Eugenio d'Ors
GLOSARIO INÉDITO    
(ABC, 7-V-1927)

"ET LUX…".— En unos funerales, en provincia, esta mañana he rezado para que a una muerta, según cantaban los sacerdotes, "la luz eterna le luciese".
Sí; y, para ella, ¡qué gran sorpresa! ¡La eterna luz!… Bien sabemos cómo han vivido, sobre la tierra, años y años, estas mujercitas. Éstas, como la que ahora se murió. Tras de haber vivido sesenta y ocho años, quietecita, en un rincón, sin saber de este mundo ni del otro más que la epopeya casera semanal, la que empieza en la primera puntada del repaso en la ropa de la colada, y se cierra con la postrer sacudida del plumero sobre las figurillas de la consola. Esto, desde cada lunes hasta cada sábado. Sesenta y ocho años, de cincuenta y dos semanas cada uno, contar, contar… Y el verano que se va, y el invierno que llega, y el niño, que no se sabe lo que tiene, y la chica, que se le ha de casar, y el remedio que han aconsejado para el reuma, y la limosna para la sobrina del portero… Empero —también para ella repentinamente—, la Luz eterna
Nosotros, poetas, filósofos, artistas o, sencillamente, gustadores de las cosas espirituales, no lo conoceremos, en momento así. Tantas anticipaciones de la Luz eterna se nos han filtrado, en nuestro mundano vivir, quo ya el pleno resplandor de aquélla no representará para nosotros más que un aumento… Mas, ¡para estas pobres mujercitas, como ésta, en cuyo funeral he rezado esta mañana!… ¡Cuán grande comienzo!
Y, acaso, en los primeros días, ¡qué vicio! ¿Cómo van a arreglarse el primer lunes, sin colada?… A su vez, que la Madre de Dios, conocedora providenta de los amores de toda una vida, los tome en cuenta, y para dar alegría a estas incorregibles hacendosas, encargue, a cada principio de semana, a las pobres abuelitas muertas, el quehacer de repasar, zurcir y coser las nubes del cielo.

VELOS, EUGENESIA.— "Vuestras novias, decía el padre indulgente al hijo inexperto, no salen jamás con velo en la cara, y esto hace que vosotros no os detengáis jamás a contemplar y apreciar su cintura".
"Ni en la cara ni…", pensó el más up-to-date de los hijos. Pero se detuvo, y nada dijo, y puso una cara algo triste, parque oyó que, de pronto, el venerando varón se soltaba a hablar en latín.
Y esto citó el padre. Esto, que es de Horacio:

"…Regibus his mos est: ubi regnos mercantur apertos
hispiciunt; ne, si fa ci es, ut salpe, decora.
Molli fulta pede est, emptorem inducat hiautem   
Quod pulchrae clunes, breve quod caput, ardua cervix…
"
Las piernas, del caballo, y de la mujer, la cintura. El genio de la especie induce a los hombres al amor de los bellos troncos, quebrados por las bellas cinturas… Cada genio, no obstante, tiene su genio enemigo. El enemigo del genio de la especie inventó la belleza del rostro, con el fin da distraer la atención de los mortales de las bellas cinturas.
Conviene ahora que los pueblos cuidadosos de su porvenir contrarresten un poco ese maleficio. ¡Gentes del Corán, que aspiraban al más grande de los imperios! ¡Viejos españoles, que tenían —y tienen y tendrán siempre— que combatir con las gentes del Corán! ¡Bien vuestros fueron, y son aún, velo y mantilla! La cara tapada, olvidada. La íntegra invitación del genio de la especie subrayada en otro lugar.
En cambio, hoy…
A pesar de su edad avanzada, el buen padre no era en todo un pesimista. Por, otra parte, poseía aún suficiente frescura de espíritu para corregirse. Al pronunciar la palabra hoy, la enmendó en seguida:
—Hoy, es decir, ayer…
El siglo XIX fue un siglo de caras. De las mujeres, los hombres miraron la cara. Descubierta, desnuda, cínica… Las consecuencias, abominables.
—Ayer, he corregido, porque es justo advertir que hoy las cosas empiezan a cambiar. El cuerpo parece recobrar su importancia. Las miradas, que el genio de la especie guía, se reparten hoy con más equidad que hace cincuenta años. El porvenir de las razas lo agradecerá.
"Mientras tanto, tú, hijo mío —concluyó el anciano—, no dejes de invitar a tu novia a salir contigo una mañana, llevando ella velo y mantilla. Déjala pasar delante; situado tú unos pasos más atrás, contémplala sin precipitación".

CENTENARIOS.— Centenario del romanticismo, muy bien.
Pero que el homenaje a la crinolina no sirva para hacer pasar una recaída en el mac-ferlán.

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Última actualización: 5 de junio de 2008