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Eugenio d'Ors
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RETRATOS LITERARIOS
RAFAEL ALBERTI
(La arboleda perdida, 1. Primero y Segundo libros (1902-1931), Biblioteca Alberti/Alianza Editorial, Madrid, 1998; 2ª reimp., Madrid, 2002, pp. 192-193 y 229)

José María [Chacón y Calvo] era un hombre bueno, con cierta blandura de fruta tropical, gran aficionado a las nieves serranas, por las que se pasaba esquiando la mayor parte del invierno. Había publicado, hasta entonces, un solo libro: El hermano menor, y cuidaba, creo, en España, una edición de las obras completas de Martí, el delicado poeta apóstol de la libertad de la patria. Fue el amigo más entusiasta de mis canciones marineras y de mis primeros tercetos. Siempre que yo quería romper mi reposo me invitaba a cenar a su casa de la calle Pardiñas. Y allí me hacía repetir mis versos, a él solo o a sus convidados, que  a veces eran muchos. Una noche me presentó a un señorón grande y prosopopéyico, enorme cabezota, peinadas cejas, vientre redondo, chaqueta negra y pantalón a rayas. Su nombre: Eugenio d'Ors, «Xènius», el filósofo catalán, autor del Glosario y La bien plantada, preciosa obra ésta que yo acababa de leer por aquellos días. Después de los postres y el café, José María, siempre deseoso de que alguien nuevo me escuchara, me pidió recitar a d'Ors algunas de mis canciones, que yo sabía de memoria y que en ese época de pasión y entusiasmo recitaba con gusto a la más leve insinuación. Eugenio d'Ors me escuchó atento, refugiados sus ojos en las pobladas cejas y una amable sonrisa en los carnosos labios. Un solo comentario dejó caer, suave, casi como un susurro, cuando acabé mi recitado:

—Dan ganas de hacer versos à la manière de…

De pronto, no entendí, pero pasados unos instantes me di cuenta de la importancia de su elogio. La prueba es que aún, a mis cincuenta y cinco años, no lo he olvidado.

[…]

A Eugenio d'Ors lo detestaba [Juan Ramón Jiménez], y sobre todo desde el día en que el pobre filósofo catalán lo saludara cortésmente en la calle quitándose un chapeau melon de color gris —un bombín o sombrero hongo, como lo llamamos en España—, prenda que a Juan Ramón le parecía irrisoria.

—Este «Xènius» —(pseudónimo muy conocido de d'Ors)—, entre el catalán y el castellano se está armando un verdadero lío. Me gustaría que usted, amigo Alberti, ya que es dibujante, lo representase vestido de bailarina, con los brazos gordos en alto y una leyenda al pie que dijese: Xenia, la esperanta. Terminará bailando la rumba en Cuenca — concluyó el poeta, entre divertido y malhumorado.

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Última actualización: 30 de mayo de 2007