Eugenio d'Ors
GLOSARIO INÉDITO    
(ABC, 7-VI-1928, pp. 3-4)

LO DE MÉXICO.— Más que a nadie, lo de México, con el horror de su persecución religiosa, nos trae tristeza y turbación, a nosotros, los españoles… Algo así como las del padre, que, a largos años de distancia, ve, estremecido, apuntar, en el cuerpo y en la mente del hijo, los síntomas fatales del mal que, con la sangre, le transmitió.
Ciertas remembranzas de lo propio estorban a la condenación de lo ajeno. Otros impulsos, más delicados todavía, parecen, en un caso así, invitar, si no al silencio dolorido, por lo menos a una confidencial reserva, guardando píamente el secreto, dentro de una familiar comunidad en la consternación. ¡Se confunde tan fácilmente, cuando el escándalo se produce, la responsabilidad de un Gobierno con la de un partido, la de un partido con la de un país, la de un país con la de toda una raza…! Si la noticia corre, de que en México se persigue a sangre y fuego la creencia, no faltará por esos mundos quien traduzca en seguida: "México persigue a sangre y fuego una creencia". Ni quien recuerde, a propósito de lo que en México ocurre en el siglo xx, lo que, en el siglo XVII, ocurría en España.
Pero se llega a un punto en que ya el silencio y la misma reserva se vuelven difíciles al escritor responsable. De todas partes, y procedentes de las fuentes más venerables y autorizadas, empiezan a venir requerimientos, a los cuales, si la lógica no sabe qué oponer, el sentimiento no ve manera de hacerse el sordo. La Santa Sede ha llamado ya insistentemente la atención sobre lo de México, no sólo de los católicos, sino de todo hombre de honor, amigo de la justicia y de 1a dignidad humana. Solicitaciones, más individualizadas ya, prodúcense con apremio. Y no va a haber más remedio que saltar por encima de aquellas frágiles consideraciones, para pronunciar, solemne y enérgica, la palabra de condenación.

UNA PROTESTA.— La "Semana de los Escritores Católicos", últimamente celebrada en Francia, ha tomado la iniciativa de invitar a una protesta a sus cofrades, colocándola, no ya en el terreno religioso, sino en el común a todos los civilizados. Fundan el colmado derecho a tal protesta en el hecho de que la persecución, que lleva ya más de tres años de atroz actividad, representa una violación sistemática y sangrienta de los derechos naturales del hombre. Y, al rechazar el reproche, demasiado fácil, de inmisión en la política interior de un país extranjero, recuerdan que no fue a tal refugio de espíritus tímidos o insinceros, donde hubieron de acudir, ni Montalembert, cuando intervenía en favor de Polonia, de Hungría o de Irlanda; ni Gladstone, cuando estigmatizaba, en 1851, la tiranía de los Borbones en Nápoles con sus propios súbditos; ni el de tantos otros grandes escritores, oradores u hombres de Estado, "cuya raza, queremos creerlo —dicen los aludidos iniciadores—, no se ha extinguido aún".
Al mismo tiempo, denuncian como culpable la pasividad de la gran Prensa llamada de información, que no ha dado el menor eco a documentos tan importantes como el mensaje del Papa al universo civilizado, donde se expresaba la opinión de que la persecución actualmente sufrida por los católicos de México era la peor que había padecido la Iglesia desde su origen, puesto que, en suma, los mismos Emperadores romanos habían tolerado el culto privado y secreto en las casas, cementerios o catacumbas. Este documento vio luz en los Estados Unidos, en la revista Commonwealth, dirigida por Michael Williams, el 2 de Octubre de 1927.

PALABRAS DE BERNARD SHAW.— Si a la adhesión a dicha protesta no son invitados los católicos únicamente, los testimonios que, para propagarla, se invocan, tampoco proceden de un solo campo de creencia. También se dejan oír, a través de los mismos, voces de distinto tono. Ni siquiera falta, en el conjunto, la voz sarcástica y mefistofélica de Bernard Shaw… No desde el punto de vista de la religión, naturalmente, ni siquiera de la piedad humanitaria, sino a escuela de un sencillo y casi cínico sentido común, ha escrito a los iniciadores unas palabras de refuerzo el famoso dramaturgo irlandés.
"Si el Gobierno ruso —dice Bernard Shaw—que repudia abiertamente la doctrina de la Iglesia griega, como falaz, puede, sin embargo, permitirse tolerarla, mientras la desprecia, quisiéramos saber por que razón el Gobierno mexicano no puede permitirse ser igualmente amplio de espíritu, en lugar de conducirse como la Reina Elisabeth."
Estas palabras tienen un valor singular. Tiénenlo, por venir de quien vienen, y por decir lo que dicen. De una parte, eliminan cualquier motivo ideal que pudiese tenerse para regatear adhesión a una protesta, cuya razón teórica se amplía mucho más allá del campo católico. Pero a la vez que todo motivo ideal, absuelven de cualquier escrúpulo de fraternidad, de cualquier pudor de raza… Sus últimas palabras en este sentido son de oro. Recuerdan a la Reina Elisabeth, y no, como hubiera podido temerse, a la Inquisición. Al confirmar que el fanatismo no tiene patria, alejan el estorbo que podría traer la solidaridad de patrias, a la palabra, ya urgente, que ha de venir a denunciar y a condenar esta actual mala obra del fanatismo.


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Última actualización: 5 de junio de 2008