Curso Filosofía del Lenguaje II
Prof. Jaime Nubiola
Universidad de Navarra

La máquina de la representación

Manuel Cruz
mcruzo@alumni.unav.es




Si Platón viviese en el mundo de hoy se quedaría perplejo. En el mito de la caverna describe a los prisioneros como "aquellos que aman las audiciones y espectáculos" y "se deleitan con sonidos bellos o con colores y figuras bellas, y con todo lo que se fabrica con cosas de esa índole; pero su pensamiento es incapaz de divisar la naturaleza de lo Bello en sí y de deleitarse con ella"1. Francamente el filósofo ateniense se refería sobre todo a la sociedad de su tiempo, dominada por la sofística y los políticos mediocres. Sin embargo creo que el mito de la caverna tiene mucho más valor ahora que cuando fue escrito porque si bien entonces los hombres se dejaban seducir por lo que no tenía valor, ahora nos encontramos ante la máquina misma de la representación: la televisión. El hombre actual vive de la representación, su cabeza está llena de imágenes rápidas que apenas le permiten organizar su vida.

En términos filosóficos se puede describir el hecho de ver la tele como ausencia de actividad, pasividad absoluta o no actualización de las potencias propias del hombre. Cuando una persona se sienta a ver la tele pierde su estatus de sujeto y se convierte en objeto. Ahora el hombre es objeto para un sujeto, la televisión ha pasado a configurar al hombre mismo. Esto es inevitable debido al mecanismo del propio artefacto: una expulsión de fotones, de colores, de imágenes rápidas que no piden ser contempladas, sino más bien ser recibidas. La contemplación es una actividad, la receptividad es pasividad. Sólo hace falta mirar los ojos de quien está viendo la tele para darse cuenta de que en ese momento el sujeto deja en cierto modo de ser sí mismo para ser un sujeto pasivo, un objeto, un individuo más del montón.

De este modo el ser humano es muy fácilmente manipulable. Al ver la televisión se pone coto al pensamiento, se le dice: "ahora toca no pensar, simplemente sumergirse en el mundo de la representación". Y así el ser humano cava su propia tumba intelectual y espiritual (y cuando digo espiritual me estoy refiriendo a la actividad propia del espíritu humano). Los políticos y empresarios son muy conscientes de que es fácil dominar al que ve la tele y por ello la utilizan para transmitir sus ideas o vender sus productos. En clave marxista podríamos decir que la tele constituye una alienación sin precedentes: el hombre se despoja de sus facultades espirituales y pasa a estar dominado por los medios de comunicación, y además ¡ni siquiera es consciente de ello!

Hablando de los lotófagos (unos seres cuya existencia la dedican únicamente a ingerir plantas placenteras) León Kass afirma que "viven en un presente placentero, sin objeto y eterno, sin problemas ni tensiones (…). No tienen problemas, no los encaran ni los causan"2. Algo semejante podría decirse de la sociedad actual. Por medio de la televisión, el hombre se vuelve pasivo ante la vida: se lo dan todo hecho y no busca cultivar su espíritu. De este modo se convierte en espectador que deja que pase su vida del modo más agradable posible, y cuando llegue al final de su vida se preguntará: "¿y yo para qué he vivido?".

Es necesario en el mundo en que vivimos ensalzar la cultura, la literatura, la música y el arte. Nunca en la historia de occidente el ser humano ha tenido tantas oportunidades de enriquecerse culturalmente (nunca hemos tenido tanto libre) y en cambio las personas desperdiciamos nuestro tiempo inútilmente ante la "caja tonta".

¿Y qué sucede con el cine? Ciertamente comparte con la televisión el soporte material. Sin embargo, el cine si que deja lugar (al menos el buen cine) para la contemplación y por eso podemos llamarlo arte. Muchos de los temas fundamentales del hombre quedan muy bellamente plasmados en una coordinación de fotogramas y música, una simbiosis que le inserta a uno en un mundo mágico, ajeno y enigmático.

Este modo de hablar acerca de la televisión puede parecer muy radical. Hay que entender el fenómeno en general para luego hacer salvedades. Es cierto que el ser humano necesita descansar y a veces el mejor modo es disfrutar viendo un partido de fútbol, pero quitando algunas excepciones de este tipo la televisión en su conjunto es perversa: deshumaniza al hombre convirtiéndolo en sujeto pasivo, quita tiempo a las relaciones entre las personas (¡cuántas familias dejan de hablar en la comida por ver la televisión!), impide el ejercicio correcto del pensamiento (una mente llena de fotones es un manicomio de imágenes), y se podría hacer una lista larguísima....

La solución a esto es difícil. Un fenómeno tan arraigado en la sociedad sólo puede ser corregido con una buena educación y tiempo, pero ante todo es preciso que cada uno sea consciente de esto y tome las medidas oportunas.



Notas

1. PLATÓN, 476b.

2. L. Kass, El alma hambrienta, Ediciones Cristiandad, Madrid 2005, p.192.


Diseño de la página: Izaskun Martínez
Última actualización: 2 de junio 2006

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