Eugenio d'Ors
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RETRATOS LITERARIOS
DANIEL VÁZQUEZ DÍAZ
EUGENIO D'ORS. RECORDATORIO ENTE LA LÁPIDA EN LA CASA DE LA CALLE DEL SACRAMENTO


Serían los años 21 o 22 del siglo. Por estos años, Wanda Landowska, la famosa pianista, clavicordista polaca, recorría España en viajes triunfales. Como yo dibujaba en "El Sol" las figuras ilustres de las Letras, Arte, Música y Teatro, una mañana me esperaba Landowska en el saloncito del hotel de Roma, donde se alojaba, para hacer su retrato, cuando anunciaron la visita de Eugenio d'Ors, a quien Wanda me presentó en términos muy amables; hasta ese día nunca había visto al escritor que tanto deseaba conocer. Sus primeras palabras fueron para el retrato de Rubén Darío, que había visto en París, mostrando curiosidad por conocer los de Ortega y Gasset, Unamuno, «Azorín» y Juan Ramón Jiménez, pintados en aquellos años, animándome a que esta obra fuese continuada en el sentido de la selección iniciada, y en el transcurso de los años se llamaría "Hombres de mi tiempo". Vivía el maestro en Barcelona, pero venía a Madrid con relativa frecuencia, anunciándome por carta los días que pasaría en la Corte para vernos y empezar su retrato, retrato que fue multiplicándose hasta cinco, luego publicados en ABC y otras revistas de España y América. Una fervorosa amistad y devoción hasta su muerte nos unió en vida, amistad enriquecida de largo epistolario y un primer estudio para el día que yo me decidiera a publicar el primer volumen de "Hombres de mi tiempo", obra que posiblemente vea la luz a final de este año de 1959. Estos días, en que han empezado a grabarse las grandes planchas del primer volumen, coincidiendo con la inauguración de la lápida en la casa de la calle del Sacramento, donde vivió el escritor, le recordamos con viva emoción, sin poder cambiar las últimas impresiones para esta obra, que él recomendó siempre bien cuidada, <…> le hubiera proporcionado el goce de su colaboración y consejo.

Ya se ha grabado el original de uno de sus cinco retratos —el primero— para su inserción en el libro, junto al primer estudio de su idea editorial, dibujo que, una vez publicado, pertenece a la colección de mi querido Víctor d'Ors, el ilustre arquitecto de tan fina sensibilidad, en memoria de mi amistad al padre y mi cariño al hijo del llorado maestro.
Cuántas veces me hubo invitado a conocer su ermita, ese lugar de paz, junto al azul Mediterráneo, que tanto gustaba a su espíritu, y que el amor a la tierra madre supo elegir para su descanso. En largas y frecuentes conversaciones hablábamos de escuelas y tendencias modernas, de una pintura clara y joven, una pintura que nuestros ojos deben hacer y mirar, como él decía.

En los años en que escribía su hermoso libro "Cézanne", el insaciable aprendiz de pintor, precursor de la nueva pintura de nuestro siglo, renovando la técnica y la influencia de los métodos técnicos con el esfuerzo y la voluntad de un iluminado. Paul Cézanne, según el maestro d'Ors, es un pintor espudástico; su obra es una de las lecciones espudásticas más señeras —si no el más grande, el pintor más representativo— que el siglo XX ha recibido al comenzar su destino en la Historia. Del esfuerzo de Cézanne se nutre el arte contemporáneo, rompiendo los moldes de toda tradición. Una preocupación geométrica, basada en el triángulo, cilindros y conos, una pintura que aspira a ser permanente por llevar a la pintura a criterios absolutamente pictóricos.

Conservo algunas cartas, ilustradas de algún dibujo a pluma, época de los Glosarios, cuando él firmaba sus artículos en "Blanco y Negro" con el seudónimo de "Un ingenio de esta Corte".
Cuando apareció el libro "Tres horas en el Museo del Prado", ofrecido en dedicatoria cariñosa, releído con la atención y meditación que merece todo lo que brotaba de su agudo ingenio y fina sensibilidad artística, ideas y doctrinas que perdurarán, al pasar de los años, en la memoria de los amigos de las Letras y de las Artes españolas. En la historia de nuestra cultura, Eugenio d'Ors vive.

(ABC, 1959)

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Última actualización: 20 de marzo de 2006