Eugenio d'Ors
ENTREVISTAS Y DECLARACIONES
volver
ENCUESTA SOBRE EL DESARME
UNAS PALABRAS DE EUGENIO D’ORS

(El Sol, 9-III-1932, p. 3)
Retrato de Eugenio d’Ors, regalado a la Universidad de Valencia por los alumnos de la cátedra Luís Vives
Había en la política española el silencio de Lerroux. Ya se ha quebrado, ya sabemos lo que guardaba dentro. Hay, en la inteligencia española, el silencio de Eugenio d'Ors. ¿Dónde encontrar la grieta de su bloque?
Una revista literaria de Jóvenes, "Brújula"—textos de Jarnés, Torres Bodet, Julio Ángulo, Azael, Condesalazar, Maravall, Ricardo Gullón y otros nombres de buena esperanza—, subrayaba hace pocos días la pesadumbre pública por este último silencio:
"¿Dónde suena ahora la voz de Eugenio d'Ors? Desde aquí nos hacemos eco de su silencio, subrayando el fino perfil de este hombre, todo brasa de inteligencia, que nos parece imprescindible en los duros instantes presentes".
La grave pregunta tiene una fácil respuesta. Esta voz serena —¡cuánta pasión debajo de esta serenidad!— de Eugenio d'Ors suena ahora en el Extranjero. Se difunde por el mundo; halla en él ecos vibrantes. Las ediciones europeas multiplican las impresiones de sus libros. Gimen cotidianamente las prensas de los periódicos con el nombre de este español. El mismo, poseído de una especie de fiebre de ubicuidad, habla—curso, discurso, conferencia—en cinco, diez, veinte metrópolis.
La voz de Eugenio d'Ors suena en el Extranjero. También, recogidamente, en España. En las Universidades. En la de Valencia estas últimas semanas. Cátedra Juan Luís Vives; curso sobre "El humanismo y la ciencia de la cultura"...
—Pero una Universidad (nos dice nuestro ecuménico profesor cuando le visitamos) es también siempre, por definición, "el Extranjero".
Era ésta la tradición. La de la Edad Media, la del Renacimiento. La Universidad nacionalizada fue una invención napoleónica. Todo Eugenio d'Ors está en el esfuerzo para contradecir ésta, para regresar a aquélla.
* * *
Traduzcamos, pues. Resignémonos a que las ideas den un viaje de ida y vuelta, único modo, por lo visto, de que se rompa el silencio que tantos lamentan.
Cuando entramos en el estudio de Eugenio d’Ors, un periódico acaba de llegar a sus manos. Es un número del diario de Atenas "Ebradune", con el texto de la respuesta dada por nuestro universal español a la encuesta de Ginebra sobre el desarme. Solicitada por "Le Journal des Nations", ha reunido esta encuesta el sufragio de una especie de areópago europeo. En distintos países la firme audacia teórica de la respuesta de Eugenio d’Ors se ve hoy reproducida, comentada. Seamos nosotros quienes pongan en conocimiento de nuestro público sus términos.
"Estoy asaltado—contesta el autor a sus consultantes—por las perplejidades más hondas (no tengo ningún inconveniente en declararlo) en lo relativo a la cuestión del desarme.
Por un lado, como amigo de la unidad, como "impaciente de la unidad", deseo de todo mi corazón ver establecida en el mundo una paz durable, si no perpetua. Y de esta paz bien parece que el desarme es la mejor garantía.
Por otro lado, me cuesta concebir cómo el abandono de las armas —y hasta la limitación de las mismas— podrá ser posible en tanto que las naciones, tal y como existen hoy, subsistan en la idea y en el hecho.
En rigor, una nación sólo es concebible bajo especie de "nación armada", y, si es posible, más armada que la nación vecina. Diré más: en el orden teórico más puro "no hay más nación que el Ejército...". El resto —pueblo, país, comunidad de costumbres y de sentimientos, solidaridad de tradición o de raza, particularidades geográficas, creencias, saber, Universidad, Iglesia nacional donde la hay, Estado— sólo corresponde a un misticismo incapaz de justificar ante la razón un cualquier contorno, o bien se limita a traducir la presencia de una convención o pacto —a menos de que se trate de un abuso de fuerza—, o corresponde, acaso, a entidades que, siendo universales por su naturaleza, toman falsamente —y muy precariamente, por otra parte— un aire nacional.
No habrá, pues, auténtico desarme posible entre naciones obstinadas en mantenerse como tales. Otra cosa sería si pudiese hacer a ellas y en ellas afirmarse la voluntad de "dimitir" de su papel histórico, en beneficio de una comunidad superior... Yo quisiera que esta voluntad existiese. Creo que existe. Espero que se abra ya camino en cada país entre las minorías lúcidas. Mis grandes esperanzas están aquí, únicamente aquí.
Por el instante, la reunión de una Conferencia, de la cual puede salir una convención internacional, parece de todos modos susceptible de servir para una reglamentación colectiva de los armamentos, parecida a la que, en el seno de cualquier sociedad regular, existe con referencia a los armamentos privados. Y cuya utilidad se encuentra principalmente en los obstáculos que pone al abuso —sin lograr, no obstante, hacer imposible la violencia—, y muy capitalmente en la ilusión de seguridad creada por este medio, lo cual permite a los hombres el empleo de sus energías en los nobles fines de la actividad pacífica.
En cuanto a los efectos económicos del desarmo, o, mejor dicho, de esta reglamentación, nos engañaríamos probablemente si los previésemos como demasiado favorables. Es de temer que las naciones desarmadas, o que tal se dijeran, no se volverían, por este simple hecho, ni más ricas ni más prósperas; la prosperidad y el incremento de la riqueza no pueden ser alcanzados más que por una Humanidad cuya estructura política unitaria permita una organización más sensata del trabajo y del consumo, y, sobre todo, un empleo más generosamente espiritual de los recursos de la naturaleza y de la cultura.
Siento no poder dar, en conciencia de filósofo, una respuesta más categórica a su encuesta. Ni más capaz de traer apoyo a las tesis adoptadas por una cualquiera de las partes en litigio en ocasión de la efervescencia de opinión, provocada por la Conferencia del Desarme."
* * *
Lo que enseña esta voz española que habla al mundo podrá ser por el mundo discutido. Lo es ya. Pero nadie negará que en las palabras traducidas el más alto y roble de los sueños se traduce en la más realista y clara de las observaciones.
Al lado de Eugenio d’Ors, otros espíritus contemporáneos afirman, por otra parte, el sentido de esta causa y campaña… Esta sigue. Nuestra despedida de la visita se dobla hoy, respecto del visitado, con un augurio de buen viaje. Eugenio d’Ors parte de nuevo dentro de breves días. Un resumen, en Burdeos, de la labor filosófica realizada en Valencia. Una conferencia en París, en la sala Bernheim, para apertura de una Exposición de artistas italianos. La celebración del centenario de Goethe en Alemania. Un libro que acaba de publicarse: "Au grand Saint-Christophe". Otro de salida inminente: "Ferdinand et Isabelle, Rois Catholiques d'Espagne". La Exposición de Venecia, para la cual el conde Volpi, ministro de Estado de Italia, ha encargado a Eugenio d’Ors la organización de una sala de arte contemporáneo...
¿Alejamiento? No. Mañana, esta misma primavera, será nuevamente el turno a favor de los estudiantes valencianos o del grupito orsiano de un pueblo de Castilla, donde una lápida recuerda el día en que, entre lluvia torrencial, un universitario europeo se detuvo para hablar de los ángeles a otros hombres de surcos y de estepas.

Diseño y mantenimiento de la página: Pía d'Ors
Última actualización: 2 de marzo de 2010