ACERCA DE UNA NUEVA CLASE DE OBSERVACIONES, SUGERIDAS POR LOS PRINCIPIOS DE LA LÓGICA.


Charles S. Peirce (1877)

Traducción castellana de Carmela Marco (2000)


MS 1104 [Publicado originalmente como MS 311, en W3: 235-37.] Este breve artículo, escrito en el verano de 1877, al parecer para una presentación, recomienda el estudio observacional de las sensaciones (como Peirce recomendaba para todas las ciencias, incluso las matemáticas). Oponiéndose al punto de vista "ordinario" según el cual hay sensaciones últimas sin relaciones generales entre ellas, Peirce argumenta que, a pesar de que nunca podemos captar completamente en descripciones generales las diferencias entre las diferentes sensaciones, podemos "realizar un progreso indefinido hacia tal resultado". Pero si eso no resultara convincente, sigue diciendo Peirce, quizás deberíamos intentar un acceso fenomenológico. La existencia o no de sensaciones individuales puras y completamente determinadas es una cuestión que debe ser tratada por la ciencia observacional: "por tanto aquí -concluye- hay un mundo entero de observación, ante el que hemos estado sistemáticamente ciegos, simplemente a causa de un prejuicio metafísico erróneo".




Normalmente se admite la existencia de dos clases de representaciones mentales, Representaciones Inmediatas o Sensaciones y Representaciones Mediatas o Conceptos. Las primeras son completamente determinadas u objetos individuales del pensamiento; las últimas son parcialmente indeterminadas u objetos generales. Para garantizar que ambas clases de objetos existen, la cuestión del principio de Individuación o el respecto en el que lo individual se distingue de lo general constituye una gran dificultad. Duns Escoto, después de una magistral crítica de todos los intentos de responder a esta cuestión, expone la teoría de que la distinción es algo peculiar sin ninguna característica general, y por lo tanto ella misma presenta ese aspecto peculiar de individualidad. Occam niega que exista ningún objeto general del pensamiento, lo que implica que ninguno de los objetos del pensamiento tiene semejanzas, diferencias, o relaciones entre sí de ningún tipo. 1Yo, por otra parte, he emprendido la tarea de mostrar que ocurre justamente lo contrario. Que ningún objeto es individual, y que incluso las cosas más concretas tienen cierta cantidad de indeterminación. Toma por ejemplo a Filipo de Macedonia. Este objeto es lógicamente divisible entre Filipo bebido y Filipo sobrio y así sucesivamente; y no llegas a algo completamente determinado hasta que has especificado un instante indivisible de tiempo, que es un límite ideal que no se alcanza ni en el pensamiento ni in re.

Se sigue de esta doctrina que no tenemos sensaciones puras, sino sólo objetos sensibles de pensamiento. Por tanto, la diferencia entre azul y rojo, como tiene un elemento sensible, no puede ser representada completamente mediante una descripción general. Como el elemento sensible es, en este caso, muy extenso, resulta muy llamativo el fracaso de todo intento de describir la diferencia entre azul y rojo en términos generales. Pero, de acuerdo con mi teoría lógica, como no existen sensaciones puras ni objetos individuales, se sigue que debe haber alguna relación entre azul y rojo y algún aspecto general en el que difieran, y por lo tanto se puede avanzar un paso hacia una descripción general de sus diferencias y si esa descripción general resulta insatisfactoria, como lo será, entonces debe existir otra relación entre los dos colores, y sobre esta base puede hacerse una adición a esa descripción general, y así ad infinitum.

Aquí, por tanto, hay dos teorías metafísicas; la ordinaria y la mía. De acuerdo con la primera, hay sensaciones últimas sin ninguna relación general entre ellas; de acuerdo con la mía, aunque las diferencias entre las distintas sensaciones no pueden ser nunca superadas por una descripción general, sí podemos realizar un progreso indefinido hacia tal resultado. ¿Cuál es la verdadera? No necesito hacer observaciones especiales para determinar esto tal como lo haría en una cuestión sobre el Movimiento Perpetuo. Me apoyo en principios generales deducidos por razonamientos irrefutables, a partir de hechos tan generales como para ser admitidos por todo el mundo. Pero, para aquellos que no puedan comprender este razonamiento, señalo algunos hechos fáciles de ver.

Las diferentes sensaciones se parecen unas a otras. Esto es bastante evidente, y hay incluso una relación entre las sensaciones que tira por tierra de una vez total e irrevocablemente la teoría ordinaria. Las diferentes sensaciones también difieren en intensidad. Hay otra clase de relaciones entre ellas, irreconciliables con su carácter individual. Pero comúnmente se dice que no hay ninguna relación de género entre las diferentes sensaciones elementales. ¿Cómo que ninguna? ¿Y cuando nuestro lenguaje ordinario las clasifica según su género en colores, sonidos, gustos, olores, sentimientos? Esto no se suele advertir, pero lo que sí se suele decir (por parte de los físicos) es que no existe significado en la comparación de la intensidad de una luz roja y otra verde. Aquí tengo 74 pedazos de cintas de diferentes colores cada una con un número, sobre las que he realizado frecuentes experimentos fotométricos a lo largo de 12 meses2. Ahora yo digo que un color rojo y un color verde pueden ser comparados en intensidad con un considerable grado de exactitud. En otra ocasión, cuando las cifras resulten relevantes, las daré a conocer. No resultan relevantes ahora, ya que todos pueden observar que ese rojo es más oscuro que ese azul, y que ese azul es más oscuro que aquel rojo. Hay una incertidumbre en el juicio, un error probable. Pero este probable error es sólo otro hecho más, otra relación determinada numéricamente entre las dos sensaciones. Y pasa lo mismo con una luz o un sonido. También pueden ser comparadas en intensidad. Considérense con igual atención el sonido de un cañón o la aparición de una estrella de sexta magnitud. ¿Cuál es más intenso? Puede haber alguna duda. Considérese la luz del sol y el sonido de un alfiler al caerse. Hay un campo inmenso de investigación, toda una rama de la ciencia, sobre las leyes de estas relaciones de intensidad entre las diferentes sensaciones. Estas no son las únicas relaciones entre las sensaciones, pero sí las más tangibles y el punto de partida más natural.

Aquí entonces hay todo un mundo de observación, para el que hemos estado sistemáticamente ciegos, simplemente a causa de una prejuicio metafísico erróneo. ¡Uno de los científicos más destacados del país llegó hasta el punto de decirme el otro día que no había razón para suponer que las sensaciones de color de una persona tuvieran algún parecido a las sensaciones de otras personas! Como esto choca violentamente con los principios del razonamiento inductivo, no me sorprendí al oírlo, porque como Aristóteles dice

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Con toda certeza tenemos una metafísica, sea una metafísica, antimetafísica u otra pro-metafísica. Y cuantos menos nos ocupemos por ella, resultará más crudamente metafísica.


Traducción de Carmela Marco



Notas

1. Para una discusión ulterior de las concepciones de Scoto y Ockham, véase la recensión del libro de Fraser The works of George Berkeley [W2: 462-487; EPA 83-105].

2. La carpeta de Harvard para este manuscrito (MS 1104) contiene un sobre gris oscuro con esta inscripción: "74 trozos de cinta numerados por C. S. P. en orden según su aparente brillo de luz en un día oscuro".

3. Alejandro de Afrodisia en su comentario a los Tópicos 149. 9-17 atribuye este dicho a los Protrépticos de Aristóteles. Véase The works of Aristotle, (editado por W. D. Ross, Oxford University Press, London, 1952) 12:27: "ya que incluso el investigar si debería filosofar o no es filosofar".






Fin de: "Acerca de una nueva clase de observaciones, sugerida por los principios de la lógica". C. S. Peirce (1877). Traducción castellana de Carmela Marco (2000). El texto original corresponde a W 3, 235-37.

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Fecha del documento: 9 de marzo 2000
Ultima actualización: 13 de septiembre 2016

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