Eugenio d'Ors
DOCUMENTOS
ESTILO Y CIFRA
LAS ACADEMIAS Y EL INSTITUTO (1938)
 
RESTAURACIÓN
Las Academias de España se habían quedado en medio de la calle. Allí las lanzara uno de los últimos Gobiernos de Madrid, que operaba entonces en Madrid todavía. Mezclando a la barbarie la vileza, al repudio había añadido el vituperio. Así jayán soez, cuando en trance de conyugal ruptura, calumnia el pasado de la mujer que abandona, así el Poder insultaba aquí a la inerme Inteligencia, con el empleo de los cuatro tópicos que, contra su jerarquía ha podido acumular, desde la fundación de aquellas doctas Compañías, el resentimiento de siete u ocho generaciones de despechados. Sí, en la calle estaban aquellas desnudas. A los dados andábase jugando su túnica ya un retén de milicianos ebrios.

El nuevo Estado ha creído ser deber suyo fundamental recoger a las repudiadas y, al recogerlas, devolverles su honor. En la última fiesta de la Inmaculada, una orden de restauración se dejaba oír entre las voces de guerra y exterminio. A este mandato, un nuevo hogar se encendía. A su amparo y al calor de este fuego, acaban de recobrar las Academias de España paz y señorío a la vez. Para acrecentar esto, sin merma del restauro de su tradición, reciben hoy aquellas corporaciones un estilo. Se las ennoblece, sobre todo, con la corona de unidad, sello y guarismo común de cuanto entre nosotros empieza.
 
EL INSTITUTO DE ESPAÑA
La unidad de las Academias llámase el «Instituto de España». El Instituto no significa para las Academias un cambio, sino un decoro. Separadas, tenían la representación de los varios saberes humanos; juntas, tendrán la representación del Saber. Si hasta aquí se encarnaba en ellas la jerarquía de las letras, las ciencias y las artes, lo que el nuevo Estado quiere en su conjunto ver es el símbolo vivo y activo de la Inteligencia… Había quien entendió que la tarea de restauración quería decir aquí un problema de aseo. No era, empero, un problema de aseo, sino un problema de dignidad. La mejor manera de llevar las cosas y las instituciones a purificación es elevarlas. Llama al trabajador a tu fiesta y él mismo cuidará de presentarse limpio.

El Imperio llama hoy al trabajador intelectual a su fiesta. Y esta fiesta es, ya podía esperar, un nuevo trabajo. Para tanto esfuerzo como habrá que hacer en esa tierra —y en ese Ángel—, de nuestros amores y de nuestras cuitas, el Poder, desposado ahora con la Inteligencia, necesita contar con ésta para su servicio. Pero no el tal servicio de criada, que pueden ser muchas; sino en servicio de dueña de casa, que ha de ser una, nada más. España, en otros términos, tenía que reconocer a la Inteligencia su personalidad. Y no hay personalidad sin unidad interior. Aparezca y brille en el Instituto de España una elevación a personalidad de las Academias.

Servicio de la casa común, honor fuera de ella. El señorío de la señora debe mostrarse e imponerse a los ojos de los vecinos, a los de todo el mundo. «Aquí os presento a mi señora», debía en esta solemne ocasión, decir el Estado español a las naciones. Y adornarla, para la ceremonia, con las joyas de más valía. Hasta en los casos en que, a fin de que no faltara algún valioso ornamento, había que registrar los arcones más retraídos o romper la esquivez de alguna altiva soledad.

¿Quién dijo que el águila no caza moscas? Águila fue Isabel la Católica y se pasó la vida atendiendo escrupulosamente a minucias, cazando las moscas de la detallista administración. Para algo era y se sentía hacendosa dueña de la casa… Que las Academias no rehusen el quehacer que desde los comienzos se encomienda al Instituto, el de esta elaboración de textos para la escuela primaria, que el Estado quiere ver aparecer, pronto, con el nuevo estilo; quiere decirse, con la garantía de la unidad, garantía de la unidad, garantía a un tiempo de elevación y de sencillez; defensa, además, contra los consabidos abusos, que en este capítulo ha venido entre nosotros acumulando la codicia.

Como el Estado acerca a sí el Instituto, el Instituto debe acercar así la Escuela. Permanezcamos siempre en lo jerárquico; con una jerarquía, empero, de paternidad, quiere decir, abierta de lo alto a bajo. Que el sabio encuentre amparo en el gobernante; que el profesor reciba doctrina del sabio.

Ayer, así como la Química o la Botánica, encerradas en su castillo, parecían ignorar la ayuda del historiador o del artista, el que trataba de educar a los niños no recibía la del que estudiaba las hazañas o las miserias de los hombres. Así se formaban las esclerosis en el cuerpo social, cuando no el cáncer; y de este mal se moría. Pero, ya no hay castillos, como ya no hay partidos ni clases. La jerarquía está en la función, no en el compartimento. Más alto va en el tren el fogonero de la locomotora que el durmiente del coche cama.

Todas estas cosas decía, a quien la quiso entender, la voz que desde Burgos sonó el día de la Inmaculada. Y, porque estas cosas fueron entendidas en efecto, el día de los Santos Reyes ha sido hogaño para los españoles, no la conmemoración de una epifanía, sino una epifanía actual.

Diseño y mantenimiento de la página: Pía d'Ors
Última actualización: 27 de junio de 2007