Curso Filosofía del Lenguaje II
Prof. Jaime Nubiola
Universidad de Navarra

Relativismo frente a pluralismo

Imanol Calvo
icbadiola@alumni.unav.es




Enzarzado con un amigo en una de esas discusiones con vocación metafísica y en la que se tocan simultáneamente todos lo temas y ninguno, volvía de una fiesta por la frías calles de Pamplona. La discusión, iniciada por cuestiones éticas, había derivado por parte de mi amigo en una especia de análisis etológico del hombre. Lo cierto es que en su dogmático relativismo no era capaz de discernir entre la faceta ética y la etología: para él actuar era un hecho constatable empíricamente que correspondía a unas disposiciones dadas culturalmente. Juzgar lo que es moralmente mejor simpliciter es imposible, pues siempre estamos determinados por una perspectiva; luego no hay acción ni mejor ni peor.

Intentando salvar lo evidente le dije que aun en el caso de que no podamos juzgar enteramente la bondad de algo por nuestra limitada perspectiva, tiene que haber acciones mejores o peores. Él terció que si no podemos juzgarlas enteramente tampoco podemos saber si las hay. (Como se puede ver varió un poco su postura porque al principio negaba el que hubiera algo moralmente mejor y luego negaba únicamente su conocimiento.)

Lo importante en la discusión era si verdaderamente hay algo moralmente mejor o eso es sólo una fabricación humana determinada por la educación y la cultura. Lo cierto es que la conversación también tenía tintes metafísicos: no sólo hablábamos de si hay una acción mejor, sino también de si hay una cosmovisión más verdadera. ¿Hay una visión más verdadera o una acción mejor? Si así es, ¿cómo podemos saber que la hay? Paralelamente, ¿cómo podemos saber qué acción es mejor o qué postura es más verdadera si siempre partimos de una visión dada?

La discusión quedó pendida en el aire e intentar abordar en este ensayo una solución es imposible; podríamos plantearla desde muchas perspectivas: intentar demostrar que el hombre es libre independientemente de su cultura, que hay una verdad metafísica...; pero ahora sólo me voy a fijar en un rasgo del pragmatismo que me ha resultado interesantísimo y que puede arrojar luz a estas cuestiones: el pluralismo cooperativo.

Esencialmente una visión que se desprendía de la postura de mi amigo era la de que las ideas que uno tiene eran compartimentos estancos e independientes a las que puede tener otro. Esta visión está mal fundada. Puede que, como hemos visto desde siempre, posturas diversas tiendan a entrar en conflicto, o que haya ideas que sean irreductibles entre sí, pero el hombre es comunicativo por naturaleza: no sólo tiene ideas, sino que las comparte e, incluso, las puede aunar con las de otro. Aun más: no tendría apenas ideas si no se comunicara con los demás.

Así pues, podemos, de hecho, juzgar lo que es mejor o no desde la propia práctica de diálogo. El ser humano es creativo y comunicativo, y no sólo recibe ideas y posturas, sino que crea o descubre nuevas, las reelabora, discierne entre ellas…, y todo esto responde a su natural búsqueda de la verdad (“Omnes homines natura scire desiderant1 ). El problema está en que en esta búsqueda podemos olvidarnos de la necesidad de la comunicación y tender a absolutizar una sola postura. Ésta es una de las razones en las que se fundamenta el relativismo: Lyotard, por ejemplo, dice que tras Auschwitz ninguna postura debe pretender universalidad. Aparte que esta afirmación en una injusticia para las víctimas (pues ni siquiera su sentido de la justicia puede ser considerado universal), es sólo un contrapunto excesivo a una postura excesiva. El hombre gana más si en vez de abdicar de su intento de hallar una verdad universal por los fallos con los que se topa en su camino, la busca desde el diálogo y aprendiendo de los fallos.

Recuerdo que al principio de la carrera (tanto por las explicaciones del profesor Alvira como por la propia fuerza de su figura) Sócrates se convirtió en un referente para nuestra clase, incluso a la hora de formular chistes. Lo sigue siendo y, en particular, a mí me sigue admirando su método. El método (en cuya raíz está la palabra griega hódos: camino) es un ejemplo de punto intermedio entre el fundamentalismo de las posturas tradicionalistas atenienses y el relativismo de los sofistas. No vale fundar la verdad en nuestra cultura de manera exclusivista, pero tampoco eso implica que no haya ninguna verdad. La verdad es algo que se debe buscar, que debemos encontrar desde la mutua comprensión y la cooperación: aunando las diversas perspectivas podemos avanzar en el camino del descubrimiento de la verdad.

Aparte de las contradicciones internas en las que incurre todo relativismo (si no hay verdad es versas que no hay verdad, luego ya hay verdad), esta postura supone una renuncia incomprensible a la búsqueda natural de la vida humana. Aspiramos a saber y este saber, a su vez, está íntimamente conectado con nuestra propia vida, con el bien último al que aspiramos. Renunciar a la verdad es renunciar a ser hombre.



Notas

1 ARISTÓTELES, Metafísica, l. I, 1


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Última actualización: 24 de abril 2006

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