Eugenio d'Ors
TEXTOS FILOSÓFICOS
BERNAT METJE (siglos XIV-XV)
(Cataluña, 6/13-I-1912, p. 7)

Bernat Metje [(fines del siglo XIV principios del XV)], elegante cortesano, humanista de fuste, grande y amenísimo escritor, es también, dígase lo que se quiera, un filósofo de importancia.
Se ha combatido su originalidad. No ha costado mucho encarar con el texto del «Sompni» textos de Cicerón, a quien calca; de Bocaccio, a quien, en un malicioso fragmento, literalmente imita. Pero, ¿hay que buscar, acaso, en la erudición, en las citas, en la producción de autoridades, la originalidad de un pensador del siglo XIV? ¿O mejor en su intención fundamental y matriz de los problemas [(véase el estudio de Bergson sobre «La intuición filosófica»)], en la posición de su espíritu frente a ellos, en el acento de su discurso?
La intuición fundamental y matriz, la posición, el acento de Bernat Metje, no son de Cicerón; para encontrar su más inmediato antecedente será necesario, tal vez, retroceder hasta Sócrates. Pero, aun más que a Sócrates, recuerda este gentilísimo catalán, y el fragmento que sigue es prueba paladina de ello, a alguien muy cercano a nosotros en la historia del pensamiento universal. Aludimos a Ernesto Renan. ¿Nos atreveremos a decir que este diálogo finísimo sobre la inmortalidad del alma, es algo asombrosa, espantosamente renaniano? Notad, sin embargo, en los dos términos de la comparación, una misma complacencia en el equívoco, idéntica mezcla turbadora de piedad y de ironía, y el ágil moverse en la forma del diálogo, presentando sucesivamente el pro y el contra, con análogo gusto por los dos, y dejando finalmente, si no una vocación a «vivir» la identidad de los contrarios, una impresión de semi-creencia, de adhesión a medias, de juego lógico, de eso tan griego y tan moderno a la vez.
Aparte de su posición y acento general, el principal interés filosófico del diálogo que se continúa, se cifra en los siguientes puntos: 1º En las primeras líneas, la incuranza de lo que no se ve, remachada por lo que inmediatamente sigue, ¿es de color materalista, o escéptico, o agnóstico, o pragmatista? El empleo del verbo usar puede dar mucho que pensar, en este último sentido. Téngase presente que, más adelante, vuelve la palabra a aparecer, y para disuadirle de la tristeza, dice el rey aparecido a su cortesano: «no llores, que de remedio inútil usarías». Éste es un matiz delicado y no se puede insistir sobre él. —2º La definición meramente funcional del espíritu, que se da un poco más adelante («Según la diversidad de oficios, muy diversamente el alma es nombrada. Vivificando el cuerpo es llamada alma; queriendo, voluntad; etc.»), definición tan elocuente por lo que dice (que presupone, implícita, la idea, tan moderna, de la plenitud constante del espíritu), como por lo que calla (la división en potencias, tiránicamente en vigor en el tiempo). —3º La separación de la realidad <en> dos mundos, mundo del espíritu y mundo de la cantidad, atisbo de cartesianismo «avant la lèttre» de la más alta importancia. —4º La cuestión criteriológica sobre la autoridad, que recorre subterráneamente toda la parte del texto en que se producen autoridades. Basta la presentación de estos cuatro puntos, en un fragmento tan corto, y la manera equívoca, pero de honda coherencia, como nos aparecen tratados, para darnos cuenta de la talla de un pensador.


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Última actualización: 2 de octubre de 2008