Eugenio d'Ors
CORRESPONDENCIAS

CARTA A ÁNGEL FERRANT

(31-VIII-1954)

Ermita de San Cristóbal, 31-8-54

Sr. D. Ángel Ferrant.


Mi querido amigo:

Cada carta suya es una lección estoica de energía moral y de valentía ante la fatalidad. Merece usted más que todos los dolientes, entre los cuales me cuento. Afortunadamente, brilla en sus palabras, y en las que yo quiero de todo corazón añadir, el rayo de sol de la esperanza. Me dice usted que tal vez se necesite para el restablecimiento el doble tiempo que el empleado hasta aquí. Tal vez no sea tanto, pero si tal fuese, bastaría para indemnización el crecimiento del denuedo, que de tanta moralidad se ganaría. Crea que, con toda el alma, le acompaño a lo largo de la prueba. Y que en ella me son una inapreciable compañía las atenciones delicadas empleadas en obsequio mío por usted. Yo quisiera verter sobre usted una parte de este bienestar y alegría que estas atenciones me procuran. Por de pronto, quisiera que me alcanzase una parte de la satisfacción de gloria y de obra bien hecha que han de caer sobre el amigo, en esta porción vital de su trabajo. El Angel es una obra magnífica, no me cansaré de repetirlo; y, si me es dada tanta fortuna, de utilizarlo. Quisiera, además, saber de antemano la ocasión en que esta obra si es posible, u otras inmediatas, ha de alcanzar su inauguración, para celebrarla, con un poco de prosa, que tal vez tenga la buena suerte de que no sea indigna de la noble circunstancia.

Ayer estuve en la Fiesta Mayor de Villafranca del Panadés, a la que tengo costumbre de ir cada año desde haca diez o doce. Este año he tenido la tristeza de no poder subir la escalera del Museo, desde cuyas ventanas tenía la costumbre de ver la procesión. Pero, en cambio, he tenido la alegría de ver que ha estado a punto de acudir —-si no lo ha hecho se debe a circunstancias fortuitas-— nuestro amigo Rodríguez Aguilera, y que hará un mes tuvo un accidente de circulación que recordaba inmediatamente al suyo. La señora Rodríguez Aguilera estuvo con nosotros, y, también, los Padrós, venidos de Comarruga, y que tendrán dentro de pocos días su coche, para alivio de la locomoción. Esto es una circunstancia extremadamente favorable para casos así. Hay que hacer muchas obras y colocarlas bien para tener también estos medios. Se los deseo para pronto, y mucho mejor, si no son necesarios. Le contaré otro día de otro caso, el del que había sido, hasta ahora, el director de la Escuela de Lengua y Literatura española en Roma, y que ahora, según parece, está padeciendo de una enfermedad de consecuencias motrices análogas a las mías. Pero no sigamos con estos casos lamentables. Pensemos en la mitología griega, sobre la cual estoy a vueltas con un libro, un Diccionario del mundo clásico, que ha salido ahora, y sobre el cual me ha llamado también la atención Leticia Durcal, en una carta valiente como las suyas. Volvamos los ojos hacia esta primavera de la cultura que en el Diccionario vierte, página sobre página, hasta más de mil, las flores más coloreadas y los frutos más sanos de la civilización del mundo.

Le abraza,

EUGENIO d'ORS

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Última actualización: 16 de junio de 2008