Filosofía del Lenguaje
Prof. Jaime Nubiola
Universidad de Navarra

J. L. Austin:
Ensayos filosóficos

 

"Emisiones realizativas"

Ciertamente hay una gran cantidad de usos del lenguaje. Es más bien una pena el que la gente tienda a invocar un nuevo uso del lenguaje siempre que se sienten inclinados a hacerlo, para que les ayude a salir de este, de aquel o del otro bien conocido enredo filosófico; necesitamos más de un entramado en el que discutir estos usos del lenguaje; y también creo que no debiéramos desesperarnos tan fácilmente y hablar, como tiende a hacer la gente, de los infinitos usos del lenguaje. Los filósofos hacen esto cuando han enumerado tantos como, digamos, diecisiete; pero incluso si hubiese unos diez mil usos del lenguaje, seguro que podríamos enumerarlos todos con tiempo. Esto, después de todo, no es mayor que el número de especies de escarabajo que los entomólogos se han tomado la molestia de enumerar. Pero sean cuales fueren los defectos de cualquiera de ambos movimientos —el movimiento 'verificacionista' o el movimiento del 'uso del lenguaje'—, en cualquier caso han dado lugar, nadie podría negarlo, a una gran revolución en filosofía y, dirían muchos, la más saludable en su historia. (Una pretensión, si se paran a pensarlo, no muy inmodesta.)

[J. L. Austin: "Emisiones realizativas" en Ensayos filosóficos, compilados por J. O. Urmson y G. J. Warnock; traducción y presentación de Alfonso García Suárez, Madrid: Revista de Occidente, 1975, p. 218]

 

"Sis y puedes"

En la historia de la investigación humana, la filosofía ocupa el lugar del sol central inicial, seminal y tumultuoso: de tiempo en tiempo se desprende de alguna porción de sí mismo que toma posición como una ciencia, un planeta, tibio y bien regulado, que progresa regularmente hacia un distante estado final. Esto sucedió hace tiempo con el nacimiento de la matemática, y después con el nacimiento de la física; tan sólo en el siglo pasado hemos presenciado el mismo proceso una vez más, lento y en su momento casi imperceptible, con el nacimiento de la ciencia de la lógica matemática, mediante la labor conjunta de filósofos y matemáticos. ¿No es posible que el siglo venidero pueda ver el nacimiento, mediante la labor conjunta de filósofos, gramáticos y otros numerosos estudiosos del lenguaje, de una verdadera y exhaustiva ciencia del lenguaje? Entonces nos libraremos de una parte más de la filosofía (aún quedarán muchísimas) de la única manera en que podemos siempre librarnos de la filosofía, lanzándola hacia arriba.

[J. L. Austin: "Sis y puedes" en Ensayos filosóficos, p. 215]

 

Huir de la simplificación: "Hemos de evitar a toda costa la simplificación excesiva que estaríamos tentados de calificar como la enfermedad profesional de los filósofos, si no fuera su profesión".

 

"Un alegato en pro de las excusas"

"En primer lugar, las palabras son nuestras herramientas, y, como mínimo, debiéramos usar herramientas pulidas: debiéramos saber qué significamos y qué no, y debemos estar prevenidos contra las trampas que el lenguaje nos tiende. En segundo lugar, las palabras no son (excepto en su propio pequeño rincón) hechos o cosas: necesitamos por tanto arrancarlas del mundo, mantenerlas aparte de y frente a él, de modo que podamos darnos cuenta de sus inadecuaciones y arbitrariedades, y podamos remirar el mundo sin anteojeras. En tercer lugar, y lo que es más esperanzador, nuestra común dotación de palabras incorpora todas las distinciones que los hombres han hallado conveniente hacer, y las conexiones que han hallado conveniente establecer, durante la vida de muchas generaciones; seguramente es de esperar que éstas sean más numerosas, más razonables, dado que han soportado la larga prueba de la supervivencia del más apto, y más sutiles, al menos en todos los asuntos ordinarios y razonablemente prácticos, que cualesquiera que plausiblemente usted o yo elucubrásemos en nuestros sillones durante una tarde —el método alternativo más socorrido.

En vista de la prevalencia del slogan 'lenguaje ordinario', y de nombres tales como filosofía 'analítica' o 'lingüística' o 'el análisis del lenguaje', es necesario subrayar especialmente una cosa para evitar malentendidos. Cuando examinamos qué diríamos cuándo, qué palabras usaríamos en qué situaciones, no estamos tampoco meramente considerando las palabras (o 'los significados', sean lo que fueren), sino también las realidades, para hablar de las cuales usamos las palabras; estamos empleando una agudizada apercepción de las palabras para agudizar nuestra percepción de, aunque no como el árbitro final de, los fenómenos. Por esta razón creo que pudiera ser mejor emplear, para este modo de hacer filosofía, un nombre menos desorientador que los dados anteriormente —por ejemplo, 'fenomenología lingüística', sólo que es un tanto rimbombante".

[J. L. Austin: "Un alegato en pro de las excusas" en Ensayos filosóficos, p. 174].


"Veamos ahora la Última Palabra. Ciertamente, el lenguaje ordinario no puede tener la pretensión de ser la última palabra, si es que existe tal cosa. Incorpora, realmente, algo mejor que la metafísica de la Edad de Piedra, a saber, como se dijo: la experiencia y la agudeza heredadas de muchas generaciones de hombres. Ahora bien, esa agudeza se ha centrado primariamente en las ocupaciones prácticas de la vida. Si una distinción funciona bien para los propósitos prácticos de la vida ordinaria (lo cual no deja de ser una hazaña, pues incluso la vida ordinaria está llena de casos difíciles), entonces es seguro que tiene que haber algo en ella, algo remarcará; aunque es bastante de esperar que no sea la mejor forma de ordenar las cosas si nuestros intereses son más amplios o más intelectuales que los ordinarios. Y además esa experiencia se ha obtenido sólo de las fuentes al alcance de los hombres corrientes a lo largo de la mayor parte de la historia civilizada; no se ha alimentado de los recursos que proporcionan el microscopio y sus sucesores. Y debe añadirse también que la superstición y el error y todo género de fantasía se han incorporado al lenguaje ordinario e incluso a veces soportan la prueba de la supervivencia (sólo que, cuando lo hacen, ¿por qué no habríamos de detectarlo?). Ciertamente, pues, el lenguaje ordinario no es la última palabra: en principio en todo lugar puede ser complementado y mejorado y suplementado. Pero recordemos, es la primera palabra".

[J. L. Austin: "Un alegato en pro de las excusas" en Ensayos filosóficos, p. 177].


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Ultima actualización: 5 de abril 2016