Eugenio d'Ors
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
ESTILO Y CIFRA
ORÍGENES
(La Vanguardia , 11-VII-1953, p. 5)

Hubo un momento, en la historia de la pintura, en que el nombre de Rafael asumió simultáneamente la representación ejemplar y antonomásica de la Tradición y de la Revolución. Fue el momento de Ingres. En reacción contra el pedadogismo de los Salones y de Greuze, como de la crítica de Diderot, la Academia había colocado aquel gran nombre en la cumbre. En el mismo lugar lo deseó la Vanguardia. A continuación llegaron otros tiempos. El arcaísmo retrocedió un poco en la cronología. Una reacción trajo refuerzo a una novedad. En el trono de Rafael sentáronse, para los radicales románticos, los prerrafaelitas. Desde los «puristas», en la hora de Owerbeck, hasta los modernistas, en la hora de Giotto, se trasladaron contemplaciones de diletante y trabajos de copista, de las «Estancias» del Vaticano hasta la «Madona dell'Arena». Pero, a las últimas noticias, un nuevo paso hacia delante se ha cifrado en un nuevo paso hacia atrás. Ya no queremos ser sieneses, sino románicos. Hay, entre nosotros, un pintor joven, Juan Brotat, que da expresión artística a este momento. De Padua, la enseñanza y la ejemplaridad se trasladan al Museo de Barcelona.

Nuestros pupitres de escolares del pensamiento cristiano perenne, ¿no estarán a punto de trasladarse a Alejandría? Un gigante, San Agustín, ¿no nos cortaría, por ventura, el paso? Sin el escrúpulo sobre este segundo Platón, no vacilaríamos en atribuir el principado del pensamiento filosófico cristiano al alejandrino Orígenes. Aquel a quien llama el P. Jean Danielou «el genio más grande del Cristianismo antiguo; el fundador de la ciencia bíblica; el autor de la primera síntesis teológica; el primero que haya descrito las vías de ascenso del alma hacia Dios y el iniciador del gran movimiento monástico del siglo IV». Oriente y Occidente conjugan una representación total en la cultura de aquel profesor de gramática, cuyo patrocinio intelectual en vano querría el primero acaparar como propio… Mientras más se renueva Roma en la filosofía, más cercano se le descubre. «No tengo necesidad de demostrar como esta teoría es moderna», dice el P. Danielou, a propósito de la determinación de la esencia por la libertad, tesis adoptada por Orígenes, en contradicción con las tesis agnósticas y en descubrimiento de la sustantivación de la libertad, a que también alguna mente moderna ha accedido.

La tesis de la sustantivación de la libertad tiene, como es lógico y expedito corolario, la sustantivación —más: la personalización— de la energía —mejor dicho: de las energías—. Por de pronto, si la Trinidad es, ortodoxamente pensando, un misterio, es —dialécticamente pensando— un misterio que no nos extraña: un misterio que se halla en situación de armonía con infinidad de realidades, en que la unidad y la pluralidad son compatibles, con una compatibilidad que es el secreto de su belleza. «El día en que aparecerá —anuncia Danielou— el libro de H. Ch. Pucchs, sobre la teología trinitaria, tendremos idea de la complejidad de la cuestión». Mientras tanto, la reflexión de Orígenes sobre esta creación, convertida en diversa, por la diversidad  de los movimientos de los decaídos de la unidad primitiva y unidos, sin embargo, por la coherencia de este universo único, donde unos tienen necesidad de ser ayudados y los otros pueden ayudar, en tanto que otros, en fin, suscitan luchas y tentaciones, encima de las cuales, se llega a establecer la victoria del mérito. Se da, pues, en el universo, una jerarquía de funciones, gracias a la cual, Dios se vale de ciertas criaturas para operar sobre otras. Una Angeología, aspecto importante del cristianismo primitivo, se incorpora, por Orígenes, a su sistema. Y no es ésta la parte del mismo que suena menos con acento de modernidad, como suena con acento de modernidad la Física, que acepta a la vez la función creatiz de la energía y la degradación de la energía, prenuncio de la muerte del universo.

A condición, empero, de que nuestra impaciencia no le exija, así, de momento, una difusión dilatada. Ya se sabe que hay creencias, cuyo conocimiento, sin ser precisamente reservado, cosa que sería contraria a la caridad, soportan siempre la dificultad de un esfuerzo de comprensión. «No hay una carretera real de acceso a las matemáticas», dicen que le confesaba Euclides a la aspiración de facilidad de Tolomeo. El platonismo no pasa por el folklore: esta es una verdad, que no conviene dar al olvido. No podemos prescindir de una problemática cuando nos acercamos a asuntos, como el de la existencia del Mal o el de los cuerpos gloriosos… El arte contemporáneo ha de encontrar apoyo a esta labor en los tratados de Leonardo de Vinci. La filosofía de vanguardia, en la patrística griega.


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Última actualización: 5 de julio de 2007