Revista de Filosofía, VIII (1995), 49-56.
Servicio de Publicaciones Universidad Complutense, Madrid, 1995



Eugenio d'Ors: Una concepción pragmatista del lenguaje



Jaime Nubiola
Universidad de Navarra
jnubiola@unav.es





El objetivo de este trabajo1 es dar noticia sumaria de las principales contribuciones de Eugenio d'Ors a la teoría del lenguaje y de su conexión con el pragmatismo. En la primera parte se presenta el núcleo de la concepción dorsiana del lenguaje mediante una selección de pasajes relevantes de su amplia producción, y en la segunda se muestran las razones que avalan la inclusión de d'Ors en la tradición pragmatista, que tiene su origen en Charles S. Peirce y llega hasta el más reciente Umberto Eco.

1. La concepción dorsiana del lenguaje

"Eugenio d'Ors es, quizá, uno de los pensadores españoles modernos que dedican más atención al problema del lenguaje"2. Con estas palabras comenzaba Amorós su estudio de las ideas de Eugenio d'Ors sobre el lenguaje, en el que seguía las pautas interpretativas establecidas por Aranguren y Rojo Pérez3: el elemento esencial de la concepción dorsiana consiste en la identificación funcional y vital entre lenguaje y pensamiento. "El lenguaje no es un producto de la razón humana: decir inversamente que la razón es un producto del lenguaje se acercaría más a la verdad" (1947: 273). Esta identificación de lenguaje y pensamiento puede expresarse sintéticamente en forma de tres tesis —de vetusta tradición, pero al mismo tiempo de indudable modernidad— que formula d'Ors de muy diversas maneras a lo largo de sus escritos:

1ª) El pensamiento es siempre diálogo, "pensar es siempre 'pensar con alguien'" (1981: 28); "no es sólo que el pensamiento necesite del diálogo, sino que es, en esencia, el mismo diálogo" (1947: 40). El diálogo es la fuente filosófica por excelencia. Sócrates enseñó a la humanidad a buscar la verdad precisamente a través del diálogo: "toda la filosofía occidental tiene su origen en esa maravillosa esgrima verbal, que evita el dogmatismo fanático y que permite que la verdad sea flexible como la vida misma y se niega a aceptar las afirmaciones basadas en el principio de autoridad"4.

Esta primera tesis dorsiana acerca del lenguaje tuvo honda repercusión en su filosofía y en su interpretación de la historia de la filosofía. Frente a la lógica aristotélico-escolástica, en la que se fundan los procesos analítico-deductivos de la matemática, y frente a la lógica kantiano-empirista en la que, tras la condena de la metafísica, encuentran su legitimidad los procesos empírico-normativos, alzaba Eugenio d'Ors la enseña de su Dialéctica, "norma realmente válida para filosofar, secreto esencial del gran secreto total de la Filosofía (...): si las ideas son las palabras, pensar es expresar" (1947: 179).

2ª) Esta es la segunda tesis dorsiana, la filosofía se hace con palabras: la cultura es lenguaje. "La filosofía fuera de nosotros se compone de palabras y en nosotros se hace con palabras" (1947: 63). Son las palabras el contenido real de la filosofía. "Esta sentencia —indica Amorós5— encierra un sentido infinitamente más profundo que el obvio y perogrullesco". Cuando d'Ors afirmaba que la filosofía se hace con palabras no venía a indicar meramente que está compuesta de palabras como lo está la traducción oral de la Ciencia, en la que las palabras adquieren una determinación convencional, fija, delimitada, por la que toman el valor estable de un signo, definición de un concepto (1947: 45). "En la filosofía el pensamiento mismo se encarna y se desarrolla en la expresión" (1946: 519-520). La filosofía no se construye sobre los conceptos, sino sobre las palabras, en las que se implican tanto los conceptos, la generalidad, como las cosas reales. Las palabras —comparará d'Ors— son las antenas de la Filosofía, son los elementos a través de los que se recogen y se emiten tanto los objetos de percepción que pululan sobre la tierra como las esencias abstractas, inmóviles en su cielo conceptual: "Las palabras (...) materiales por su aspecto físico, conceptuales por su significación genérica, abarcan uno y otro mundo, y lo que está entre los dos y lo que a los dos mundos envuelve" (1947: 58-59).

3ª) La tercera tesis es la relativa al carácter creador del lenguaje, que encuentra en el relato del Génesis y en el prólogo del Evangelio de San Juan la fuente de permanente inspiración en la que beben tanto la tradición lingüística como especialmente la teología del lenguaje6. El verbo es creador (1947: 174), la palabra crea objetividad. La palabra es una aportación de la sociedad, de la cultura por la que el sujeto salva el hiato existente entre sus percepciones individuales y los conceptos abstractos. La dicotomía tradicional o popular entre hechos y palabras es realmente insostenible: los hechos son efectos de las palabras. Siguiendo a Vico, d'Ors encuentra en la literalidad de la propia expresión "de hecho", "un hecho", en cuanto participio pasado de "hacer", una luminosa alusión a la elaboración humana de la realidad (1947: 397).

Un verdadero escritor es siempre creador, su escritura es original, escribe en un perpetuo neologismo (1947: 185). Pero al mismo tiempo, su creación literaria no es una creación ex nihilo, sino una procreación, que supone necesariamente la existencia de las palabras humanas anteriores, de la Cultura (1947: 104). A diferencia del lenguaje animal que es sólo expresivo, el lenguaje humano es para d'Ors nominativo: más que un animal que habla el hombre es propiamente un animal que nombra (1964: 103-104). D'Ors acoge la sentencia humboldtiana de que el lenguaje no es un ergon, un producto, sino una enérgeia, una actividad, "no es un resultado, algo que se guarda en la inercia del reposo, sino una energía, una creación continuada, un movimiento productor de la realidad" (1947: 59). Pero rectifica a Humboldt, afirmando que el lenguaje además de energía, es también producto, pues si no fuese "producto, su energía, su función, no hubiera podido tener existencia" (1947: 105). Eugenio d'Ors aplicará también esa distinción a la crítica literaria, y así "con profunda intuición" —escribió Dámaso Alonso7— atribuirá a Quevedo la representación de la enérgeia dentro de la literatura española, porque "da la impresión de estar creando en cada momento el lenguaje en que se expresa. (...) Para mí la proporción de esta energía, de este dinamismo en su lenguaje, es la que nos da la medida de un escritor considerado como artista del verbo" (1946: 35-36).

Amorós señaló en su trabajo doctoral la carencia en Eugenio d'Ors de una formación lingüística profesional, pero destacó su conexión con Bahnsen y sobre todo con Vossler. Precisamente por haber introducido a Vossler en la cultura española, incluye a d'Ors en la moderna reacción lingüística contra el positivismo. La tesis del lenguaje como un organismo vivo, compuesto de un número infinito de partes que se influyen recíprocamente, es la que llevó a Amorós a considerar la concepción dorsiana del lenguaje como "relativamente afín a la estructuralista, aunque d'Ors no mencione nunca este nombre"8. Pero, al evitar Amorós el adentrarse en el estudio filosófico de las tesis que acabo de mencionar, y en particular al no abordar la obra filosófica más rigurosa y madura de d'Ors El secreto de la filosofía, le resultó imposible tanto caer en la cuenta de su notorio componente pragmatista como reconocer su talante esencialmente riguroso9. En mi opinión, la concepción dorsiana del lenguaje tiene gran afinidad con la semiótica pragmática de Charles S. Peirce (1839-1914) y con la más reciente revisión del estructuralismo desarrollada por Umberto Eco desde un horizonte peirceano.

2. Eugenio d'Ors en la tradición pragmatista

Puede afirmarse sin vacilación que el núcleo básico de la formación filosófica y científica de d'Ors tiene un carácter marcadamente pragmatista. El ideal científico dorsiano nacía del pleno convencimiento de que la acción era la prueba de la verdad, tal como se defendía en la filosofía pragmatista que irrumpía en Europa a principios de siglo. En 1908 en una entrevista de prensa reconocía Eugenio d'Ors su afinidad con el pragmatismo, con "una Filosofía pragmática, en gran relación con la predicada por un Peirce, por un William James, por un Schiller, [que] agita actualmente la conciencia del mundo sajón y tiene ya su representación latina en los esfuerzos aislados de algunos grandes pensadores franceses contemporáneos, como mi maestro Bergson, y en el pequeño grupo intelectual Leonardo de Florencia..." (1908: 98). Dos meses antes escribía una glosa desde París, titulada precisamente "Pragmatisme", en la que el Glosador se definía a sí mismo como un pragmatista, movido por los mismos afanes de los pensadores norteamericanos (1982: 59).

Su biógrafo Jardí considera que d'Ors, "llevado por su propósito de contribuir de un modo personal y propio a los estudios filosóficos y fiel a su instinto de auscultador de lo que él denominaba 'el pálpito de los tiempos', experimentó la seducción de las doctrinas de los pragmatistas norteamericanos Peirce y James, cuyas obras empezaban a difundirse por París a principios de siglo", la época en que allí estudia d'Ors10. Esa seducción se advierte en las crónicas que envía desde París para la prensa de Barcelona; su punto culminante es quizás el III Congreso Internacional de Filosofía, reunido en Heidelberg en septiembre de 1908 en el que el centro del debate internacional son las propuestas pragmatistas, y en el que el propio d'Ors presenta dos comunicaciones. En particular, la segunda titulada Religio est libertas es en cierto sentido una réplica al pragmatismo atribuido a William James —a quien llegó a conocer personalmente (1921: 93)—, que reducía la religión al sentimiento.

A partir de 1908 la filosofía de Eugenio d'Ors se desarrolla al margen del mundo académico y científico profesional, evolucionando hacia una síntesis personal —a veces algo abigarrada, pero siempre sugestiva— cuya formulación más madura se encuentra en El secreto de la filosofía de 1947. Tanto la orientación estética de su filosofía o su empeño por acercar la filosofía a la vida, como los problemas, el estilo de afrontarlos y las soluciones que avanza, guardan una connatural afinidad con el pragmatismo peirceano, como si éste fuera el humus de la síntesis dorsiana.

Hasta ahora esto no ha sido entendido así, probablemente debido al desconocimiento en nuestro país del desarrollo histórico del movimiento pragmatista. Pero en 1947, cuando Eugenio d'Ors explica "el secreto de su filosofía" atribuye "a quienes, hace media centuria, propugnaron el que se llamó 'Pragmatismo'" el ensanchamiento de sus intereses filosóficos a todo lo espiritual, lo social, la vida y la historia. Aunque d'Ors considere al final de su vida el pragmatismo como un movimiento ya cancelado y como una "escuela de base teórica bastante endeble", reconoce en ese movimiento una "gran fertilidad humanística en el resultado" (1947: 12). En este sentido, resulta precisa la calificación global de la filosofía dorsiana como un "intelectualismo post-pragmático" como señala Rojo Pérez en su presentación de La ciencia de la cultura (1964: 10), haciéndose eco de la definición de su filosofía que expresara el propio d'Ors en 1911: "El intelectualismo a que aspiramos es post-pragmático y tiene en cuenta el pragmatismo. Las verdaderas adquisiciones que el pragmatismo ha traído a la Filosofía, las juzgamos incontrovertibles: sabemos por él, ya de un modo definitivo, que la imagen que nuestra razón nos da de la realidad es menos rica y menos vasta que la realidad misma..." (1921: 32-33).

La estrecha conexión de la filosofía dorsiana con el pragmatismo americano se manifiesta con claridad en la teoría del significado. Para Eugenio d'Ors —como para Peirce— la relación de significación no es dicotómica (significante y significado), sino eminentemente triádica: en las palabras no sólo hay una forma exterior —su aspecto físico— y una significación genérica, conceptual, sino además "un sentido" ("un aura"), una "corriente de sentido" que "las pasea a través de un ilimitado camino de acepciones" (1947: 54). Las palabras son realidades simbólicas, son signos a los que se atribuye la función de representar los conceptos, pero tienen además un sentido, que es una herencia, una impregnación de cada vez que la palabra se ha utilizado y es al mismo tiempo un germen, unas posibilidades, un movimiento, un impulso del pensar, una potencia activa, fuente de metáforas y de figuras. Así para d'Ors la más profunda, la más valedera comprensión de un vocablo es aquella que penetra el secreto de su sentido, dando razón de la multiplicidad de sus acepciones (1947: 50, 306; 1964: 99).

Hallamos verdaderamente en esta perspectiva una plena anticipación de la semiosis ilimitada de Umberto Eco y del reemplazo de la noción estructuralista de "código" por la mucho más rica de "enciclopedia". "Las palabras —dirá Eugenio d'Ors (1947: 44)— son más profundas que los conceptos. Los conceptos no hacen más que reflejar la profundidad de las palabras". En las palabras no sólo se implica la generalidad de los conceptos, sino la realidad vital y concreta de las cosas (1947: 47). Las palabras crean objetos, constituyen tanto el ámbito local en el que se habla como el mundo general que conforma nuestra cultura. Esta cultura pesa sobre las mentes humanas y las determina, pero a la vez pesa sobre la realidad extrínseca, la transforma y le da sentido: "en el ser objetivo del Tíber entra igualmente el hecho de que se llame Tíber" (1947: 118-119).

Como señaló Amorós12, siguiendo a Aranguren13, el elemento esencial de esta teoría dorsiana de la significación es la tesis del pensamiento figurativo, que guarda —en mi opinión— cierta conexión —pendiente de exploración detenida— con el atomismo lógico de Russell y con el Wittgenstein del Tractatus, y que podría caracterizarse con la expresión frecuente en boca de d'Ors: "Aquello que no se puede dibujar no lo entiendo". La identidad funcional entre el dibujo y la filosofía destaca precisamente que la razón sistemática no puede ajustarse enteramente a la realidad ni abarcarla por entero, que el conocimiento conceptual empobrece esquemáticamente la vitalidad del mundo (1947: 394). En cierto sentido, la consideración social del conocimiento y el carácter dialógico de la cultura ponen de relieve la dimensión icónica y metafórica del lenguaje que trasciende así su formalización lógica. Para d'Ors el recurso al formalismo —nacido de la desconfianza de las palabras— no logra retratar la realidad concreta: ahí radica el fracaso de la logística que aparece recurrentemente en las páginas dorsianas.

Muchas de las tesis que conforman la filosofía dorsiana del lenguaje tienen precedentes en Peirce y se encuentran también de una forma u otra en Umberto Eco. No se trata sólo de algo externo como la permanente preferencia por las clasificaciones taxonómicas ternarias ("La razón halla un profundo placer en distribuir cada una de las realidades que contempla en tres partes ordenadas". 1954: 44; 1947: 66-67), sino sobre todo son comunes los destinatarios de sus ataques. Comparten el anticartesianismo y el antisolipsismo: "De la oscuridad dejada por las 'ideas claras' de Descartes ha estado agonizando toda la Filosofía moderna" (1947: 165). "No hay esquema tan aséptico de percepción que no contenga una especie de retrato. En el más algebraico de los algoritmos hay rastros de una percepción sensual remota." (1947:162). En el pensamiento hay factores de copia y de abstracción, pero ni lo más empírico, ni lo más racional pueden evitar un mínimo de palabras (1947: 64). En particular d'Ors expresa una concepción social del conocimiento análoga a la de Peirce: "Pensamiento significa actividad. No hay impresión verdadera en la vida psíquica sin expresión". El pensamiento es siempre expresión, creación, poesía, desborda el pequeño círculo de la individualidad, vive de palabra, de sociedad, de Cultura (1981: 46), mientras que la consideración de objetos e individuos "como si vivieran en una campana neumática conceptual" es una abstracción: una investigación reflexiva descubrirá siempre sus relaciones con los demás (1947: 56). "El Universo no es una máquina, sino una sintaxis" (1947: 323). Todo acontecimiento es un símbolo (1947: 248), y cada objeto, cada individuo es el lugar de un racimo de infinitas relaciones (1947: 57).

Otros rasgos que acercan el pensamiento dorsiano al pragmatismo son el falibilismo de la ciencia, la provisionalidad del saber, que tiene su contrapartida en la concepción de la ciencia futura como la verdad alcanzada comunitariamente mediante el diálogo de los científicos (1947: 121, 125). Lo primero de lo que un hombre de ciencia ha de estar persuadido es de que la ciencia puede progresar después de él (1947: 241, 245); la verdad es, siquiera parcialmente, hecha, fabricada por el hombre (1947: 279). "La opinión no es el capricho. La calidad social que tiene la opinión la emancipa ya de la estrecha inmanencia subjetiva" (1947: 118). Son también temas dorsianos, la abducción, es decir, la intuición que brota en el choque del diálogo, pero que requiere el calor previo del estudio14 (1947: 180); el carácter enciclopédico, orgánico, ordenado del saber, que se opone al simple eclecticismo, aniquilación de la jerarquía; y la distinción borrosa entre autor y lector: toda distinción esquemática y recortada entre autor y lector, entre disertador y oyente, es vana (1947: 39-40).

3. Conclusión

Este rápido recorrido por algunas de las tesis de Eugenio d'Ors que inciden más directamente en su caracterización del lenguaje, pone de manifiesto la notable afinidad de su teoría del lenguaje con la tradición semiótica pragmatista. Este marco histórico y teórico ayuda —me parece— a comprender mejor el permanente atractivo que el discurso de d'Ors encierra en la cultura española: a pesar de que su figura es despachada a veces —quizá por motivos ideológicos— como falta de rigor, en su pensamiento están vivas y operantes buena parte de las ideas que conforman la comprensión lingüística y literaria de la cultura contemporánea.





Referencias bibliográficas de las obras de Eugenio d'Ors citadas





Notas

1. Una versión precedente con el título "Contribución de Eugenio d'Ors a la teoría del lenguaje" fue expuesta en el XXII Simposio de la Sociedad Española de Lingüística, celebrado en Madrid en diciembre de 1992. Debo gratitud por sus sugerencias y comentarios a los profesores Andrés Amorós, Mercedes Fornés, Montserrat Herrero, Manuel Muñoz Cortés, Alvaro d'Ors, Angel d'Ors y José Polo. Las referencias a textos de d'Ors se harán mediante la indicación entre paréntesis del año y página de la obra correspondiente que remite al elenco incluido en la referencia bibliográfica final.

2. A. Amorós, Eugenio d'Ors, crítico literario, Prensa Española, Madrid, 1971, p. 21.

3. J. L. Aranguren, La filosofía de Eugenio d'Ors, Espasa-Calpe, Madrid, 1981; E. Rojo Pérez, La ciencia de la cultura. (Teoría historiológica de Eugenio d'Ors, Juan Flors, Barcelona, 1963.

4. G. Díaz-Plaja, Lo social en Eugenio d'Ors y otros estudios, Cotal, Barcelona, 1981, p. 84

5. A.Amorós, ob. cit., p. 25.

6. G. Fløistad, Contemporary Philosophy. A New Survey I, Nijhoff, La Haya, p.3.

7. D. Alonso, Obras completas, IX, Madrid, Gredos, 1989, p. 480.

8. A. Amorós, ob. cit., p. 22.

9. "Penetra d'Ors ahora en un campo casi exclusivamente filosófico y que, por tanto, no nos concierne. Digamos sólo —por respeto a la verdad— que sus afirmaciones nos parecen insuficientemente razonadas." A. Amorós, ob. cit., p. 31.

10. E. Jardí, Eugenio d'Ors. Obra y vida, Aymá, Barcelona, 1976, p. 344.

11. T. Elsenhans, Bericht über den III. Internationalen Kongress für Philosophie zu Heidelberg 1.bis 5. September 1908, Nendeln, Liechtenstein, Kraus, Reimpresión 1974.

12. A. Amorós, ob. cit., p. 220.

13. J. L. Aranguren, ob. cit., pp. 41-46.

14. J. L. Aranguren, ob. cit., p.183.



Última actualización: 27 de agosto 2009

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