Eugenio d'Ors | |
CORRESPONDENCIAS |
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LA CARTA DE EUGENIO d'ORS |
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(El Liberal, 18-V-1928, p. 1) |
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París, 12 de mayo [1928] |
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No crea, no crea, señor Run-runeador, que se me escapara su nota del día 4, relativa a la malquerencia con que me honran algunos notorios proveedores de teatrales. Atento vivo, salvo cortas y obligadas interrupciones, a lo que dicen los papeles, y nada más lejos de mí que el tipo de hombre de estudio que los desdeña o hace que los desdeña. Ni tengo inconveniente en declarar que buena parte de lo que sé a periodistas contemporáneos lo debo; sin contar con que una parte de la otra parte nos viene a todos de estos periodistas de otros días, que se llamaron Sócrates, Jenofonte, Montaigne, Erasmo, Goethe, Donoso Cortés, Louis Veuillot… Y Keplero, el astrónomo. Keplero, sí señor, que redactaba calendarios, si no semanarios. |
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«Porque Xenius, la otra noche, ante un selecto auditorio, nos habló de «la diastasa» y hasta de «los infusorios», dicen que Ortega y Gasset se está dando a los demonios al ver que la competencia le está chafando el negocio». |
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Otra vez, y a propósito de Einstein, otro conferenciante realizó un gran esfuerzo de vulgarización, que, soy de ello testigo, salió muy bien y aclaró muchas cosas a cierto número de modestos y aplicados oyentes allí congregados, entre los cuales abundaban los jóvenes dependientes de comercio. Pero también había allí un literatoide —el cual, ¡que casualidad!, se ocupa igualmente en cosas de teatro—, y éste, a la salida, se me acercó para decirme severo: —¡Falta de método, falta de método!… ¡Tanto hablarnos de la «cuarta dimensión» y «todavía no nos ha dicho don Fulano cuáles eran las tres primeras»! No, no han pasado muchos años desde que acontecieron estas historias. Con todo, el saber sobre las tres dimensiones y «hasta» sobre lo que significa la rara palabra «infusorio» se ha generalizado bastante entre la multitud. Y si los progresos resultan más tardíos entre el vulgo de las salas de espectáculos, la culpa no es nuestra. Menos lo es de que le ganen todavía en lo obtuso algunos de sus habituales divertidores. Por supuesto, que yo, entre los de esta clase, me resistiré siempre, y por más que me vengan diciendo, a incluir a «Azorín», no vaya usted a figurarse. Siempre lo ha sido; ahora, desde la enfermedad, doblemente. Doblemente respetable, aunque haya escrito —¡Escrito! ¡Vaya verbo elástico!— esa desdicha, que no atendiendo a presencia de sátira, sino a ausencia de ingenio, calificaba un coplero amigo de este modo: |
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«Yo, cuando la cosa es tan asaúra y chabacana ya no le llamo astracán, sino murga gaditana»… |
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Bueno, señor Run-runeador, dejemos esto. «Ya está bien», como usted dice. Pero, ¡y si —para que estuviese mejor— diéramos al público la presente carta!… Tengo la esperanza de que esta vez hasta Benavente, hasta Muñoz Seca — y hasta los mismos infusorios entenderán. |
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Última actualización:
29 de agosto de 2012
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