Eugenio d'Ors
DOCUMENTOS
Palabras del Jefe Nacional de Bellas Artes
«Día tras día —porque en nosotros la herida sangraba hora a hora— nuestro dolor ha clamado al mundo, en denuncia, en protesta, en socorro —en aviso de alarma también— ante la obra siniestra, de profanación y destrucción de templos y objetos religiosos consumada por el bolchevismo en España.
         
Pero, la de reconstrucción, una vez éste vencido, podía quizá traer equivalentes desafueros, si se emprendía y proseguía sin la vigilante asistencia de un doble espíritu de estética dignidad y de pureza litúrgica. Si la abandonábamos, rebajada la exigencia del gusto o descuidada la perfección del rito, a aquel mundo fofo de las buenas intenciones, de que está fangosamente empedrado el infierno.         
Para conjurar la amenaza de esta segunda catástrofe, la Jefatura de Bellas Artes de España, por iniciativa del Ministerio de Educación Nacional, convoca hoy una Exposición Internacional de Arte Sacro, donde se reúnen —a título, bien de modelo, bien de ejemplo— unos cuantos entre los mejores productos y entre los más bien orientados intentos ofrecidos por los artistas del día y por los artesanos, que se recogen en tarea de cotidianidad y humildad, al servicio del Culto católico.  
    La Exposición ha de abrirse en Vitoria, ciudadela de lealtad y tradición de la España cántabra. Y se ha previsto, para su apertura, el Tiempo Pascual del presente Tercer Año Triunfal.
La amenaza de corrupción, en orden al Arte Sacro, conoce dos fuentes, contra las cuales lucharán las disposiciones reguladoras de nuestra Exposición y, si tanta fortuna logramos, el contenido y lección de la misma.            
      Hay, de una parte, no menos nociva que para el ideal de belleza, para la auténtica piedad, la producción en serie, municionada, industrializada, amiga de materiales de imitación y de estilizaciones mecánicas; la pacotilla que ha dado triste renombre en este aspecto, a ciertos santuarios y a ciertos barrios de ciertas ciudades, donde tal comercio tiene bazar.
      Hay, por otra parte —y, por decirlo así, en el extremo opuesto— la vanidad profesional de algunos artistas, convertidos por culpa de un concepto anacrónico sobre la función social del arte, en divos remilgados, cuya nativa ineptitud para el trabajo colectivo se ha exacerbado todavía en los mirajes de una propaganda gacetillera, donde se deslumbran los mismos que los provocan; los cuales vienen a caer, medio aturdidos, en la pretensión, el orgullo, la afectación de una propia originalidad y, como ellos dicen, de una personalidad independiente.                                                                                                      
Nada mejor que el rigor litúrgico para preservar los objetos materiales consagrados a la devoción y al culto de<l> abandono al uno u otro riesgo. El precepto impone aquí los materiales nobles, prefiere la fábrica de la mano a la de la máquina. Al rehusamiento de la producción mecanizada, acompaña siempre la repulsa para las desviaciones de elucubrador solitario.             
      Lo mejor, para la creación litúrgica, la obra colectiva, el esfuerzo encarnado en equipos. Lo mejor de lo mejor, el trabajo manual en la modestia fecunda de la artesanía.                  
Nuestra Exposición no se dividirá en secciones de «arte puro» y de «arte aplicado». La más idealizada de las creaciones de un pintor o de un escultor, deberá tener aquí una aplicación, un práctico destino, una inserción normal de la vida. Al más sencillo de los ornamentos presidirá recíprocamente una necesidad de pureza, que convertirá en objeto de «arte puro», una vinagrera o un mantel.     
      Tampoco se distribuirá nuestra Exposición en secciones nacionales. Todo lo verdaderamente litúrgico es ecuménico.   
Se desea que a este concurso internacional acompañen otras manifestaciones coherentes con su sentido y destinadas a reforzar su valor edificante. Tales, los conciertos de Música Sacra, los estudios de liturgia, tal vez divulgados en conferencias, congresos, etc. Y desde luego, los oficios religiosos que disponga quien tiene autoridad para ello y cuyo apoyo y bendición solicitamos para estímulo de nuestra tarea.                                    
      Que el Espíritu Santo, más alto que todos, nos otorgue a todos su luz, su inteligencia, su paz.

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Última actualización: 8 de septiembre de 2006