Filosofía Inevitable

La filosofía no es necesaria, es inevitable. Filosofía en la vida cotidiana


 

Buscamos la respuesta a la pregunta por quiénes somos. Todo paso en falso o por decisión firme es una afirmación indiscutible de nuestra propia identidad. Parece ser que cada trozo que describe nuestra historia nos determina, que la pluralidad de acciones que desarrollamos tiene como único objetivo la radiante unidad de nuestro ser, el contenido del yo. Pero en ese camino de incertidumbre también cometemos errores, acontecimientos que nos gustaría borrar del historial de nuestras vidas. Me hace gracia leer en eyaculaciones verbales adolescentes la terrible y siempre veraz afirmación que dicta “Las personas no cambian, con el tiempo las conoces”, o las más optimistas que abogan porque un individuo puede retractarse de lo hecho y empezar de cero, y que por eso existen los centros de desintoxicación y los reformatorios. Y sabéis… no hay nada más falaz, ni absurdo, que eso.

El punto no está en que las personas cambien o no, el punto está en el devenir. Nadie es quien es continuamente. Nadie completa el acto de sí mismo en ningún punto, porque cuando quiera pensar en ello ya es pasado y si quiere anticiparse, estará hablando de un futuro que no existe. El ser humano es capaz de lo mismo y lo contrario en la corta línea de su existir. Una misma persona puede cometer una atrocidad y un acto de amor, sin ser por ello alguien horrible o amable. El problema radica en la mente, en la ridícula necesidad de nombrar todo lo que conocemos, en el ansia de etiquetar con adjetivos a todo individuo. El que roba una vez es un ladrón, el que regala algo es solidario, el que perdona es compasivo y el que no puede hacerlo es un orgulloso.

Se nos escapa que lo maravilloso a la par que terrible del hombre es que desde que nace hasta que muere está en un continuo llegar a ser, en un no ser jamás quien es en concreto. Poco sabemos de lo que hay después de la muerte desde la perspectiva espiritual, pero desde la material sabemos que de algún modo somos inmortales. Nuestra materia, que ni se crea ni se destruye, continuará transformándose en la eternidad sin ser algo antes de llegar a ser otra cosa. Lo mismo ocurre con lo que creemos que nos determina en vida, por eso son tan complicadas las relaciones humanas. Es común que guardemos nuestra peor cara para nosotros mismos y mostremos una menos real y más conveniente a aquellos a los que queremos agradar. En el fondo todos ocultamos nuestras mayores miserias a los ojos de quienes creemos “no tienen de eso”, cuando lo cierto es que todos estamos tan predispuestos a la traición, como al amor. Una vez que este hecho se presenta ante nuestras atónitas conciencias es fácil caer en la desconfianza, pero ese no debería ser el punto, el punto debería ser esperar cualquier cosa de cualquiera, y por supuesto, no dejarnos fuera del saco. No solo es la mejor forma de no decepcionarnos ante las expectativas puestas en ciertas personas, sino que muchas veces es la única forma de suministrarnos una dosis de humildad conscientes de que nosotros muchas veces somos víctimas, muchas veces verdugos.

 

 

 

 

 

 


Responsables del proyecto: Sofía Brotóns [sbrotons@alumni.unav.es] y Alejandra Silva Correa [alej.silva.c92@gmail.com]

Fecha del documento: 9 de noviembre 2015
Última actualización: 23 de noviembre 2015


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