Eugenio d'Ors
ENTREVISTAS Y DECLARACIONES
A MEDIA NOCHE. CINCO MINUTOS CON... EUGENIO d'ORS
por Del Arco (Destino, 12-I-1946, p. 3)
 
Revelado por Eugenio d'Ors el secreto de la filosofía, que es, según dijo: «Qui facit veritatem venit ad lucem», y definido el filósofo, también por él, que es «quien vive en conciencia de la eternidad del momento», faltaba todavía concretar algún detalle relativo al filósofo en el mundo.

Y para estos detalles fui a ver a Eugenio d'Ors. Previa cita, naturalmente. De sobremesa. Para el orden de las ideas diré que fuimos puntuales. Coincidimos a la hora señalada y también coincidimos en que ambos fumábamos puros. Lo anoto por si tengo algo de filósofo.

—Señor d'Ors, deseo saber si es muy difícil ser filósofo.

Mi curiosidad no le ha sorprendido lo más mínimo, pero como tarda en contestar, dudo del éxito de mi interrogatorio. Pero, a poco, dice, sin duda observándome:

—Mientras más tarde empecemos, más deprisa lo haremos. Por ejemplo, una glosa mía está hecha en pocos momentos, como lo demuestra su abundancia; pero muchas de ellas han necesitado cuarenta años, no ya para prepararse, sino que en cuanto a su forma expresiva.

Prevenido, puesto que ya entra en materia, recojo sus palabras al pie de la letra y transcribo; luego, ya tendré tiempo de leerlo y, si Dios quiere, de entenderlo. El maestro habla, yo escribo:

—Porque, a mi entender, la materia de un conocimiento, a fuerza de pensar en él, se transforma, por esto nosotros mismos «colaboramos» en hacer la verdad. Hay sobre esto una observación genial del filósofo Vico y es la siguiente: que la misma palabra que se emplea para ponderar la verdad objetiva de algo, la palabra «hecho», «un hecho», «de hecho», es un derivado del verbo hacer: de manera que nosotros construimos la verdad a la vez que la reconocemos. Esto no es objetivismo, puesto que alude a la existencia real de estructuras de la verdad situadas fuera de nosotros, y esta es también a razón de la dificultad de la filosofía, la cual debe proyectarse con una colaboración entre el conocimiento, es decir, la contemplación de lo que está fuera de nosotros, y el pensamiento, es decir, la fuerza activa con que «re-creamos» las cosas.
—Don Eugenio, ¿usted cree que la filosofía es necesaria?
—Esta tarea, aunque difícil, es necesaria; todo el mundo vive con filosofía aunque no sea filósofo. Por la misma razón que todo el mundo hable en prosa sin ser prosista. Ahora que hay muchas ventajas en darse cuenta de que se habla en prosa y hacerla buena, si se escribe. Y también hay ventajas en cultivar la filosofía con la mayor perfección que sea posible. El ceramista Bernardo Palissy decía «que si la agricultura es conducida sin filosofía, ello vale tanto como violar cotidianamente la tierra con todas las substancias que ella contiene».
—¿Y se puede vivir de la filosofía?
—Se puede vivir de la filosofía en la misma proporción que dentro del sacerdocio se puede, según la fórmula consagrada, «servir al altar y vivir de él». Ahora, lo más trascendental es vivir la filosofía, es decir, la de traducir su pureza a la acción.
—¿Eso que usted dice «tener conciencia de la eternidad del momento»?
—Como este en que nosotros dialogamos y que, si bien se mira, tantas posibilidades tiene de fecundidad ideal.
—Encantado de haber sido, inconscientemente, fecundo filosófico. Ahora, si me lo permite, tomaré un apunte de usted, para dar fe de la autenticidad de la entrevista.
—Puede hacerlo; pero cuidado con los ojos.
—¿Son difíciles?
—La mirada, sí.
—¿Y qué tiene usted en la mirada?
—Si hubiera tenido una mirada fija, hubiera sido un triunfador.
—¿Y no lo es?
—Soy un pensador.
—¡Ah!

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Última actualización: 31 de enero de 2007