2. 2. Ecole des Beaux-Arts. Prix de Rome: 1779-1850Grands Prix de Rome d’ArchitectureLes Grand Prix son los proyectos premiados en el concurso que convocaba la École des Beaux Arts; en su origen merecían una beca para estudiar en la Academie de France en Roma. Los proyectos premiados eran conservados en L'École. Los Grands Prix del siglo XIX son el mejor exponente que existe de las posibilidades de la arquitectura clásica. Su exagerado formato y su carácter de obra única, dificultaba su difusión, salvo en un pequeño pero selecto círculo personas. L'École Nationale des Beaux-Arts decidió publicarlos mucho después de realizados; y los primeros libros sobre composición arquitectónica, que se publicaron alrededor de 1900, se sirvieron de estos proyectos como ejemplo. L'École proponía cada año unos programas vagos y sumamente ambiciosos que daban ocasión a sus alumnos a lucirse en la pura composición arquitectónica. Los proyectos eran inverosímiles. Los arquitectos de la primera generación de arquitectura racionalista se escandalizaban de ello : "Palacio para un Príncipe, junto a un lago". El alumno debía acomodar los sucesivos espacios, dotando al conjunto y a cada una de sus partes del carácter y expresión que reclamaban. Las entradas principales, los vestíbulos, las escaleras monumentales, las galerías de tránsito, las salas de recepción se modelaban con sentido monumental, y se ordenaban según su jerarquía, en un esquema unitario, perfectamente simétrico, y claramente descifrable. Se observa que crecen en ambición y escala de una generación a otra. La escuela sostuvo una continuidad de cien años; y así se aprovecharon y desarrollaron al extremo los recursos de la arquitectura clásica, incluso cuando se disfrazaban con detalles medievales. Estas grandiosas composiciones vertebradas por ejes de cientos de metros son los prototipos platónicos de los proyectos profesionales del siglo XIX, sombras desdibujadas en la caverna de Platón, sometidas a todo género de limitaciones; y hay que considerarlos la cumbre de la arquitectura clásica europea : muestran lo que da de sí. L'École poseía una buena biblioteca con muchos libros de láminas, donde los alumnos alimentaban su imaginación; seguían de cerca las obras de sus maestros, y los ejemplos de arquitectura monumental que se construyeron en París durante el siglo XIX; pero sobre todo los alumnos aprendían unos de otros; y aunque que no poseyeran experiencia profesional, la compensaban con una fantasía exaltada; y con una libertad que sus maestros no se permitían en la práctica habitual. Los proyectos se presentaban en planos de un formato muy grande, que exigían destrezas superlativas en el dibujo exacto y en el dibujo libre, además de orden, limpieza, paciencia y mucho tiempo. El dibujo era laborioso y arriesgado, pues se ejecutaba sobre una superficie extensa y apenas admitía correciones : un borrón o una pincelada equivocada. Los alumnos se ayudaban unos a otros, y tenían su manías y especial vocabulario. El nivel era muy alto : el mejor del mundo occidental; la competencia era grande, y el despliegue de recursos gráficos creció año tras año, como se aprecia en los proyectos premiados. Los planos se delineaban, como en cualquier sitio, con tiralíneas y tinta. Pero aquí, con especial exactitud (al menos, aparente) : fue el gran momento del dibujo técnico y de la geometría plana, que permitía trazar tangentes a formas difíciles desde puntos extraños, y empalmar limpiamente ramas de distintas curvaturas; o de la descriptiva, que enseñaba las proyecciones diédricas de complejos diseños, de las líneas de encuentro en las bóvedas, y delimitaba las sombras proyectadas (quizá el único momento en la historia que se utilizó esta técnica). Pero más importante era el efecto. Se rellenaban de negro (poncher) los muros en la planta, de modo que se evidenciaba el esquema (le parti), con ayuda del pincel; las secciones se marcaban con colores y sombras proyectadas; sobre cada sala se dibujaba cuidadosamente el despiece de los suelos (le mosaique), que singularizaba los espacios. Finalmente, se ambientaban con algún detalle de vida, especialmente en los patios internos y los ajardinamientos exteriores; se dibujaban más libremente con aguadas de tinta, y se iluminaban con acuarelas de color. Nunca se ha dibujado arquitectura con tanta perfección y belleza. Los resultados eran tan asombrosos que deformaban la práctica arquitectónica. A los profesores les preocupaba que los alumnos se interesaran solamente por el grafismo, por la hermosura del dibujo de la planta, en detrimento de los espacios, y la lógica estructural. Los arquitectos racionalistas que dieron la puntilla a esta tradición desarrollaron una alergia por el preciosismo en el dibujo. Y, como ejercicio astringente, practicaron un delineado estricto con perspectivas axonométricas y caballeras, insultantemente simples y nítidas. Y no hay razón ni ocasión para que se recobre la maestría del siglo XIX. De todos modos, el sistema ayudaba a desarrollar el sentido arquitectónico. Entre los premiados están prácticamente todos los nombres importantes de la arquitectura fracesa del siglo XIX; aunque también es verdad que muchos de los dibujantes más virtuosos no destacaron especialmente en la práctica profesonal. Grand Prix 1779-1828Grands Prix 1823-1849
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Joaquin Lorda. CLASSICAL ARCHITECTUREVIII. Building Types2. The Architectural Composition2. 1. Theory and History of Architecture2. 2. Ecole des Beaux-Arts. Prix de Rome: 1779-1850 |
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