Eugenio d'Ors
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RETRATOS LITERARIOS  
AZORÍN
A 630 metros
 
Xenius en el Ateneo


A seiscientos treinta metros de altura, en esta altiplanicie castellana, ante este paisaje austeramente noble, hemos conocido —y con él cordialmente hemos charladao— a un hombre que venía de las doradas riberas del Mediterráneo. Era un joven alto, trajeado con aliño y sin atuendo; su musculatura destacaba proporcionada; en la placidez de su cara brillaba una mirada inteligente. Ni era presuroso en el ademán, ni locuaz. Su voz sonaba levemente; a menudo, los finales de sus frases —opacas, tenues— se perdían en una a manera de penumbra. Tras de lo dicho con brevedad, flotaba como un ambiente de meditación y de recogimiento. Cuando hacía una observación, se veía en la palabra sucinta, en la reflexión rápida, el trabajo recopilador de una copiosa lectura. Hay hombres que atraen y hechizan más —o, por lo menos, tanto— por sus silencios como por sus palabras. Este joven que subía a la altiplanicie castellana desde el piélago azul era uno de ellos. En su presencia estábamos, no ante un hombre que habla, sino ante un hombre que medita.

Este hombre medita y escribe. Todos los días, en las cuartillas, consigna alguna impresión; una impresión sugerida por el espectáculo intelectual. Aparecen sus anotaciones en un periódico diario, La Veu de Catalunya. Lleva el título genérico de Glosarios. Los glosarios de Xenius son de todos los tamaños, tratan de todas las materias. Unos tienen seis u ocho líneas; alguno ha ocupado ampliamente toda una plana del periódico. El espíritu ávido y curioso del glosador va comentando en sus apuntes toda clase de acaecimientos, incidentes y novedades intelectuales. La muerte de un poeta, la declaración de una guerra, la venta de un cuadro célebre, un concierto clásico, la publicación de un volumen de poesías líricas… He aquí un compendio, una serie de temas de los que figuran en los glosarios. Durante ocho años, en la breve sección del periódico barcelonés, ha ido reflejándose día por día la vida universal. La vida universal vista, sentida, expresada por un temperamento que, siendo clásico, prístinamente clásico, beneficia de todas las aportaciones, ya definitivas, de la revolución romántica.

 

Hace algunos meses hablábamos, en estas mismas páginas, de Eugenio d'Ors. Xenius ha vuelto a ascender a la altiplanicie castellana desde el claro y azul Mediterráneo. Xenius se encuentra de nuevo entre nosotros. Xenius ha hecho unas oposiciones. Xenius habita en la residencia de estudiantes. Xenius charla con su voz lenta y queda con Baroja, con Ortega y Gasset, con Onís. Hace pocas noches, d'Ors daba una conferencia íntima, familiar, ante los escolares que se albergan en la noble institución citada; esta tarde, a las seis, la voz de Xenius se dejará oir en el salón del Ateneo. Hará la presentación del pensador catalán José Ortega y Gasset. ¿Qué va a decir Xenius? ¿Cuál es su obra? ¿Qué cualidades son las predominantes en su ideología y en su estilo? Cosas largas de explicar son todas estas. Una exposición de las influencias que más pesan sobre la mentalidad de nuestro amigo, sería tarea compleja. Puntos de contacto existen entre Gabriel Alomar —el magnánimo espíritu— y Eugenio d'Ors. Ese punto de contacto nos lo da la extensión límpida, blanda y azul del mar latino.

Xenius, tradicionalista, es un espíritu clásico; ama la medida, el orden, la simetría, la ponderación, el equilibrio; ama una bella flor en una porcelana antigua; un ciprés perfilándose en el añil del cielo, una pared blanca —con una ventanita angosta— destacándose en la verdura, una melodía de Mozart, una fábula de La Fontaine. Xenius escribe con una prosa clara y sobria; dentro de este mismo estilo cristalino, él va poniendo una curiosidad ávida e infatigable por todo. Tal vez haya en nuestro amigo un poco de prevención contra la fogosidad romántica; esos vientos corren ahora. Pero Teresa, la ben Plantada, ¿qué es sino una romántica? Y esa tarde de otoño, última del veraneo de esta mujer; esa tarde de otoño, anubarrada, huracanada, de ambiente denso y caliginoso, con luz de melancolía y de ensueño, ¿qué es sino una tarde de un profundo romanticismo? Y acaso las páginas en que este espectáculo se describe sean las mejores del libro…

En la plática cordial que Xenius tuvo hace pocas noches en la residencia de estudiantes hos hablaba —sutilmente— del arte del diálogo. Los españoles —decía d'Ors— no sabemos ni escuchar ni dialogar. La manera española de la conversación es solemne y enfática; pensamos en nosotros mismos cuando hablamos y no en nuestro interlocutor. ¡Qué pocos son los políticos españoles que, cuando nos acercamos a ellos en un momento crítico, son capaces de tener la perspicacia o la generosidad de interrogarnos! Y, ¡qué grata cosa en esos momentos difíciles de nuestra vida la interrogación: la interrogación que supone en quien pregunta interés, curiosidad, objetividad, abandono por un momento de la propia personalidad para entrar en la ajena! ¿Dejaremos los españoles alguna vez esta manera enfática y egoísta? De desear es que el estilo de las conversaciones vaya transformándose, dulcificándose, humanizándose.

Xenius habla sencilla y suavemente. Sus conferencias no son discursos parlamentarios, sino realmente conferencias. No es nuestro amigo un orador que discursea, sino un hombre que va pensando. Esta tarde Xenius hablará en el Ateneo sobre filosofía. No habrá seguramente nada de abstruso en su charla. Escuchemos, periodistas y escritores, al compañero de letras que ha ennoblecido la pluma con una larga labor de cultura. Día por día, en su Glosario de La Veu de Catalunya, d'Ors ha puesto en comunicación a sus lectores con el pensamiento universal. No hubiera podido realizar esta empresa quien no tuviera un criterio amplio, moderno, comprensor de todo. Y esto, un espíritu sutil y moderno, es Eugenio d'Ors.

("Glosarios a Xenius. A 630 metros", ABC, 21-VIII-1913, pp. 3-4;
recogido en Azorín, Obras Completas, Tomo I, Aguilar, Madrid, 1975,
pp. 1199-1200)

 
Azorín («Xenius en el Ateneo», ABC, 20-II-1914; reproducido en Cataluña, 14-III-1914, pp. 162-173)

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Última actualización: 5 de junio de 2006