Publicado en Naturaleza y Gracia 45 (1998), 378-389
Acaba de ver la luz en la Editorial Tecnos la segunda edición de El secreto de la filosofía de Eugenio d'Ors, publicado por primera —y única vez hasta ahora— en 1947, hace ya más de cincuenta años1. Como destaca Manuel Garrido en la nota editorial con la que presenta esta edición, El secreto de la filosofía es "la obra de pensamiento más ambiciosa de Eugenio d'Ors y una de las más importantes de la filosofía española del siglo XX" (p. 7).
En esta segunda edición se reproduce fielmente el texto original, incluidos el apéndice "La filosofía en quinientas palabras" y las 28 ilustraciones de la primera. Es muy de agradecer el cuidadoso trabajo de Ángel d'Ors y Alicia García-Navarro para la eliminación de las erratas de la edición de 1947, la actualización de la ortografía y la normalización de los signos de puntuación. La nueva edición viene precedida por un texto de José Ferrater Mora de 1946, que lleva por título "Eugenio d'Ors: Sentido de una filosofía" y que resulta una excelente introducción al pensamiento de d'Ors. El libro se cierra con un índice de las ilustraciones y un útil índice onomástico. El conjunto resulta un libro excelentemente editado, manejable y atractivo.
El propio Eugenio d'Ors consideró El secreto de la Filosofía como su
obra más importante2, pues era la decantación
de las reflexiones filosóficas que durante más de cuarenta años le habían ocupado.
Como escribió Aranguren, "dar una visión de conjunto de este último y gran libro
de Eugenio d'Ors exigiría la composición de otro libro"3.
Así es, y por esa razón en esta nota aspiro sólo a describir algunas de las
circunstancias de la publicación primera de aquel libro de d'Ors, una presentación
de algunos elementos de su contenido y una breve valoración literaria.
En 1946 Eugenio d'Ors ha cumplido ya los sesenta y cinco años. Prepara recopilaciones de sus escritos en castellano y —como escribe certeramente Jardí— "no obstante estar percatado de que el conjunto de su obra dispersa ofrecía una mayor coherencia de lo que parecía a simple vista, se daba cuenta de que todavía no había dado el «do de pecho», de que le faltaba aquel punto de culminación o redondeamiento de la propia labor"4. Su "do de pecho" será El secreto de la Filosofía, publicado en otoño de 1947, en el que aspira a presentar de modo sistemático "su filosofía", o incluso mejor, el secreto de su filosofía: se trata del "secreto según el cual la Filosofía, eliminadora de tantos falsos saberes, ha de pasar por tales saberes (...). Debe practicar los métodos de la ciencia y hasta adaptarse a ellos, interinamente siquiera, para justificar su derecho a distintos métodos. Pues cumple a la Filosofía hacer de vuelta los viajes que hace de ida el vivir" (p. 27).
En el compendio de sus recuerdos de las estancias veraniegas de Eugenio d'Ors en Villanueva y la Geltrú, Nicolás Barquet da noticia en el verano de 1947 de que el texto de El secreto de la Filosofía, que iba a aparecer en el otoño siguiente en la Editorial Iberia de Barcelona, había "sido escrito íntegramente en la playa villanovesa en el transcurso de los tres últimos veranos que ha residido aquí"5. Enric Jardí, autor de la mejor biografía de Eugenio d'Ors disponible hasta la fecha, tuvo ocasión de hablar con "Nucella" Fernández Castillejo, la última secretaria que tuvo Eugenio d'Ors, sobre la forma concreta en que d'Ors escribió este libro. La secretaria le contó —anota Jardí— que d'Ors iba dictándole el texto sin notas delante y que al interrumpir el dictado para realizar otros trabajos literarios más urgentes, como podían ser sus colaboraciones habituales en la prensa, volvía a reanudar la redacción del libro con sólo indicarle su secretaria la última palabra que había escrito a máquina. "No hacía falta que le fuese leída la última página"6, concluye. Ambas referencias podrían llevar a pensar erróneamente que El secreto de la Filosofía fue un entretenimiento veraniego, improvisado alegremente por Eugenio d'Ors para ocuparse cuando no tenía otra cosa mejor o más urgente que hacer. Nada de eso se ajustaría a la realidad. El secreto de la Filosofía es para d'Ors la culminación definitiva de todos sus trabajos en filosofía, a la que había prestado muchísima atención desde sus años de estudiante.
El propio autor explica en la introducción (p. 25) que este libro es un trasunto fiel de las lecciones impartidas treinta años antes en Barcelona, en el curso 1917-18, y de las lecciones que dictó en Córdoba (Argentina) en 1921 y en Ginebra en 1933. De hecho a lo largo de todo el grueso volumen van apareciendo una y otra vez, con mayor o menor referencia expresa a sus lugares de publicación original, casi todos los temas y problemas filosóficos sobre los que d'Ors estudió, trabajó y publicó a lo largo de toda su vida. A este respecto vale quizá la pena citar por extenso unas declaraciones del propio Eugenio d'Ors en enero de 1948, al poco de aparecer El secreto de la Filosofía, en las que habla de la historia biográfica de este libro:
"Medio siglo entero se cumple, desde el momento en que su autor, apenas bachiller entonces, diera una página, titulada "Para la síntesis", primer indicio de una vocación filosófica, grito de guerra contra la esterilidad de la especialización positivista. Cuarenta años casi, desde sus iniciales manifestaciones públicas, los trabajos de crítica de la ciencia llevados, de estudiante, al tercer Congreso Internacional de Filosofía en Heidelberg; treinta, desde los comienzos de una enseñanza, que obligó a ceñir, en una sistematización, elementalmente pedagógica por lo menos, las adquisiciones de una formación, ya imantada, bien que todavía oscilante. La orgánica estructura de sistema se alcanza ahora, pero se fijaba de antiguo. El autor, acaso, no lo sabía; pero lo sabía su Angel, que le guardó desde muy pronto, en este capítulo, de la monografía circunstancial y de la exploración dispersa"7.
Esta explicación resulta necesaria para advertir por qué El secreto de la Filosofía es —como lo califica Jardí— el libro capital de Eugenio d'Ors. "Yo no sé —no puedo saber— porque soy un profano en Filosofía, si merece el calificativo de "obra maestra", (...) pero sí me es dable señalar la evidencia del hecho que, con aquella obra voluminosa, Eugenio d'Ors realizó un serio esfuerzo para exponer de un modo coherente la totalidad de su pensamiento filosófico"8. La valoración de su trabajo como filósofo depende, pues, del valor que se asigne a este libro. En él se encierran expuestas de un modo orgánico, de un modo buscadamente sistemático, la mayor parte de sus más luminosas intuiciones y de sus expresiones más brillantes, dispersas hasta entonces en su enorme Glosario y muy en especial en sus obras de juventud en la que quiso dedicarse profesionalmente a la filosofía.
En este sentido, puede decirse que la redacción de El secreto de la Filosofía le resultó fácil a Eugenio d'Ors, pues ya lo tenía todo pensado desde muchos años atrás y se apoyaba en sus propios textos anteriores para redactarlo. Por eso explica en la introducción que su esfuerzo por lograr una nueva redacción es sólo una "novedad relativa". No puede decirse que el texto de El secreto de la Filosofía sea un resumen de aquellos cursos dictados años antes, ni tampoco una ampliación:
"En la extensión, en el orden con que la materia se desarrolla y en la misma distribución en capítulos que la vertebra, se reproducen ahora unos ya habituales orden y estructuración. La única reforma aplicada cífrase en prescindir de la insistencia característica del discurso oratorio; reemplazada por una economía, donde queda a cargo de los ojos del lector el volver sobre lo que no le ha bastado, sin que sea necesario que, para este fin, colabore, con quien escucha, quien habla" (p. 26).
El eco que obtuvo este libro en el ámbito académico español fue tan débil, que su acogida puede calificarse verdaderamente como glacial. Sólo dos de sus discípulos, Paul Werrie y José Luis L. Aranguren, celebraron su aparición en la revista bibliográfica Ínsula (nº 27, 1948, pp. 1 y 2), y Adolfo Muñoz Alonso, que antes le había sido hostil, publicó una recensión entusiasta en Cuadernos Hispanoamericanos (nº 3, 1948, pp. 592-595). Todo hace pensar que fue un libro escasamente leído por sus contemporáneos: "Personas que gozaban de la intimidad de Eugenio d'Ors, me han contado —relata Jardí— que él quedó muy dolido de ello"9. Las causas de aquella fría recepción —Ramón Sarró ha escrito también de este "helado silencio que rodeó su obra de pensador, no sólo en Cataluña"10— no se deben a que la Editorial Iberia fuera poco competente —su editor es calificado por d'Ors como "el más entusiasta de todos mis editores"11—, sino que es quizá un efecto de las contradicciones vitales de Eugenio d'Ors por las que cosechó la admiración de unos pocos y el desafecto y la total incomprensión de buena parte de sus contemporáneos.
Las consecuencias de aquellas contradicciones nos llegan hasta hoy. La figura
de Eugenio d'Ors sigue ofreciendo un enigmático atractivo, y su pensamiento
—alimentado por una amplia formación científica y literaria y una excepcional
sensibilidad artística— reviste hoy en día una singular actualidad. Tengo
para mí que en su vida y en su pensamiento se reflejan como en un espejo buena
parte de los conflictos que atraviesan medularmente el siglo veinte español.
En esto radica quizá su extraordinaria actualidad y su carácter imprescindible
para quienes deseen comprender el último siglo de nuestro país.
En El secreto de la Filosofía aspira Eugenio d'Ors a dar cabal razón de su diversísima actividad de animación cultural, pero también, en cierto sentido, a mostrar la razón de su vida, a revelar "el resorte de una manera de vivir" (p. 24) y a "ponerse en paz con la vida" (p. 30). Ya en la primera página avisa con claridad de su rechazo del academicismo ritual y del ensanchamiento del campo temático de su filosofía. No aspira ya a ganar méritos académicos, ni a triunfar en polémicas, sino sólo a llenar el mundo de luz y a conferir a su sabiduría seguridad (p. 24).
En la redacción del libro hay por parte de Eugenio d'Ors una notable aspiración sistemática, pues está persuadido de que "sólo donde hay Sistema hay Filosofía"12. Sin embargo, a pesar de tal declaración, El secreto de la Filosofía no es la presentación de un sistema filosófico cerrado, sino que las más de las veces es —como señala Ferrater Mora (p. 17)— más bien un programa. A mí me gusta ver este libro como la culminación de la aventura filosófica de d'Ors en la que éste da lo mejor de sí con arreglo a sus conocimientos y a su formación: "Nunca he pretendido ocultar —escribe antes de comenzar la tercera parte (p. 335)— que yo, a tiempo de ir enseñando, estudiaba y que mi función de guía corría pareja con mi aventura de impaciente descubridor". Más que el expositor de un sistema filosófico al uso cartesiano, como pudiera parecer a primera vista, Eugenio d'Ors es el revelador del secreto "que se guarda tras de siete puertas en la encantada ciudad de la Filosofía" (p. 335). Ese secreto es "un secreto profesional. El filósofo comunica aquí al curioso su receta para que, al cabo de unas páginas, sepa el profano tanto como él. Y para que se atosigue en querencia de saber más, buscándole tres pies al gato pardo del conocimiento, a la gata huidiza del diletantismo" (p. 26, 1ª).
¿Cuál es verdaderamente ese secreto de la Filosofía? El secreto, celosamente guardado tanto por los filósofos como por los científicos, es el descubrimiento de que la racionalidad es sólo una parte de nuestro saber y de nuestra vida. La ciencia es importante en nuestra vida, pero no es capaz de conferir sentido a las dimensiones de nuestro vivir que a fin de cuentas nos parecen más importantes: el lenguaje, el arte, la música, la religión, la cultura. Esas dimensiones no son reducibles a su estricta materialidad medible y cuantificable. Quien tratase de reducirlas a su soporte material físico se condena a sí mismo irremisiblemente a no comprenderlas. Esta es, a mi entender, la mejor lección aprendida por Eugenio d'Ors del pragmatismo americano y de su representante francés Émile Boutroux en su estancia en París en la primera década del siglo. Esta tesis, junto a una gran valoración de los resultados y métodos de las ciencias experimentales, le mueven a reconocer la falibilidad de las ciencias y saberes y la pobreza de los sistemas racionalistas, sean idealistas o materialistas, para dar razón de la vida real de los seres humanos y de los mejores productos de su libre creatividad. De ahí arranca su persistente atención a todos los elementos de la vida humana —como el lenguaje, la expresión artística o la sexualidad— que tienen a la vez una dimensión biológica y una dimensión espiritual. El secreto de la Filosofía estriba siempre en no tratar de reducir una dimensión a la otra, sino de articular ambas en torno a un fin superior capaz de dotar de pleno sentido a esas dimensiones particulares.
La síntesis superadora de las dicotomías empobrecedoras que afectaban a la filosofías racionalistas y positivistas del siglo XIX será para Eugenio d'Ors su Doctrina de la Inteligencia, que es un saber metodológico casi de tipo artesanal, que es pensamiento alimentado por la vida y por la experiencia personal e histórica, hasta llegar a conformar "una filosofía abierta al vivir y eficaz para él" (p. 79). Este secreto es el que se transparenta en la distinción de Schopenhauer, tantas veces recordada por d'Ors, entre profesores de Filosofía y filósofos. Filósofo es quien conoce ese secreto y lo difunde, dándolo a conocer con su palabra y con su vida. Profesor de Filosofía quien piensa que enseñando unos sistemas de pensamiento, a menudo anquilosados y disecados, ya lo explica todo. En contraste con esa afirmación conviven en El secreto de la Filosofía un acusado antiacademicismo, que en algún pasaje podría incluso ser calificado como nietzscheano13, junto con una notable apariencia profesoral, cuya quintaesencia sea quizá la pretensión de haber elaborado un sistema. La explicación de esa aparente contradicción ha de encontrarse probablemente en la reconstrucción de la biografía intelectual de Eugenio d'Ors. A pesar de que presenta El secreto de la Filosofía como "un texto sistemáticamente total, bien que elemental, de Filosofía" (p. 21), el autor es consciente de que aquella voluntad sistemática presente en sus primeros escritos filosóficos y patente en la organización y en muchos pasajes del libro, es ya sólo una mera carcasa programática, deudora quizá de su formación francesa afanosa siempre de claridad. En lugar de un sistema construido arquitectónicamente, El secreto de la Filosofía se parece más bien a un mosaico de los intereses intelectuales y vitales de d'Ors, o —como sugiere también Garrido en la nota editorial (pp. 7-8)— a una conversación cuyos interlocutores son los filósofos que figuran en las láminas o son citados con profusión a lo largo del texto.
En El secreto de la Filosofía coexisten estratos redaccionales muy distintos: la "Introducción", la "Advertencia previa", los tres diálogos y algunos fragmentos de las secciones son textos realmente nuevos y quizá sean ellos los que dotan de sentido a todo el conjunto. Algunos de esos textos novedosos proceden de su Glosario en el diario Arriba en los años de preparación de El secreto de la Filosofía; otros muchos párrafos son deudores —a veces de modo literal— del ingente Glosario orsiano a lo largo de cuarenta años, de sus trabajos filosóficos de juventud y de los textos procedentes de los cursos de Filosofía que había impartido años antes. Así lo avisa el propio autor en la primera línea de su introducción: "Encierra este libro trasunto fiel de un cuerpo de lecciones, profesado ante auditorios diversos" (p. 25).
La disparidad de textos compilados en El secreto de la Filosofía no significa en absoluto que d'Ors haya reunido al buen tuntún sus escritos precedentes. No es así, hay una historia de cada texto y hay un esforzado trabajo en muchas secciones por renovar y articular al unísono la redacción, que sería de gran interés rastrear y seguir en detalle hasta lograr una imagen precisa de la efectiva composición del texto. La diversidad de estratos redaccionales, me exime —pienso— de tratar de resumir en esta nota las tesis principales que aparecen en El secreto de la Filosofía. El lector interesado puede acudir a la excelente tesis doctoral de José Luis López Aranguren La filosofía de Eugenio d'Ors, que contó con la aprobación del propio d'Ors14 y que ha sido incluida también en el primer volumen de las Obras completas de Aranguren.
Mi impresión personal es que, cuando escribe El secreto de la Filosofía en los años 1945 y 1946, Eugenio d'Ors ve ya próximo el final de su vida y la piensa para sus adentros esencialmente como un fracaso: "Cuando aprecies, a cierta altura, que tu vida no puede llamarse bien lograda, -piensa en la inmortalidad"15. Y efectivamente, desde hace algún tiempo, d'Ors no piensa ya en la inmortalidad efímera de la fama, sino en Dios y en la eternidad, y encuentra la justificación que dota de sentido cabal a su vida en la peculiar misión a él confiada en la cultura española. No obstante, no es su misión la del místico sino la del filósofo: "La diferencia esencial entre el uno y el otro consiste en que, así como la aceptación de lo trascendente constituye, para el filósofo, el punto final de detención, que su esfuerzo ha tratado de alejar todo lo posible, la afirmación representa, para el místico, el punto de partida, desde el cual proyecta, suspenso y embriagado, los vuelos de su especulación" (p. 170).
Y, al hacer Eugenio d'Ors como filósofo ese balance de su pensamiento, su vida, y su empeño, susurra a sus lectores que "el verdadero secreto de la Filosofía, sin embargo, no puede ser tal. El verdadero secreto, al descubrir que hay una Inteligencia más amplia que la Razón, y una vida más enérgica que la vida individual, vierte aguas de gracia sobre la seca enjutez y canaliza en solidez las corrientes, que sólo a este precio pueden tornarse fertilizadoras". El verdadero secreto es más bien una "manera de vivir" (p. 31).
Quizás el modo breve más preciso de caracterizar globalmente el pensamiento de Eugenio d'Ors sea el de un "intelectualismo post-pragmático"16. Esta formulación se hace eco de su propia definición en La filosofía del hombre que trabaja y que juega y en El secreto de la Filosofía y da cuenta de la efectiva matriz del pensamiento orsiano. A este respecto, merece la pena transcribir la explicación genética de su filosofía que presenta él mismo en el primer diálogo presidido por una orquídea:
"Nadie ignora que, a principios del siglo presente, la Cultura se vio toda ella agitada por una 'sorda conspiración contra la Inteligencia'. El pragmatismo, el activismo, la filosofía de los valores, el inmanentismo modernista en lo religioso, las tendencias místico-orientalizantes dominaban todo el campo; habiéndose descubierto y, lo que es peor, demostrado, gracias a una demoledora 'crítica de las ciencias', en la cual colaboraban los hombres de ciencia mismos, que ni la razón puede dar cuenta enteramente de la realidad, ni constituye siquiera un órgano adecuado al conocimiento de parte alguna de la misma. Todo esto era algo que, para la Filosofía, había acontecido: cabía superarlo, pero en manera alguna prescindir de ello. Si el intelectualismo se restauraba, había de ser asimilando todas esas dificultades (...) A lo que podemos llamar (...) 'reforma kepleriana de la filosofía', debía presidir un espíritu de substitución de la rigidez racionalista por un recurso a la mayor capacidad y flexibilidad de la Inteligencia" (p. 172).
El pensamiento de Eugenio d'Ors no es en modo alguno una filosofía racionalista, sino más bien —en expresión suya— "una filosofía de batalla" o una "metafísica de andar por casa"17. "Bueno es que ahora insistamos en este valor pragmático y hasta, si se quiere, casero, de la Filosofía", afirma al comienzo de ese diálogo (p. 155). Bajo estas expresiones, casi despectivas, lo que se encierra es una fecunda apelación a la experiencia ordinaria, de la que se ha alimentado desde Sócrates la genuina reflexión filosófica, y a la experiencia especializada de las ciencias, que ha nutrido el formidable progreso de la cultura y la sociedad en los últimos dos siglos. Ahí radica —a mi entender— la extraordinaria actualidad del pensamiento de Eugenio d'Ors: la "Filosofía no es contemplación pura, sino contemplación inscrita en la acción"18.
Sin embargo, ese pensamiento vivo, que había sido expresado durante cuarenta años en su Glosario, requería a juicio de d'Ors ser expuesto ahora en El secreto de la Filosofía de modo sistemático: "poner en orden nuestra propia filosofía, quiere decir, procurarle una manera de construirse inteligiblemente" (p. 162). Para ello echa mano de la Instauración filosófica de Étienne Souriau, que es un estudio de la estructura arquitectónica de toda filosofía y sobre todo de la noción —y la realidad— del orden, que es para nuestro autor "símbolo de la inteligibilidad del mundo" y "quintaesencia de la realidad y primer motor del pensamiento" (p. 161). Para Eugenio d'Ors el orden es la "verdadera clave mágica para penetrar en el secreto" (p. 161) y la dialéctica, el diálogo, el "camino que debe seguirse para la posesión del secreto de la Filosofía" (p. 173). A esa dialéctica es a la que se dedica enteramente el libro, y dentro de ella "con la misma frialdad de artificio y la misma infidelidad en la abstracción con que un geómetra estudia sucesivamente las líneas, las superficies y los volúmenes, tratamos de los elementos más sencillos (...) las 'ideas'; luego de los que permiten conjugar en juicios las ideas, o sea, 'los principios', y finalmente de los elementos, más complejos, ya que se dan siempre pensamiento y conocimiento simultáneo en la plenitud del 'saber' " (p. 177).
En el diálogo que cierra el libro se plantea Eugenio d'Ors
expresamente esta cuestión. Se pregunta si su texto de iniciación a la Filosofía
"¿no se parecerá todavía demasiado (...) a las programáticas exposiciones que
tan puntualmente anhelan darnos los libros de texto? ¿No habremos, sin querer,
traicionado a la realidad al articularla en sistema y nos habremos, de paso,
vuelto infieles al mismo sistema, uno de cuyos principios fundamentales nos
dice que ni la razón puede ajustarse enteramente a la realidad ni abarcar enteramente
su campo?" (p. 424). La ausencia de una negativa tajante a tal pregunta sugiere
que él mismo reconoce una cierta falta de conmensuración entre un pensamiento
abierto a la vida e insertado en la acción y aquella concepción totalizadora
y sistemática de la Filosofía que ha presidido la composición de El secreto
de la Filosofía.
El mejor Eugenio d'Ors escritor es, a juicio de la mayor parte de los estudiosos, el autor del Glosario. Es, sin duda, un maestro de ese género periodístico, en el que se combinan el trazo fuerte, la referencia culta, el afán pedagógico y una permanente búsqueda de la originalidad. Entre sus contemporáneos, el Juan de Mairena de Antonio Machado está escrito remedando el Glosario. "Cuando se lee el Juan de Mairena en los periódicos donde fue apareciendo, es imposible no recordar que, en aquellos años, en otros periódicos que entonces parecían de la 'acera de enfrente' (...), estaba Eugenio d'Ors en su incansable e inútil ejercicio de salón imaginario, de intento de conversación amable dentro de un hirsuto ambiente (...) La radical diferencia en la orientación definitiva —moral, política— de ambos escritores no mengua su afinidad en el uso del lenguaje y en el sentido de la convivencia"19. Entre los aprendices de su poderoso estilo, Francisco Umbral ha reconocido siempre la influencia que las glosas de Eugenio d'Ors tuvieron en su formación literaria: "Eugenio d'Ors es el nombre español más alto que se me ocurre como invención de un género periodístico/literario nuevo, la Glosa, que aporta al periódico anécdota y categoría, viñeta e ironía, opinión, información y el pulso nunca desdeñable de una vida que ha querido perderse, y ha sabido, en la gracia y desgracia del hallazgo diario"20.
El estilo de d'Ors resulta en ocasiones un tanto alambicado para el lector contemporáneo. También lo era a menudo para sus coetáneos. "Lo que me suele costar mayores batallas polémicas en mi devoción a d'Ors —escribía José Mª Valverde en su necrológica— es mi alta estimación del valor estrictamente literario —incluso estilístico— de su obra. No había, a mi juicio, una pluma tan ágil y variada, (...) que saltase con tanta flexibilidad de lo metafísico a lo castizo, de lo narrativo a lo definitorio. Su vasto instrumento expresivo reunía, gracias a los jugos de su humor, la solemnidad de la frase lapidaria y la vivacidad de la jerga diaria y efímera"21. El deseo de d'Ors de sacar brillo a las palabras para que así arrojen destellos de luz, le lleva a veces a alterar tanto el orden habitual de la oración castellana, que el lector se ve obligado a retroceder en su lectura para captar más plenamente el sentido. Sin embargo, como El secreto de la Filosofía está construido a partir del Glosario, en el texto comparece a menudo el mejor d'Ors. Sólo pierde pulso quizá cuando en la parte segunda, en la "Teoría de los Principios", presta atención pormenorizada a cuestiones científicas (entropía, física atómica, mecánica, estereoquímica), con las que el lector se siente menos familiarizado y con las que el autor tampoco facilita un acceso, pues se trata de "problemas, bastante lejanos a veces a nuestra preparación" (p. 336).
En todo caso, todo ello "no altera un ápice —como escribe Manuel Garrido (p. 8)— el hecho de que Eugenio d'Ors pertenece, como Santayana, Unamuno y Ortega, a la estirpe de filósofos españoles que, además de pensar con originalidad, escriben bien y para todo el mundo, un generoso criterio del cual no es excepción este libro". En la formidable tarea de recuperar el pensamiento de Eugenio d'Ors la publicación de El secreto de la Filosofía significa, por tanto, un acontecimiento de notable importancia. Bienvenida sea, pues, esta magnífica edición.
Notas
1. E. d'Ors, El secreto de la Filosofía, Tecnos, Madrid, 1998, 449 págs.
2. E. d'Ors, Entrevista en El Correo Literario, 15 septiembre 1952, p. 12.
3. J. L. L. Aranguren, "Eugenio d'Ors y la filosofía", Ínsula, III, nº 27 (1948), p. 2.
4. E. Jardí, Eugeni d'Ors, Quaderns Crema, Barcelona, 1990, p. 292.
5. N. Barquet, Eugenio d'Ors en su ermita de San Cristóbal, Barna, Barcelona, 1956, p. 57.
6. E. Jardí, Eugeni d'Ors: Obra i vida, p. 404, n. 107.
7. E. d'Ors, "Declaraciones de autor", Finisterre, VI (1948), pp. 97-98.
8. E. Jardí, Eugeni d'Ors, p. 293.
9. E. Jardí, Eugeni d'Ors, p. 293.
10. R. Sarró, "Los arquetipos en C. G. Jung y en Eugenio d'Ors", en Academia del Faro de San Cristóbal, Homenaje a Eugenio d'Ors, Editora Nacional, Madrid, 1968, p. 225, n. 3.
11. D. Castro: "Entrevista con Eugenio d'Ors", Arriba, 28 diciembre 1948; comp. en Postdatas, (colaboraciones no regulares en Arriba 1946-50), ed. provisional de A. García Navarro y A. d'Ors, Madrid, 1996, p. 80.
12. E. d'Ors, "Declaraciones de autor", p. 98.
13. G. Sobejano, Nietzsche en España, Gredos, Madrid, 1967, pp. 573-574.
14. J. L. López Aranguren, La filosofía de Eugenio d'Ors, Ediciones y Publicaciones Españolas, Madrid, 1945; Espasa-Calpe, Madrid, 1981; Obras completas, I. Filosofía y religión, Trotta, Madrid, 1994.
15. E. d'Ors, "No escarmentéis", Arriba, 27 marzo 1947; comp. en Novísimo Glosario (enero-junio 1947), ed. provisional de A. García Navarro y A. d'Ors, Madrid, 1996, p. 72.
16. E. Rojo Pérez, "Prólogo", en E. d'Ors, La ciencia de la cultura, Rialp, Madrid, 1964, p. 10.
17. E. d'Ors, "Filosofia de batalla", Glosari (Selecció), p. 80; J. Fuster, Literatura catalana contemporánea, p. 140.
18. E. Jardí, "La filosofía de Eugenio d'Ors", La Lectura, XIV, nº 161 (1914), p. 6.
19. J. M. Valverde, "Introducción" a A. Machado, Juan de Mairena, Castalia, Madrid, 1989, 2ª ed., pp. 19-21.
20. F. Umbral, Mis placeres y mis días, Espasa-Calpe, Madrid, 1994, p. 12.
21. J. M. Valverde, "Presencia de Eugenio d'Ors", Ínsula, nº 106 (1954), p. 3.
Última actualización: 27 de agosto 2009