Eugenio d'Ors
GLOSARIO INÉDITO
ESTILO Y CIFRA
ESPAÑA FUERA DE ESPAÑA
(La Vanguardia, 5-VII-1949, p. 3)

Ahora estoy bien seguro de que el auditorio romano midió comprensivamente el sacrificio que representaba para mí el presentarme en una función informativa, inusitada dentro de mis hábitos, tanto como lejana a mis preferencias. De las dos partes en que la Doctrina de la Inteligencia distribuye el contenido filosófico —una, la Poética, o teoría general de la actividad; otra, la que llamamos Patética, o teoría general de la pasividad—, no es esta última a la que suelo consagrar mis afanes. En principio, me creo infinitamente más capaz de inventar una cosa que de referirla.

Pero el que uno sea hombre de fantasía no quiere decir que no sea un hombre de deber. Mi deber, en la ocasión, estaba en secundar como pudiera los admirables esfuerzos que están llevando a cabo, con tanta intensidad como éxito, la representación diplomática de España en Italia, nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores y su Dirección de Relaciones Culturales, el grupo de los profesores reunidos en el novicio Instituto Español de Lengua y Literatura y también —justo es decirlo— la pléyade lúcida de los hispanistas italianos, en los cuales encontramos los españoles tanto intelecto de sabiduría como intelecto de amor.

Y, ¿cuál es el sentido de tales esfuerzos? Una sacra ambición de multiplicar, no ya las relaciones de cultura entre los parlantes de todas las lenguas donde resuena el «sí», sino su unidad de cultura, su verdadera ecumenicidad. Para declararlo en términos paladinos, lo que ahora está empezando, en ocasiones como la que acaba de conducirme a la Ciudad Eterna, es que España e Italia vuelvan a gozar de un acervo común de productos intelectuales, que no hayan tenido que pasar por las aduanas francesas. Lo cual, en verdad, significa una revolución. Todavía, respecto de mi propio, la traducción italiana del «Barroco» ha tenido que ser cumplida sobre el texto de una edición francesa. Pero ya, de las tres secciones que comprende la «Epopea della Spagna», no es sólo que respecto a dos la versión italiana se haya hecho directamente, sino que de la tercera, una versión francesa no existe y es probable que por mucho tiempo no llegue a existir.
Ahora bien, si el favor de la literatura de los trovadores, asistida por tantas facilidades de difusión ultra fronteras, el éxito antes aludido se ha logrado en gran parte, no cabe decir lo mismo de la literatura del pensamiento y, en especial, del pensamiento estrictamente filosófico. Los poetas más jóvenes de España cuentan hoy en Italia con traductores, conocedores, adeptos. En cambio, acontecimientos como el Centenario del filósofo Francisco Suárez han podido producirse sin mención apenas allí. Mi agradecimiento hacia la acogida con que me han obsequiado siempre la crítica, el público italianos, no ha de impedirme el confesar que, alguna vez, lo despistado acompañaba, en los documentos llegados a mi noticia, a lo generoso. Como emblema biográfico mío y caracterización de tendencias, he podio ver empleado, en tal o cual coyuntura, un clisé, visiblemente utilizable como retrato de Miguel de Unamuno. La ruptura interior, el paradojismo ultrancero, la romántica y extremosa agonía han podido servir, al comentar la vida de Goya, cuando lo aplicable a don Miguel nada tenía que ver ni con don Francisco, el personaje, ni con don Eugenio, su exégeta. Urgía, pues, llevar a la tribuna de donde hubieran de escucharse, informaciones más exactas sobre el pensamiento español y sus representantes. Y esto había que hacerlo con una doble exigencia. Con tanta imparcialidad en lo noticioso como amplitud en lo comprensivo.

No convenía limitar a un sector, ni a una escuela, ni a una inclinación tendenciosa lo traído a ocasión de responsabilidad tan grande. Tampoco era del caso suscitar sobre el tema la posible oposición entre tiempos y generaciones, entre regiones y lugares de España y, menos aún, la que pudiéramos llamar profesional: la que enfrenta al docente frente al publicista, o al sacerdote contra el laico, o al seglar contra el regular, o a los regulares entre sí, o al divulgador contra el hermético, etc. Hay muchas moradas en la mansión del padre y a todas pueden llegar las llamas del Espíritu. La necesidad de la amplitud comprensiva juntaba, para alcance del tema, aquellas a que, desde el título de la disertación, se daba los respectivos títulos de «Filosofía escrita» y «Filosofía no escrita»; entendiendo por esta última no precisamente la que no se halla traducida a signos, hablados o gráficos, de expresión, sino aquella no promulgada específicamente con el carácter doctrinal. Insistamos siempre en lo mismo: si no hay libro de historia de la Filosofía sin mención de Sócrates, que nada escribió, ¿cómo olvidaríamos, al dar un resumen de la historia de la Filosofía española, a un Gracián, a un Donoso Cortés? Ni siquiera olvidamos al andaluz que suelta sin percatarse de su escalofriante profundidad, la expresión «desangelado», y se inscribe con ello en la profesión de una antropología a que apenas sí estamos llegando, trabajosamente ahora, los del oficio.


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Última actualización: 28 de febrero de 2007