Eugenio d'Ors
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SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
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LAS OBRAS Y LOS DIAS en España
XENIUS, «Las obras y los días», España. Semanario de la vida nacional, Madrid (edición facsimil Topos Verlag, Vaduz, 1982), 29-I-1915—28-V-1915.
Serie inédita, probablemente reservada para el volumen Amigo de Platón, nunca publicado.
 
Amigo de Platón / Enunciado / Unas palabras de Juan Dolent / "El pasajero", de Moreno Villa / El curso de Cossío / No hay ambiente
[año 1, nº 1, 29-I-1915, p. 5 (p. 5)]
(España, 29-I-1915, p. 5 (p. 5))
Amigo de Platón
Amigo de la verdad, y dispuesto al sacrificio por ella, pero más amigo de Platón todavía. Platón es, para nosotros, el sellado y precioso huerto que rinde cosecha de cien verdades por año. Sin contar con la sombra regalada y el buen olor, antes de la cosecha, cuando la verdad se cría. Y sin contar con que la tierra, que da frutos, es también un fruto; y Platón, también una verdad; y una verdad sin réplica.
Con aquellas ciento de la cosecha que digo andarán tal vez mezclados cien errores. Pero, aun los errores del huerto de Platón saben mejor que las verdades silvestres.

Amiga la verdad, pero más amigo Platón. Siempre, es claro, que el amigo se llame Platón precisamente; y no, Álvarez.
Enunciado
Imaginad que Platón vive entre nosotros, ahora y aquí. Hombre oscuro, sin mención ninguna en ninguna historia universal. Vecino de la villa y corte o de cualquiera de nuestras villas sin corte. Buen señor de anchas espaldas. Poeta fracasado, conversador impenitente. ¿Qué concepto formarían las gentes de él? ¿La visión cotidiana y cercana estorba a la adivinación de la grandeza? Diz que no hay héroe para su ayuda de cámara. Sí, respondo yo: a condición de que éste tenga la desdicha de no disponer sino de un alma de ayuda de cámara.
Somos unos cuantos los que, si Platón viviese, ahora y aquí, nos iríamos tras él, bebiéndole las palabras y las sonrisas.
Pero figuraos que hay una vacante en la Academia de Ciencias y que presentamos la candidatura de Platón, frente, por ejemplo, a la de D. Agustín Krahe.
Unas palabras de Juan Dolent
Pocas conciencias habrá conocido el siglo XIX tan finas y suspicaces para los valores estéticos como la de Juan Dolent. En cada uno de sus aforismos admirables hay sangre verdadera, de heridas verdaderas producidas por la vulgaridad de los tiempos en la carne viva de su buen gusto de crítico.
Juan Dolent se encargó una vez de la sección de crítica artística en un gran cotidiano. Y como alguien le preguntase:
—¿Qué va usted a hacer cuando uno de sus amigos resulte un mal artista?
El contestó:
—Yo no soy amigo de ningún mal artista.
«El pasajero», de Moreno Villa
Un acontecimiento muy importante se prepara. Puede lanzarse el vaticinio de que la poesía castellana va a conocer su Juan Maragall. Va a conocer el poeta de la pura sugestión, el de la nominación extasiada, sin conceptos tras de la nominación y aún sin imágenes.
Pero el extasiado Moreno Villa es algo filósofo. Él posee, como Antonio Machado, una guitarra metafísica. ¡Caso estupendo, que el mundo no sospechó jamás! Sabíamos de metafísica en los tercetos detonantes de la Commedia, ¡pero en este vago y dulce susurro de asonancias!
La guitarra metafísica de Machado es intelectualista. Sus asonancias riman a veces el paso, ni siquiera apresurado en exceso, de una disertación. Pero el poeta nuevo mejor canta el oscuro fluir. «El Pasajero» permanece fiel a lo pasajero.
Hay aquí un peligro… Toda música es un peligro. Le reste est littérature… —Mañana gritaremos, vueltos a lo clásico: ¡Viva el resto!
El curso de Cossío
Me he enterado por una señorita, alumna de la Escuela del Magisterio, y venida en vacaciones a mi ciudad (y el mal está en eso, en que yo haya tenido que enterarme por la casual visita de una alumna en vacaciones), de que Manuel Cossío sigue entendiéndoselas con Juan Jacobo. He aquí, pues, al crítico del Greco que se continúa en crítico del Ginebrino. Y se continúa muy coherentemente. Que el griego y el ginebrino tienen esta cosa común: el ser dos capítulos soberbios en la Historia Universal de la Pasión. Y el español que ahora comenta sus vidas vive también personalmente un nuevo capítulo de tal historia, y con gran impulso y con gran fiebre y con gran dolor y gemido.
Yo tuve la fortuna, el invierno pasado, de poder acercarme a este curso excepcional; y bien me dolió no poder seguirlo por entero. Me sorprendió ver que una multitud, entre nosotros inusitada, y además selecta, ya aguda de percepción y llena de entusiasmo lo frecuentaba. Cada viernes, en el aula del Museo pedagógico se daba una fiesta intelectual. Y grande fiesta intelectual era para mí confrontar las lecciones de este curso con otras oídas en París, sobre el mismo tema, sobre el mismo hombre, las muy famosas que Julio Lemaître dio en la Sociedad de Conferencias. Las tesis de Lemaître y de Cossío, en la crítica russoniana, tienen punto de partida idéntico: que Rousseau no es un hombre que nos dé, en una doctrina, la flor de la vida propia y su sentido; sino al revés, un hombre que, empezando por producir una doctrina, y muy al azar, trata después, y sólo muy imperfectamente lo alcanza, de ajustar, a esta doctrina, la conducta. Tal canta, por otra parte, el irrecusable testimonio de la biografía… Pero el acuerdo entre el sutil conversador de París y el ardiente predicador de Madrid no va más lejos.
Aquella adaptación arbitraria de la vida a un programa previo es considerada por Lemaître como un caso de histrionismo. En ella ve Cossío, al contrario, una prueba de seriedad íntima, de valentísima sinceridad. Dijo el primer comentarista: «He aquí a un hombre, Rousseau, que tuerce y disfraza su vida para presentarla a la admiración de las gentes acordada con unos principios que sólo una casualidad literaria, la vanidad de un certamen, le dictó». El segundo comentarista dice: «Ésta fue el alma, flaca en las fuerzas, pero excelente en el designio, que quiso mostrar que de la palabra lanzada a los hombres había que responder con la propia vida»… Problema histórico del más grande interés y relacionado con otro verdaderamente central, en la moral y en la psicología. Relacionado con el problema siguiente: ¿En dónde radica la verdadera sinceridad? ¿Estará en la biológico o en lo lógico? ¿En obedecer a los impulsos del nativo temperamento o a los dictados de la adqui­rida convicción? ¿Es admirable o es lícito «componer» la vida propia, «como un poema», a lo artístico o (según decir de Teresa, la Bien Plantada) como «la elegante demonstración de un teorema matemático»? Esto que, en la disminución del lenguaje moderno, suele llamarse «una pose», ¿tiene un valor ético o no? Tal vez nosotros nos inclinaríamos a la afir­mativa, y con esto preferiríamos el Rousseau de Cossío al otro. Pero Goethe hubiera sido acaso de opinión contraria. Goethe, quien dividía a los hombres en naturalezas y títeres, según que fuesen fieles o infieles a su propia singularísima ley vital.
Y ahora vuelve lo de lamentar que la noticia de la continuación de este curso haya tenido que llegarme por casualidad solamente. ¿No habría manera de crear en España, como en Francia ha existido, una Revista de cursos y de conferencias, en que quedase recogido el texto o el resumen de aquellas lecciones de cátedra que presentasen un real interés? Sin duda no serían muchas las recogidas que estuviesen a la altura de aquellas de Boutroux sobre La idea de ley natural, que hay que buscar hoy en los volúmenes de la publicación francesa aludida, y sólo se encuentran allí. Pero en las diez universidades de España bien debe darse media docena, una docena de cursos que salgan de la vulgaridad y en que se aprendan cosas nuevas, no contenidas aún en libros. Una referencia periódica de tales enseñanzas extendería el goce de su beneficio a muchos que personalmente no pueden reci­birla y que sin embargo tienen de ellas (son más de lo que parece) una caliente curiosidad.
Ya sé que se me objetará a la propuesta. Que, para una publicación así, en España «no hay ambiente».
No hay ambiente
Pero yo digo que ese tan oído «No hay ambiente» es la gran excusa de los perezosos y de los cobardes.
Yo me iré siempre con aquel Reformador-Sol que, a espejo del Rey-Sol, se diga:
«El ambiente, soy yo».

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Última actualización: 11 de marzo de 2009