Eugenio d'Ors
TEXTOS FILOSÓFICOS
D. Eugenio d'Ors dio su segunda conferencia
LAS NOCIONES FUNDAMENTALES EN LAS CIENCIAS MATEMÁTICAS Y FÍSICAS
(La Nación, 15-IX-1921)
En La Facultad de Ingeniería dio ayer el profesor D. Eugenio d'Ors su segunda lección del ciclo de conferencias que sobre «El probabilismo y el encadenamiento de las nociones fundamentales de las ciencias» dictará en las diversas Facultades.
El profesor d'Ors disertó en su lección de ayer sobre «Las nociones fundamentales en las ciencias matemáticas y físicas». He aquí un resumen de su conferencia:

Los dos supuestos de la probabilidad filosófica. La alegre aceptación del límite.

Si el espíritu no puede conocer sino ordenando, se le impondrá la necesidad ineludible de someter a un orden, para su conocimiento, todas las zonas de la realidad. En los extremos de una serie, que va desde lo más elementalmente mecánico hasta los compuestos sociales más vastos, la exigencia corresponderá a la realidad y tendrá un perfecto valor objetivo. Pero en el centro de la serie la exigencia sólo se verifica aproximadamente, y por tanto, el orden sólo puede ser establecido en esta región echando mano de la probabilidad. Y la razón es doble: en primer lugar, la imposibilidad de agotar, en el conocimiento de cada fenómeno, la verificación instersticial de la ley del mismo, es decir, de comprobar si ella se verifica entre los momentos discontinuos a que pueda alcanzar la observación, obliga a recurrir, en la formulación de «leyes naturales», a un elemento de crédito, de «fiducia», a la creencia que tenemos de que la naturaleza no se habría complacido en insertar, precisamente en elementos instersticiales mínimos, el fracaso de la ley. De otro lado tenemos la seguridad de que el progreso en la posibilidad de discriminación de elementos en un fenómeno [que] no conoce límite teórico; que nunca podremos decir, por ejemplo, un peso no podrá ser jamás evaluado por debajo de una milésima o de una millonésima de gramo. Éste es precisamente el postulado que admitimos, más o menos implícitamente, cuando aplicamos a la naturaleza las leyes del análisis matemático.

Este doble infinito en la caracterización de la probabilidad, imprime al probabilismo un carácter optimista respecto de la teoría del conocimiento. La posición crítica, que puede recordar, en más de un respecto, la del kantismo, se separa de éste en que no participa de su pesimismo intelectual. La probabilidad es, en nuestro drama ideológico, un personaje de condición modesta, pero activo y alegre. El probabilismo, al indicar lo que los antiguos llamaban «la opinión», el saber probable, por encima del absoluto, la doxa sobre la sofía, hace de aquélla una «Endoxa», un saber probable, pero excelente. El saber reconoce aquí su límite y se alegra en él… Ahora, si recordamos que la aceptación gozosa del límite es el fundamento de toda la civilización clásica; si recordamos que el valor de los conceptos morales de la Antigüedad y del Renacimiento mismo, en oposición a los de la Edad Media, está en que la angustia ascética de ésta por la existencia de la impureza y del mal, por la limitación y brevedad de la vida, se transforman, en aquellos otros períodos, en aceptación serena de los límites, en culto a las realizaciones terrenales, en victoria de la belleza del cuerpo humano, a pesar de sus impurezas y caducidad y defectos, encontraremos en el probabilismo un gran sentido de substancialidad clásica. Así como un pintor de la Umbria o de Venecia adoraba la belleza de un hermoso cuerpo desnudo, sin cura de la brevedad de la vida, así el probabilismo buscaría la belleza del conocimiento, sin cura de la imposibilidad de su absoluta verificación.

Las nociones abstractas de la matemática y la lógica. ¿Una estética abstracta?

La proporción entre los dos elementos que la probabilidad incluye, la necesidad y la contingencia, es distinta, según los momentos de la cadena de nociones que sirven de fundamento a las ciencias distintas. Cournot, para establecer el proceso genético de aquéllas, recurre a un juego de hipótesis algo parecido a aquel famoso de la llamada «estatua de Condillac», del ser que se finge inicialmente desprovisto de todos los sentidos, para examinar las adquisiciones intelectuales que de la sucesiva adquisición de los mismos se deriva. Pero, en lugar de tomar para el caso a un hombre singular, se toma, para decirlo así, la humanidad entera; en lugar de estudiar la aparición de nociones rudimentarias y empíricas, se trata de estudiar la historia de las ciencias. Los documentos proporcionados por ella vienen a iluminar el desarrollo de la hipótesis. Así, por ejemplo, si queremos imaginar en qué se cifra fundamentalmente una astronomía desprovista de la noción de fuerza, no tenemos sino recordar que, en toda la antigüedad y hasta Copérnico y Tycho-Brahe, la astronomía tiene, en efecto, tal carácter.

Las nociones iniciales de este proceso de adquisición son las abstractas, de que se sirven la matemática y la lógica, para las nociones de clase, de grupo, de distribución, de equiparación. Mas, cabe una filosofía, pobre, sin duda, pero completa, que no manejase sino estas nociones. Cabe igualmente una estética; por lo menos cierta estética, puramente abstracta, racional. Un jardinero tomará por motivos elementos preexistentes que le son dados: una inclinación del terreno, una corriente de agua, etc.; pero, entre ellos, dibujará los meandros de la vegetación según normas estéticas independientes del valor de aquellos motivos. Advirtamos que, en último caso, el jardinero no hace aquí otra cosa que lo que hace el sabio que proyecta una teoría para explicar un cierto número de hechos dados; a la manera como una curva puede dejar en su desarrollo unos puntos dados.

Las nociones de Fuerza, Cuerpo, Materia, Fuerza Viva, Fuente, Naturaleza, Cosmos.

Al entrar en el dominio de las ciencias físicas, aparecen las nociones de «fuerza», que dimana de la conciencia que tiene el hombre de su poder de producir movimientos en el propio cuerpo, unida a la sensación de esfuerzo que la acompaña, y la idea de «cuerpo», que dimana de la experiencia de una resistencia opuesta por el mundo exterior a este esfuerzo y a aquellos movimientos. Puede discutirse si, en este momento de la adquisición de ideas fundamentales, la noción de materia es primaria o secundaria. Distínguese, al lado de la noción de fuerza, la de fuerza viva, designación inventada por Leibniz para designar las formas de energía en que ella se consume… Y aquí comparece una noción destinada a tener gran importancia en la construcción del probabilismo: aparece la noción de «fuente», en que se sup<e>ra la oposición entre la fuerza que se conserva y la fuerza que se consume.

Una fuente significa un curso de energía, y, por consiguiente, un consumo; pero un curso tras del cual hay una perpetuación, que hace que el consumo que aquélla representa venga constantemente compensado por la introducción de elementos que antes no existían. Hay siempre en una fuente el curso, del cual se puede dar científicamente razón por medio de una ley, y un dato inicial, sin el cual la ley puede concebirse, pero el segmento de la realidad no puede explicarse. Si nosotros, por ejemplo, explicamos un proceso general en el Universo por la ley de Newton, éste, en rigor, nos da razón de una parte de la realidad de este universo; dados tales astros, de tal volumen y peso, situados a tal distancia los unos de los otros, esta ley nos da razón del comportamiento de los mismos; pero esto siempre que aquellos elementos de existencia, número, peso, volumen y distancia sean dados.

Así como ellos son dados de tal manera, podrían serlo de manera distinta, sin que por esto se alterara su ley. Hay que admitir, como un hecho aparte de cualquier explicación regular o legal, que estos hechos sean tales, y no otros. Habrá, pues, en la explicación del universo, un elemento legal constituido por la ley de la gravitación universal, y un elemento fortuito, constituido por el dato inicial del mismo universo.

Así, la noción de fuente se agranda hasta entrar en la posición que se la utiliza para rendir la noción general del universo. El genio de Humboldt previó la posibilidad de aislar en ella la serie teórica o legal de la serie histórica o causal cuando distingue entre una naturaleza compuesta de elementos legales y un mundo o cosmos compuesto de elementos históricos; entre una física, que da razón de los primeros, y una cosmografía o geografía general, que da razón de los segundos.

La tercera lección del curso la dará el profesor d'Ors pasado mañana a las 18.30 en la Facultad de Medicina sobre: «El probabilismo en las ciencias biológicas».


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Última actualización: 24 de mayo de 2007