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Eugenio d'Ors
ENTREVISTAS Y DECLARACIONES
EL "YO ACUSO" DE XENIUS
El Diluvio, Barcelona, lunes 12-I-1920, p. 10 (versión original catalana publicada igualmente en El Diluvio, con el título "La carta de Xenius" el 14-I-1920, p. 11)
Al requerimiento de Eugenio d’Ors a Puig y Cadafalch, por mediación de dos amigos, para que aclarase la nota oficiosa en la que con una deliberada redacción turbia se pretendía lanzar contra el gran escritor una calumnia, respondió el citado señor Puig con una negativa, escudándose en que era nota colectiva del Consejo y no particular.

Eugenio d’Ors eleva su carta como una apelación a Cataluña. Nosotros no esperamos más que la respuesta del señor Puig para decir nuestra palabra apasionada. Apasionada porque en este pleito entre burócratas "parvenus" y la inteligencia, entre Tartufo covachuelista y el espíritu, nosotros tomaremos bandera -conocedores ya del listín de agravios de mercero que presentará el señor Puig- por la inteligencia.

He aquí traducido el "Yo acuso" de Xenius:

"Voy a hablar al público por primera vez en el torpe escándalo a que se me lleva. Ojalá pudiese ser la última. Mi pluma acariciadora de los conceptos no desciende sin repugnancia al desgarramiento de las anécdotas.
Con el propósito de ahorrarme esta dura necesidad he realizado hoy un paso previo; hubiera querido acogerla un poco de civilidad pulcra y todo estaba dicho. Dos amigos míos, los señores don Antonio Montaner, regidor de Barcelona y miembro del Patronato de la Biblioteca de Cataluña, y don Enrique Jardí, abogado, han visitado al presidente de la Mancomunidad de Cataluña, con el ruego de esclarecer los conceptos turbiamente sugeridores contenidos en una nota oficiosa entregada ayer por él a la Prensa de la ciudad. Una palabra bastaba en el sentido de que se trataba de insubordinación y de nada más. Esta palabra el señor Puig no ha querido decirla. He aquí lo que acaban de escribirme mis amigos:

"Cumpliendo tu encargo, hemos visitado esta mañana a don José Puig en su despacho particular, al objeto de rogarle aclarase los términos de la nota oficiosa entregada ayer a la Prensa y que hemos considerado susceptible de una interpretación personalmente molesta. Dicho señor nos ha manifestado que personalmente no podía hacer la declaración que le pedíamos, por tratarse de una redacción colectiva, acordada textualmente en una sesión del Consejo".

Añaden mis amigos que en vista de tal manifestación, dan su misión por terminada.

Está bien; pero la invocación de esta pantalla de irresponsabilidad no puede satisfacerme. No puedo quedar ocho días pendiente de la aclaración que un grupo de señores, quizás demasiado tristemente homogéneo, quiera hacer de unas insinuaciones lanzadas entre los pliegues de una sintaxis confusa, por no decir confusionante. Lo que el señor Puig no ha precisado, lo precisaré yo. Procuraré hacerlo brevemente y con la simplicidad que requiere la honestidad de una conciencia.

Habla primero el señor Puig (o, si él se empeña en ello, el Consejo) de la resistencia a justificar por un presupuesto unos gastos para la Biblioteca de Canet. ¿Qué se oculta detrás de esa ambigua expresión? Se trata sencillamente de la propuesta de una pequeña partida para los gastos de instalación de libros, últimos detalles de decoración y fiesta inaugural. Estos gastos, por su detalle esencialmente imprevisto, entendían el director de Instrucción pública y el consejero señor Sol (que fue quien presentó la proposición) que habían de acordarse en una partida global a justificar en seguida, "exactamente igual" a las que, oscilando entre quinientas y mil quinientas pesetas, ya se habían acordado para todas las inauguraciones anteriores de las bibliotecas de Valls, Olot, Sallent y Borjas Blancas. El carácter imprevisto del detalle de esos pequeños gastos se acentuaba más en esta ocasión por las circunstancias sociales, huelgas o transportes, etc. que obligaban a utilizar, para el envío de libros y objetos, medios no usuales de improvisada acomodación.

El señor Puig no fue del mismo parecer que el señor Sol y que el director de Instrucción Pública. Ello ocasionó un cambio de comunicaciones entre presidencia y dirección, que terminó el día 4 de Diciembre con la presentación del presupuesto pedido, que, adoptado por el señor Sol, fue aprobado inmediatamente por el Consejo. Conservo toda la correspondencia y puedo ahora añadir, sobre el sistema de las partidas globales, que, según ellas, se ordenan en administración obras importantes como, por ejemplo -según tengo entendido-, las mismas del Palacio de la Generalidad de Cataluña.

Pero ese pequeño incidente le sirve al señor Puig en su documento como tentativa de disimulo de una más profunda causa de disentimiento. Afirma el señor Puig que toda discusión ideológica es posterior, "muy posterior" a la fecha de aquél. Tiene evidentemente la insinuación por objeto presentar el sentido de unas conferencias dadas en Madrid, en Olot, y en la Escuela Elemental del Trabajo de Barcelona como un instrumento de derivación teórica de dificultades surgidas en el orden de la pura administración. Siento tener que refrescar la memoria al señor Puig con el recuerdo de los siguientes hechos:

Primero. Anteriormente a las fechas citadas, la Dirección de Instrucción pública fue severamente amonestada por el señor Puig con motivo de haber incluido en la serie de cursos monográficos uno del señor Fabra Ribas sobre el Materialismo Histórico.

Segundo. Muy anteriormente también y en el mismo año aparecía dentro de la serie de la Biblioteca Minerva un extracto de la obra de William Morris, Noves d’enlloc. El señor Puig me llamó entonces, mostrándome una carta del canónigo doctor Pla y Deniel en la que censuraba tal publicación por las razones que pueden suponerse. El señor Puig me dio entonces orden de que se hicieran desaparecer los ejemplares de aquella edición, fingiéndola agotada. Como consecuencia de semejante orden tuve el honor de manifestarle que desde aquel instante renunciaba a continuar las series de Biblioteca Minerva.

Tercero. En el último mes de noviembre y al presentar al presidente los trabajos previos para la redacción de un presupuesto extraordinario, como figurase en el mismo una partida para cuatro escuelas, comprendiendo una sección de enseñanza secundaria, el señor Puig me manifestó que se oponía en principio a tal instauración por lo que pudiese tener de competencia con la enseñanza dada en los establecimientos religiosos.

Díjome, como ejemplo, que se opondría al establecimiento de una escuela industrial en Mataró donde los Padres Escolapios dan esa enseñanza que el señor Puig considera adecuada a las necesidades pedagógicas de nuestros días.

Cuarto. No es exacto que el sentido de las conferencias anteriormente citadas represente una tendencia nueva en su autor. El pasado verano, sin ir más lejos, se dieron en el mismo sentido una conferencia en Gijón y otra en el "Cursillo de Humanidades" de la Escuela Elemental del Trabajo de Barcelona, sin hablar de las "glosas" publicadas durante la huelga general de marzo y por efecto de las cuales vi anunciada en un periódico de Madrid en los días de Pascua de 1919, la dimisión del director de Instrucción Pública de la Mancomunidad de Cataluña.

Quinto. La misma conferencia de la Academia de Jurisprudencia de Madrid, dada el 15 de Diciembre, debió darse el 21 de Noviembre y se había anunciado con el mismo título y conocido su contenido por la Secretaría de la Academia y por muchos amigos míos de Barcelona.
¿A qué citar más hechos? Uno no más: el provocador de mi dimisión inmediata para coronar la serie.

Mientras el señor Sol y el director de Instrucción pública recibían de la presidencia de la Mancomunidad el encargo de preparar y formular un presupuesto ordinario para el próximo ejercicio del departamento, se verificaban en un rincón de la planta baja del Palacio de la Generalidad unas reuniones ignoradas por ellos, en las que unos diputados, secundados por una especie de conjura de subalternos, realizaban la misma tarea, destinada de antemano a sustituir los frutos de aquella.

Nada más... Sí, una palabra para terminar. Sean los que se quieran los resultados, directos o indirectos, de la lucha que hoy se ha entablado, llevado yo a ella contra mi voluntad y después de muchos esfuerzos y sacrificios para evitarla, hago voto y doy firme palabra de no renegar nunca del sagrado nombre de mi tierra. Contra las presunciones de muchos -quizás contra el deseo de algunos-, siempre hallaré el supremo bienestar y la consolación suprema en reclinar mi cabeza fatigada por el combate en el regazo dulcísimo de Cataluña.
Eugenio d’Ors
Barcelona, 10 de enero de 1920


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Última actualización: 1 de febrero de 2006