Eugenio d'Ors
ENTREVISTAS Y DECLARACIONES
ENTREVISTA CON EUGENIO D'ORS
(por Castro Villacañas, Arriba, 28-XII-1948)
¿Queda aún alguien, en los rincones más oscuros y zafios de la sociedad española, capaz de repetir el consabido estribillo de hace años, que pretendía que a Eugenio d'Ors no se le entiende? No estamos seguros. Lo que ocurre es que el "entender" es una cosa; otra, el "comprender". A Eugenio d'Ors se le entiende siempre, según se demuestra en las grandes ocasiones de su contacto directo con el público, en que el calor oratorio opera inmediatamente su magia. Para "comprender", en cambio, es indispensable "abarcar". Y, ¿cómo abarcar el opulento contenido espiritual de este hombre y de su obra?

Imaginemos a alguien que, de propia singular creación, hubiese dado a un solo país, El Espectador de Addisson -que mayores son la extensión y variedad del Glosario-, la Divina Comedia -a la cual evocan la mole y la trascendencia del Epos de los Destinos-, y la Crítica de la razón pura -que la aparición del Secreto de la Filosofía no envuelve menos trascendencia para el pensamiento contemporáneo que pudo envolver la obra de Kant para el de su tiempo-. ¿Quién se daría cuenta cabal de tanta grandeza? La de otro filósofo del pasado, Leibniz, pudiera ser evocada a este propósito. Pero Leibniz no sorprendía a sus lectores de cuando en cuando componiendo una fabulita de humor, cuyos personajes son dos coches o ganando la apuesta de encerrar toda la historia del mundo en quinientas palabras.

Esta dificultad de comprensión simultánea, va acompañada de otra, que inutiliza el acercamiento sucesivo. A Eugenio d'Ors casi nunca se le encuentra donde se le busca. Nosotros hoy, al buscarle para nuestro diálogo, tras de haberle tenido ausente en su famosa ermita mediterránea, le hemos encontrado presente, pero doliente, cuidando en lecho la más inoportuna de las "grippes". Y mientras queríamos que nos hablase aún de su discurso inaugural del Ateneo sobre La política de misión, cuya trascendencia ocupa y preocupa hoy tantas conversaciones, le hemos encontrado, contento como un novel al anuncio de que iban a llegarle de Milán los primeros ejemplares de la traducción italiana del Epos de los Destinos, que acaba de lanzar, en guisa de acontecimiento literario, el editor Bompiani.

—No conozco la edición todavía -nos dice nuestro visitado-, pero sí el fervor de quien la edita.

Luego, entusiasmado y locuaz, nos habla del Epos:

—Es una obra de origen múltiple; su materia consiste en explanar una nueva serie de la biografía. He sentido siempre que las biografías cifradas en lo anecdótico encierran una esencial falsedad. La verdadera biografía sería la que supiera elevar la representación de un ser humano desde lo descriptivo a lo definitorio. Por esto, en la segunda parte del Epos, que se refiere a los Reyes Católicos, la exposición de cada uno de los personajes evocados se termina con una especie de inscripción o lápida que resume su emblema. Esta segunda parte, además, no es sólo una biografía, sino un verdadero resumen de biografías; y como en la obra total esto se junta a la biografía de Goya, y en la tercera parte a la de una especie de Fausto español que es el licenciado Torralba, ello da, en conjunto, una especie de cuadro total de España, de su historia, sus paisajes, sus personajes y hasta de sus secretos; todo ello, articulado en la concepción de la posibilidad de tres tipos en el destino del ser humano: la estructura de lo subconsciente, la del instinto; la del ser humano político, que se realiza por medio de la Sociedad, en Fernando e Isabel; y la del ser humano demoníaco o angélico, como se quiera, que es el caso de este archi-intelectual que fue Eugenio Torralba. Esta totalidad épica en lo español, es lo que habrá contribuido al favor con que me dicen ha sido recibida la obra en Italia.

Las últimas palabras de don Eugenio d'Ors son como el dictado de una lección extraña y trascendente. Desde el blanco suave de las almohadas, se destaca el intenso blanco de su cabellera. Vivos los ojos, recorren un momento la habitación, volviéndose de nuevo hacia el periodista. Pero éste no renuncia a su primer propósito. Y por si fuera factible, quiere que don Eugenio hable de su Política de misión, empalmando para ello ese éxito italiano que el Epos envía al filósofo, con este otro éxito que le enviaron los aplausos y los ecos admirativos de los españoles en el Ateneo.

—Cuando se trata de algo de esencia política -nos dice don Eugenio-, el éxito no está en el aplauso, sino en el fruto. Hasta que una eficacia cualquiera no ha sido lograda por el contacto entre una voz y una muchedumbre, no cabe decir que esta voz haya sido auténticamente escuchada. Es demasiado pronto para decir si nuestro ideal de política de misión ha tenido un éxito absoluto en España; pero, en desquite, hay que persuadirse de que tampoco este resultado corre prisa. Un cuarto de siglo lleva concebido en mis reflexiones el ideal de la política de misión; después, lo he detallado en "glosas", monografías, lecciones de cátedra, predicaciones de tipo reducido... Ahora acaba de ponerse en contacto con un gran público, y cabe decir que ahora se ha echado la semilla. Veremos...

En este momento, cuando en el aire queda la expectación de la última palabra, abierta a una curiosa esperanza, se anuncia la llegada del crítico musical Fernández-Cid. Don Eugenio ordena se le haga pasar y, dentro de su uniforme militar, que evoca aquel de húsar que cuadraría tan perfectamente a la figura de nuestro compañero, Antonio entra y saluda. Desde este instante la entrevista tendrá un testigo, quien habrá de participar, a veces, en la conversación. Conversación que, en este instante, se encauza por los caminos de otra actualidad que se ciñe a la obra de don Eugenio d'Ors: el Salón de los Once.

—Esto -afirma-, se puede asegurar ya que ha tenido eficacia. La Academia Breve de Arte existe desde hace siete años y ha celebrado ocho Exposiciones de carácter general -siempre con sus once artistas invitados-, además de cuatro Exposiciones antológicas a las cuales da materia una selección entre las obras expuestas en Madrid durante el año. Con esto se han logrado tres resultados: por de pronto, un centenar de artistas revelados al público de Madrid, entre ellos algunos tan cuajados después como Eduardo Vicente y Rafael Zabaleta; luego, se ha roto la dificultad de acceso de la provincia a Madrid, siendo muchos los artistas del núcleo barcelonés que han volado fuera de él por vez primera, gracias a la invitación de la Academia Breve, y habiéndose llegado ahora mismo con la Exposición de los artistas "Indalianos", de Almería, al traslado de un grupo entero a una gloriosa consagración entre nosotros; por útimo, son también en gran número los artistas extranjeros cuya obra hemos podido de este modo conocer; más hubieran sido, de no haberlo impedido hasta ahora las circunstancias del mundo. De todas maneras, y por mediación de la Academia Breve, España se sumará al homenaje que la crítica y el arte del mundo quieren consagrar a los claros ochenta y ocho años del pintor belga James Ensor.

La labor del filósofo, la preocupación del esteta, no impiden, sino que impulsan la obra del maestro a un quehacer rápido y fugaz. Cada día, Arriba ahora, otros periódicos antes, han publicado, año tras año, una muestra del genio -y también del ingenio- de don Eugenio d'Ors: El Glosario. Sobre este tema, sobre la permanencia de esta obra, hay que hablar ahora.

—La edición completa, que está llevando a término Aguilar, va a comprender pronto un nuevo volumen -dice respecto al particular el escritor-. Con esto, son ya cuatro los publicados, cada uno con su millar y medio de páginas y su onomástica multitudinaria. En los términos convenidos por el editor, la obra comprende cinco volúmenes; pero como ocurre que mientras ésta se iba desarrollando, nueva producción cotidiana se iba añadiendo a la ya hecha, tenemos, a la hora actual, algo como la materia de dos nuevos volúmenes; y lo que podrá venir, si se cumplen las profecías que a su comienzo dieron al Glosario una extensión total de cincuenta años.

Tanto Fernández-Cid como nosotros apoyamos aquí la fácil muletilla de la seguridad. Y don Eugenio, desde el lecho, inicia el camino de las sabrosas y múltiples anécdotas que para cada caso sabe, y que sabe aplicar a cada caso; por ello, antes de adentrarnos en tan proceloso mar, donde naufragan, al cabo, todas las entrevistas, lanzamos nuestras últimas preguntas: ¿Qué considera él como lo más importante de su obra? ¿Cuál es el género de mayor vigencia en España? Y, si saber sintetizar es prueba de elevada formación espiritual, he aquí cómo el maestro, sintentizando, responde:

—Es notable que, después de todo, lo que más apasiona sea género filosófico. Probablemente, después de la poesía lírica, en la España de nuestros días, haya sido la Filosofía la de manifestaciones más universales. Por lo pronto, de todos mis editores el más entusiasta es el que ha publicado el libro El secreto de la Filosofía; y tanto, que inmediatamente ha querido otro igual en aspecto y condiciones, que se llamará El secreto de la Cultura, segundo tratado de una serie expositiva, de la que he llamado "Doctrina de la Inteligencia" y que ha de comprender tres tratados más, dedicados, respectivamente, a la exposición de la "Poética", la "Patética" y la "Angélica".

Aquí acaba la misión del periodista. La conversación se hace general y los ojos de don Eugenio se vuelven a unas magníficas fotografías que tiene a sus pies, sobre la cama. ¿Son reproducciones de las obras de los "Indalianos"? No. Cuando los jóvenes indalianos van, su patrocinador ya vuelve. Las imágenes son de esculturas. Su autor, el gran estatuario italiano Francesco Messina. Cuando los editores que habían de reunirlas en publicación antológica han manifestado el propósito de enriquecer la obra con un prefacio, Francesco Messina ha declarado que no lo autorizaría a menos que este prefacio fuera escrito por Eugenio d'Ors. Y así se hará, aun cuando para ello haya habido que pedir permiso a Bompiani, monopolizador desde el año pasado de todas las traducciones italianas de la obra de nuestro autor.


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Última actualización: 4 de abril de 2006