—¿Qué tal el viaje, Maestro?
—Magnífico y rápido.
—¿Conocía Vd. ya Canarias?
—Pasé por Las Palmas, también rumbo a Buenos Aires, en el año 1921, y en 1931 estuve en Tenerife como mantenedor de los Juegos Florales celebrados allí por el Ateneo de La Laguna.
—¿Qué motiva su viaje a la Argentina?
—Invitado por la Facultad de Letras, a través de la Cultural Española, voy a dar un cursillo que consistirá en once conferencias, sobre la “Ciencia de la Cultura”, una nueva ciencia, tema de un libro que tengo en preparación, “El Secreto de la Cultura”, que se publicará en breve y del cual Buenos Aires va a llevarse las primicias.
—¿Estará Vd. mucho tiempo en la República hermana?
—Hasta el mes de Noviembre. Cuando termine las conferencias en Buenos Aires he de ir a Montevideo donde daré tres conferencias sobre el tema “Introducción a la Crítica del Arte”, invitado por el Jockey Club de aquella capital. También he sido invitado a dar unas Conferencias en San Pablo (Brasil) pero esta vez no podrá ser.
—¿Regresará usted entonces a España?
—Sí. Yo hubiese querido estar en Barcelona el 28 de este mes, fecha de mi cumpleaños, cuando solemos reunirnos algunos amigos a cenar en la Barceloneta, pero como no puede ser, pues ese será precisamente el día que inauguro mis conferencias en Buenos Aires, hemos aplazado la reunión para el 15 de Noviembre que es el día de mi santo.
—¿Quiere usted decirme algo sobre el existencialismo?
—El existencialismo es una manera de hablar sin precisar y sin amenidad de las cosas de que los hombres de ciencia hablan sin amenidad pero con precisión y los poetas sin precisión pero con amenidad.
—¿Esta nueva Ciencia de la Cultura está frente al existencialismo contemporáneo?
—En la misma relación que el apetito respecto al hambre.
Mientras charlamos varios admiradores y amigos del Maestro se acercan a saludarle. Don Eugenio nos invita al Bar donde amablemente nos obsequia. Hablamos de Italia, del Buenos Aires antiguo, de París, la capital que nunca cambia.