El tercer volumen de A. L. A. (que, con el anunciado «Tres mitos», de Jules Supervielle, formará el segundo año de la colección) ha empezado a repartirse entre los trescientos afortunados mortales, suscriptores de esta Sociedad bibliofílica, que tan alto pone el nombre de España y de las Españas entre los amigos del libro bello en todo el mundo.

En este de ahora la aportación argentina es la dominante. Argentino —nacionalmente argentino— el texto, esos famosos y cínicos «Consejos del viejo Vizcacha», monumento, a la vez, de la Épica y de la Picaresca. Argentino el ilustrador, Héctor Basaldúa, autor de los minúsculos y delicados grabados en cobre, que, iluminados a la mano por un artífice francés, J. Saude, decoran la edición. En toda la cual se advierte la asistencia escrupulosa y el buen gusto de Rodolfo Alcorta, su director artístico.

Luego hay para los agudos un placer muy picante en poseer así, en especie tan delicada, pulcra y estoy inclusive por decir femenil y melindrosa, unas páginas como las de José Hernández, donde el desgarro plebeyo es absoluto y donde las palabras mal sonantes no abundan menos que, por ejemplo, en los raros y formidables libros de nuestro pintor José Solana.