Eugenio d'Ors
ENTREVISTAS Y DECLARACIONES
CHARLA ACERCA DE LAS ROSAS CON D. EUGENIO d'ORS
(José Antonio Bayona, La Vanguardia, 28-IX-1954, p. 9)
 
Fue en la calle del Sacramento, aquí en Madrid. En la misma calle en donde aún está la casa del cardenal Cisneros. Aún podríamos ver la huella del cardenal Sandoval y Rojas, el gran valido de Felipe III y amigo de nuestro gran amigo don Miguel de Cervantes Saavedra...
Sobre la mesa, un búcaro con rosas. Van desprendiéndose los pétalos, siempre suaves, aún olorosos. Naturaleza. Se inicia el diálogo. D'Ors repite esta palabra que acabamos de pronunciar.
—Naturaleza... no. Los senderos del bosque no son naturaleza, ni el pan ni el vino, ni el trigo ni la vid, cuyo cultivo hubo de introducir Grecia, la divina Demeter, madre de Egipto, en donde daban el nombre de Isis...
—¿La rosa, no es naturaleza?
Rosa Eugenio d'Ors (Felio Camprubí)
—Tampoco la rosa es naturaleza —me contestó d'Ors—. Rosas silvestres... Por ejemplo, en Sierra Morena o en los Pirineos. Parece que eran unas florecillas miserables. Es probable que ni siquiera correspondan a un tiempo primitivo de la especie. Más bien se trataría del producto inclusero de alguna inconfesable aventura del polen...
—Pero los botánicos...
—Digan lo que quieran los botánicos. Nosotros rehusaríamos el dar a tan pálidos engendros el nombre glorioso de la rosa. Para nosotros la rosa, es la rosa de cultivo, como el perro es el perro, y no el lobo y el caballo una invención del jinete y no un monstruo paleontológico cualquiera... Como no llamamos lengua castellana a la de los fetos lingüísticos que estudia don Ramón Menéndez Pidal, ni cultura a nada de lo que haya ocurrido antes de que Sócrates y los pensadores estoicos hubieran delineado en los tableros de la conciencia universal.
—¿Entonces?...
—Estamos por lo maduro y perfecto. El muchacho no es hombre, la muchacha no es mujer... La tribu no se ha cuajado en ciudad. Saber de todo esto, resulta curioso; pero contemplarlo, deprimente.
—¿Cuántos años se precisan para producir una variedad nueva de rosas?
—Si usted tiene lucidez suficiente para percatarse de que las florecillas del campo en medio del bosque no son más que un esbozo, reservará sus fervores en belleza, a la obra de estos ingenieros de estirpes florales, los jardineros, sobre todo a los de tecnicismo eugenésico y especializado como estos Camprubí, de San Juan Despí, que ya no se titulan epicenamente jardineros, sino blasonadamente rosalistas.
—Pero yo le preguntaba cuánto tiempo se precisa para producir una nueva variedad de rosas.
—Se precisan diez años de preparación y de experiencias. Una de esas variedades que permiten al obtentor llamarse inventor y dar a la creación obtenida, si no su propio nombre, el de la idea o persona de su afición a quien dedica el invento, como los exploradores dan el nombre de un santo o de una reina a las islas que han descubierto...
Hemos visto algunas de las variedades de rosas obtenidas por el rosalista Camprubí Nadal. Hemos visto la rosa Marquesa de Bolarque, que tiene toda la gracia y distinción que emana de la nobleza española y hace honor con sus bellas y grandes flores de color amarillo, limón fuerte y de forma puntiaguda y perfecta, a la aristocrática madrina de esta bella rosa. Pero vemos también que no solamente en la gracia femenina busca el rosalista apadrinamientos. También la filosofía recibe el obsequio de estas consagraciones, la filosofía en persona de don Eugenio d'Ors. He visto la rosa «Eugenio d'Ors». Los creadores de este floral maravilla sintieron, al lograrla, tras de los trabajos y rebuscas más sutiles, que su fastuosidad soberana y robusta sólo podía colocarse bajo la advocación de una poesía opulenta como la de Lord Byron o de una filosofía de la serenidad como la de Eugenio d'Ors. Esta rosa se abre lentamente; su perfume es violento. Nada en ella, sin embargo, de sensualidad decadente. Todo vigor, todo fuerza elegante y tranquila. Su forma es esbelta y grande, su color es rojo sangre de toro, jaspeado de negro terciopelo. Si clasicismo significa salud, esta rosa está destinada a convertirse en la flor clásica por excelencia...
La entrevista ha terminado. D'Ors, como epílogo, me dice, mirando la rosa que lleva su nombre: «Once años de preparación para lograr esta rosa... once años». Pero si la flor del filósofo ha necesitado once años para su difusión, su filosofía ha necesitado treinta y cinco. Ya se verá luego quién, si la flor o la filosofía, dura más...

Diseño y mantenimiento de la página: Pía d'Ors
Última actualización: 25 de abril de 2012