Eugenio d'Ors
GLOSARIO INÉDITO
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GRACIAS
(La República de las Letras, año I, núm. 2, Madrid, 13-V-1905, p. 2)
Anoche ví una cosa que yo no había visto nunca.

En una calle, en el arroyo, junto a un farol, había una niña basurera. Muy flaca. Muy andrajosa. Inclinada, recogía en su capacho un mezquino montón de escombros: papeles, desperdicios de fruta. Poca cosa. La pala, ávida, rascaba las piedras.

Del portal, aún luminoso, de una casa situada cerca de allí, salió una criada. Llevaba en la mano derecha un gran cubo lleno y rebosante de basura. Llegóse a la niña y volcó el cubo a sus pies.
Y he aquí que la niña, con una vocecita muy dulce, dijo:

—Gracias.

(A mí no me sirve para nada que la voz de la chiquilla fuera muy dulce; pero como realmente lo era, tampoco tengo porqué callarlo).

—¡Gracias!

… Sí, realmente. Había motivo de agradecer. El capacho de la basurera, antes casi vacío, se había colmado de abundante y rico botín. Y era aquello la codiciada materia de su trabajo. Y era pan, lumbre, techo, vida; o poco menos. Y la criada, gratuitamente, se lo daba. Y hasta piadosa, alargaba el camino para dejarlo a sus pies… Había que decir:

—Gracias.

¡Pero eso de echar la basura a un hombre!… El desperdicio, el escombro, la porquería, el hedor, el estiércol, todo el detritus miserable de nuestra vida, tirado así al cuerpo de un pobre hermano nuestro, volcado hasta casi cubrirlo sobre una niña que tiene la voz dulce… Y tener que decir a esto:

—Gracias.

¡Dios mío!… Por el espectáculo infame de la miseria del mundo, por todos los golpes recibidos en la lucha, por los gargajos de los malvados y de los imbéciles, por las manchas, por la miseria, por la enfermedad, por la gran náusea del vivir…

… ¡Gracias!



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Última actualización: 13 de diciembre de 2006