Eugenio d'Ors
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CARNAVAL Y CUARESMA
(Lo Barroco, Tecnos, Madrid, 2002)
 
El Carnaval, en el ordenamiento auténticamente católico del año, es casi tan litúrgico como la Cuaresma. La Cuaresma que, mientras prepara el Viernes Santo, expía el Martes gordo.

¡Cuánta cordura, no sólo práctica, sino teórica, en la aceptación regular y predeterminada de esta excepción! Oportet haeresses esse. Conviene que haya herejes, y conviene también que las máscaras se diviertan.

¡Nunca exclusiones, pero siempre jerarquía! ¡Qué asco, un Carnaval perpetuo! Pero, ¡qué soso, un año sin alguna manera de Carnaval!

Como el Carnaval, las Vacaciones tienen un valor de excepción, cuerdamente aceptado en anticipo. Se trata de instituciones barrocas, gracias a las cuales la general disciplina encuentra precisamente su viabilidad. La ley del trabajo alcanza la plenitud de su valor cuando se establece, a su lado y en estrechos límites, una estación de ociosidad. El orden, cuando, marginalmente, se da su parte al fuego y se enciende para el diablo, si no un cirio, como para San Miguel, una cerilla.

Para refrescarse, para recrearse. Para perderse, de cuando en cuando, en el Paraíso Perdido. Mientras se gana, con el esfuerzo de los siglos y de las generaciones, la Celestial Jerusalem.


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Última actualización: 1 de marzo de 2006