Eugenio d'Ors
ENTREVISTAS Y DECLARACIONES
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"EUGENIO D'ORS, FILÓSOFO, DRAMATURGO, EVOCADOR Y REMERO"
(por Arturo Mori, La Esfera, Madrid, 7-VIII-1926)
 
A PROPÓSITO DE SU «GUILLERMO TELL»

Primero vino el libro a mis manos, Guillermo Tell… ¿Un drama? ¿Una novela dialogada? El nombre de Eugenio d'Ors en la portada prometía muchas cosas. Lo leí, lo devoré. Tragedia o drama o novela con personajes que hablan siempre y acotaciones y descripción de escenas, el caso es que el eminente escritor había emprendido un nuevo rumbo en su nave extraordinaria.

Guillermo Tell tiene todas las características de un libro actualista. No es la creación de un día, ni el capricho de un hombre que vive siempre en plena originalidad, sino la evocación de un personaje que, habiendo pasado por todos los tamices clásicos, necesitaba la compañía de un escritor moderno que lo refundiese.

Después de leer esta obra, que tan pulcramente nos ha ofrecido la casa Sempere, de Valencia, sentí un vivo deseo de charlar con su autor. Aparte de La bien plantada, no había escrito Eugenio d'Ors un libro de tal modo llamado a la popularidad. A eso no se llama salpicar al lector con polvo de oro, sino emplear la forja y dar golpes de martillo y vaciar las ideas en bronce.

* * *
—Vamos a ver —le dije al autor—. ¿Quiere usted indicarme cuál fue su intención al escribir ese Guillermo Tell que tanto nos da ya que hacer, por su enjundia y por su simpatía, a los cronistas de todos los días? Se trata, indudablemente, de un libro político…

—Habrá usted observado por lo que dice el prólogo de mi obra que no hay en ella alusión alguna a los acontecimientos presentes. Ni yo he pensado en glosarlos. Política quiere decir en este caso sentido de las luchas universales.

Alguien ha dicho que mi obra es reaccionaria. No puede la obra tener la menor significación reaccionaria; tamposo la opuesta, porque el objeto de su tesis no es un juicio de valor, sino un juicio de existencia; no es una cotización, sino una definición. La libertad no es en mi libro exaltada ni atacada, sino definida, mediante una parábola ejemplar —ejemplar no por ninguna tendenciosa moraleja, sino por la fuerza misma de los hechos, de tal manera que la lección viene toda comprendida en la acción…—. Acción pura, drama puro quiere ser Guillermo Tell. No se han incluído allí ni discursos ni consideraciones sentimentales. Pero me parece que esta crisis eterna contiene la tesis en sí misma. Ésta es la de la identidad entre la Libertad y la Liberación. No hay libertad sino mientras la liberación se cumple. La libertad no es el resultado de la liberación, sino la misma esencia de ésta. En otros términos: la libertad no es un estado; es un combate. Sólo gozan de la libertad los hombres o los pueblos cuando luchan por ella. La libertad viene a ser, así considerada, como una inclusión en el cuadro general de las categorías ideales, que sólo existen en cuanto se realizan. Así ocurre con el Bien, con la Belleza, con la Ley. ¿En qué consiste el Bien? No en la ausencia del mal, sino en la lucha con el mal, en su sojuzgamiento. Y lo mismo la Belleza, en relación con la Fealdad. Y lo mismo la Ley respecto del desorden. Para que subsistan el Bien, la Belleza, la Ley, es indispensable que a la vez existan el Mal, la Fealdad y el Desorden. Así, la Libertad necesita de la existencia de la tiranía. Si ésta desaparece, aquélla desaparece al mismo tiempo. Es una idea que no puede existir si no existe su contrario.

—Esto es hegelianismo puro.

—En efecto; llamando a esta tesis hegeliana, se acentuaría el parecido, ya advertido, de Guillermo Tell con los dramas filosóficos de Renan. «Conviene —como dijo San Pablo— que haya herejes»; es decir, conviene que la fe sea combatida. Si no hay lucha, un momento después de la vistoria, la libertad sucumbe. Por esto dice uno de los personajes de Guillermo Tell: «La libertad es sólo el momento de respiro entre dos tiranías».

—¡Gran verdad!

—Que saben por instinto los aprovechadores de la revolución, los que la reducen a un juego de: «Apártate tú para colocarme yo». La fuente de dolor que su doblez constituye para un alma pura, ardiente, valerosa, ingenua, es el error de creer en la libertad como un estado estable; es el nudo moral de mi tragedia política. Para inventarla, para encontrar su argumento, bastaba prolongar en la imaginación las consecuencias de la leyenda. Ésta abandona al protagonista en el momento en que la revolución estalla. Pues bien, ¿qué debió de pasarle al protagonista al día siguiente de la revolución? No podía pasarle otra cosa que lo que revelan los títulos de los tres cuadros sucesivos de mi segunda jornada, que se llaman, respectivamente: el desengaño, el oprobio, el retiro.

—Dígame algo acerca de la estructura de la tragedia.

—La estructura de Guillermo Tell viene orgánicamente determinada por esta misma lógica interior de su acción. El primer acto contiene lo esencial de la leyenda de Tell. Viene a ser, podríamos decir, con las naturales variantes, el trasunto del argumento del famoso Festival, de Schiller. Un sólo episodio tradicional he segregado de esta acción para colocarlo más tarde entre el cuadro de los abusos de la revolución triunfante: el episodio del saludo obligatorio al sombrero. Siempre me ha parecido que este grotesco abuso de poder era más propio de un régimen de extracción reciente, que de un régimen de tradición secular… La tercera jornada pone en presencia la justicia del rebelde con la justicia del tirano. En los brazos de Guillermo Tell muere el Emperador. Muere, y los dos se perdonan.

En los conflictos humanos —concluye el pensador serenamente—, la posición de la filosofía no puede ser otra que la de la generosidad.
* * *
Oídas esta palabras de Eugenio d'Ors, se experimenta un loco deseo de leer o de releer el libro. Y, más que esto, la ilusión de ver representar esta tragedia de una manera original. Eugenio d'Ors ha pensado en la posibilidad de llevar al teatro una creación de tan universal importancia. Pero muchos sueñan ya con la gran fiesta del arte que representaría su llegada a un escenario ennoblecido por el ideal.

Sigo hablando con Eugenio d'Ors. Una conversación bastante seria. Ideas, juicios, proyectos…

—¿Y qué prepara usted más?

—Siempre los trabajos de literatura alternan, en mis tareas, al lado de los de filosofía. En Octubre aparecerán los seis primeros volúmenes de una colección de ciencia y filosofía que dirigiremos el doctor Marañón y yo, y en la que colaborarán Cajal, Cabrera, Sacristán, Del Río, Ortega y otros. El segundo volumen de esta colección será una obra inédita de Filosofía del todavía mal conocido Dorado Montero.

—Después de los trabajos, los viajes. Vengo de París, y pronto volveré a las tierras de Guillermo Tell y luego a Italia, donde pienso dar cima a un relato novelesco. Sijé, algo de un tono parecido a La bien plantada… Pero antes ha de aparecer un nuevo volumen de ensayo: Juliano el Apóstata.
* * *
Al dejar a Eugenio d'Ors le evocamos de nuevo en las tierras de Guillermo Tell, meditando en el paisaje; pero no meditando como contemplador pasivo, si no trabajando también, conduciendo una barca en el lago mediante el esfuerzo del brazo robusto…

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Última actualización: 6 de febrero de 2006