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La Gaceta de los Negocios
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10 de mayo de 2003, Fin de Semana/4

 



Decir la verdad

Jaime Nubiola
jnubiola@unav.es





En estas últimas semanas me ha venido con frecuencia a la cabeza aquella expresión atribuida al senador californiano Hiram W. Johnson en 1918 de que "en la guerra la primera baja es la verdad". Quizá esto no había sido nunca tan verdadero como en la reciente guerra de Irak. Las noticias que distribuían la mayor parte de los medios de comunicación españoles resultaban tan diferentes de las que recogían los medios norteamericanos que casi parecía que estaban hablando de guerras distintas. Pienso que en esta ocasión no era que cada uno viera la feria según le iba en ella, sino que más bien —rectificando a von Clausewitz— la información ha sido la continuación de la guerra a través de los medios.

"La mentira no es medio para la verdad" ha escrito Gabriel Zanotti. La subordinación de la verdad a los intereses políticos produce un daño social de efectos incalculables, porque el imperio de la mentira corrompe todo lo que toca. El reconocido periodista Jean-François Revel anotaba el 31 de diciembre del 2000 en su Diario de fin de siglo una lúcida conclusión a este respecto: "Todavía tenemos demasiado arraigadas, pese a la victoria de la democracia, las deformaciones intelectuales del totalitarismo. La democracia no habrá ganado del todo mientras mentir siga pareciendo un comportamiento natural, tanto en el ámbito de la política como en el del pensamiento". Nos encontramos en una sociedad que se considera avanzada científica y socialmente, pero en la que, sorprendentemente, la verdad apenas tiene valor. Se considera del todo aceptable que un político mienta de modo descarado, simplemente porque —suele decirse como justificación— "todos lo hacen".

Sin embargo, la norma primera para quienes aspiramos a una convivencia humana realmente democrática es decir siempre la verdad, sabiendo que ese principio no equivale a decir toda la verdad o todas las verdades en todo momento —lo que sería agotador—, ni tampoco equivale a tener que decírsela constantemente a todo el mundo —lo que resultaría insoportable—, pero sí que se identifica con una honda aspiración a que la veracidad y la transparencia presidan siempre nuestras relaciones y la organización de la sociedad. Una manera más clara y pragmática de este principio se encuentra quizás en su formulación negativa: nunca podemos mentir, nunca podemos hacer promesas que sepamos que no vamos a cumplir, nunca podemos sembrar intencionadamente interpretaciones erróneas. Cuando no pueda decirse la verdad o toda la verdad, porque ésta resulte contraproducente o inoportuna, porque no puedan entendernos o no quieran escucharnos, si no se daña a nadie, es mejor optar discretamente por el silencio. Contra el refrán popular, quien calla nunca otorga: el que guarda silencio simplemente espera el tiempo oportuno.

La pretensión de que no sólo la veracidad, sino incluso la transparencia, presidan las relaciones humanas y la organización de la sociedad es vista con recelo por muchas personas, quizá la mayoría, y suelen descalificarla como algo empobrecedor o, en todo caso, como un ideal adecuado para la Madre Teresa de Calcuta, pero no para quienes vivimos en una sociedad tan compleja como la nuestra de principios del siglo XXI. Comprendo esa posición y las muchas razones "prácticas" que la avalan, pero para una vida cumplidamente humana el ideal de la transparencia resulta realmente mucho más enriquecedor. Ya Séneca en el siglo I recomendaba ese estilo de vida: "Considérate feliz cuando puedas vivir a la vista de todos". Se trata de algo rotundamente opuesto a la cultura angloamericana dominante, enraizada en el culto al individuo y a la privacy, pero del todo indispensable para una convivencia genuinamente democrática en la que los medios de comunicación tienen un papel decisivo.

Los seres humanos anhelamos siempre la verdad y por esa misma razón leemos periódicos o vemos noticias en la televisión. A veces se dice que lo malo no es mentir, sino vivir en la mentira, pero no es así. Lo malo es mentir porque en la mentira no se puede vivir.



Diseño de la página: 9 de junio 2006
Última actualización: 9 de junio 2006

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