Eugenio d'Ors
DOCUMENTOS
Eugenio d'Ors. Sus primeras impresiones
(«Las primeras impresiones del Dr. Eugenio d'Ors», La Nación, miércoles 27-VII-1921, p. 4, col. 5; reproducido en Revista de Filosofía, año VII, nº. 5, septiembre de 1921, pp. 307-309).

Ayer llegó a nuestro país Eugenio d'ors. Un bello acontecimiento es, por cierto, la visita de este escritor a quien conocíamos ya tanto, a través del océano, por la fisonomía de su claro estilo y por la hondura de sus ideas.

Tuvimos la oportunidad de conversar con él, por breve espacio, en momentos que que volvía de un primer paseo por la ciudad, y pudimos recoger de sus labios la impresión todavía fresca, viva, expresada con una absoluta naturalidad. Porque Eugenio d'Ors es igual a sus libros: limpio, rotundo, como la verdad misma. Esto se advierte en cada una de sus frases, en la voz, en el gesto y en su mirada, que es tan penetrante como abierta a la curiosidad espiritual de su interlocutor. Una gran simpatía humana brilla sobre todo en esta mirada, bajo las cejas muy espesas y la frente cargada de meditación.

Buenos Aires le parece una ciudad bella, original, llena de sugestiones. Lo que más le ha llamado la atención, lo que le ha quedado impreso en el espíritu y en la imaginación, como una claridad, es la Pirámide de Mayo.

—¡Pero me han dicho, exclamó, que la van a cubrir con un monumento gigantesco! ¡Qué lástima! ¡Qué lástima! ¡Es tan hermosa esta pirámide, en su mism sencillez, en la misma mesura de sus proporciones, y tan blanca, tan blanca bajo vuestro cielo nítidamente azul!

Le advertimos que el proyecto monumental había sido desechado. Su cara franca se iluminó de alegría.

No podríamos olvidar esta expresión ni lo que ella significaba. Algunas horas apenas en Buenos Aires y ya su alma estaba íntegra en la ciudad, en el alma de la ciudad, y miraba lo nuestro como se miran cosas de la propia patria. La linda y blanca Pirámide de Mayo había recibido su simpatía, había herido su sensibilidad tanto, tanto como las imágenes de su tierra que le inspiraron el símbolo luminoso y perfecto de «La Bien Plantada».

Xenius nos habló del gran anhelo con que viene a nuestro país, del conocimiento que ya tiene, muy amplio, de la cultura argentina, de Leopoldo Lugones, a quien considera escritor de extraordinaria fuerza y del banquete que ofreció en Barcelona, el día del centenario de Mitre, el cónsul general de la Argentina, Dr. Gache, al que Eugenio d'Ors fue especialmente invitado.

—A La Nación le estoy grandemente agradecido por la forma amable con que muchas veces se ha ocupado de mí. El artículo de bienvenida que me dedica hoy es admirable.

Y Eugenio d'Ors, sin aguardar nuestras preguntas, por adivinarlas, continuó en esta forma, que iremos recordando, con la mayor fidelidad posible.

—Nunca olvidaré mi primer paso por la tierra de América. La niebla nos había obligado, la noche del sábado, a fondear ante Montevideo. En el mediodía del domingo la niebla se fue, por fin, disipando y avanzaba la nave. Las costas uruguayas aparecieron como en un telón de escenógrafo hábil. Y, poco a poco, como una ilusión, tras de dos semanas de alta mar, apareció la ciudad, entre los últimos velos de niebla ya tenua, apareció como una sonrisa. Esta sonrisa de las cosas y de los espectáculos no me ha abandonado desde entonces. Buenos Aires, según me aparece en esta rápida impresión de un primer día entre sorpresas, es, sin perjuicio de su justificada reputación de ciudad de fuerza y poderío, y por encima de ella, una ciudad de gracia. Tal vez únicamente dos ciudades, de género muy distinto, con completa y radicalmente «gentiles» en el mundo: la pequeña Pisa y la gigantesca Buenos Aires.

Otro de los motivos de seducción que el hombre sensible encuentra en estos países son las voces. Aquí en la Argentina hay, sobre todo, voces de mujer maravillosas. Sólo escucharlas ya es una fiesta de deliciosa música. El español suena en ella de un modo tan nuevo y con canción tan delicada, que hay momentos en que nos parece hijo, no de una tendencia natural, sino de un esfuerzo de artística educación. El coro de estas voces bastaría por sí sólo a justificar la existencia de esta capital y a dar un sentido de su civilización, si otras vinieran a faltar. Empiezo a sospechar que será precisamente aquí, en Buenos Aires, donde la lengua española se adaptará, finalmente, a la producción del «Salón», esta suprema institución de la sociabilidad benévola.

También llevo mucho interés por conocer Córdoba, cuya paz noble espero que ha de ser fecunda para mi trabajo. Necesito de cierto recogimiento para el esfuerzo que intento, que es el de plasmar, por fin, un pensamiento filosófico, que hasta hoy, por lo menos en la región de la plena publicidad, ha podido parecer fragmentario y de elaboración. Me emociona pensar que en aquella ciudad de Córdoba y en su prestigiosa Universidad va a nacer como un hijo mío, una doctrina hondamente concebida y largamente gestada en mis años de Europa, pero que en América verá la gran luz por primera vez. He llamado a esta doctrina «Doctrina de la inteligencia», con un sentido hasta cierto punto análogo al que en catalán tiene la palabra «seny», es decir, el conocimiento con el espíritu pleno, no con la razón sola… Este curso ha de contener cinco partes: una introducción metodológica, una introducción psicológica, la teoría de las ideas, la de los principios y la teoría general del conocimiento. Forma, en conjunto, una curso de Dialéctica, una introducción, si se quiere, que hay que tener presente, como dice el gran Cournot, en filosofía: la introducción ya es toda la filosofía, así como la raíz de la trufa ya es toda la trufa.

Espero que, especialmente, podrá interesar en este curso la sistematización definitiva de la tesis de la libertad como substancia, que ya en 1907 exponía en Heidelberg en mi trabajo «Religio est libertas», y la de la fórmula biológica de la lógica, que tiene un antecedente bastante conocido en mis investigaciones anteriores. También las discusiones respectivas de los principios de razón suficiente y de contradicción, cuya falsedad, incluso en las ciencias experimentales, creo poder demostrar, y su sustitución por los que llamo principios de función exigida y de participación, tiene acaso algún valor dramático, como tragedia mental del pensamiento contemporáneo que encuentra hoy escenarios tan insospechados a veces como el que creo haber descubierto en los trabajos de Pierre Curie sobre sistematización cristalográfica.

Mi grande, mi máximo agradecimiento es con la juventud argentina y con esta prensa tan admirable, vivo ejemplo para todo el mundo y cuya generosidad conmigo nunca agradeceré bastante. Me complazco en traerle, como presidente de la Asociación de la Prensa de Barcelona, el testimonio de la alta consideración que ha merecido en mi país.
Al despedirnos de Xenius, su apretón de manos nos dejó, como sus palabras, el calor de la bella sinceridad que abre su alma de artista a la comprensión inmediata de las cosas, y así el encanto puro de nuestra humilde Pirámide de Mayo»…


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Última actualización: 19 de septiembre de 2007