EL FONDO DE LA ACTUALIDAD
La Gaceta de los Negocios
,
abril del 2003: no publicado


De guerras, razones y corazón



Jaime Nubiola
jnubiola@unav.es




El pasado 16 de marzo tuve ocasión de tomar parte en un encuentro de la Society for the Advancement of American Philosophy, que se reunía este año en Denver, Colorado. En el turno de ruegos y preguntas un colega pidió que la Sociedad adoptara el acuerdo de urgir al presidente Bush y al Congreso americano para que no atacara a Irak. Después de un laborioso debate, tanto acerca del tenor literal de la propuesta como por cuestiones de procedimiento, la Sociedad adoptó finalmente por abrumadora mayoría ese acuerdo que fue transmitido de inmediato por su presidente Larry Hickman a la Casa Blanca y al Congreso. Aquellos filósofos norteamericanos consideraban que tenían mejores razones en aval de su posición que el presidente Bush y su equipo de asesores. Yo me sentí realmente orgulloso de pertenecer a esa asociación profesional norteamericana, pues la filosofía nace de aquella convicción aprendida de Sócrates de que es mejor padecer injusticia que cometerla.

Cuando en 1956 la Universidad de Oxford se propuso conferir el doctorado honoris causa al presidente americano Harry S. Truman, la filósofa Elizabeth Anscombe se opuso enérgicamente a ello por la responsabilidad de Truman en las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Anscombe se ofreció incluso a pagar 100 libras esterlinas al Master del University College, el americano A. L. Goodhart, que era uno de los principales proponentes de la candidatura de Truman, si era capaz de justificar aquellas bombas con el derecho internacional en la mano. "Para los hombres elegir matar al inocente como medio de alcanzar sus fines es siempre un asesinato", sostenía con firmeza Anscombe. La Universidad le dio a Truman el doctorado, pero a los filósofos nos queda el consuelo de la valentía con la que la discípula de Wittgenstein defendió en aquella ocasión memorable contra la mayoría de sus colegas universitarios que el fin nunca justifica los medios: "Nunca se puede hacer el mal para que venga el bien".

Hace unos meses Umberto Eco recordaba, al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad Hebrea de Jerusalén, que en el trasiego del mundo actual las universidades son uno de los pocos lugares en los que es posible la comparación racional entre las diversas visiones del mundo. Esto es así porque en las universidades no sólo hay el silencio del estudio, sino también el diálogo de la contrastación de pareceres. "Nosotros, la gente de la universidad, estamos llamados a librar sin armas letales una infinita batalla por el progreso del saber y de la compasión humana", decía Eco. Me parece que esta doble invitación a los profesores universitarios, a aquellos que hemos dedicado nuestra vida a buscar la verdad y a enseñar esa búsqueda a otros, tiene una extraordinaria importancia. No sólo es misión nuestra el crecimiento del saber, sino también —y muy especialmente— el ensanchamiento de la compasión humana, de la comprensión y la capacidad de querer.

Razones y compasión. No es sólo —como decía Pascal— que el corazón tenga razones que la razón no conoce, sino que el primer mandamiento de la razón es el amor, la búsqueda de la paz, de la conciliación, del mantenimiento del diálogo incluso con aquellos que nos quieren mal. "La ley de la razón y la ley del amor son una y la misma", escribió Charles S. Peirce en un artículo en Science en 1900. El amor es —explicaba el fundador del pragmatismo— la transformación de la razón en la esfera emocional, pues en última instancia amor y razón vienen a ser esencialmente la misma cosa. De hecho, el sello distintivo de quienes buscan de corazón la verdad es que a su alrededor siembran la paz y no la guerra o la desavenencia.

Destacar la importancia del amor y la compasión puede sonar a "ternurismo" facilón, pero —como tantos repiten en estos días— si lo que se invierte en armamento bélico y en operaciones militares se invirtiera en los países y grupos más necesitados desaparecería la pobreza de la faz de la tierra. Esa es la guerra que exige la razón cuando se tiene corazón.



Diseño de la página: 9 de junio 2006
Última actualización: 22 de febrero 2008

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