Eugenio d'Ors
ENTREVISTAS Y DECLARACIONES
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"EUGENIO d'ORS ENTRE NOSOTROS. UNA ENTREVISTA CON EL EMINENTE HOMBRE DE CIENCIA CATALÁN.
LA FILOSOFÍA Y LA POLÍTICA"
(El Día. Edición de la tarde, Montevideo, 20-XI-1921, p. 1)
(transcripción provisional pendiente de revisión)
 

“El creador del “novecentismo” está entre nosotros. En viaje por los pueblos de América, donde viniera a mediados de Julio, respondiendo a una invitación de la Universidad de Córdoba, el grande filósofo catalán ha pisado tierra charrúa.
Su actuación en el vecino país, ha de ser de positiva influencia, para quienes disfrutaran en Córdoba, B. Aires y algunas universidades de provincias, de los cursos sobre filosofía sistemática, doctrina de la inteligencia, probabilismo, encadenamiento de las ideas fundamentales y cultura como problema, como institución y como milicia.
Muchos brazos abiertos ha encontrado aquí, el distinguido visitante. Es que Eugenio d’Ors, al propio tiempo que ese pasaporte incomparable de grandes prestigios intelectuales lleva en sí mismo una fuerte atracción espiritual. Cuando le conocimos, nos parecía hacer tiempo que le tratábamos. Ese rey de la síntesis, que es el antípoda de la mayoría de sus contemporáneos españoles, analistas en el deseo de hablar más, nos admira por la sencillez de las frases, que son el fruto de largas observaciones, al través de su delicado espíritu.
Viste sobriamente. Su frente es amplia. La cabellera, cana ya, no quiere olvidar viejas rebeldías. Las cejas son abundantes. Al hablar no obstante su tranquilidad, gesticula mucho. Mueve sus manos, después de haberlas aproximado a la frente o a la boca, como si fuera a buscar en ellas, el ademán preciso, que aclare su sintética frase. Es moderno. Sabe que tenemos poco tiempo y lo aprovecha admirablemente. Sus ojos generalmente están fijos en la tierra… Y su pensamiento también…
—¿Quiere usted que hablemos de España?, le preguntamos, cuando nos concede el reportaje.
—Vivo alejado desde hace cinco meses de la complicación actual de la vida española, nos expresa y a decir verdad, tengo un gran deseo de incorporarme de nuevo a las tareas que me dan un lugar de milicia dentro de ella. Mi referencia, pues, ha de traer elementos muy anteriores a la situación actual y desde luego a la guerra que en estos momentos se ha desarrollado; cuya primera noticia me sorprendió al desembarcar en Buenos Aires.
—¿Cuál es hoy la característica social en la vieja Hispania?
—El rasgo culminante de la vida española en ese cercano ayer de que le hablo, ha sido la preocupación frente a los problemas sociales, así como también, al lado de ellas, la esterilidad de la política, que había llegado al agostamiento de sus órganos gubernamentales y parlamentarios de expresión.
—Hablemos de ello…
—El Parlamento sobre todo, ha estado en estos últimos tiempos sumamente decaído.
—¿Pero y la grande tradición…?
—Ha desaparecido casi totalmente la altura ideológica, a veces romántica, a veces puramente oratoria y superficial; pero que en otro tiempo habíales dado cierta posición.
—¿Poca es la labor eficaz, según ello?
—No se ha podido arribar, en modo alguno, a traducir el esfuerzo parlamentario, en reformas o en otro orden de construcción.
—Pero existe no obstante una política española de verdadero valor…
—En España —como por otra parte es ley corriente en casi todos los países contemporáneos—, la verdadera política eficaz, se lleva a espaldas del Parlamento en una actitud diplomática y si se quiere hasta cierto punto inmoral. Tal la modalidad de nuestra política internacional, cuya coherencia, es hija de esa misma circunstancia.
—¿Y las instituciones de cultura…?
—También oscuramente se lleva a término, por obra de algunos hombres abnegados, la política de las instituciones de cultura.
—El problema económico…
—Lo económico se desarrolla sobre todo por la iniciativa privada, o por la presión que esta misma iniciativa ejerce en los gobiernos.
—¿Qué característica presenta la lucha social?
—En lo social patronos y obreros han llegado incluso al abuso, en la actitud de defensa propia y aun de opresión propia, como desconfiados de la autoridad pública.
—Entonces la situación…
—Todo este conjunto constituye un grave mal social y es, por otra parte, una realidad, que importa no desconocer. Todo parece revelar que ciertos órganos de la vida política, creados por el siglo XIX, han agotado ya su virtud y que urge la tarea de sustituirles por otros más adecuados, a lo que es en realidad la vida contemporánea.
—Volvamos a la política de cultura.
—En esta materia hase trabajado con alguna intensidad, creándose núcleos selectos de especificación científica y de trabajo ordenado, sujeto a una fuerte disciplina.
—¿Entonces, habrá usted realizado el parangón del ambiente universitario de su país y el de nuestros hermanos del sur, con motivo de los cursos recientemente dictados?
—Así es. En mis cursos en la Argentina he tenido ocasión de comparar. Y la he aprovechado. En su conjunto creo que es superior ese ambiente. No hay en España en el núcleo medio de estudiantes burgueses, tal suma de inquietudes, reveladas en la fiebre, en que hace un par de años, se agita la vida estudiantil de esa nación sudamericana. Faltan en cambio aquí, las organizaciones de núcleos selectos de los cuales, aunque parvamente, puede España empezar a enorgullecerse.
Una institución como la Residencia de Estudiantes de Madrid no existe todavía en a vecina República. Desde luego, no se parecen a ella, las casas de estudiantes en que he pasado horas de agradable compañía y cuya actual orientación, es solamente una promesa.
—¿Nota usted alguna limitación espiritual en los jóvenes universitarios americanos?
—Algo que me ha preocupado en ocasión de este acercamiento a los medios universitarios argentinos, es la situación de ellos, sobre todo de los provinciales, en lo relativo a la cuestión sexual. Me parece adivinar que en Córdoba, por ejemplo, el estado de la solución media, frente a tan delicado tema, es simplemente espantoso.
Mucho he interrogado. No poco he averiguado, sobre el asunto, aprovechando la confianza que en un plano elevadamente moral, han querido otorgarme, mis jóvenes amigos, los estudiantes. Necesario es tratar estos problemas, naturalmente con mucho tacto; pero con toda claridad y la audacia exigida por esa claridad.
—¿Consideró usted el tema en alguna de sus conferencias?
—No; no lo he tratado en ninguna de ellas.
Pero no desespero y encontraré ocasión de hacerlo algún día.
—¿En esa observación general del ambiente sur, qué problemas destacó usted, cuya solución sea imperiosa?
—Pienso que existen, en medio de la doble corriente de mejoras y empeoramiento, tres grandes problemas. El de la mujer, el del joven, y el del obrero.
—¿Los trató en sus cursos…?
—Sobre el primero de ellos he hablado en Rosario y en la capital de la Provincia en la relación de la leyenda cordobesa de “El degolladito”, dada en la sala del periódico “La Prensa”.
—El problema de la juventud, ha motivado un sinnúmero de conversaciones y discursos y en cuanto al último, me ha resultado imposible, por la desorganización actual de la vida obrera, realizar algún estudio.
—¿Sus conferencias entre nosotros?
—En ocasión de las sesiones de Montevideo, que algunos universitarios amigos proyectan, tengo la idea de aludir a las doctrinas de Freud en su relación con los métodos fundamentales de la psicología.
—¿Su opinión sobre el Freudismo?
—En estos últimos años ha constituido en Europa una apasionante actualidad. —No puede negarse, que hay en el psico-análisis adquisiciones definitivas destinadas a incorporarse al acervo clásico de la doctrina sobre la vida espiritual. —En esto, como en todas las cuestiones, creo que habrá siempre un error en separar la doctrina de la vida. —La Filosofía debe hacerse viviendo y precisamente la primera sesión de mi curso de Córdoba se ha titulado “Introducción a la Filosofía, como manera de vivir”.
—¿Cree usted que la abyecta situación de los pueblos en la actualidad, obedezca a la falta de filosofía?
—Así lo pienso. Bernardo Palissy, decía en su “Tratado de los Esmaltes”: “Si la agricultura es conducida sin filosofía es como cotidianamente violar la tierra, con todas las sustancias que ella contiene. —Así, en un paralelismo perfecto, podemos significar, que: si la política es conducida sin filosofía, es como cotidianamente violar al pueblo y gastar sus ricas posibilidades.
—¿Qué idea le merece la Revolución Rusa?
—Este movimiento tiene múltiples aspectos.
Desde luego es muy malo todo lo que tiene de ruso.

Nosotros saboreamos la frase, en todo su positivo valor, considerando el mesianismo ruso que ha hecho prolongar un estado de cosas, que debió caracterizarse por la rápida solución de los problemas. —Nuestro interlocutor sigue en tanto su interesante plática.

Actualmente, agrega, parece que se liquida una época y por fin podrá ser estudiada esa revolución. —Posiblemente deberemos inscribirla en el cuadro de los esfuerzos humanos para sustituir aquellos órganos del Siglo XIX, de que hablábamos hace un momento, sin que esto excluya tentativas de otro orden.
—La influencia en España…
—La agitación obrera y la ruina de esa agitación, por la especie de mesianismo ruso de que está revestida.
—¿Y en América?
—Creo ver, a pesar de la apariencia, una fuerte lucha en el fondo burgués o burocrático de los jóvenes que se manifiestan influidos por ella.
—Ya que hablamos de España y de América, frente a un mismo problema; si algún día el acercamiento llega a ser cosa real, ¿qué podemos darle y qué puede darnos España en el orden intelectual…?
—Podríamos tener una política internacional común y de consiguiente colaborar en la formación de una cultura. —Para esto se necesita, como en todos los casos, saltar un poco por encima de los intermediarios.
—¿Cree usted que se nos conoce en España?
—Pienso que en realidad no existe sino en los valores formales, ese mutuo conocimiento.
—¿Y el hispano-americanismo, es algo más que una palabra?
—Es menos aún. Son dos palabras — que hasta el presente constituyen nada más que una promesa.
—Una última pregunta. —¿Qué cree usted que necesita nuestra cultura?
—Opino que interesa vivamente a la cultura de la República Oriental del Uruguay, que en su Universidad, al lado de las facultades profesionales, destinadas a la formación de abogados, médicos, etc., llegue a existir, por fin, una Facultad de Filosofía, consagrada desinteresadamente a lo estudios de investigación y de especialización pura.

Don Eugenio nos observa inclinando su cabeza como si quisiera suavizar la mirada haciéndole pasar por la abundantes cejas.
Sonríe y nos estrecha la mano. Nosotros hacemos lo propio. — Y acompañados por el distinguido visitante hasta el ascensor, aprovechamos para hablarle de su escuela “novecentista”, arrancándoles la promesa de una nueva charla, sobre la Literatura Española contemporánea.

 


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Última actualización: 11 de junio de 2012