Eugenio d'Ors
ENTREVISTAS Y DECLARACIONES
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ENCUESTA DE “LA ESFERA ”.
¿DEBEN SUPRIMIRSE LAS EXPOSICIONES NACIONALES DE BELLAS ARTES?
OTRAS DOS OPINIONES

(La Esfera, 7-XII-1929, pp. 6-7)

La de Eugenio d'Ors
Eugenio d’Ors. En nuestro predio literario esta figura relevante es la aristocracia. Frente a su literatura casta, limpia, llena de dignidad y jerarquía, se yergue la masa plebeya, enfebrecida y despechada, queriendo abatir este torreón intelectual- El villano literario —como en las luchas medievales— dispara su venablo, queriendo derrocar el castillo. Toda la turbia vulgaridad retórica extiende sus manos en un frenesí igualitario. Los combatientes tienen una consigna para atacar a esta personalidad señera: el rencor. Un rencor sordo y plebeyo que nace en nosotros como manantial mefítico frente a esa cosa insoportable para el mediocre: la superioridad. Ya que no podemos llegar a la eminencia, convirtámosla en llano.
El pensamiento perspicaz, hondo, de un escritor como Eugenio d’Ors tiene que defenderse del jabardillo pululante y agresivo cuyo único empeño es hacer de uno lo que no es. Y tal vez el hombre hiciera concesiones a la masa; pero hay una cosa que se lo impide: el respeto a sí mismo.  Este frente es invulnerable para el artista, cuyo trabajo no es cosa baladí y transitoria, aportación ajena o pueril pasatiempo, sino que está hecho y fundido en su propia entraña y forma parte de su naturaleza moral. Porque es frecuente en estos tiempos que el especulador intelectual haga mercancía abominable y regateo de mercado de su propio afán; el sacerdote literario no cree ya en la divinidad, y su trabajo es un vil remedo, el hueco sonido de una liturgia en que toda la importancia está en los actos exteriores del culto. Para estos fariseos de las letras es cosa abominable la honda y profunda religiosidad literaria. Y Eugenio d’Ors es un espíritu sinceramente religioso.
La plebeyez del pasado siglo
Antonio Machado, hablando de d’Ors, ha dicho: “El gran mérito de Xenius consiste, a mi juicio, en haber sustituido en sus hábitos mentales el afán polémico que se acerca a las cosas con una previa antipatía por el diálogo platónico y la mayéutica socrática. En esto no es Xenius un hombre del siglo XIX. Una abusiva extensión del struggle-for-life darwiniano al campo espiritual fue la gran plebeyez del pasado siglo. En España, la ausencia de toda cultura renacentista, el fondo escolástico de nuestra educación y la acritud de nuestra vida social nos han llevado por otros caminos, al matonismo intelectual o, mejor, chulería ilustrada que distinguió a gran parte de nuestro mundo literario. En este rabo por desarrollar de la vieja Europa son muchas las cabezas que embisten y pocas las que piensan”.
El afán de torneo y de destaque
Es frecuente oír a cualquier pelafustán literario su opinión acerca de lo que cree enrevesado u oscuro. Y es que el ojo enfermo ve tinieblas en todas partes, y la superficialidad anodina tacha de incomprensible la profundidad. Y en vez de cavar para llegar a la veta el espíritu cerril, adopta un gesto de desdén. Aunque parezca paradoja, lo que más molesta, por lo general, en nuestro país al hombre de trabajo reflexivo es que lo hagan pensar.
En el despacho de d’Ors… Libros, papeles… Sobre la mesa puñados de cuartillas —blancas servilletas— que aguardan el festín espiritual. Una maquinita de escribir que se ha liado la faja blanquísima de papel, y junto al apatusco una linda joven, cuyos dedos recorren gentilmente la máquina. Las teclas se hunden y vuelven a salir como cabezas de arrapiezos por entre los blancos junquillos de los dedos de la mecanógrafa.
—Las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes —dice el ilustre escritor— como concursos, sería mejor que no existieran; pero como mercados —en España no existen las galerías que hay en el Extranjero—, sí son convenientes estos certámenes periódicos.
Las iniciativas privadas y las galerías individuales no son suficientes en Madrid no para alentar la producción artística, ni para darle mercados, ni para poner a los artistas en contacto con el público. Las Exposiciones Nacionales, con su cortejo de recompensas y premios, no sólo tienen el inconveniente de que degeneren en un laberinto de intrigas e injusticias, sino que en sí mismas —aun suponiéndolas siempre puras y honestamente orientadas— son un principio malo, como lo es en la pedagogía de la escuela el principio de emulación. Siempre que las cosas se hacen con el afán de torneo y de destaque de una personalidad, el resultado es inferior, porque hace predominar las cualidades superficiales y agresivas sobre las fundamentales y sinceras. Es el mismo mal que se advierte en el sistema que emplea España —como único caso y como excentricidad en el mundo— para la provisión de cátedras.
La mentalidad opositora y las cabezas que embisten
La forzosa obligación de las oposiciones crea en el intelectual una especie de “mentalidad opositora”, hecha toda ella de virtuosismos necios, de trucos, de camelos brillantes, de recelos y ocultaciones recíprocas y de ausencia de aquel sentido de colaboración y de producción colectiva que es lo propio del estudio y de la ciencia.
La firma, el peor enemigo…
Aplicado a los afanes artísticos, el sistema es de resultados todavía peores, porque esta región del arte debe ser presidida por un criterio de gusto depurado que huye siempre de toda acentuación forzada de la personalidad. En este sentido recuerdo haber escrito alguna vez que el peor enemigo del arte decorativo es la firma. Los artistas de otros tiempos produjeron obras purísimas y llegaron a la elaboración de este gran signo de civilización que se llama “la creación de estilos”, porque trabajaban abnegadamente respecto de la gloria personal. Esto, que es verdad en cuanto se refiere al arte decorativo, lo es también en cuanto a la arquitectura. Recuérdese el anonimato que rodeó las construcciones de las catedrales góticas, y hasta en general la escasa difusión del nombre de los arquitectos en toda época y estilo. En cuanto se establece en estas cuestiones esa struggle-for-life de personalidad de que habla Machado, todo se corrompe y envenena. Y más cuando esa lucha se presenta en forma ya reglamentada, oficial, y en donde la impureza, lejos de ser una excepción, tiene por fuerza que ser una ley.
Las categorías oficiales
Por un Enrique Romero de Torres, que al frente del Museo de Córdoba realiza una labor exquisita de valoración y estilización, ¡cuántos casos existen en que una situación así no significa más que el abandono, con el peligro siempre del ridículo ante los ojos del investigador extranjero que llega, y hasta del visitante un poco exigente en materia de sistemas y atribuciones de obras!
Pero este tema merecería ser tratado aparte, quedándose aún al lado del problema enunciado el de la provisión de cátedras en las escuelas artísticas, academias, etc., y, sobre todo, en términos más generales se ve la perentoria necesidad de ensayar, de una vez para siempre, el que en España llegaran a coincidir, siquiera aproximadamente, las artificiales categorías oficiales que no establecen esas recompensas, con la jerarquía espontánea que entre los artistas establece el juicio de los conocedores y del público.
La no coincidencia entre estas dos escalas de jerarquías ha sido, en este orden, una de las tragedias de la vida oficial española. Hay que felicitarse, si en algún departamento como el de Bellas Artes la abolición de los antiguos métodos permite esperar mejor resultado.
Esto se refiere a los concursos, medallas y demás, y no a las Exposiciones que son dos cosas distintas.
Exposiciones internacionales
Y puesto que las Exposiciones Nacionales parece mejor que se celebren —aunque sin el carácter de concursos y sin su máquina de emulación—, creo que sería utilísimo extender su carácter convirtiéndolas en internacionales. Nada tan ventajoso para el arte de un país y sus futuras colecciones como el continuado confronte de la producción autóctona del país con el movimiento extranjero. Por otra parte, aquel carácter internacional de las Exposiciones no significaría en España más que una actitud de correspondencia a lo que pasa en las metrópolis extranjeras.
Recuérdese cómo son acogidos nuestros artistas en los Salones de París o en las Exposiciones de Venecia.

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Última actualización: 28 de septiembre de 2009