Teorema XX/1-2, 2001, 173-177



Elizabeth Anscombe (1919-2001)



Jaime Nubiola
Universidad de Navarra
jnubiola@unav.es





El pasado 5 de enero fallecía en Cambridge (Inglaterra) Gertrude Elizabeth Margareth Anscombe, discípula de Ludwig Wittgenstein, cuya cátedra de filosofía en la Universidad de Cambridge ocupó desde 1970 hasta su jubilación en 1986. Cuando murió, contaba con 81 años de edad y desde hace algún tiempo estaba enferma del corazón. Le sobreviven su esposo, el también destacado filósofo, Peter Geach, y sus siete hijos, tres varones y cuatro mujeres. Sólo uno de los hijos, Mary, se dedica profesionalmente a la filosofía, y a su vez está casada con el también filósofo Luke Gormally, autor de bioética que ha sido durante años director del Linacre Centre for Health Care Ethics de Londres.

Elizabeth Anscombe estudió en Sydenham School y se graduó en St. Hugh's College en Oxford. En 1942 conoció a Wittgenstein en Cambridge y pronto se convirtió en uno de sus más fieles discípulos. Cuando en 1946-47 fue nombrada Research Fellow en Sommerville College en Oxford, Anscombe viajaba todas las semanas a Cambridge para asistir a las clases de Wittgenstein. Elizabeth era la excepción en el recelo general de Wittgenstein hacia las mujeres académicas y se refería a ella con frecuencia con el apelativo afectuoso 'old man'. En su formidable biografía de Wittgenstein, Ray Monk recuerda una ocasión en la que Wittgenstein, al comprobar que no había otras mujeres en el aula, le dijo a ella en una clase: "¡Gracias a Dios nos hemos librado de las mujeres!" [Monk (1990), p. 498]. De hecho, Wittgenstein, pocos años después, enfermo ya de cáncer, se trasladaría a vivir durante varios meses a la casa de Anscombe y Geach en Oxford: se sentía incapaz de escribir y de vivir solo, pero todavía capaz de hablar de filosofía. A Elizabeth Anscombe iban dirigidas aquellas famosas palabras de Wittgenstein poco antes de morir: "¡Eliza, yo siempre he amado la verdad!".

Después de la muerte de Wittgenstein en 1951, Anscombe dedicó muchas energías durante años para que su legado filosófico, escrito en su mayor parte en alemán, viera la luz. En particular, debe mencionarse su prodigiosa traducción al inglés de las Investigaciones filosóficas. El Times de Londres lo reconoce abiertamente en su necrología: "Los lectores angloparlantes están particularmente en deuda con ella por su cuidadosa traducción de las Philosophical Investigations, probablemente la obra de Wittgenstein más conocida e influyente. Ella siempre se refería con gratitud al hecho de que Wittgenstein hubiera sido uno de sus maestros. Los lectores de Wittgenstein deben expresar su agradecimiento por el hecho de que ella fuera uno de sus estudiantes" [8 enero 2001].

Además de su trabajo como albacea literario de Wittgenstein, Elizabeth Anscombe será recordada entre los filósofos por su libro de 1957 Intention, que es considerado como el documento fundacional de la filosofía contemporánea de la acción, su monografía de 1959 An Introduction to Wittgenstein's Tractatus, en la que estudia magistralmente el primer libro de Wittgenstein, y por muchos de los artículos compilados en sus tres volúmenes de Collected Philosophical Papers de 1981, que tuvieron un singular impacto en los círculos académicos. Entre ellos merece especial mención su trabajo "Modern Moral Philosophy" de 1958, que jugó un papel muy significativo en la renovación del interés contemporáneo —de la mano de Alasdair MacIntyre y otros— en la noción aristotélica de las virtudes humanas y en la investigación en filosofía de lo mental.

Como su maestro, y a diferencia de su marido, huyó siempre de las exposiciones sistemáticas y de los planteamientos globales. Su género literario por excelencia era eso que los británicos denominan "papers"; casi lo son también sus escasos libros. Su extraordinaria agudeza y claridad mental, su originalidad y rapidez, parecían tener su lugar natural en los textos breves, que leía —como ha recordado algún obituario— con una voz bellísima que contrastaba con su apariencia personal a veces descuidada. En sus textos evita todo lugar común, se ahorra la repetición cansina de doctrinas ya consabidas, dibuja rápida y certeramente el núcleo del problema como si antes nadie se lo hubiera planteado, y —tras su argumentación— caen unos cuantos tópicos en los que todos creíamos o se abren perspectivas del todo imprevistas. Por eso resulta tan difícil de resumir su aportación a la filosofía contemporánea: no hay un cuerpo de doctrina, un planteamiento global o una intuición básica que —después— se aplique a las diversas cuestiones; no hay un "resolvedor universal de problemas filosóficos". Y, justo por ello, por semejante ausencia de prejuicios, su tratamiento de los problemas es siempre fresco y genuino.

Así, por ejemplo, en Intention tras distinguir tres usos distintos de la palabra, tener la intención de, actuar intencionadamente y hacer A con la intención de B, mostró —contra todo mentalismo— que el primero y el tercero de estos usos son parasitarios del segundo. O en "The First Person" subraya la asimetría gramatical entre la primera y la tercera persona sin sostener dualismo alguno. Contra todo naturalismo prueba que "yo" no refiere a la persona que yo soy, pero contra todo dualismo prueba también que no refiere a ego alguno dentro de mí. Quizá pocas veces se ha hecho tanta justicia al atractivo del planteamiento cartesiano y a la vez se ha mostrado tan claro su carácter sofista. En "The Intentionality of Sensation" deja claro que los objetos de las sensaciones, etc., no pueden ser tratados extensionalmente, pero a la vez machaca la idea de que sean reducibles a realidades o "cositas" mentales. Su ejemplo sigue quizá siendo la mejor manera de plantear el problema: si los griegos adoraban a Zeus, ¿qué adoraban los griegos? ¿La idea de Zeus? También en este, como en tantos otros puntos, su contribución a un problema tan nuclear en filosofía de lo mental como la intencionalidad característica de los fenómenos mentales es decisiva: un objeto intencional no es una realidad psicológica, no hay dos tipos de realidades, las extensionales y las intencionales.

Hace unos pocos meses, al introducir el volumen suplementario de Philosophy dedicado a ella, Roger Teichmann llamaba la atención sobre la amplitud de los intereses filosóficos de Anscombe, que se ponía de manifiesto en los títulos de los tres volúmenes de sus Collected Papers: From Parmenides to Wittgenstein, Metaphysics and the Philosophy of Mind, y Ethics, Religion and Politics, y añadía: "A veces un filósofo que echa su red en amplitud lo hace a costa de la profundidad, pero esta es la última cosa que podría decirse de la filosofía de Anscombe. Casi podría decirse que la profundidad es uno de los rasgos más característicos de su escritura" [Teichmann, (2000), p. vi]. Quizá sea la dificultad que a menudo lleva consigo esta profundidad una de las causas de la escasa presencia de traducciones de sus escritos al castellano. Concretamente, su obra más importante Intención no apareció hasta 1991 traducida por Ana Isabel Stellino y con una introducción de Jesús Mosterín y su Introducción al "Tractatus" de Wittgenstein apareció en traducción de Marcelo Pérez Rivas en 1977 en El Ateneo, Buenos Aires, pero es difícil de obtener en España.

La profesora Anscombe, conversa al catolicismo a los 21 años, no sólo ha sido una filósofa brillante y original, sino que a lo largo de toda su vida ha constituido un excepcional ejemplo —en palabras de Alejandro Llano— de "mujer fuerte, que siempre está en la brecha en defensa de los hombres". Efectivamente, fiel tanto a Wittgenstein como a sus convicciones, Elizabeth Anscombe realizó desde su juventud el ideal filosófico de orientar toda la vida hacia la verdad. Fue siempre una pensadora original y a menudo a contracorriente de las mayorías o de las conveniencias políticas. Por ejemplo, cuando la Universidad de Oxford se propuso conferir el doctorado honoris causa al presidente americano Harry S. Truman, ella se opuso enérgicamente junto con otros dos colegas por la responsabilidad de Truman en las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. "Elegir matar al inocente como medio de alcanzar tus fines es siempre asesinato", sostuvo con firmeza Anscombe a este respecto [Anscombe (1957, 1981), p. 66]. De manera análoga, en múltiples ocasiones escribió brillantemente sobre la sexualidad, la natalidad, la protección del no nacido y muchos otros temas de actualidad, escandalizando a muchos colegas británicos más acomodaticios con las modas.

La profesora Anscombe viajó mucho, dando clases y conferencias en numerosos países europeos y americanos. En España visitó muy frecuentemente durante los setenta y ochenta la Universidad de Navarra, que le confirió el grado de Doctor honoris causa en enero de 1989. En ese mismo año, en el que sería su último viaje a España, tomó parte en el Simposio sobre Wittgenstein organizado por Josep-Maria Terricabras en Girona [Terricabras (1993)]. La vida de la profesora Anscombe, llena de resultados académicos, está también cuajada de anécdotas simpáticas. En su reciente obituario en The Guardian, Jane O'Grady recordaba cómo en una ocasión en Chicago, al ser asaltada en la calle por un ladrón, ella le increpó diciendo que esa no era manera de tratar a un visitante. Enseguida comenzaron a charlar y el atracador terminó acompañándola hasta su hotel mientras la reconvenía por circular sola por una zona tan peligrosa de la ciudad. La anécdota es bien significativa, y muestra no sólo el fino corazón de una filósofa, sino también su convicción —de filiación wittgensteiniana— en la capacidad de la palabra para lograr una verdadera comunicación1.



Notas

1. Agradezco la generosa ayuda de Jorge V. Arregui en la preparación de esta nota necrológica, así como las correcciones y sugerencias de S. Barrena y J. Luna.




REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS





Última actualización: 27 de agosto 2009

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