Eugenio d'Ors
presentación | vida | obra | pseudónimos | retratos y caricaturas | galeria fotográfica |dibujos |entrevistas| enlaces    
SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
volver
LAS OBRAS Y LOS DIAS en España
XENIUS, «Las obras y los días», España. Semanario de la vida nacional, Madrid (edición facsimil Topos Verlag, Vaduz, 1982), 29-I-1915—28-V-1915.
Serie inédita, probablemente reservada para el volumen Amigo de Platón, nunca publicado.
  Gibraltar / Más allá de la escuela y de la despensa / Las «Humanidades» / William James escogió
(España, 7-V-1915, pp. 6-7 (pp. 174-175))
Gibraltar
Gibraltar resucita, en algunas finas conciencias ibéricas, un dolor. Esto es, por de pronto, lo que nos importa.
Un cuarto de siglo llevábamos de olvidados. En la penumbra de nuestras primeras memorias de colegio hay tal vez la de las voces campanudas y de las frases hechas de algún viejo dómine, plañidero por lo de Gibraltar. Luego, nada.
Los horizontes políticos se nos iban estrechando cada vez más. Uno dijo, como única palabra de ideal, como evocación de una columna de fuego: «Canales». Otro dijo (¡y acaba aún de repetirlo!), dando a la fórmula aquel mismo valor: «Reforma local». Otro había dicho: «Despensa y escuela»… ¿Se me perdonará la insinuación de que acaso sea Joaquín Costa, el formidable retórico del sentido rústico en la política, uno de los que más han contribuído a la mengua del horizonte ideal de España?
Ojo por ojo. Vuelta a la llave por vuelta a la llave. Siete, si queréis, para el sepulcro del Cid. Pero una también para el de Joaquín Costa. No vaya él, después de muerto, a hacernos perder batallas.
Más allá de la escuela y de la despensa
He aquí lo que decíamos una tarde del pasado enero a nuestros amigos de Bilbao: «Ya empezamos a llamarnos legión en España los que no nos contentaríamos tan parvamente.Ya empezamos a llamarnos legión los que ambicionamos, y para en seguida, para que nuestros ojos lo vean, la plenitud de la vida de cultura, la plenitud de la vida de civilidad; eso que no está en la despensa, pero que no está en la escuela tampoco, sino más arriba, mucho más arriba, allí donde los prácticos no alcanzan y donde a los primarios les rueda la cabeza. Toda la ciencia, y no un primarismo corto de alas. Toda la europeidad, toda la intervención en los grandes negocios del mundo, y no un espíritu de conservación estrecho. Y que no nos vengan los realistas de alma finisecular con el torpe pretexto de las cuestiones previas, carcoma de cualquier heroísmo, ni con la sobada metáfora aquélla, de que hay que comenzar las casas por los cimientos; porque nosotros nos volveremos al vivo espejo de la hermana Italia, la admirable nación, que en cuarenta años se ha fabricado una rejuvenecida grandeza, por haber tenido la virtud de empezar por lo alto; por no haber esperado, para entrar en las esferas superiores de la ciencia y para convertir su lengua en uno de los cuatro Hauptsprachen de la cultura, a que desapareciera el ceñidor de población analfabeta que aún rodea a Roma; por no haber hecho de la política de Sicilia una cuestión previa a la de la política de la Tripolitania. Y que no nos vengan tampoco con el primum vivere los pacatos, porque nosotros contestaremos que también la filosofía es vida y que la vida en filosofía, la vida en conciencia y sobreconciencia, la vida en ideal y superamiento, es la única vida que vale la pena de vivir.
Que se nos perdone al citar nuestras palabras en gracia a que no citamos un pensamiento nuestro, sino el de toda una generación.
Una generación que ha hecho posible que hoy —primavera de 1915— el dolor antiguo de Gibraltar haya resucitado en dolor nuevo.
Las «Humanidades»
Hay algo que puede preparar por lo hondo una reforma seria de nuestra política, un ensanchamiento en nuestro horizonte ideal. Un nombre muy vago, pero riquísimo en efectos, conviene a ese agente que decimos: el nombre de «Humanidades».
«Humanidades» en tiempo quiso decir griego y latín. Se salía de la Edad Media, y el latín y el griego constituían entonces la disciplina emancipadora. Pero en el siglo XVIII lo emancipador fue la física. En principios del XIX, la historia. A fines del XIX, la biología. Hoy, lo emancipador, lo que liberta el pensamiento, lo que constituye la disciplina central de las «humanidades» es la filosofía, tal vez.
William James escogió
Cuando William James fue a predicar a Edimburgo sus famosas conferencias sobre las variedades del sentimiento religioso, el mismo día de su llegada a la ciudad universitaria, el secretario del colegio llevóle a que escogiese el lugar en que había de hablar. Llegaron a un corredor donde se abrían frente a frente dos puertas. Testero de la una se leía: «Divinity Classroom». Testero de la otra: «Humanity Classroom». Y el secretario dijo al profesor que, dada la naturaleza del asunto que debía tratar —a medias psicológico, a medias teológico—, le daba a escoger entre las dos aulas.
William James escogió la clase de Humanidades.

Diseño y mantenimiento de la página: Pía d'Ors
Última actualización: 20 de marzo de 2009