Publicado en en J. M. Paz Gago (ed.), Semiótica y Modernidad.
Actas del V Congreso Internacional de la Asociación Española de Semiótica, I, 183-191.
Servicio de Publicacións Universidade da Coruña: A Coruña, 1994.

CONGRESO INTERNACIONAL ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE SEMIÓTICA
La Coruña, 3-5 diciembre 1992



PEIRCE Y ESPAÑA: HACIA UNA MEJOR COMPRENSIÓN



Jaime Nubiola
Universidad de Navarra
jnubiola@unav.es





El objetivo de mi comunicación1 es triple: 1º) describir la visita que Charles Sanders Peirce hizo a España en noviembre de 1870; 2º) mostrar la negativa imagen que Peirce tenía de nuestro país; y 3º) dar noticia breve de la difícil y lenta recepción del pensamiento de Peirce en España, en especial a través de sus traducciones.

1. Viaje a España

La única información publicada sobre el viaje de Peirce a España se debe a Max H. Fisch, el más profundo conocedor de la biografía del lógico y científico norteamericano (1981: 13-14;1982: 124;1984:xxxiv), y a su discípulo Christian J.W. Kloesel, director del Peirce Edition Project (1990: 4-7). Las circunstancias de aquel viaje ponen de manifiesto la multiplicidad de los intereses de Charles S. Peirce.

En 1861 —contaba entonces Peirce con veintiún años— entró a trabajar como ayudante de su padre Benjamin en el United States Coast and Geodetic Survey, el principal organismo científico del gobierno americano en aquella época, mientras completaba sus estudios en Harvard. En 1869 formó parte de uno de los equipos que estudiaron en Kentucky el eclipse total de sol del 7 de agosto. La observación mediante el telescopio de la corona solar y de sus protuberancias y la detección de helio con el espectroscopio llevaron a los astrónomos americanos a formular nuevas teorías sobre la composición del sol que fueron recibidas con cierto escepticismo entre sus colegas europeos.

Como no iba a haber otra ocasión tan favorable en el siglo XIX, Benjamin Peirce, superintendente entonces del Coast Survey, obtuvo una dotación del Congreso para organizar una expedición para la observación del siguiente eclipse que habría de tener lugar al mediodía del 22 de diciembre de 1870 sobre el Mediterráneo. Para asegurar el éxito de la expedición envió a su hijo Charles a Europa con seis meses de antelación para que organizara los preparativos. Este pasó por Londres, Rotterdam, Berlín, Praga, Viena, Pest y llegó a Constantinopla, para recorrer luego de Este a Oeste la zona de totalidad del eclipse en busca de los emplazamientos más adecuados como observatorios. En Italia seleccionó algunos asentamientos en Sicilia y el 28 de octubre abandonaba Florencia para iniciar la que calificó como su correría española ("Spanish hurry-skurry").

Los datos disponibles de la estancia de Peirce en España son todavía escasos: se trata de un viaje muy rápido, pues el 15 de noviembre se encuentra ya en Grenoble. Seguramente llega por barco al sur de Andalucía, muy probablemente a Málaga en los primeros días del mes de noviembre. Desde Málaga escribe a su padre Benjamin —que está ya en Munich— comunicándole que Marbella es a su juicio el lugar más adecuado para la observación del eclipse en España: está a 32 millas de Málaga, esto es, a diez horas a caballo, puede alquilarse un remolcador para trasladar el instrumental si no fuera posible llevarlo con mulas, y lo que es más importante "hay menos días lluviosos que en el Atlántico y los días claros son más claros". Curiosamente la única dificultad que planteaba Marbella entonces era la falta de alojamiento para el equipo de observadores, pero afortunadamente el cónsul americano Geary se había ofrecido a solucionar el problema. Peirce recuerda en su carta que la expedición no podrá hacer el viaje hasta Marbella por la ruta de Barcelona —esta ciudad estaba aislada por una epidemia de fiebre amarilla— y anuncia que hará un viaje rápido por Granada, Sevilla y Cádiz tal como había previsto inicialmente con su padre Benjamin (BP-Winlock 16.11.1870).

De acuerdo con ese plan, viaja a Granada, en donde queda impresionado por la Alhambra, que visita acompañado de un anciano guía que habla un buen inglés. En 1898 —casi treinta años después— comparará las hipótesis matemáticas con los dibujos de la decoración de la Alhambra: las hipótesis son inferiores, pero le recuerdan aquella decoración porque son "igualmente bellas pero sin alma" (CP 5.587)2 . En Granada se aloja en el Hotel Siete Suelos, en donde es estafado, pues le pasan a sabiendas moneda falsa. Por este motivo, cuando el 29 de noviembre escribe a Joseph Winlock, el director del Observatorio Astronómico de Harvard que va a dirigir al equipo de observadores que se situará en España, Peirce le recomienda que no deje de visitar Granada, pero que se aloje en otro hotel, concretamente en el Washington Irving, que se encontraba justo enfrente. En Granada le impresiona ver cómo un artista francés adquiere un manuscrito bajomedieval a un precio irrisorio (125 dólares), mientras que estima que podría venderse en Londres por 700. Este artista francés se trataba probablemente del pintor Henri Regnault, que acompañó algún tiempo Mariano Fortuny en el Hotel Siete Suelos.

No disponemos de datos del paso de Peirce por Sevilla, Jerez y Cádiz. Es probable que en Jerez visitara el lugar que Winlock finalmente eligió para la observación del eclipse, teniendo en cuenta los datos estadísticos meteorológicos y sobre todo la proximidad de Cádiz para el transporte en tren del material. Quizá también debió influir en esa decisión la proximidad del Observatorio de San Fernando.

El día 12 de noviembre de 1870 Peirce está en Madrid, según consta en el pasaporte expedido en la legación de los Estados Unidos. Muy probablemente hace en tren la práctica totalidad del viaje por España, pues Málaga, Sevilla, Cádiz, Madrid e Irún están ya conectadas por la red de ferrocarriles de vía ancha. El paso por Irún es una conjetura muy probable, pues cuando desde Chambéry (Saboya) enumera las dieciocho lenguas diferentes que ha oído hablar a lo largo de su prolongado viaje europeo —diecisiete de ellas en territorios donde eran el modo de hablar habitual—, es precisamente el vascuence la última que menciona. De todas maneras, Peirce no sabía español y de poco se enteraría, pues añade: "Los españoles hablan como si tuvieran piedras en la boca, lo que hace muy difícil captar la distinción de sus sonidos" (L 341)3 .

En esta carta de 16 de noviembre cuenta además a su madre lo mucho que le ha gustado una estatua de un artista madrileño de la época (se trata probablemente de La ninfa Eurídice de Sabino Medina); describe las tres compras que ha hecho en España: una manta con bordados gitanos para calentarse en los viajes, un abanico de madreperla y una docena de fotografías de los mejores cuadros que ha visto en Madrid; y califica nuestro país como maravilloso para adquirir antigüedades a bajo precio.

De hecho, Charles S. Peirce se unió al grupo de científicos americanos —entre los que se encontraba su esposa Zina y su padre Benjamin— que siguieron el eclipse en las cercanías de Catania (Sicilia), aunque, sin embargo, su espectroscopio fue enviado por error a Jerez, donde se situó el segundo grupo del Coast Survey. Este grupo, dirigido por Winlock, estaba formado por once americanos, dos ingleses y un observador español que se les unió. Contaron con la colaboración del capitán Cecilio Pujazón, director del Observatorio de San Fernando. El emplazamiento principal se situó en un olivar, a una milla al nordeste de Jerez. A pesar de que salió un día nublado y con alguna lluvia, las observaciones del 22 de diciembre de las dos expediciones tuvieron éxito y confirmaron las conclusiones obtenidas por los americanos a raíz del eclipse anterior. Después de aquel breve viaje exploratorio Peirce no volvió de nuevo a nuestro país.

2. Referencias españolas

Alemania, Escocia, Inglaterra, Francia y, quizá en menor medida, Italia son los países europeos que más frecuentemente aparecen mencionados en los escritos de Peirce. Como Wells advirtió (1964: 18-9) Peirce se sentía estrechamente vinculado a las tradiciones británica y alemana, mientras que no valoró la influencia de la cultura francesa. La causa de esto fue probablemente la poca atención que Peirce prestó a la filosofía política y social y a la teoría de la cultura en general, pero de hecho hay una amplia presencia de la cultura francesa en la mente de Peirce. En cuanto a Italia aunque en su juventud tuvo una actitud negativa hacia este país, con los años llegó a aprender el italiano y a tener gran relación con los pragmatistas florentinos (Kloesel 1990).

Las referencias a España —en consonancia con el escaso papel de nuestro país en la comunidad científica y cultural europea del último cuarto del siglo XIX— son muy raras y más bien negativas. Es probable que la influencia francesa —marcadamente antiespañola en esa etapa— hiciera efecto en Peirce. Son detalles anecdóticos, pero, por ejemplo, en un cuaderno de gramática francesa anota Peirce como ejemplo de subordinación: "Les espagnols desesperant de retenir les nations vaincues dans la fidelité prirent le parti de les exterminer" (R 1237). Entre sus manuscritos se conserva también un cuaderno de rudimentos de gramática española escrito por Peirce en francés: en ese cuaderno como único ejemplo de que los adjetivos toman una "-a" para formar el femenino escribe: "hombre haragán: homme peresseux // muger (sic) haragana: femme peresseuse" (R 1236).

De conformidad con su condición profesional de lógico, la cita española más frecuente —en una veintena de lugares de los Collected Papers y de los cuatro primeros volúmenes de la Chronological Edition— es la de Pedro Hispano (c.1210-1277), "la más alta autoridad en terminología lógica" (CP 2.323n). Para Peirce se trata de "un noble portugués" a causa de su muy probable nacimiento en Lisboa, y sus famosas Summulae logicales, que quizá escribiera en Astorga hacia 1230 y que pervivieron como manual de Lógica hasta principios del siglo XVII, son citadas por él frecuentemente: "Si [Pedro Hispano] hubiera vivido más tiempo seguramente habría sido contado entre los más grandes hombres del mundo" (CP 4.26).

En un segundo lugar Peirce menciona a Raimundo Lulio (1233-1316), "uno de los lógicos más perspicaces" (CP 4.465), si bien califica como loco a Lulio y como nonsensical a su Ars magna (CTN 1:130, CP 5.392n). Valora positivamente a Juan Luis Vives (1492-1540), en quien reconoce un notable precedente de los diagramas lógicos de Euler (CP 4.353, 2.390). Se refiere a Séneca en dos ocasiones (CP 1.576, 1.618), a la definición de número abstracto de Isidoro de Sevilla (CP 2.428) y a la posición del teólogo Suárez sobre la unión de alma y cuerpo (CP 6.362).

Quizá refleja bien la casi total ausencia de España en el horizonte cultural de Peirce el que la única mención directa de nuestro país que he encontrado en sus Collected Papers sea la del galicismo "construir castillos en España" en un artículo de 1908, cuando explica su noción de Musement. Se trata de la especulación libre e irreprimida en la que la mente se divierte sin propósito definido alguno, en puro juego con las ideas: "esta particular ocupación —dice Peirce— puede tomar la forma de contemplación estética, la de construir distantes castillos (sea en España o en la ejercitación moral de uno mismo) ..." (CP 6.458).

En las colaboraciones de Peirce en The Nation hay también unas pocas referencias españolas, que reflejan que España es a sus ojos un país ignorante (CTN 1: 47, 2: 122 y 196). Sin embargo, España está bien presente en el horizonte político y comercial de la vida norteamericana de la época. Por ejemplo, el propio Peirce escribe en The Nation, en diciembre de 1884, dos cartas discutiendo el "tratado de reciprocidad" entre Estados Unidos y España de febrero de aquel año, que regulaba las importaciones de azúcar cubano y portorriqueño (CTN 1:65-67). Como es bien conocido, la situación acabará desembocando en la guerra entre España y los Estados Unidos. Con esa ocasión, Peirce escribirá a Henry Cabot Lodge ofreciendo su colaboración en la guerra, mediante una máquina inventada por él para cifrar y descifrar mensajes. En esa carta augura que los españoles apenas ofrecerán resistencia en la guerra: "los he estudiado en España; es un pueblo corrompido por los siglos de crueldad, injusticia y rapiña a que se han dado, y les ha quedado poca hombría efectiva" (L 254).

El euskera que oyó hablar en el viaje a España de 1870 y que le pareció una lengua sin relación con ninguna otra, aparece ocasionalmente en los escritos de Peirce entre los lenguajes no indoeuropeos. Concretamente en dos cartas a Lady Welby de 12.10.1904 y 31.1.1909 (Hardwick 1977) y al menos en cuatro diferentes listados de los nombres de los diez primeros números en diferentes lenguas que se conservan entre sus manuscritos (R 1248, 1249, 1251 y 1590). Con esos listados aspiraba Peirce a dilucidar el origen y la evolución de los numerales: "Las palabras, por supuesto, son diferentes en las diferentes lenguas, pero no sé de otra clase de palabras, en las que diferentes lenguajes se traduzcan unos a otros con tanta precisión".

Un dato que sorprende —en especial al lector hispano— es el hecho de que a partir de 1906 Peirce añadiera el nombre castellano "Santiago", detrás del "Sanders", al parecer como homenaje a su gran amigo y benefactor William James (Weiss 1934: 400).

3. Traducciones al español

La primera traducción de Peirce al castellano es muy temprana: se trata de un artículo breve "Irregularidades en las oscilaciones del péndulo", que publica la revista barcelonesa Crónica Científica el 25 de octubre de 1883, traduciendo las observaciones de Peirce publicadas el año precedente en The American Journal of Science.

La segunda referencia a Peirce en la bibliografía española es el artículo de Ventura Reyes Prósper, publicado en 1892 en El Progreso matemático de Zaragoza. Reyes Prósper es un curioso personaje, catedrático del Instituto de Toledo, que tiene amplia correspondencia —lamentablemente extraviada— con los matemáticos más conocidos de su tiempo, cuyos mejores resultados desea dar a conocer en nuestro país (Cobo 1991). Se conserva sólo una de sus cartas a Peirce en la que pedía le enviara algunos de sus trabajos, cosa que éste efectivamente hizo. En la referencia de esos trabajos peirceanos en El Progreso matemático Reyes ofrece a Peirce, "con las excusas por los errores en que haya incurrido, un testimonio de admiración sincera que desde el otro lado de los mares le envía un extranjero" (1892: 173).

En el ámbito de la filosofía española en 1907-08 aparecen las primeras referencias a Peirce en el glosario de Eugenio d'Ors —que había estudiado alguna de sus traducciones en París— pero es preciso esperar hasta 1933 para encontrar una primera exposición sistemática: se trata de la breve presentación de la lógica de Peirce que ofrece Juan David García Bacca en la voz "Simbólica (Lógica)" del Apéndice a la Enciclopedia Espasa, en la que resumía la información proporcionada por el libro de C. I. Lewis A Survey of Symbolic Logic de 1918 (Muñoz Delgado 1980).

La primera edición castellana de Peirce ha de esperar a las dos breves traducciones de Juan Martín Ruiz-Werner publicadas por Aguilar Argentina en Buenos Aires Deducción, inducción e hipótesis, 1970, 90 págs. y Mi alegato en favor del pragmatismo, 1971, 91 págs., a las que sigue la de Beatriz Bugni La ciencia de la semiótica, Nueva Visión, Buenos Aires, 1974, 116 págs.

Un alcance mayor tiene la traducción de Dalmacio Negro de las Lectures on Pragmatism de 1903 —bajo el título Lecciones sobre el pragmatismo, Aguilar Argentina, Buenos Aires, 1978, 275 págs.— que se encuadraba dentro de un proyecto —que no prosperó— de traducción de todos los Collected Papers de Peirce.

En los últimos años han visto la luz tres traducciones españolas que hacen más asequible una parte relevante de la vasta producción peirceana. Se trata de la edición de Armando Sercovich Obra lógico-semiótica, Taurus, Madrid, 1987, 431 págs., que compila —traducidos por R. Alcalde y M. Prelooker— algunos escritos de Peirce sobre semiótica, diez cartas de entre las más relevantes a Lady Welby en las que Peirce explicaba la teoría del signo, y diez secciones de los Collected Papers sobre estas materias; de la traducción de Pilar Castrillo Criado bajo el título Escritos lógicos, Alianza, Madrid, 1988, 264 págs., en la que reúne once trabajos de Peirce representativos de sus aportaciones en lógica; y de la edición de José Vericat titulada El hombre, un signo (El pragmatismo de Peirce), Crítica, Barcelona, 1988, 428 págs., que cuenta con una relativamente amplia introducción y abundantes notas e información bibliográfica.

Para completar esta referencia bibliográfica peirceana cabe mencionar la traducción de algunas páginas de "Some Amazing Games", sobre trucos de cartas con fundamento matemático, en Investigación y Ciencia, 24 (1978: 104-106), la traducción de José Miguel Gambra del libro de Pierre Thibaud La logique de Charles Sanders Peirce (Paraninfo, Madrid, 1982) y la única monografía sobre Peirce producida hasta ahora en nuestro país: Hacia una Semiótica Pragmática. El signo en Ch. S. Peirce de Antonio Tordera, publicada en 1978 en Valencia, bajo el sello editorial, ya desaparecido, Fernando Torres Editor.

El creciente interés en España por la obra peirceana (Castañares 1985, 1990; Pérez Carreño 1988; Pérez de Tudela 1988) se debe, más que a estas traducciones, al influjo de Umberto Eco, de Jürgen Habermas y de Karl-Otto Apel y quizá también a la progresiva aproximación en los últimos años de la filosofía española a la filosofía académica norteamericana. Ambos factores han sido decisivos —en mi opinión— para advertir que Charles Sanders Peirce era o, mejor, es importante para una cabal comprensión de la cultura contemporánea.

4. Conclusión

Seguramente se encontrarán más referencias españolas en Charles Sanders Peirce, pero de lo expuesto se deduce con claridad que Peirce y España corresponden a dos mundos bien diferentes que sólo desde muy cercanas fechas empiezan a confluir. Como ha señalado Vericat la recepción de Peirce en España ha sido hasta ahora un tanto fantasmagórica en el sentido de reconocerse su importancia sin que se conozcan apenas sus contenidos (1988: 15). Que esto comienza a cambiar lo sugieren tanto la celebración en julio de 1991 en Segovia del Seminario Internacional de Literatura y Semiótica bajo el título general "Ch. S. Peirce y la Literatura" —compilado en el primer volumen de Signa— como la presencia en este Congreso de tres comunicaciones de cuño peirceano.




REFERENCIAS (La referencia completa de las ediciones españolas de Peirce se da en el cuerpo del texto).




Notas

1. Debo gratitud a Christian J. W. Kloesel por su orientación, a Nathan Houser por las transcripciones de la Max H. Fisch Library, y a Melanie Wisner por las copias de los manuscritos de Peirce que cito con permiso de la Houghton Library. Una versión anterior de este trabajo se ha publicado con el título "Peirce en España y España en Peirce" en el primer volumen de Signa, dedicado monográficamente a Peirce (1992: 225-231). Se añaden ahora los nuevos datos procedentes del hallazgo en los Harvard Archives de una carta de Peirce desde Málaga hasta ahora desconocida, y algunos otros detalles procedentes de los manuscritos menores de Peirce. Cito con permiso de los Harvard Archives la carta de Benjamin Peirce a Joseph Winlock en la que transcribe la carta de su hijo.

2. Como es habitual, uso la abreviatura CP para referirme a los Collected Papers de Peirce y CTN para sus Contributons to 'The Nation'.

3. Para identificar los manuscritos de Peirce empleo la numeración de Robin, R. (1967). Annotated Catalogue of the Papers of Charles S. Peirce. Amherst: University of Massachusetts Press.



Última actualización: 27 de agosto 2009

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