de Peirce en la tradición escolástica hispánica —como han destacado Beuchot y Deely9— y de la peculiar afinidad entre la filosofía pragmatista y el pensamiento hispánico, quiebran el tradicional aislamiento con el que ha sido caracterizada tópica y empobrecedoramente la filosofía hispánica.


3. Una presentación de Charles S. Peirce (1839-1914)

El actual resurgimiento del pragmatismo —que se advierte por doquier— ha llevado a descubrir con cierta sorpresa que los problemas que hoy en día más afligen a nuestra cultura como consecuencia del fracaso del cientismo reduccionista del Círculo de Viena, fueron ya afrontados, hace casi un siglo, con singular penetración y en muchos casos con notable acierto por los pragmatistas clásicos norteamericanos10. De modo creciente en estos últimos años se ha tratado de comprender el pragmatismo y la filosofía analítica como dos aspectos diferentes de una misma actitud filosófica general. En la figura y en el pensamiento de Charles S. Peirce, que Karl-Otto Apel caracterizó como la piedra miliar de la transformación de la filosofía trascendental en filosofía analítica11, se encuentra una fuente clave para un estudio integrado de ambas corrientes. En este mismo sentido, escribía von Wright recientemente que Peirce "puede en efecto ser contado como otro padre fundador de la filosofía analítica, junto a Russell y Moore y la figura que está detrás, Frege"12. En este proceso retrospectivo, puede detectarse incluso una tradición continuada en el pensamiento americano, que hunde sus raíces en la obra de Peirce, James y Dewey y que florece actualmente las obras de Quine, Putnam y Rorty13. En lugar de considerar al movimiento analítico como una abrupta ruptura con el pragmatismo, el resurgimiento más reciente del pragmatismo avala más bien una continuidad profunda entre ambos movimientos14: el último puede entenderse como una renovación o un genuino desarrollo del movimiento precedente.

Durante décadas la figura y el pensamiento de Charles S. Peirce han estado prácticamente relegados al olvido, pero desde finales de los 70 hay un estallido de interés —como testimonian aquellas traducciones argentinas— en torno al científico y filósofo norteamericano. "La mayoría de la gente jamás ha oído hablar de él, pero lo oirán"15, dejó escrito el novelista norteamericano Walker Percy y parece que aquella profecía está comenzando a cumplirse. Efectivamente, en estos últimos años la figura de Charles S. Peirce está adquiriendo una relevancia creciente en muy distintas áreas del saber16, y su influencia sigue todavía creciendo17: en astronomía, metrología, geodesia, matemáticas, lógica, filosofía, teoría e historia de la ciencia, semiótica, lingüística, econometría y psicología. En todos estos campos Peirce es considerado un pionero, un precursor o incluso como un "padre" o "fundador" (de la semiótica, del pragmatismo). Es muy común encontrar evaluaciones generales como la de Russell: "sin duda alguna (...) fue una de las mentes más originales de fines del siglo XIX y ciertamente el mayor pensador norteamericano de todos los tiempos"18 o la de Popper que lo describió como "uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos"19, o la de Putnam que le ha llamado "un gigante encumbrado sobre los filósofos americanos"20.

Algunos factores que aumentan el interés por el pensamiento de Peirce son su participación personal en la comunidad científica de su tiempo, su valiosa contribución al desarrollo de la lógica de las relaciones, y su sólido conocimiento de la filosofía de Kant y de la tradición escolástica, en particular de Duns Escoto. Es preciso señalar, sin embargo, que la interpretación de su pensamiento ha sido objeto durante años de un amplio desacuerdo entre los estudiosos de Peirce, debido quizá en parte a la presentación fragmentaria de su obra en los Collected Papers. En años más recientes ha ido ganando aceptación una comprensión más profunda del carácter arquitectónico de su pensamiento y de su evolución desde los primeros escritos de 1865 hasta su muerte en 191421. En la última década todos los estudiosos peirceanos han reconocido claramente la coherencia básica y la innegable sistematización del pensamiento de Peirce22.

Christopher Hookway ha caracterizado a Peirce como un filósofo tradicional y sistemático, pero que, al mismo tiempo, aborda los problemas modernos de la ciencia, la verdad y el conocimiento desde una valiosa experiencia personal como lógico e investigador experimental en el seno de la comunidad científica internacional23. Más aún, Hookway ha sostenido que la mejor aproximación para la comprensión de Peirce es considerarlo como un filósofo analítico avant la lettre, que con su teoría general de los signos anticipa el "giro lingüístico" de la filosofía24. En la obra de Peirce no sólo hay un desarrollo paralelo de temas de Frege, Russell o Wittgenstein, sino que además puede encontrarse un marco intelectual para una teoría global de la cultura25 y para una teoría de la comunicación.

Peirce consideró la búsqueda de la verdad como una tarea cooperativa, y no como una búsqueda individual de fundamentos según la imagen tradicional del filósofo solitario. Una perspectiva así "no sólo desafía la demanda cartesiana característica de fundamentos, sino que esboza una comprensión alternativa del conocimiento científico sin tales fundamentos"26. Peirce puede ser entendido como un continuador de la consideración trascendental de la objetividad en sentido kantiano, pero no tanto por las reglas que rigen el proceso de investigación, como por el contexto comunitario en el que los nuevos conocimientos se generan. Para el científico Charles S. Peirce la comunidad por excelencia es la de los investigadores, a la que el científico individual subordina su trabajo e interés particulares. La verdad está al final de un prolongado proceso de búsqueda esforzada con tal de que la investigación colectiva se prosiga lo suficiente: la verdad sería la "opinión final" de la comunidad científica, hacia la que necesariamente convergen los pareceres diversos. Esta verdad no es un ideal regulador inalcanzable, sino que es a lo que necesariamente llegará la comunidad investigadora si prosigue de modo sistemático su trabajo riguroso y creativo. En este sentido —como destacó Debrock— el pensamiento de Peirce ofrece sugerencias para abordar algunos de los problemas más persistentes de la filosofía contemporánea, y además puede especialmente ayudarnos a reasumir la responsabilidad filosófica a la que buena parte de la filosofía del siglo XX había renunciado27.


4. Algunas conexiones bajo el mutuo desconocimiento

El desconocimiento de Peirce y del pragmatismo en general en la filosofía hispánica y el desconocimiento de la filosofía hispánica en la tradición pragmatista americana se debe probablemente a una recíproca incomprensión cultural en la que los factores sociológicos que las han separado a lo largo del siglo XX han impedido reconocer su singular afinidad. Por otra parte, el dominio abrumador durante las cuatro últimas décadas de la tradición analítica en el ámbito angloamericano llevó consigo una efectiva desatención hacia la historia del pensamiento. Reiteradas veces se ha dicho que el problema central de la filosofía hispánica a lo largo de este siglo ha sido el de la conexión entre el pensamiento y la vida. Esa es —dicho de un modo muy general también— la cuestión central del pragmatismo americano. O mejor, el pragmatismo es una respuesta desde la experiencia, tanto científica como vital, al problema típico del cartesianismo moderno acerca de la escisión entre pensamiento racional y vitalidad creativa. Los filósofos españoles Unamuno, Ortega y d'Ors, de modo por entero análogo a los italianos Papini, Vailati y Calderoni28, estaban respondiendo de una forma llamativamente parecida a los norteamericanos ante una problemática común. El reconocimiento de esa 'comunidad' está siendo muy lento quizá sobre todo por el ocultamiento del pragmatismo en las últimas décadas, así como por la permanente pretensión de originalidad típica de la tradición hispánica y por el provincialismo característico de la tradición norteamericana. Esa peculiar afinidad entre el pensamiento norteamericano y el mundo hispánico —que aquí pretendo resaltar— da razón quizá de la notable difusión editorial que tuvieron en las primeras décadas de nuestro siglo los textos en castellano de Ralph W. Emerson y de William James.

Por lo que se refiere a España, Pelayo H. Fernández estudió en 1961 con detalle la lectura por parte de Unamuno de los libros de William James, sus frecuentes citas de James y sus anotaciones marginales en los libros Su conclusión venía a ser que el pragmatismo de Unamuno era "original con relación al del norteamericano, de quien asimila tan sólo aspectos complementarios". Sin embargo, los abundantes datos que aporta muestran bien el notable influjo y gran similaridad en muchos temas y problemas entre ambos pensadores29. Muy recientemente Pedro Cerezo ha destacado con más precisión el efectivo alcance de la influencia de William James en el desarrollo del pensamiento unamuniano30.

En el caso de Ortega y Gasset, John Graham ha llevado a cabo un concienzudo estudio en el que, a pesar de la conocida hostilidad de Ortega hacia el pragmatismo americano, descubre "numerosas conexiones, similaridades e identidades básicas, de forma que parece más plausible una influencia y dependencia concretas que la mera 'coincidencia' entre Ortega y James"31. Graham atestigua la temprana lectura de James por parte de Ortega y su conocimiento de la anticipación por parte de James de la noción central orteguiana de "razón vital"32. La demostración de la influencia de James a través de las fuentes alemanas de Ortega resulta particularmente convincente33.

En contraste con Ortega, Eugenio d'Ors es la figura más consciente de su conexión personal con el pragmatismo americano. Ya en 1907 se había definido a sí mismo como un pragmatista, movido por los mismos afanes de los norteamericanos, a los que aspiraba superar mediante el reconocimiento de una dimensión estética de la acción humana no reductible a la meramente utilitaria34. Cuarenta años después cuando en 1947 en El secreto de la filosofía da cumbre a su trabajo filosófico reconoce generosamente su relación con aquella tradición norteamericana35.

En Hispanoamérica, puede rastrearse la conexión con el pragmatismo americano en la reacción del argentino Alberini y del uruguayo Vaz Ferreira contra James y Schiller, el primero por considerarlo una amenaza contra la religión36, el segundo por considerarlo en exceso espiritualista37. De un lado, no es improbable que la hostilidad de Ortega hacia el pragmatismo americano fuera heredada por la corriente principal de la filosofía hispánica de nuestro siglo38. Ortega ha sido la figura dominante en esta corriente y, tanto sus estancias en Argentina como el hecho de que muchos de sus discípulos emigraran a América a raíz de la Guerra Civil española, puede haber diseminado aquella actitud39. Agustín Basave, en su "Significación y sentido del pragmatismo norteamericano", hace una excepción a esa negativa actitud generalizada: la del filósofo mexicano José Vasconcelos (1882-1959) 40. De otro lado, el marxismo hispánico —con muy pocas excepciones (quizá la de Mariátegui41)— ha tendido a ver el pragmatismo americano como el más típico producto del imperialismo norteamericano.

En el pequeño grupo de hispánicos amigos del pragmatismo americano puede contarse a los filósofos José Ferrater Mora, como atestigua su Diccionario y su excelente artículo sobre Peirce de 195542, y Joaquín Xirau, cuyo pensamiento guarda alguna afinidad con el pragmatismo43. En Argentina, además de las publicaciones de Sercovich anteriormente citadas, conozco al menos un trabajo de Sara Alí Jafella en la Revista de Filosofía de La Plata44. Con toda seguridad en este Congreso pueden identificarse otras aportaciones argentinas para el establecimiento de esos puentes entre las tradiciones filosóficas hispánica y pragmatista que tan distantes parecen y, sin embargo, tienen tantos puntos en común.

En 1898, Peirce escribe a su pariente Henry Cabot Lodge, a propósito de la guerra de Cuba ofreciéndole una máquina inventada por él para cifrar y descifrar mensajes y le augura que los españoles apenas ofrecerán resistencia: "los he estudiado en España —visitó brevemente nuestro país en noviembre de 1870—; es un pueblo corrompido por los siglos de crueldad, injusticia y rapiña a que se han entregado, y les ha quedado poca hombría efectiva" (L 254). Sin duda, Peirce es hijo de la cultura de Nueva Inglaterra y de su tiempo, de modo semejante a como el antiamericanismo sistemático ha sido uno de los factores dominantes —y todavía presente— en la cultura hispánica a lo largo de todo el siglo XX. Como prueba de esta última afirmación sólo aportaré un pasaje del prólogo de su primer traductor argentino: "Lo que en este momento me interesa destacar es que el pensamiento vivo de Peirce, siempre activo y en trasmutación constante, trasluce (...) el vigor y la sinceridad de sus aspiraciones al mismo tiempo que la contradicción interna del régimen capitalista, agudizada precisamente en su fase de transición al imperialismo, y que lógicamente se refleja en las obras de los intelectuales"45.


4. Conclusión

En los últimos años, asistimos a un resurgir de la filosofía pragmatista en la cultura angloamericana que está generando una honda renovación y transformación de la filosofía analítica. Uno de los hitos de ese proceso es la recuperación y la mejor comprensión del pensamiento de C. S. Peirce. El redescubrimiento en ese horizonte de la conexión entre la tradición filosófica hispánica y la norteamericana —hasta ahora aparentemente tan distantes— puede ofrecer una perspectiva más certera para valorar mejor la producción filosófica de nuestro siglo. En este sentido, un estudio detallado de la recepción del pragmatismo en Argentina podría aportar quizá una luz decisiva para comprender con más claridad el efectivo alcance de esa relación.




Notas

* Debo gratitud al Prof. Dr. Julio César Morán por su amable invitación a tomar parte en el IX Congreso Nacional de la Asociación Filosófica Argentina, La Plata, Argentina, 30 octubre-1 noviembre 1997. Algunas secciones de este trabajo han sido anticipadas en "C. S. Peirce y la filosofía hispánica del S. XX" (A. Estany y D. Quesada, (eds.), Actas del II Congreso de la Sociedad de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia en España, Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona, Barcelona, 1997, 423-427).

1. E. Nicol, El problema de la filosofía hispánica, Tecnos, Madrid, 1961.

2. J. J. Gracia, "Hispanic Philosophy: Its Beginning and Golden Age", Review of Metaphysics 46 (1993), 475.

3. I. Sotelo, "La vida como género literario", Claves de Razón Práctica, n° 42 (1994), 26-38.

4. J. J. Gracia, "Hispanic Philosophy", 482.

5. J. Deely, "Vindicación de la filosofía hispana: La semiótica como restauración de la cultura intelectual ibérica", Revista de Filosofía 27 (1994), 316-319.

6. J. Vericat, "Introducción", en C. S. Peirce, El hombre, un signo: (El pragmatismo de Peirce), Crítica, Barcelona, 1988, 15.

7. V. Muñoz Delgado, "Notas para la historia de la lógica durante la Segunda República Española (1931-39)", Religión y Cultura 26 (1980), 909-911.

8. Para completar esta referencia bibliográfica peirceana en el ámbito hispánico debe mencionarse la traducción de José Miguel Gambra del libro de Pierre Thibaud La logique de Charles Sanders Peirce, Paraninfo, Madrid, 1982, y las monografías originales: Hacia una Semiótica Pragmática. El signo en Ch. S. Peirce de Antonio Tordera, Fernando Torres Editor, Valencia, 1978; El signo: problemas semióticos y filosóficos de Wenceslao Castañares, Universidad Complutense, Madrid, 1985; Los placeres del parecido de Francisca Pérez Carreño, Visor, Madrid, 1988; El pragmatismo americano de Jorge Pérez de Tudela, Cincel, Madrid, 1988; el volumen monográfico de la revista Signa 1 (1992); Entre signos de asombro de Fernando Andacht, Trilce, Montevideo, 1993; Elementos de Semiótica de Mauricio Beuchot, Universidad Veracruzana, Xalapa, 1993; Ser-signo-interpretante. Filosofía de la representación de Charles S. Peirce de Mariluz Restrepo, Significantes de Papel, Bogotá, 1993; y De la interpretación a la lectura de Wenceslao Castañares, Iberediciones, Madrid, 1994.

9. M. Beuchot, "La filosofía escolástica en los orígenes de la semiótica de Peirce", Analogía 2 (1991), 155-166; J. Deely, "Common Sources for the Semiotic of Charles Peirce and John Poinsot", Review of Metaphysics 48 (1995), 539-566.

10. R. J. Bernstein, "The Resurgence of Pragmatism", Social Research, 59 (1992), 813-840.

11. K. Apel, Transformation der Philosophie, Suhrkamp, Frankfurt, 1972; Charles S. Peirce. From Pragmatism to Pragmaticism, University of Massachusetts Press, Amherst, MA, 1981.

12. G. von Wright, The Tree of Knowledge and Other Essays, Brill, Leiden, 1993, 41.

13. H. Putnam, Realism with a Human Face, Harvard University Press, Cambridge, MA, 1990, 267.

14. R. J. Bernstein, "The Resurgence of Pragmatism", 823.

15. W. Percy, "La criatura dividida", Anuario Filosófico 29 (1996), 1143.

16. M. Fisch, "The Range of Peirce’s Relevance", The Monist 63 (1980), 269-76; 64 (1981), 123-41.

17. G. von Wright, The Tree of Knowledge and Other Essays, 41.

18. B. Russell, Wisdom of the West, Doubleday, Garden City, NY, 1959, 276.

19. K. Popper, Objective Knowledge: An Evolutionary Approach, Clarendon Press, Oxford, 1972, 212.

20. H. Putnam, Realism with a Human Face, 252.

21. C. Hausman, Charles S. Peirce’s Evolutionary Philosophy, Cambridge University Press, Nueva York, 1993, xiv-xv; N. Houser y C. Kloesel, The Essential Peirce. Selected Philosophical Writings, Indiana University Press, Bloomington, IN, 1992, xxix.

22. L. Santaella-Braga, "Difficulties and Strategies in Applying Peirce's Semiotics", Semiotica 97 (1993), 401.

23. C. Hookway, Peirce, Routledge & Kegan Paul, Londres, 1985, 1-3.

24. C. Hookway, Peirce, 141; R. Bernstein,"The Resurgence of Pragmatism", 814.

25. C. Hookway, Peirce, 120.

26. R. Bernstein, Beyond Objectivism and Relativism: Science, Hermeneutics, and Praxis, Blackwell, Oxford, 1983, 71-72.

27. G. Debrock, "Peirce, a Philosopher for the 21st Century. Introduction", Transactions of the C. S. Peirce Society 28 (1992), 1.

28. W. James, "G. Papini and the Pragmatist Movement in Italy", Journal of Philosophy 3 (1906), 337-341. Para un balance reciente A. Santucci: "Peirce, il pragmatismo e la filosofia italiana", en M. A. Bonfantini y A. Martone (eds.), Peirce in Italia, Liguori, Nápoles, 1993, 277-315.

29. P. H. Fernández, Miguel de Unamuno y William James. Un paralelo pragmático, CIADA, Salamanca, 1961, 118.

30. P. Cerezo, Las máscaras de lo trágico. Filosofía y tragedia en Miguel de Unamuno, Trotta, Madrid, 1996, 278-289.

31. J. T. Graham, A Pragmatist Philosophy of Life in Ortega y Gasset, University of Missouri Press, Columbia, Missouri, 1994, 145.

32. J. T. Graham, A Pragmatist Philosophy, 147-152; sobre la afinidad entre James y Ortega J. Barzun, A Stroll with William James, University of Chicago Press, Chicago, 1984, 299, sobre un ejemplo concreto, G. Pappas, "Peirce y Ortega", Anuario Filosófico 29 (1996), 1225-1237.

33. A. Donoso, "Review of Graham's A Pragmatist Philosophy of Life in Ortega y Gasset", Hispania 78 (1995), 499.

34. E. d'Ors, "Pragmatisme", 20 diciembre 1907, en Glosari de Xenius, Tallers Gráfics Montserrat, Barcelona, 1915, II, 373-375.

35. E. d'Ors, El secreto de la filosofía, Iberia, Barcelona, 1947, 12.

36. C. Alberini, El pragmatismo, Otero Impresores, Buenos Aires, 1910.

37. C. Vaz Ferreira, Conocimiento y acción, Imprenta El Siglo Ilustrado, Montevideo, 1920.

38. J. Ortega y Gasset, Obras Completas, Revista de Occidente, Madrid, 1946-47, I, 119; IV, 97; IV, 357-358.

39. Véase T. Medin, Ortega y Gasset en la cultura hispanoamericana, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.

40. A. Basave, "Significación y sentido del pragmatismo norteamericano", Dianoia 18 (1972), 251-272.

41. O. Schutte, Cultural Identity and Social Liberation in Latin American Thought, State University of New York Press, Albany, 1993, 32.

42. J. Ferrater Mora, "Peirce's Conception of Architectonic and Related Views", Philosophy and Phenomenological Research 15 (1955), 351-359.

43. J. Xirau, "Lo fugaz y lo eterno", en Obras de Joaquín Xirau, UNAM, México, 1963, 205-214.

44. S. Alí Jafella, "Notas sobre la filosofía y su aplicación a la educación en el tomismo y en el pragmatismo", Revista de Filosofía 20 (1968), 72-80.

45. J. M. Ruiz-Werner, "Prólogo", en C. S. Peirce, Deducción, inducción e hipótesis, Aguilar, Buenos Aires, 1970, 30.

 




Última actualización: 27 de agosto 2009

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